viernes, 28 de agosto de 2020

Capítulo 8 || Doble o nada (Temporada 2)

 Pero Roberto no estaba por la labor de marcharse sin luchar.

- ¿Estás loco Enrique? No pienso irme de aquí sin nuestro dinero.

- ¡Roberto! Hazme caso y deja de hacer el idiota si no quieres que te lleve a casa esposado.

- ¿Serías capaz?

- Ponme a prueba y lo verás Roberto. Ahora, vámonos…


 Tras marcharse, Silvia y Ekrem pudieron respirar tranquilamente y ambos se fueron a la cocina para hablar con más calma.

- He temido por mi vida durante un momento allí fuera… ¿Cómo pueden ser tan distintos los hijos de Roberto a él? Si no fuera por el parecido físico, diría que no son hijos suyos,-comentaba Ekrem-.

- Lo que han hecho es denunciable, Ekrem. Deberíamos hacerlo y que se les caiga la cara de vergüenza.

- ¿Tú crees que esa gente la tiene? Venga ya, si ni siquiera han soltado una lágrima por el pobre Roberto. Poco más y se ponen a dar palmas para celebrarlo.


 Escuchando ruido a sus espaldas, Silvia miró atrás y le dijo una última cosa a su compañero de trabajo.

- Será mejor que nos callemos y sigamos trabajando porque no me extrañaría que esos se busquen cualquier método para espiarnos y enterarse de nuestras vidas.

- Y me da el palpito de que son capaces de hacer más que espiarnos… Ya hablaré con mi hermano, a ver que me dice de ese tal Enrique.


 Saliendo de la cocina, Silvia y Ekrem se encontraron con Lucía.

- Ekrem, Silvia, ¿puedo haceros una pregunta?

- Sí claro,-contestó Silvia-. ¿Qué necesitas?

- ¿Va todo bien?-preguntó Ekrem-.

- Sí, no me pasa nada es sólo que… tengo un mensaje de parte de Roberto.


 Mirándose extrañados, Ekrem y Silvia volvieron a mirar a una sonriente Lucía.

- ¿Qué ocurre Lucía?-preguntó Ekrem-.

- Roberto en vida me… pidió un favor. Me contó que había cambiado su testamento y sabiendo que sus hijos no aceptarían su decisión, se… adelantó a ellos.

- ¿A qué te refieres con que se adelantó?-preguntó Silvia bastante intrigada-.

- Pues que me traspasó todo el dinero que os pertenecía a mi cuenta para que, una vez llegado el momento de su muerte, yo… os lo pasase a vosotros.

- ¿Eso es cierto?-preguntó Ekrem boquiabierto-.


 Al salir del trabajo, Ekrem volvió a casa y se encontró a Yemba encendiendo el robot-aspirador.

- Buenas tardes Yemba, ¿qué tal estás?

- Ey Ekrem. Pues bien, acabo de venir del gimnasio y me iba a poner a hacer las tareas del hogar. ¿Tú cómo estás?

- Pues… en las nubes, si te soy sincero.

- ¿Y eso tío?


 Acercándose al novio de Agatha, Ekrem comenzó a contarle lo sucedido.

- … y después de eso, Lucía nos pidió que la acompañásemos al banco y nos hizo la transferencia a nuestras respectivas cuentas bancarias. A mí me tocaban 15 millones y a Silvia 2, y como me parecía poco, le dije a Lucía que le ingresase 5 millones y a mí 12.

- Pero tío, ¡eres rico! ¡Enhorabuena chaval!

- Muchas gracias Yemba. Estoy que no me lo creo todavía…


 Dándole unas palmadas en la espalda, Yemba le hizo una pregunta a Ekrem.

- ¿Y qué vas a hacer con ese dinero? ¿Lo vas a invertir?

- Lo cierto es que llevo tiempo pensando en independizarme y creo que ahora es un buen momento.

- Oh, muy buena idea. ¿Has empezado a mirar casa?

- No, no me hace falta porque sé la casa que quiero.


 Bajando las escaleras al escuchar la voz de Ekrem, Violet se acercó hasta él y al novio de su madre.

- ¡Genial!-decía Yemba-. Estoy seguro de que lo conseguirás.

- ¿Conseguir el qué?-dijo Violet interviniendo en la conversación-.

- Lo que me dé la gana, cariño,-contestó Ekrem-.


 Acercándose a ella, Ekrem besó a Violet como si estuviera en una película ante la atenta mirada de Yemba, quien sonrió y aplaudió contento.

- ¡Vivan los novios!


 Incorporándose, Violet quería saber el motivo de tanta efusividad.

- Cielo, somos ricos,-confesó Ekrem-.

- ¿Ricos?

- Sí. ¿Te acuerdas de Roberto? El abuelo que estaba en la residencia y que te dije que me iba a dejar parte de su herencia.

- Claro, me acuerdo. ¿Qué pasa?

- Pues que esta noche sufrió un infarto y se ha muerto.


 Llevándose las manos a la boca, Violet le dio el pésame.

- Lo siento mucho Ekrem. ¿Cómo te encuentras?

- Apenado por su muerte tan repentina pero…

- ¿Pero qué?

- Sus hijos vinieron a la residencia y no sabes lo insensibles que son. No derramaron ni una lágrima por su padre y cuando se enteraron de que nos había puesto a Silvia y a mí como sus principales herederos, comenzaron a amenazarnos e incluso vino el marido de una de las hijas que es compañero de trabajo de Alí.

- ¿Qué me dices?

- Como lo oyes. Pero al final se fueron y otra de las internas, Lucía, vino después y nos dijo que Roberto le ingresó el dinero que nos pertenecía a ella estando en vida para evitarnos problemas. Entonces ahora mismo tengo 12 millones de euros quemándome la cuenta corriente.

- ¡¿Cómo?!-exclamó Violet completamente asombrada-.

- Ven conmigo,-dijo Ekrem agarrándole la mano a Violet-.


 Andando durante unos 15 minutos, Ekrem se paró frente a la casa donde murieron sus padres. Violet, mirándola desde fuera, no sabía qué quería decirle Ekrem llevándola hasta allí.

- ¿Qué ocurre? ¿Por qué me has traído a tu antigua casa?

- Cuando mis padres y mi tío murieron, la casa se vendió. Desde entonces ha estado pasando de mano en mano y ya lleva muchos años sin venderse porque la gente tiene miedo de que esté encantada por haber muerto allí tres personas, pero yo no le tengo miedo a nada. Son mis padres y mi tío los que murieron allí, no unos desconocidos.

- Entonces quieres…

- Comprarla. Voy a comprar mi antigua casa, la decoraremos juntos y, nos vendremos aquí a vivir. ¿Qué te parece?


 Varios días más tarde, una mañana llegó Alí a su trabajo y vio a Enrique mirándose al espejo detrás de la columna.

- Buenos días,-saludó Alí-.

- Buenos días,-contestó el agente Vidal-.


 Alí siguió su camino hasta que Enrique comenzó a llamarlo.

- Novato, ¡novato!

- Dime Vidal, ¿qué pasa?

- El otro día tuve el gran honor y placer de conocer a tu hermano. ¿Por qué no me dijiste que tenías un hermano gemelo?

- ¿Crees que he tenido tiempo de decírtelo cuando desde el primer momento me has estado acusando de asesinato sin yo haberlo hecho?

- Por mucho que se encontrase un guante de látex con tus huellas dactilares sobre los dedos a modo de inculparte, sigo pensando que eres un asesino. Tal vez no lo mataste tú, pero algo tuviste que ver en todo esto. Lo que no sabía era que esto venía de familia, porque tu hermano es un maldito ladrón.


 Colocándose frente a Enrique, Alí miró tremendamente serio a su compañero y, mirando el reflejo del espejo, se dio cuenta de que allí también estaba Arturo. Recordando que había cámaras de seguridad, Alí se separó lentamente de Enrique.

- Ten mucho cuidado con lo que dices de mi hermano.

- Uh, qué miedo. ¿También me vas a mandar matar como hiciste con Tim?


 Separándose cada vez más y más, Alí no contestó a Enrique. Él mismo se había dado cuenta de que era un mamón de mucho cuidado, pero con la llamada que le había hecho Ekrem hacía unos días atrás y esto que le había dicho ahora, no ponía negar que Enrique Vidal era un cabrón.


 Marchándose de allí, Alí pasó junto a Arturo, quien le saludó pero Alí no le devolvió el saludo. Arturo había visto todo aquello y no fue capaz de intervenir, así que para Alí se había acabado el ir de bueno en esa comisaría.


 Mientras Alí se cambiaba de ropa y se colocaba el uniforme, su cabeza no paraba de darle vueltas al suceso matutino y pensaba en que no había derecho a que tuviera que estar aguantando todo aquello así que, ¿por qué iba a hacerlo? Tomando una decisión, se dirigió hacia el despacho de la comisaria y se puso a esperarla mientras que se desahogaba llorando a gusto.


 Pocos minutos después, la comisaria apareció por su despacho y se extrañó al ver tan temprano a Alí allí.

- Buenos días Köpek, ¿qué haces por aquí?

- Quería hablar con usted, comisaria.

- Claro, ¿de qué se trata?

- Quiero pedir el traslado de comisaría.


 Dejándose caer en el asiento, la comisaria Reynolds no se esperaba que Alí le dijese nada parecido.

- Pero… ¿a qué se debe?

- Comisaria, nada más llegar se me acusó del asesinato del agente Welling cuando ya se ha comprobado que fue un suicidio y que me intentó incriminar. Desde entonces, los demás policías no paran de mirarme de reojo y apenas me dirigen la palabra… Hoy he tenido un encontronazo con Vidal en el que me ha vuelto a llamar asesino y ha comenzado a insultar a mi hermano, todo esto mientras que el inspector Fresno miraba sin intervenir. Yo no estoy aquí para sufrir todo esto, sino para trabajar y ser un buen agente de la ley. Por eso quiero pedir el traslado.


 Quedándose en silencio, la comisaria no sabía qué decir pero, tras unos momentos donde se podía sentir la tensión, Megan se dirigió a Alí.

- Veré lo que puedo hacer. De momento, siga con su trabajo Köpek.

- Está bien, usted manda,-dijo Alí levantándose y cuadrándose frente a su superior-.


 Al cabo de unos minutos, Megan salió de su despacho y miró la habitación inferior desde allí para contemplar al resto de policías. Cada uno trabajaba a lo suyo, comentaban cosas de los distintos casos que estaban llevando pero por lo general todo estaba tranquilo salvo porque, de vez en cuando, algún que otro compañero giraba levemente su cabeza y miraba a Alí.


 La comisaria sabía que Alí era o, mejor dicho, sería un buen policía, pero el ambiente no era el propicio dado a que no había comenzado con buen pie. Sintiéndolo mucho, Megan tenía que admitir y aceptar la petición que le había hecho su subordinado y creía tener el sitio idóneo para Alí.


 Volviendo a entrar en su despacho, la comisaria Reynolds comenzó a hacer una serie de llamadas mientras que Alí y los demás trabajaban con normalidad.


 Megan se estaba cobrando un par de favores que le debían para conseguir enviar a Alí al lugar que ella creía que sería el mejor para él.

- Hugh, sabes que lo nuestro quedó atrás y que sólo fue un par de polvos. Además, ahora estás casado y yo no tengo ganas de ser la otra por muy bien que folles.

- Está bien… ¿y entonces qué quieres?

- ¿Te acuerdas de la última vez que me pediste que te ayudase en un caso?

- Claro.

- Pues necesito que me devuelvas el favor…


 Al cabo de unos minutos, la propia comisaria en persona bajó y se dirigió a Alí.

- Köpek, ¿podrías subir a mi despacho un momento?

- Claro. Enseguida subo comisaria.


 Sabiendo que todas las miradas ahora estarían clavadas en ellos, Megan le susurró algo a Alí.

- Prefiero que piensen que tenemos algo entre nosotros a que se piensen lo que no eres.


 Cerrando la puerta, Alí se volteó a mirar a Megan y ésta comenzó a hablar.

- He hecho una serie de llamadas y… tengo un nuevo destino para ti.

- ¿De verdad? ¿Tan rápido?-preguntó Alí-.

- Sí. Había una serie de personas que me debían favores y ha sido momento de cobrármelos. Bien, te vas a ir a un barrio algo más lejano a este y mucho más humilde y, por consiguiente, más peligroso. Tú mismo notarás que la comisaría es más pequeña que esta y tiene menos medios tecnológicos como la nuestra, pero podrás trabajar perfectamente.


 Sentándose en el sofá, Megan continuó contándole las novedades.

- Tu superior ahora será el comisario Hugh Dicks. Es un viejo amigo mío, un buen tío y mejor policía. Le he dado buenas referencias tuyas y he obviado lo que ha sucedido aquí, así que puedes estar tranquilo que nadie sabrá allí nada de lo que has vivido. Simplemente le dije que te habían mandado aquí y que te veía mejor allí, que aquí no te acomodabas totalmente.

- Estupendo. Muchísimas gracias comisaria.

- Por favor, llámame Megan, ya no soy tu superior al mando. Sólo te voy a pedir una cosa a cambio.

- ¿El qué?

- Que vuelvas aquí, a esta comisaría. Tengo la sensación de que te convertirás en un buen policía y me gustaría que estuvieras a mis órdenes en alguna futura ocasión.

- Descuida Megan, te lo prometo.



CONTINUARÁ…


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