sábado, 30 de mayo de 2020

Capítulo 21 || The Mirror

 Sucio y bastante triste, Hugo se encaminó hacia la ciudad recorriendo las calles mientras seguía el GPS. Seguramente habría algún otro autobús que le acercase hasta el lugar, pero había traído poco dinero y no quería gastárselo todo.


 Llegando hasta una plaza, el navegador le indicó que ya había llegado a su destino, pero allí no veía a Marta por ninguna parte, así que la llamó para salir de dudas.
- Marta, ya estoy aquí… Mi móvil dice que he llegado, pero estoy en una plaza llena de gente y no tengo ni idea de dónde estoy.
- ¿Qué ves desde donde estás?
- Pues estoy al lado de un cartel de publicidad delante de unas flores y frente a un edificio que está haciendo esquina.


 Cayendo en la cuenta de dónde estaba, Marta fue a recogerlo.
- Vale, ya sé dónde estás. Voy a por ti, ¿vale?
- Venga va.
- No te muevas.
- Tranquila, que como me mueva más me pierdo, te lo aseguro.


 Saliendo de casa, Marta cruzó la calle y entró en la plaza viendo a lo lejos a Hugo. Notando que estaba sucio, le hizo un gesto con las manos para preguntarle lo que le había ocurrido.


 Llegando hasta donde estaba él, Marta lo besó sin pensárselo dos veces.
- Ya estamos juntos otra vez. Aquí estarás bien, te lo aseguro.
- Muchas gracias Marta. Gracias por acogerme…
- No hay problema. ¿Qué ha dicho tu madre cuando se lo has contado?
- ¿Contarle el qué?
- Nene, contarle que te venías conmigo.
- Ah, no se lo he dicho. Bueno, tampoco me ha dejado hablar mucho que digamos…
- ¿Cómo? Entonces… Te has fugado de casa.
- Sí, pero ellos creen que he quedado.
- ¿Ellos quienes?
- Mi madre, el gilipollas de su marido y… mi hermana.
- ¿Y has podido mirar a la cara a tu hermana y engañarla?


 Marta sonrió incrédula mientras miraba a Hugo, ya que no se podía creer que su novio hubiera actuado así.
- Marta, no sabes lo difícil que ha sido, pero tenía que hacerlo si quería irme de allí. Mi hermana nunca ha sabido guardar un secreto y no me fiaba de que se fuera de la lengua.
- ¿Y tu padre?
- Lo he llamado, pero me ha saltado “El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura en este momento”.
- Hugo… Te vas a meter en un buen lío, lo sabes, ¿no?
- Marta, mi madre convirtió mi cuarto en su despacho, guardó mis cosas en cajas en otra de las habitaciones vacías, que podría haber utilizado ella perfectamente en lugar de cambiar la mía, otras cosas se las dio a mi hermana… Y cuando he intentado hablar con ella se ha puesto como cuando discutía con mi padre y me ha empezado a decir que soy igual que él, que si le pido perdón y luego la acuso de esto y aquello… No me va a echar de menos, ni me va a buscar.
- Bueno Hugo, vámonos a casa mejor, que necesitas descansar.


 Ambos se encaminaron hacia la casa de Marta mientras ésta pensaba en lo que Hugo le había contado. Entendía la forma de actuar de su novio, ya que ella seguramente habría actuado peor, pero también sabía que Hugo, por mucho que le quedasen 4 meses para cumplir la mayoría de edad, tenía que estar con su madre hasta entonces, le gustase o no. Estaba de acuerdo en que su madre había actuado mal, pero era su madre… Al menos ella pensaba así porque sus padres nunca la habían tratado como habían hecho los de Hugo con él.


 Entrando en casa, Marta saludó a su padre y anunció que Hugo acababa de llegar.
- Wow, qué bien toca la guitarra tu padre,-le dijo Hugo a Marta-.
- Sí, es el guitarrista de un grupo de rock.


 Dejando la guitarra en su sitio, Julio saludó a Hugo mientras avanzaba hacia él con una sonrisa.
- ¡Yerno! Encantado de conocerte. Es un placer tenerte en mi casa.
- Muchas gracias Julio.
- Vaya, vienes un poco manchado, ¿no?
- Ah sí, es que me caí sobre un charco.
- No te preocupes, ven conmigo, que te acompaño al baño para que puedas darte una ducha y cambiarte de ropa.


 Llevándolo al baño de la planta de abajo, Julio le dejó todo preparado.
- Ahí tienes las toallas y ropa limpia. Es mía, así que yo creo que te valdrá.
- Muchísimas gracias Julio.
- Nada hombre.
- No, en serio. Gracias por acogerme y por recibirme tan bien.
- No te preocupes Hugo. Olvídate de todo y disfruta de la ducha, que la cena está casi lista.


 Al cabo de una media hora, Hugo salió del baño y recibió un bofetón del delicioso aroma de la cena. Llenando sus pulmones, comentó en voz alta lo que pensaba.
- Madre mía, qué bien huele.
- Es que mi madre cocina de escándalo,-comentó Marta-. Ven, siéntate.


 Llegando a la mesa, Hugo saludó a todos y Marta les presentó a su madre y a su hermano.
- Ya veo a quién has sacado el gusto por teñirte el pelo,-comentó Hugo en un tono distendido-.
- Uh sí,-respondió Emma-. Si tú supieras las de colores que he llegado a tener en el pelo a la vez… Te caes de la silla. Yo es que siempre he sido muy hippie. Mis padres eran muy estrictos, pero a mí me encantaba estar a mi aire y eso es lo que he hecho con mis hijos, dejarles su libertad.


 Mirando a Carlos, Hugo comentó con Marta que no les veía parecido.
- Es que mi hermano es más a mi madre y yo me parezco más a mi padre.
- Pero luego físicamente Carlos se parece a mí,-comentó Julio-, cuando yo tenía su edad.
- Y Marta se parece a mí de cuello para abajo,-dijo Emma-. Porque Hugo, si me hubieras visto de jovencita… era un bombón.
- ¿Cómo que eras?-preguntó Julio-. ¡Eres!
- Ay, gracias mi vida.


 Sonriendo al escuchar cómo se hablaban los padres de Marta, Hugo no pudo evitar comparar a cómo se trataban los suyos. Sabía que las comparaciones eran odiosas, pero de ver cómo sus padres se habían divorciado, demandado y le habían utilizado para hacerle daño al otro, a ver cómo los padres de su novia todavía seguían juntos después de tantos años y se trataban de una forma tan cariñosa… Había una diferencia abismal.


 Queriendo sacar tema de conversación, Emma le hizo una pregunta a Hugo.
- ¿Qué tal se ha tomado tu madre que quisieras venirte aquí?
- Mamá, dejemos el tema,-saltó Marta al estar al tanto de todo-.
- No te preocupes Marta,-contestó Hugo-. Se nota que eres hija de tu madre…
- No entiendo,-dijo Emma mirando a su hija y a Hugo-.
- Pues mi madre no se lo ha tomado de ninguna forma porque le he dicho que he quedado y me he venido para acá.
- Pero… ¡Eso es terrible! ¿Por qué has hecho eso?


 Marta estaba molesta porque aquella cena parecía haberse convertido en un interrogatorio.
- Mamá, para ya.
- Marta, de verdad que no pasa nada,-tranquilizaba Hugo-. Emma, si he actuado así es porque cuando me echaron del instituto al defenderme de las palizas que me pegaba Fernando…-comenzó a relatar Hugo-.
- ¿Fernando? ¿De qué me suena ese nombre?-preguntó Emma interrumpiendo a Hugo-.
- Porque el Fernando que me pegaba fue el que… murió en el internado. En resumidas cuentas, ese chico me pegaba palizas y se reía de mí todos los días y uno de ellos llegó a pegar a mi hermana y ahí salté y le zurré a él. Total, que los profesores nos pillaron y nos echaron a los dos y a otros dos amigos suyos. Mi madre, en lugar de escucharme, lo que hizo fue mandarme al internado porque no podía soportar la vergüenza que le había hecho pasar, lo que iban a pensar de mí sus amistades y todo eso. Total que estuve varios meses sin dirigirle la palabra y cuando llegó el día de irme no me despedí de ella. Y cuando he vuelto, ella había convertido mi dormitorio en un despacho, algunas de mis cosas las ha guardado en cajas, otras se las ha dado a mi hermana y otras las ha donado a los pobres. ¡Ah! Y tampoco me ha querido escuchar cuando he querido hablar, así que he cogido lo poco que tenía y me he largado.


 Quedándose todos en un absoluto silencio, Carlos fue el encargado de romper ese incómodo momento.
- Pues yo habría hecho lo mismo que tú. Anda y que les den.
- ¡Carlos!-regañó Emma a su hijo-. ¿Pero qué mosca te ha picado? Perdona Hugo.
- No pasa nada Emma, está bien.


 El resto de la cena transcurrió tranquila y Hugo se ofreció a lavar los platos como forma de agradecimiento. Aceptándolo, Emma aprovechó que Hugo estaba cerca para pedirle disculpas.
- ¿Perdón? No tengo nada que perdonar Emma.
- Sí, he tenido la lengua muy larga y no debería haber sacado el tema.
- No te preocupes. Es algo que debo afrontar y con lo que vivir. Y cuanto antes lo supere, mejor.
- Quiero que sepas que aquí todos te apoyamos y te ayudaremos en lo que haga falta.


 Sonriendo ampliamente, Hugo se lo agradeció.
- Y ahora ve con mi hija, que te está esperando en el salón.


 Cuando sus miradas se cruzaron, ambos sonrieron.
- ¿Qué te apetece hacer?-preguntó Marta-.
- Preferiría descansar… Han sido dos viajes para mí y estoy muerto.
- Vale, pues vamos a mi cuarto.


 Subiendo las escaleras, Marta condujo a Hugo hasta su dormitorio, donde dormirían ambos durante el verano.
- ¿De verdad que a tus padres no les importa que yo duerma contigo?
- ¿Mis padres? Mira, si mi padre fue el primero que me compró una caja de preservativos por si alguna vez surgía una ocasión y el chico no llevaba…
- Joder.
- Sí, pues mi madre me llevó al ginecólogo para pedir las pastillas anticonceptivas para prevenir.
- De verdad, cómo te envidio en este momento.
- Pues de envidia nada, que son tus suegros.


 Girándose hacia ella, Hugo acarició la mejilla femenina.
- De verdad, no sé qué habré hecho para merecer tener una novia como tú. Eres fantástica.
- Te quiero mucho Hugo. No lo olvides.
- Y yo también te quiero. Esto que tú y tus padres habéis hecho por mí no lo olvidaré jamás.


 En la habitación matrimonial, Julio y Emma charlaban.
- Pobre muchacho,-comentó Emma-.
- Ya, me han dado unas ganas de darle un abrazo cuando contaba lo que le ha pasado…
- Pues sí. Menos mal que tiene a Marta.
- Y tanto. Nuestra niña es muy buena chica. Lo hemos hecho bien, Emma.
- Pues sí, parte del mérito es nuestro.
- Oye, ¿tú crees que ella y él ya…?
- Sí,-contestó Emma sin dudar-.
- ¿Por qué estás tan segura?-preguntó Julio extrañado-.
- Porque si yo tuviera la edad de Marta y un novio así de guapo, ya me lo habría beneficiado varias veces jajajaja.


 Mientras tanto, Marta y Hugo se habían tumbado en la cama y ella, tras darle un par de besos y notar cómo el miembro masculino comenzaba a reaccionar, le susurró algo al oído.
- ¿Estás seguro de que sólo quieres dormir?
- Bueno, estoy abierto a otras opciones…
- Ese es mi chico. Ven aquí,-dijo Marta comenzando a besarlo mientras le quitaba la camiseta-.


 Los padres de Marta comenzaron a besarse justo cuando un leve ruido los paró.
- ¿Has escuchado eso?-preguntó Emma-.
- Sí, es Marta, que le estará dando la bienvenida a su novio como se merece.
- Mira que eres…-dijo Emma sonriendo y besando a su marido-.
- ¿Yo también voy a tener un regalo de bienvenida?
- No… Porque no has venido de ningún lado.
- Bueno, entonces porque he sido un niño bueno.
- Me gusta más cuando eres malo…-comentó Emma dándole un pellizco a su marido.
- ¡Ah! Te vas a enterar…


 Julio no iba mal desencaminado, ya que su hija y Hugo estaban disfrutando de su primera vez completamente a solas, sin miedo a que cualquiera de los chicos fuera a aparecer, sus profesores abrieran alguna puerta, viniera la mujer de la limpieza y los pillase… Y tener esa tranquilidad también era una gozada.


 A la mañana siguiente, Hugo se despertó y se incorporó agitado, ya que de primeras no reconoció el lugar hasta que le vino a su mente todo lo sucedido el día anterior. Levantándose más tranquilo, vio que el baño estaba ocupado por Marta y, tras entrar, le dio los buenos días.
- ¿Cómo has dormido, cariño?-preguntó él-.
- Muy bien nene, como un bebé. Oye, ¿quieres ducharte tú también?
- Sí, pero ahora cuando tú termines, no hay prisa.
- No, pero podemos ducharnos juntos y ahorrar agua…


 Un rato después, tras desayunar juntos, se pusieron a ver la tele porque comenzaron a poner una de las películas preferidas de Marta.
- ¿No la has visto nunca?
- No, pero me suena el nombre.
- Te mato vaya. Pues vamos a verla porque te va a encantar.


 Esa tarde, Marta y Hugo habían quedado con unos amigos de ella a los que le presentaría. Hugo se sentía muy acogido y sabía que allí estaría bien, pero en su interior no dejaba de pensar en su madre y en su forma de irse de allí. Por un lado su corazón le pedía volver, pero su cabeza le decía que había actuado como debía. Pero la cuestión no era esa, sino si su madre realmente le echaría en falta o no…


CONTINUARÁ…

jueves, 28 de mayo de 2020

Capítulo 20 || The Mirror

 Sonriendo levemente, Fede se disculpó con Hugo.
- Perdona Hugo, pero es que no te esperaba. No me acordé de que hoy volvías a casa y se me pasó.
- Ya, a ti y al resto del planeta por lo que veo. ¿Por qué habéis quitado mi cuarto?
- Tu madre necesitaba un despacho.
- Ah claro y tuvo que coger precisamente mi habitación para reformarla, ¿no? Será porque no hay dos habitaciones más en esta casa que nadie usa.
- Hugo, será mejor que te calmes porque te noto un poco alterado.


 Mirándolo mortalmente serio, Hugo no se podía creer que Fede estuviera actuando con tanta parsimonia.
- Fede… No me toques los huevos, por favor.
- ¡Hugo! No te consiento que me hables de esa forma. Soy tu padrastro y me debes respeto. Además, yo no te he hablado mal para que tú me trates así. ¡¿Queda claro?! ¿Qué clase de modales te han enseñado en ese internado?
- Mira… Dejemos la fiesta en paz, ¿vale Fede? ¿Vive todavía mi hermana aquí o también la habéis echado?


 Suspirando y dejando pasar ese comentario, Fede contestó a la pregunta de su hijastro.
- Por supuesto que vive aquí. Está arriba jugando en su cuarto. Seguro que se alegrará mucho de verte…
- Pues será la única…-comentó Hugo en voz baja-.
- ¿Cómo?
- No, nada, nada. Cosas mías.


 A Hugo no le había gustado nada de lo que había visto desde que volvió a casa, pero lo que menos le gustó fue la actitud de Fede. Lo trataba como con aires de grandeza, de superioridad diría… Y no le daba buena espina todo aquello. Nunca le había hecho demasiado gracia, pero si seguía comportándose de esa forma, tarde o temprano Hugo acabaría saltando.


 Llamando a la puerta, se escuchó la voz de Rocío en el interior dejándole entrar. Cuando Hugo entró, percibió que el dormitorio de su hermana también había cambiado bastante y que su hermana no se había percatado de su presencia.
- ¿Qué pasa papá?-preguntó Rocío-.
- No soy tu padre…


 Escuchando la voz de su hermano, Rocío pausó el juego y corrió en brazos de Hugo, quien la abrazó con fuerza.
- Me alegro de verte hermanito. No sabes las ganas que tenía de verte…
- Y yo también, Rocío. ¡Estás enorme! Menudo estirón has dado en 9 meses.
- Sí, es que ha pasado mucho tiempo. Tú también estás muy guapo, Hugo. ¿Qué has hecho con las gafas?
- Me las he quitado y me he puesto lentillas. Son mucho más cómodas y veo mejor que antes,-dijo comenzando a mirar a todos lados a modo de demostración-.


 Al hacer esto, Hugo se dio cuenta de algo que no había notado antes.
- ¿Ese no es mi viejo ordenador?
- Sí, cuando mamá reformó tu cuarto me dijo que me podía quedar con tus cosas y me puse tu ordenador en mi cuarto. Espero que no te importe…


 Agachando la cabeza, Hugo suspiró. Estaba completamente decepcionado y sentía que en ese tiempo su madre se había encargado de borrar cualquier tipo de recuerdo u objeto que le recordase que él seguía con vida y de que era su hijo.
- No, no me importa Rocío,-contestó a su hermana-.


 Ésta, sin darse cuenta de que su hermano no estaba de humor, siguió hablando animadamente con Hugo.
- Menos mal, porque también me subí tu espejo. ¿A que queda guay en ese lado?
- Sí, mucho…
- Es que papá me dijo que lo pusiera junto a la puerta pero ahí no me gustaba y me enfadé con él porque decía que donde yo lo quería poner no quedaría bien y…


 En otra ciudad diferente, a varios kilómetros de Hugo, Marta acababa de bajar del autobús donde la recogió su padre. El abrazo entre ambos había sido mayúsculo y los besos no se habían quedado atrás, quienes fueron acompañados de palabras cariñosas.


 Terminando de hablar con su hermana, Hugo le echó la excusa de querer instalarse en una de las habitaciones de abajo cuando en realidad lo que quería era estar solo. Se sentía decepcionado, un lastre, como si no importase… Y los fantasmas de su pasado volvieron a su cabeza. Ese sentimiento de inferioridad cuando Fernando le maltrataba, soledad cuando sus padres le dejaban solo por temas de viajes laborales, impotencia cuando los escuchaba discutir… Menuda vuelta a la realidad más cruda.


 Julio, el padre de Marta, no paraba de preguntarle a su hija sobre cómo se lo había pasado en el internado.
- Genial papá. El principio fue duro porque nuestros profesores eran muy estrictos y no nos pasaban ni una, pero bueno, teniendo en cuenta que no eran nuestros profesores oficiales…
- Cierto, ¿no pertenecían a una secta o algo así nos contaron?
- Sí, eran de una secta y querían aleccionarnos para meternos en la secta o yo que sé qué mierdas, papá. Cuando aquella tía intentó matarme pasé mucho miedo. Menos mal que Hugo estaba allí…
- Ay, es cierto, que me dijo tu madre que te habías echado novio. ¿Qué tal es? ¿Lo conoceremos este verano?


 Como si de una invocación se tratase, el propio Hugo llamó por teléfono a Marta.
- Hola cariño, ¿ya has llegado?-preguntó el muchacho-.
- Sí, acaba de recogerme mi madre. ¿Tú qué tal?
- Pues como el puto culo, no te lo voy a negar.
- ¿Que pasa?
- Pues que nadie me ha venido a recoger, he tenido que irme solo para casa y allí mi madre ha reformado mi cuarto y lo ha convertido en un despacho. El marido de mi madre se ha puesto en plan estúpido conmigo…


 Marta se estaba quedando atónita mientras escuchaba a su novio al otro lado del teléfono. ¿Qué clase de familia tenía Hugo?
- Joder nene, menuda bienvenida.
- No sabes lo que echo de menos el internado y a todos vosotros…
- Ya… Te comprendo. Se nos va a hacer muy duro este verano. Jo, pues qué rabia me da que lo estés pasando tan mal. Si pudiera hacer algo por ti…


 Tras intercambiar un par de frases con Hugo, Marta y él se despidieron y ésta le contó a su padre lo sucedido en casa de su novio.
- ¿Te puedes creer, papá?
- Joder, pues menuda familia tiene el pobre muchacho. ¿Y su padre?
- Ni idea. Como sus padres se divorciaron y acabaron de mala manera, el padre no puede pisar la casa y Hugo hace meses que no sabe nada de él. Dudo que hasta su padre sepa que ha estado en el internado…
- Madre mía, pues Marta, dile que si quiere puede venirse aquí a pasar el verano vaya. Que antes de que esté de mala manera allí en su casa, que se quede en tu cuarto con nosotros.


 Volviendo a la casa, Hugo escuchó el sonido de la tele y vio que su madre había llegado a la casa. Poniéndose nervioso, Hugo tragó el nudo que se le había formado en su garganta y se dirigió hacia el salón.


 Colocándose detrás de ella, Hugo la saludó mientras ella reía de buena gana viendo un programa.
- Hola mamá.
- Ah, eres tú. Hola.
- ¿Ah hola, eres tú? ¿Eso es lo que tienes que decirme después de 9 meses?
- Ya es más de lo que tú me dijiste cuando te fuiste de esta casa sin despedirte.
- Vale, la cagué yéndome sin despedirme, pero tú también…
- ¡Ya estás como tu padre! Me pedía perdón pero luego me acusaba de lo que había hecho y estoy cansada de vuestros putos reproches.
- Pero… ¡Mamá!


 Marta no se creía lo que había escuchado. ¿Había oído bien?
- ¿Lo dices en serio? ¿Hugo se podría venir con nosotros?
- ¡Claro hija! Ahora que la gira ha terminado y voy a pasar una larga temporada en casa contigo y con el resto de la familia, qué menos que conocer al novio de mi niña y quien la está haciendo tan feliz.
- ¿Cómo sabes eso?
- Porque te conozco bien y nunca te he visto tan contenta ni implicada con ninguno de los anteriores.


 Sin embargo, la situación en casa de Hugo era bien diferente.
- Mamá, ¿a dónde vas?
- A un sitio donde no pueda escuchar tus tonterías.
- Mamá, ¿me quieres escuchar?
- ¡No! Desde el punto y hora que te dije que Fede y yo te mandaríamos al internado, me negaste la palabra y te fuiste sin despedirte. Tomaste tu decisión y yo tomé la mía…
- Y por lo que veo fue matar a tu propio hijo,-sentenció Hugo mientras veía alejarse a su madre, quien se frenó un momento al escuchar esa frase antes de proseguir su camino-.


 En la plaza frente a la casa de la familia de Marta, ésta y su padre se abrazaban fuertemente.
- Gracias papá. Eres el mejor.
- Lo que sea por mi chiquitina.
- Ahora mismo le escribiré a Hugo y le diré que si quiere, que puede venirse con nosotros el verano.
- Genial. Ahora vayamos a casa, que tu madre y tu hermano están que se mueren de ganas por verte.


 Entrando en su nuevo despacho, Hugo se paró frente a la puerta sin saber si entrar o no pero, echándole valor, abrió la puerta y vio a su madre sentada frente al escritorio.
- Mamá, ¿podemos hablar?
- ¿Todavía tienes más cosas de las que acusarme? ¿Tal vez de ser la causante de la Tercera Guerra Mundial? Oh no, del hambre en el mundo… Eres igualito que tu puñetero padre. ¡Qué cruz…!


 Entrando en casa después de tanto tiempo, Marta respiró hondo mientras se dirigía hacia el salón.
- Ya había olvidado a cómo olía esta casa.
- ¡Bienvenida a casa!-dijeron su madre y su hermano al unísono-.
- ¡¿Pero quién es este chico y qué habéis hecho con mi pequeño hermano Carlos?!-exclamó Marta-. Mamá, estás divina con ese color de pelo.


 Tras abrazar a su hermano y a su madre, Marta le preguntó sobre las novedades que habían ocurrido durante su ausencia todo ese tiempo.
- Pues yo empecé el instituto y he acabado con todo entre notables y sobresalientes. Aunque al principio me costó un poco.
- Venga ya Carlitos,-dijo Marta-, si siempre has sido el empollón de la familia…
- Sí, es cierto,-intervino Emma, su madre-. El primer trimestre vino con dos suspensos, pero luego se puso las pilas y las recuperó.
- Bueno, ahora que estás tan grande, ¿puedo seguir llamándote Carlitos o ahora eres don Carlos?-preguntó Marta comenzando a chinchar a su hermano-.
- Tú puedes llamarme señor Ruiz y te estoy dando demasiadas concesiones, hermanita jajaja.
- Míralo,-dijo Marta sorprendida mirando a sus padres-. Si se ha espabilado y todo. Ay, cuánto os he echado de menos, coño.


 Cuando Hugo salió del despacho de su madre, vio en su teléfono el mensaje de Marta. Diciéndole que cogería el primer autobús hacia su ciudad y tras darle las gracias, Hugo buscó por toda la casa si aún había algo de ropa que fuera suya o, por el contrario, si ya la habían donado a los pobres como se imaginaba. Encontrando un par de cajas en una de las habitaciones que no se usaba, Hugo escogió una ropa y se duchó en uno de los baños. Al salir, escuchó a su hermana hablar con su madre y con Fede.
- ¿Nos vamos ya, mamá?
- Sí hija, en cuanto tu padre deje de besarme. Fede, por favor, que está la niña delante…


 Notando que Hugo estaba allí, Rocío lo miró creyendo que iba a ir con ellos.
- ¿Vas a venir con nosotros al cine?-preguntó la pequeña cuando su madre hizo el ademán de responder-.
- No,-se adelantó a contestar Hugo-. Yo he quedado.
- Jo, yo quería que vinieras conmigo…
- En otra ocasión, ¿vale?-dijo Hugo intentando contener sus lágrimas-.


 Mercedes se dirigió a su hijo al escucharle decir que había quedado.
- ¿Has quedado?-preguntó frente a un pensativo Hugo, quien no sabía si contestar o no a su madre tras todo lo que le había dicho-.
- Sí, mamá.
- Nosotros teníamos pensado cenar fuera, pero si quieres…-comenzó a decir antes de ser interrumpida por su hijo-.
- No te preocupes, yo también cenaré fuera.


 Volviendo a mirar a su hermana, se abrazó a ésta.
- Pásalo bien y hazle caso a mamá y a Fede, ¿vale?
- ¡Vale! Luego antes de dormir vente a mi cuarto y me cuentas qué has estado haciendo en el internado, ¿okey?
- Vale…-dijo completamente entristecido-.


 Incorporándose, Hugo fue hacia la puerta para irse justo cuando se dio la vuelta para despedirse de ellos.
- Bueno pues… pasadlo bien,-dijo Hugo mirando a Fede y a su madre-. Me voy ya que tengo un poco de prisa…
- Gracias,-contestó secamente Fede-.
- Y… mamá. Siento no ser el hijo que tú esperabas.


 Hugo se marchó de ahí sin mirar atrás, completamente dolido y destrozado interiormente a causa de las duras palabras de su madre. Hugo sabía que no debía escaparse, fugarse, como se le quisiera llamar, siendo aún menor de edad, pero no le quedaba otra alternativa.
Mercedes vio marchar a su hijo, con mal sabor de boca, sin saber que su hijo acababa de despedirse de ella con la intención de no volver. Sentía en su corazón que se había pasado y la culpabilidad comenzaba a asomarse mientras que Fede, con total normalidad, propuso marchar al cine.


 Hugo se montó en el autobús y viajó sintiéndose culpable, por así decirlo, por irse de casa sin decir nada. Él nunca había sido así, pero tampoco lo habían tratado de esa forma en su propia casa. Como tenía la cabeza en las nubes, casi se le pasa la parada y bajó justo antes de que se cerrasen las puertas del autobús, quedándose el pantalón pillado y cayéndose de bruces a un charco que había en el suelo. Levantándose completamente empapado y sucio, Hugo vio a su derecha la imponente ciudad donde vivía Marta y a la cual se dirigía…  


CONTINUARÁ…