jueves, 28 de mayo de 2020

Capítulo 20 || The Mirror

 Sonriendo levemente, Fede se disculpó con Hugo.
- Perdona Hugo, pero es que no te esperaba. No me acordé de que hoy volvías a casa y se me pasó.
- Ya, a ti y al resto del planeta por lo que veo. ¿Por qué habéis quitado mi cuarto?
- Tu madre necesitaba un despacho.
- Ah claro y tuvo que coger precisamente mi habitación para reformarla, ¿no? Será porque no hay dos habitaciones más en esta casa que nadie usa.
- Hugo, será mejor que te calmes porque te noto un poco alterado.


 Mirándolo mortalmente serio, Hugo no se podía creer que Fede estuviera actuando con tanta parsimonia.
- Fede… No me toques los huevos, por favor.
- ¡Hugo! No te consiento que me hables de esa forma. Soy tu padrastro y me debes respeto. Además, yo no te he hablado mal para que tú me trates así. ¡¿Queda claro?! ¿Qué clase de modales te han enseñado en ese internado?
- Mira… Dejemos la fiesta en paz, ¿vale Fede? ¿Vive todavía mi hermana aquí o también la habéis echado?


 Suspirando y dejando pasar ese comentario, Fede contestó a la pregunta de su hijastro.
- Por supuesto que vive aquí. Está arriba jugando en su cuarto. Seguro que se alegrará mucho de verte…
- Pues será la única…-comentó Hugo en voz baja-.
- ¿Cómo?
- No, nada, nada. Cosas mías.


 A Hugo no le había gustado nada de lo que había visto desde que volvió a casa, pero lo que menos le gustó fue la actitud de Fede. Lo trataba como con aires de grandeza, de superioridad diría… Y no le daba buena espina todo aquello. Nunca le había hecho demasiado gracia, pero si seguía comportándose de esa forma, tarde o temprano Hugo acabaría saltando.


 Llamando a la puerta, se escuchó la voz de Rocío en el interior dejándole entrar. Cuando Hugo entró, percibió que el dormitorio de su hermana también había cambiado bastante y que su hermana no se había percatado de su presencia.
- ¿Qué pasa papá?-preguntó Rocío-.
- No soy tu padre…


 Escuchando la voz de su hermano, Rocío pausó el juego y corrió en brazos de Hugo, quien la abrazó con fuerza.
- Me alegro de verte hermanito. No sabes las ganas que tenía de verte…
- Y yo también, Rocío. ¡Estás enorme! Menudo estirón has dado en 9 meses.
- Sí, es que ha pasado mucho tiempo. Tú también estás muy guapo, Hugo. ¿Qué has hecho con las gafas?
- Me las he quitado y me he puesto lentillas. Son mucho más cómodas y veo mejor que antes,-dijo comenzando a mirar a todos lados a modo de demostración-.


 Al hacer esto, Hugo se dio cuenta de algo que no había notado antes.
- ¿Ese no es mi viejo ordenador?
- Sí, cuando mamá reformó tu cuarto me dijo que me podía quedar con tus cosas y me puse tu ordenador en mi cuarto. Espero que no te importe…


 Agachando la cabeza, Hugo suspiró. Estaba completamente decepcionado y sentía que en ese tiempo su madre se había encargado de borrar cualquier tipo de recuerdo u objeto que le recordase que él seguía con vida y de que era su hijo.
- No, no me importa Rocío,-contestó a su hermana-.


 Ésta, sin darse cuenta de que su hermano no estaba de humor, siguió hablando animadamente con Hugo.
- Menos mal, porque también me subí tu espejo. ¿A que queda guay en ese lado?
- Sí, mucho…
- Es que papá me dijo que lo pusiera junto a la puerta pero ahí no me gustaba y me enfadé con él porque decía que donde yo lo quería poner no quedaría bien y…


 En otra ciudad diferente, a varios kilómetros de Hugo, Marta acababa de bajar del autobús donde la recogió su padre. El abrazo entre ambos había sido mayúsculo y los besos no se habían quedado atrás, quienes fueron acompañados de palabras cariñosas.


 Terminando de hablar con su hermana, Hugo le echó la excusa de querer instalarse en una de las habitaciones de abajo cuando en realidad lo que quería era estar solo. Se sentía decepcionado, un lastre, como si no importase… Y los fantasmas de su pasado volvieron a su cabeza. Ese sentimiento de inferioridad cuando Fernando le maltrataba, soledad cuando sus padres le dejaban solo por temas de viajes laborales, impotencia cuando los escuchaba discutir… Menuda vuelta a la realidad más cruda.


 Julio, el padre de Marta, no paraba de preguntarle a su hija sobre cómo se lo había pasado en el internado.
- Genial papá. El principio fue duro porque nuestros profesores eran muy estrictos y no nos pasaban ni una, pero bueno, teniendo en cuenta que no eran nuestros profesores oficiales…
- Cierto, ¿no pertenecían a una secta o algo así nos contaron?
- Sí, eran de una secta y querían aleccionarnos para meternos en la secta o yo que sé qué mierdas, papá. Cuando aquella tía intentó matarme pasé mucho miedo. Menos mal que Hugo estaba allí…
- Ay, es cierto, que me dijo tu madre que te habías echado novio. ¿Qué tal es? ¿Lo conoceremos este verano?


 Como si de una invocación se tratase, el propio Hugo llamó por teléfono a Marta.
- Hola cariño, ¿ya has llegado?-preguntó el muchacho-.
- Sí, acaba de recogerme mi madre. ¿Tú qué tal?
- Pues como el puto culo, no te lo voy a negar.
- ¿Que pasa?
- Pues que nadie me ha venido a recoger, he tenido que irme solo para casa y allí mi madre ha reformado mi cuarto y lo ha convertido en un despacho. El marido de mi madre se ha puesto en plan estúpido conmigo…


 Marta se estaba quedando atónita mientras escuchaba a su novio al otro lado del teléfono. ¿Qué clase de familia tenía Hugo?
- Joder nene, menuda bienvenida.
- No sabes lo que echo de menos el internado y a todos vosotros…
- Ya… Te comprendo. Se nos va a hacer muy duro este verano. Jo, pues qué rabia me da que lo estés pasando tan mal. Si pudiera hacer algo por ti…


 Tras intercambiar un par de frases con Hugo, Marta y él se despidieron y ésta le contó a su padre lo sucedido en casa de su novio.
- ¿Te puedes creer, papá?
- Joder, pues menuda familia tiene el pobre muchacho. ¿Y su padre?
- Ni idea. Como sus padres se divorciaron y acabaron de mala manera, el padre no puede pisar la casa y Hugo hace meses que no sabe nada de él. Dudo que hasta su padre sepa que ha estado en el internado…
- Madre mía, pues Marta, dile que si quiere puede venirse aquí a pasar el verano vaya. Que antes de que esté de mala manera allí en su casa, que se quede en tu cuarto con nosotros.


 Volviendo a la casa, Hugo escuchó el sonido de la tele y vio que su madre había llegado a la casa. Poniéndose nervioso, Hugo tragó el nudo que se le había formado en su garganta y se dirigió hacia el salón.


 Colocándose detrás de ella, Hugo la saludó mientras ella reía de buena gana viendo un programa.
- Hola mamá.
- Ah, eres tú. Hola.
- ¿Ah hola, eres tú? ¿Eso es lo que tienes que decirme después de 9 meses?
- Ya es más de lo que tú me dijiste cuando te fuiste de esta casa sin despedirte.
- Vale, la cagué yéndome sin despedirme, pero tú también…
- ¡Ya estás como tu padre! Me pedía perdón pero luego me acusaba de lo que había hecho y estoy cansada de vuestros putos reproches.
- Pero… ¡Mamá!


 Marta no se creía lo que había escuchado. ¿Había oído bien?
- ¿Lo dices en serio? ¿Hugo se podría venir con nosotros?
- ¡Claro hija! Ahora que la gira ha terminado y voy a pasar una larga temporada en casa contigo y con el resto de la familia, qué menos que conocer al novio de mi niña y quien la está haciendo tan feliz.
- ¿Cómo sabes eso?
- Porque te conozco bien y nunca te he visto tan contenta ni implicada con ninguno de los anteriores.


 Sin embargo, la situación en casa de Hugo era bien diferente.
- Mamá, ¿a dónde vas?
- A un sitio donde no pueda escuchar tus tonterías.
- Mamá, ¿me quieres escuchar?
- ¡No! Desde el punto y hora que te dije que Fede y yo te mandaríamos al internado, me negaste la palabra y te fuiste sin despedirte. Tomaste tu decisión y yo tomé la mía…
- Y por lo que veo fue matar a tu propio hijo,-sentenció Hugo mientras veía alejarse a su madre, quien se frenó un momento al escuchar esa frase antes de proseguir su camino-.


 En la plaza frente a la casa de la familia de Marta, ésta y su padre se abrazaban fuertemente.
- Gracias papá. Eres el mejor.
- Lo que sea por mi chiquitina.
- Ahora mismo le escribiré a Hugo y le diré que si quiere, que puede venirse con nosotros el verano.
- Genial. Ahora vayamos a casa, que tu madre y tu hermano están que se mueren de ganas por verte.


 Entrando en su nuevo despacho, Hugo se paró frente a la puerta sin saber si entrar o no pero, echándole valor, abrió la puerta y vio a su madre sentada frente al escritorio.
- Mamá, ¿podemos hablar?
- ¿Todavía tienes más cosas de las que acusarme? ¿Tal vez de ser la causante de la Tercera Guerra Mundial? Oh no, del hambre en el mundo… Eres igualito que tu puñetero padre. ¡Qué cruz…!


 Entrando en casa después de tanto tiempo, Marta respiró hondo mientras se dirigía hacia el salón.
- Ya había olvidado a cómo olía esta casa.
- ¡Bienvenida a casa!-dijeron su madre y su hermano al unísono-.
- ¡¿Pero quién es este chico y qué habéis hecho con mi pequeño hermano Carlos?!-exclamó Marta-. Mamá, estás divina con ese color de pelo.


 Tras abrazar a su hermano y a su madre, Marta le preguntó sobre las novedades que habían ocurrido durante su ausencia todo ese tiempo.
- Pues yo empecé el instituto y he acabado con todo entre notables y sobresalientes. Aunque al principio me costó un poco.
- Venga ya Carlitos,-dijo Marta-, si siempre has sido el empollón de la familia…
- Sí, es cierto,-intervino Emma, su madre-. El primer trimestre vino con dos suspensos, pero luego se puso las pilas y las recuperó.
- Bueno, ahora que estás tan grande, ¿puedo seguir llamándote Carlitos o ahora eres don Carlos?-preguntó Marta comenzando a chinchar a su hermano-.
- Tú puedes llamarme señor Ruiz y te estoy dando demasiadas concesiones, hermanita jajaja.
- Míralo,-dijo Marta sorprendida mirando a sus padres-. Si se ha espabilado y todo. Ay, cuánto os he echado de menos, coño.


 Cuando Hugo salió del despacho de su madre, vio en su teléfono el mensaje de Marta. Diciéndole que cogería el primer autobús hacia su ciudad y tras darle las gracias, Hugo buscó por toda la casa si aún había algo de ropa que fuera suya o, por el contrario, si ya la habían donado a los pobres como se imaginaba. Encontrando un par de cajas en una de las habitaciones que no se usaba, Hugo escogió una ropa y se duchó en uno de los baños. Al salir, escuchó a su hermana hablar con su madre y con Fede.
- ¿Nos vamos ya, mamá?
- Sí hija, en cuanto tu padre deje de besarme. Fede, por favor, que está la niña delante…


 Notando que Hugo estaba allí, Rocío lo miró creyendo que iba a ir con ellos.
- ¿Vas a venir con nosotros al cine?-preguntó la pequeña cuando su madre hizo el ademán de responder-.
- No,-se adelantó a contestar Hugo-. Yo he quedado.
- Jo, yo quería que vinieras conmigo…
- En otra ocasión, ¿vale?-dijo Hugo intentando contener sus lágrimas-.


 Mercedes se dirigió a su hijo al escucharle decir que había quedado.
- ¿Has quedado?-preguntó frente a un pensativo Hugo, quien no sabía si contestar o no a su madre tras todo lo que le había dicho-.
- Sí, mamá.
- Nosotros teníamos pensado cenar fuera, pero si quieres…-comenzó a decir antes de ser interrumpida por su hijo-.
- No te preocupes, yo también cenaré fuera.


 Volviendo a mirar a su hermana, se abrazó a ésta.
- Pásalo bien y hazle caso a mamá y a Fede, ¿vale?
- ¡Vale! Luego antes de dormir vente a mi cuarto y me cuentas qué has estado haciendo en el internado, ¿okey?
- Vale…-dijo completamente entristecido-.


 Incorporándose, Hugo fue hacia la puerta para irse justo cuando se dio la vuelta para despedirse de ellos.
- Bueno pues… pasadlo bien,-dijo Hugo mirando a Fede y a su madre-. Me voy ya que tengo un poco de prisa…
- Gracias,-contestó secamente Fede-.
- Y… mamá. Siento no ser el hijo que tú esperabas.


 Hugo se marchó de ahí sin mirar atrás, completamente dolido y destrozado interiormente a causa de las duras palabras de su madre. Hugo sabía que no debía escaparse, fugarse, como se le quisiera llamar, siendo aún menor de edad, pero no le quedaba otra alternativa.
Mercedes vio marchar a su hijo, con mal sabor de boca, sin saber que su hijo acababa de despedirse de ella con la intención de no volver. Sentía en su corazón que se había pasado y la culpabilidad comenzaba a asomarse mientras que Fede, con total normalidad, propuso marchar al cine.


 Hugo se montó en el autobús y viajó sintiéndose culpable, por así decirlo, por irse de casa sin decir nada. Él nunca había sido así, pero tampoco lo habían tratado de esa forma en su propia casa. Como tenía la cabeza en las nubes, casi se le pasa la parada y bajó justo antes de que se cerrasen las puertas del autobús, quedándose el pantalón pillado y cayéndose de bruces a un charco que había en el suelo. Levantándose completamente empapado y sucio, Hugo vio a su derecha la imponente ciudad donde vivía Marta y a la cual se dirigía…  


CONTINUARÁ…

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