jueves, 31 de enero de 2019

Sueños Rotos || Capítulo 15

Días después, el nuevo matrimonio se embarcaba en su luna de miel con un único destino: China. Más concretamente el pueblo donde adoptaron a Marina, ya que a ella le hacía ilusión volver y sus padres se lo habían recomendado mucho, dado que el lugar les había parecido maravilloso cuando fueron.


En cuanto llegaron, dejaron sus maletas en la habitación y se fueron a investigar el pueblo. Tenían mucho sueño y querían dormir, pero tendrían que acostumbrarse al cambio horario, por lo que ambos alquilaron unas bicicletas y se pusieron a pasear por allí, aunque la que iba primera era Marina.


Llegando hasta la plaza principal del pueblo, Marina miró hacia atrás y vio que su marido no se dibujaba ni siquiera en el horizonte. ¿Por qué tardaba tanto aquel hombre?


La verdad era que Alex nunca había sido demasiado bueno con la bici y encima esa zona tenía muchos desniveles y temía caerse, por lo que iba lento y con mucho cuidado para no hacerse nada.


Vieron un estupendo museo al fondo, así que ambos subieron las escaleras y entraron, ya que no había que pagar para verlo.


Marina, en cuanto vio las cosas que había por allí, se quedó maravillada, mientras que Alex la miraba a ella, recuperando todavía el aliento.
- Estás ansiosa por ver todo esto, ¿verdad?
- No lo sabes tú bien. Alex, es que estas cosas están en mi sangre. Esto pertenece a mis raíces…


Poniéndose a mirar, Marina vio una placa en el suelo y se colocó encima, ya que había dibujado unos pies.
- Anda mira Alex,-comentó Marina-. Aquí hay una placa con unos pies dibujados, ¿has visto?
- Yo que tú no pisaba por si acaso no se debe…
- Tonterías, si no se pudiera pisar habrían puesto una valla para evitar el paso, ¿no crees?


Pero justo en ese momento, la placa cedió y bajó unos centímetros, provocando unos ruidos extraños que alertaron a Marina.
- ¡Alex! ¿Qué es eso?
- ¿Ves? Te lo dije, ya te has cargado algo… Vayámonos antes de que nos pillen.
- ¡Mira! ¿Eso de ahí en el suelo no es una escalera?


Mirando a sus espaldas, Alex se dio cuenta de que era cierto, el suelo se había levantado dejando paso a una escalera que bajaba a una zona inferior que estaba, al parecer, oculta…


Se pusieron a mirar todo aquello y descubrieron que había una puerta cerrada con candado y necesitaban una llave especial que, obviamente, no tenían.
- Mierda, no podemos entrar,-dijo Marina-. ¿Dónde se encontrará esa llave?
- Marina, no creo que debamos estar aquí… Esto tal vez sea privado y aquí tengan obras guardadas y no quiero que nos confundan con unos ladrones en nuestra luna de miel. No quiero ir a la cárcel…
- Está bien. Salgamos de aquí entonces.


Yéndose de allí, vieron un cartel que guiaba hacia el cementerio local, que estaba a unos 200 metros de distancia, así que, volviendo a montarse en las bicis, se fueron hacia allí. El sitio era precioso, pese a que fuera un cementerio.


Marina se puso a mirar fijamente a las tumbas, nichos y restos que estaban por allí. Se preguntaba si tal vez alguno de los que estaba allí era familia de ella. Si esas cenizas que contemplaba podrían ser de un abuelo, de su abuela o de alguien cercano…


Tras darse una vuelta por allí, Alex se reencontró con ella y le preguntó si estaba bien, ya que la notaba algo seria.
- Sí, estoy bien, no te preocupes. Es sólo que me he puesto melancólica porque estaba pensando en que tal vez alguno de los restos que haya por aquí puedan ser de familiares míos… No tengo ni idea.
- Pues quién sabe… Pero no te preocupes por eso. Ven, vámonos a un sitio que te va a gustar mucho, lo acabo de mirar por el Maps y creo que va a ser genial.


Volviéndose a ir de allí, esta vez Alex fue quien llevaba la batuta de la ruta que estaban haciendo. Al llegar, Marina no dejaba de exclamar que le encantaba.
- ¡Me flipa! ¿Qué sitio es éste, Alex?
- Según he leído, es una especie cobertizo abandonado de un antiguo príncipe que vivió en esta zona hace unos 150 años.
- Wow… ¡Qué chulo está!


Pero justo en ese momento, alguien salió de aquel lugar con cara de pocos amigos, situándose frente a la puerta.
- ¡Fuera de aquí!-gritó el extraño-.
- Perdone, pero somos turistas y según he visto este sitio se puede visitar.
- ¡No! Está cerrado por… reformas. Lo estamos arreglando.
- Disculpe que insista, pero no he visto ningún cartel que diga…
- ¿Es que no me ha oído?-preguntó aquel tipo interrumpiendo a Alex-. ¡Lárguense de aquí!


Marina miraba a aquel hombre desde detrás de Alex, quien se había adelantado un poquito. No sabía por qué, pero ese tío le daba muy mala espina a Alex. Marina, por su parte, fue más cauta y agarró del brazo a Alex.
- Cariño vámonos, ya vendremos otro día,-recomendó ella-.
- Intenten eso y no seré tan amable…
- Váyase usted a…
- ¡Alex!-dijo Marina dándole un pellizco en el brazo a su marido-. ¡Vámonos ya!


Tras ese pequeño encontronazo, el matrimonio volvió a su hotel y, al verlo desde fuera por segunda vez, Marina creyó reconocerlo.
- Alex, si mal no recuerdo, este sitio era antes el centro de acogida donde vinieron mis padres a recogerme. Me suena muchísimo, pero es que era muy pequeña y no estoy segura.
- Vaya, qué curioso, pues ahora se lo preguntamos al gerente y así salimos de dudas.


Nada más entrar, vieron al gerente del hotel terminando de hablar con otra turista, que acababa de sentarse para leer un libro. Al ver al matrimonio, el chico se giró hacia ellos y los saludó cordialmente.
- Buenos días de nuevo. ¿Habéis visto el pueblo?
- Sí, lo hemos visto prácticamente todo,-contestó Marina-. Pero hemos discutido hace un momento y hemos preferido volver.
- Oh vaya, siento oír eso.
- Pero no entre nosotros,-intervino Alex-. Sino con un… Tío, que ha salido de repente de un establo abandonado o un cobertizo, algo así. El tío se nos ha puesto agresivo y casi salimos a guantazos.


El chico, agachando la mirada, cambió su expresión facial. Parecía saber a quién se estaban refiriendo sus huéspedes.
- Creo que sé de quién habláis… Lo siento mucho.
- ¿Lo conoce?-preguntó Marina-.
- Si es quien creo que es sí, me temo que sí.
- Pues es un impresentable,-dijo Alex todavía algo alterado-.
- Mil disculpas, de verdad que lo siento.
- Por cierto,-dijo Marina queriendo cambiar de tema-, quería preguntarle algo.
- Dígame.
- ¿Este sitio no era antes un centro de acogida o algo parecido?
- ¡Sí! ¿Cómo lo sabe?


Marina sonrió con algo de tristeza en su mirada. Ella se había criado allí hasta que sus padres fueron a recogerla.
- Es que creí reconocer este lugar al recorrer sus pasillos para ir a la habitación y es que nací aquí prácticamente.
- Anda, qué maravillosa coincidencia que haya vuelto justo al sitio de donde salió. Disculpe mi indiscreción, pero… ¿usted es adoptada?
- Sí, exactamente. Mis padres vinieron a por mí cuando yo tenía unos 6 añitos más o menos. ¿Quiere que le cuente?
- Si a usted no le importa hablar de esos temas…
- Qué va, yo encantada.


Sentándose alrededor de una mesa en la habitación contigua, Marina se puso a hablarle a aquel muchacho sobre cómo sus padres fueron a por ella, la adoptaron y se la llevaron a Los Aniegos…
- Claro, yo me fui de aquí siendo muy pequeña y apenas tengo recuerdos de este sitio.
- Es normal, ya que las personas solemos tener muy pocos recuerdos de cuando somos niños y no entiendo por qué, porque creo que es una de las mejores etapas de nuestra vida.


El muchacho era encantador y muy simpático con ellos. Desde luego no era complicado sentirse acogido, ya que era muy servicial y estaba siempre dispuesto a charlar o a ayudar en cualquier cosa que hiciera falta.
- Y entonces ahora ha vuelto aquí para… ¿buscar su familia? ¿Encontrar sus raíces? Perdone si me estoy metiendo mucho donde no me llaman.
- No se preocupe señor Cheung. En realidad estamos aquí porque acabamos de casarnos y estamos de luna de miel.
- Ah, con que estáis recién casados. ¡Enhorabuena! ¿Y allí no os han puesto trabas por casaros entre vosotros?


Alex y Marina se miraron un momento y comenzaron a reírse al escuchar la pregunta.
- ¿Y por qué debían ponernos trabas?-preguntó Alex-.
- Bueno, sois de dos razas diferentes y eso aquí está muy mal visto.
- Pues allí es todo lo contrario,-dijo Marina-. Allí normalmente nadie mira con quién te acuestas o con quien te casas. Habrá de todo, naturalmente, pero la inmensa mayoría piensa como nosotros.
- Pues es un gran avance… A veces me gustaría irme para occidente y descubrir todo aquello. Tiene que ser precioso.
- Si decide venir,-intervino Alex-, le invitamos a nuestra casa. Allí le acogeremos y le enseñaremos la ciudad.
- ¡Muchas gracias! Sois ustedes muy amables. Como recompensa, para almorzar les prepararé sushi, pero no una receta cualquiera ¿eh? Sino la receta secreta de mi madre.


Alex comenzó a aplaudir de alegría, ya que ese era uno de sus platos preferidos.
- Pues entonces estaremos aquí sin falta. No me lo perdería por nada del mundo. Muchísimas gracias.
- No hay de qué. También es mi forma de recompensaros por el mal rato que habéis pasado antes.


Tras unos minutos más de charla, el matrimonio decidió irse a su habitación y descansar un poco, aunque fuera hasta la hora de comer, ya que el jet-lag y el cambio horario los estaba matando.


Subiendo a la habitación, Alex le tocó el culo a Marina, que iba delante.
- Ay, ¿qué haces Alex?
- Preparar el terreno para después…
- ¿No decías que tenías sueño?
- Para hacer el amor nunca se debe tener sueño.
- Mira que eres travieso, ¿eh?
- Uy, ya lo sabes bien jeje.


Mientras tanto, abajo el señor Cheung llamaba por teléfono con una expresión bastante seria en su rostro.
- Oye, ¿has sido tú quien ha espantado a dos de mis huéspedes del cobertizo?
- ¿Y a ti qué te importa? ¡Estoy ocupado ahora!
- Contéstame. ¿Has sido tú?
- Sí, he sido yo, ¿qué pasa?
- ¿Qué hacías allí?
- Eh, que yo a ti no te tengo que dar ningún tipo de explicaciones, a ver si te enteras primo.


Efectivamente, el chico con quien habían tenido un encontronazo Marina y Alex no era otro que el primo del señor Cheung.
- Además,-continuó diciendo el primo-, tú sabes muy bien que no tienes que mandarme a nadie aquí cuando yo esté con lo mío.
- Yo no los mandé Shin Tao, fueron ellos los que descubrieron el sitio y se acercaron.
- Pues déjales claro que aquí no se tienen que acercar. Porque como los vuelva a ver por los alrededores, quien va a acabar cobrando vas a ser tú, ¿te queda claro Lin?


Cerrando los ojos por un momento, Lin contestó a su primo.
- ¿Más me vas a cobrar? Estoy de deudas hasta el cuello por tu culpa cuando somos familia… ¿No te importa que llevemos parte de la misma sangre?
- Lin, los negocios son los negocios y con los míos no se juegan. Por cierto, hablando de negocios, ¿cuándo me vas a devolver el dinero que te presté?
- Mi madre sigue enferma y necesita más medicinas… No puedo pagarte en este momento. Casi todo el dinero que tengo te lo doy para pagar la deuda… ¡Estoy asfixiado!
- Tú y tu manía de ser legal… ¡Roba dinero! Tienes un puñetero hotel lleno de extranjeros con dinero a raudales, róbale a alguno y saldas tu deuda.
- Ya te he dicho que no pienso convertirme en un ser tan despreciable como lo eres tú.


Resoplando, al otro lado del teléfono esa frase no había sentado demasiado bien.
- Lin, ¿te recuerdo lo que le pasó a Tanaka cuando no me pagó lo que me debía?
- Sí, no hace falta que me lo recuerdes. Aún está intentando volver a andar después de los cinco meses que se pasó en el hospital.
- Pues sólo te voy a decir eso. Creo que lo demás no hace falta repetirlo, así que dicho queda. Ahora consigue mi dinero y no me vuelvas a llamar hasta que lo tengas de vuelta.
- Pero Shin Tao,-dijo Lin justo cuando comenzó a escuchar el tono del teléfono-. ¿Shin Tao? ¿Primo? Me ha colgado…


CONTINUARÁ...

lunes, 28 de enero de 2019

Sueños Rotos || Capítulo 14

 Tras mirar la página web de “Manos Blancas” concienzudamente, Marina vio un teléfono de contacto, por lo que sacó su móvil y llamó mientras que Natasha sonreía y notaba que el sueño estaba comenzando a poder con ella tras toda la noche en vela.
- Buenos días, ¿es la organización “Manos Blancas”?
- Somos nosotros, ¿qué desea?
- Verá, es que tengo una amiga con problemas con la droga y me han hablado de vosotros y querría saber si tenéis sitio libre.
- Sí, en estos momentos tenemos una habitación en nuestro centro. ¿Ha visto nuestras instalaciones?
- Acabo de visitar vuestra página web y he visto que tenéis muy buen centro.
- Todo gracias a Jameson, el sobrino de nuestro fundador: Igashu. Ha trabajado duramente hasta conseguir mejorar todo lo que su tío formó antes de que lo asesinasen.
- Estoy segura de que estará orgulloso de ver en lo que se ha convertido su organización desde donde esté.
- Muchas gracias señorita…
- Marina, Marina Cerezo.
- Muy bien señorita Cerezo, entonces me ha dicho que tiene una amiga con problemas de drogas, ¿no?
- Sí, verá…



 Tras una larga conversación, Marina colgó el teléfono y se giró hacia Natasha, que la miraba ansiosa por saber de qué habían hablado.
- ¿Y bien? ¿Qué te han dicho?
- Que te esperan con los brazos abiertos.
- ¿De verdad?-preguntó asombrada Natasha-.
- De verdad de la buena. Les he contado tu caso y estarán encantados de poder ayudarte.
- ¿Y sólo eso? ¿No hay que pagarles nada? Yo no tengo mucho dinero pero…
- Tú sólo tienes que preocuparte de ir allí y alejarte del mundo de la droga, que no te ha traído nada bueno.
- Ya pero… Me sabe mal que acarrees con todos los gastos.


 Natasha estaba preocupada porque Marina pensaba pagar todos los gastos. Una cosa era ayudarla, pero lo que no quería era sentir que se estaba aprovechando de ella.
- Mira,-comenzó a decir Natasha-. Yo tengo algo de dinero, ¿vale? Voy a mi casa, lo cojo y con eso pagaré lo que haga falta, pero no quiero que pagues tú todo.
- Natasha…
- No, escucha un momento Marina. Me has ayudado muchísimo, más de lo que crees. Pero no me parece bien que me trates tan bien cuando no me lo merezco. He sido mala contigo, te he tratado fatal y hasta te mandé al hospital… Y tú me devuelves bien por todo ese mal que te hice.
- Y ya te he dicho que eso lo tengo más que olvidado y te perdoné en su momento. Sé que no tienes todo el dinero que hace falta para cubrir los gastos, ellos no piden dinero a cambio, pero agradecen las aportaciones que puedan hacer y yo puedo cubrir los gastos que sean necesarios.
- Pero yo quiero ayudar en esto, porque también será mi recuperación.
- Mira, hagamos una cosa, ¿vale? Yo te pago el billete de avión para irte hacia la fundación y tú pagas parte de los gastos que sean necesarios y si no llega, yo termino de pagarlo, ¿te parece bien?


 Natasha, sin decir una sola palabra, se abrazó a Marina, quien entendió que ese abrazo significaba un sí. Natasha no dejaba de sonreír, de dar gracias al cielo por Marina y por toda la ayuda que le estaba brindando…


 Mientras tanto, Alex realizaba una llamada de teléfono desde el muelle y no desde el gimnasio. Le había mentido a Marina porque estaba preparando una sorpresa para su boda, que sería al año siguiente…
- Sí, ya tengo el sitio Óscar,-decía Alex, quien hablaba con su futuro suegro-. He alquilado el barco para el día de la boda y nos casaremos en mitad del mar mirando hacia la ciudad…
- ¡Pero eso ha debido costarte una fortuna!
- No tanto, no te creas Óscar, que yo tengo unos ahorros por ahí que Marina no sabe y así no sospechará nada si ve que tenemos un gasto inesperado en la cuenta conjunta.


 A todo esto, Natasha se sentía muy cansada y decidió echarse un sueñecito en su dormitorio para descansar, ya que Marina había comprado los billetes de avión y se iría esa misma tarde.


 Por su parte, tras pasar por el baño, Marina fue a dormir también, ya que ella tampoco aguantaba más despierta. Necesitaba descansar y dormir a pierna suelta para recuperar el sueño perdido.


 Al cabo de un par de horas, cuando Alex llegó y no escuchó ninguna voz femenina, se imaginó que estarían durmiendo, por lo que extremó el cuidado y entró silencioso al dormitorio para cambiarse de ropa, no sin antes acercarse despacio junto a Marina y darle un beso en la mejilla.


 Horas más tarde, Natasha esperaba a un taxi que la llevaría directa al aeropuerto. Abrazando a ambos, se despidió dándoles, por milésima vez, las gracias a los dos. Ese gesto sería algo que no olvidaría en su vida y que siempre llevaría en su corazón.


 Al llegar el taxi, volvió a abrazar a ambos y se subió en él con lágrimas en los ojos. Ahora comenzaba una dura etapa para Natasha, quien sabía lo difícil que le resultaría no drogarse, sufrir el síndrome de abstinencia, estar consciente todo el día de lo que pasaba a su alrededor… Pero si quería recuperarse, era algo por lo que debía pasar.


 Marina y Alex le desearon toda la suerte del mundo, prometiéndole ir a visitarla cada vez que hiciera falta. Quedaron en ir un día todos los de la clase a la fundación, menos Madison, claro estaba. Alex sabía toda la historia que había pasado entre Marina y Natasha, pero aún así no dudaba en tenderle la mano todas las veces que hiciera falta. Nadie se merecía todo aquello por lo que había pasado aquella pobre chica.


 Tras un año de preparativos, llamadas, arreglos, compras, envíos de tarjetas, encargar reportajes de fotos y una infinidad de cosas más, el día había llegado. La boda entre Alex y Marina era inminente y los invitados a la boda ya habían llegado. Pese a lo que todo el mundo pensaba, Marina quería una boda sencilla e íntima, solamente quería a sus seres más queridos y allegados. Para la fiesta posterior vendría más gente, pero ese momento quería vivirlo en familia. Alex estaba completamente de acuerdo y, llamando a sus padres y a su hermana, los invitó.


 Acompañado del brazo de su madre, Alex entró en la sala, sabiendo que en el piso superior se encontraba su futura esposa arreglándose. En cuanto vio la habitación arreglada para ellos, Alex no pudo evitar comenzar a emocionarse, justo cuando su hermana vino a abrazarlo.
- Enhorabuena grandullón,-felicitó la hermana de Alex-. Que mi hermano mayor se casa… Qué fuerte.
- Muchas gracias Martita. Estás preciosa… Podrías ser tú la novia perfectamente.
- No gracias, que suficiente he tenido que aguantarte más de 20 años en casa como para ahora casarme contigo. Mejor que te aguante Marina,-dijo soltando una carcajada-.


 Viendo al pequeño Tomás, Alex se acercó a él y lo abrazó fuertemente.
- ¿Cómo está mi cuñado favorito?-preguntó Alex-.
- ¿Cómo que cuñado favorito? Si no tienes otro, ¿no?
- Por eso digo jajaja. Qué guapo estás, campeón.


 Después, vio a su futura suegra oficialmente, pero que actuaba como tal en la práctica. Ambos se llevaban estupendamente, no existía el mito de que la suegra era una mala mujer con las parejas de sus hijos. Ella era encantadora y muy servicial, siempre mirando por el bienestar de ambos.
- Gracias por hacer tan feliz a mi hija,-agradeció Bianca-.
- No, gracias a ti por haberla cuidado tan bien durante todos estos años.


 Volviéndose, vio a su familia y, mirando a su padre, ambos se sonrieron y se abrazaron dándose fuertes palmadas en la espalda.
- ¡Hijo mío! Qué día tan importante el que te espera hoy. Te deseo que este amor que os profesáis ahora, sea tan fuerte como el de tu madre y el mío, que después de 30 años casados nos seguimos queriendo como el primer día,-Juan Francisco le decía estas palabras ante la atenta mirada de su esposa Violeta, quien miraba a los hombres de su vida con amor y dedicación-.


 Separándose de él, Juan Francisco comenzó a aconsejar a su hijo sobre temas maritales.
- Alex, escucha siempre a tu esposa, cuida de ella y a la hora de las relaciones…
- Papá, venga ya. No te pongas a hablarme de sexo en estos momentos, anda.
- Hijo,-dijo agarrándole de los hombros-. Esto que te voy a decir es muy importante…
- A ver, dime,-dijo Alex comenzando a sonreír-.
- Nunca la dejes a medias si no quieres dormir en el sofá más de una noche seguida.


 Tras una gran carcajada por parte de Alex, Violeta, la madre del novio y futuro marido, se acercó a su hijo para abrazarlo de nuevo. Lo había llevado hasta el altar, pero era su niño y no podía evitarlo. A todo esto, Bianca estaba impaciente por ver a su hija y se preguntaba si Oscar no le estaba metiendo prisa, ya que se estaba acercando la hora y nadie sabía nada de la novia.


 Mirando a su hijo con orgullo, Violeta le deseó a su hijo mucho amor en su matrimonio, comprensión, conversación y perdón. Pero sobre todo eso, respeto. Una relación sin respeto estaba condenada al fracaso.
- Y una última cosa hijo.
- Dime mamá.
- Hazle caso a tu padre y nunca la dejes a medias, que eso jode mucho,-dijo Violeta comenzando a reír de nuevo-.
- Que sí, mamá, que por esa parte no tenemos problemas.
- ¿Cómo que tenéis? ¿Es que lo habéis hecho ya?
- ¡Mamá!-dijo Alex comenzando a ponerse nervioso justo cuando su madre se carcajeaba de él en su cara-.
- Sigues igual de chinchoso que cuando eras pequeño. Nunca cambies hijo, nunca…


 Y tocando unas leves campanitas, anunciaron la entrada de la novia a la sala. Todos rápidamente se pusieron tras las sillas y se giraron hacia la novia y el padrino, quienes acababan de atravesar la puerta. Nadie en esa sala había visto el vestido de la novia, ya que Marina lo había llevado en absoluto secretismo y ahora, todos se maravillaban al verla tan guapa.


 Oscar se sentía el padre más orgulloso del mundo. Estaba acompañando a su hija, su niña y su ojito derecho al altar. Poderla adoptar fue lo mejor del mundo, pero el hecho de cuidarla, darle una educación, verla crecer, hacerse una mujer y ahora acompañarla al altar para verla casarse con su futuro marido, estaba siendo un auténtico regalo del cielo.


 Y allí estaba Marina, intentando aguantar los nervios de la boda, que la habían hecho ir al servicio 5 veces en la última hora. Estaba siendo el mejor día de su vida y eso que no había hecho nada más que comenzar. Ya sólo el hecho de que esa misma mañana la llevaran en una lancha y se fueran hasta ese barco, había sido espectacular.


 Alex, por su parte, no podía dejar de mirarla continuamente. La recorría con los ojos, contemplando su belleza, el bonito traje, su expresión de nervios contenidos que conocía perfectamente… Ambos estaban como un flan, pero el momento había llegado y la boda estaba a punto de comenzar.


 Comenzando a andar, Marina miró a sus futuros suegros, quienes le sonrieron al instante. Violeta estaba con los ojos húmedos por toda la situación que estaba viviendo y que la emocionaba tanto. Ella siempre había sabido que el día de la boda de alguno de sus hijos, no podría parar de llorar.


 Oscar miraba a Bianca con una sonrisa y con una expresión espléndida. Sabía que la espera había merecido la pena con tal de ver a su mujer con la cara de total sorpresa. La misma que se le había quedado a él cuando Marina abrió la puerta para bajar a la ceremonia.


 Marta miraba a su futura cuñada con una emoción contenida. La veía guapísima, más que ninguna otra novia que había visto con anterioridad y añoraba convertirse en una de ellas pronto, siempre y cuando algún tío que valiera la pena la quisiese de verdad.


 Al acercarse a Alex, éste no pudo evitar agarrarla de las manos y sonreír mirándola con ojos enamorados. Ya la tenía con él. Eso era real y estaba sucediendo en ese mismo instante… ¡Qué feliz era!


 Situándose en sus puestos, la boda comenzó y todos escuchaban la ceremonia con atención entre pañuelos y lágrimas, que se derramaban de alegría por la situación que estaban viviendo.


 A la hora del intercambio de anillos, todos se pusieron de pie, mientras que Marina pronunciaba las famosas palabras que todos hemos escuchado en las películas. Todos los familiares guardaban silencio, mirando el intercambio con orgullo y plena felicidad.


 A Marina le temblaba el pulso, por lo que puso su mano izquierda bajo la mano masculina para poder tener más estabilidad y guiarse a la hora de colocarle el anillo. Alex estaba en el séptimo cielo, tenía al amor de su vida frente a él, colocándole el anillo que terminaría de unirlos para siempre jamás.


 Y llegó el turno masculino, que pronunció las promesas nupciales haciendo parones para coger aire, ya que los nervios le estaban jugando una mala pasada. No se terminaba de creer que aquella maravillosa mujer se fuera a convertir en su esposa, para siempre. Para toda su vida y hasta que la muerte los separase.


 Alex copió lo que hizo minutos antes Marina, para poder ponerle el anillo de boda con más estabilidad y, también, para notar su mano. Necesitaba tenerla entre sus brazos, besarla y hacerla su esposa.


 Mirándose directamente a los ojos, escucharon la frase “Yo os declaro marido y mujer” con la ciudad de fondo. La estampa no podía ser más bonita, más romántica y más feliz para ambas familias que, a partir de ahora, estarían unidas, convirtiéndose en una sola.


 Saltándose el protocolo, Tomás salió de su asiento y se acercó a su ya cuñado.
- ¿Pero qué clase de beso es ese? ¡Queremos beso!
- ¡Tomás!-llamó Bianca a su hijo-. Ven aquí y deja de dar la nota-.
- ¡Que se besen! ¡Que se besen!-comenzó a gritar el niño, arrancando una sonrisa a todos los asistentes a la ceremonia-.


 Y por la petición popular, el nuevo matrimonio se volvió a unir en un beso, esta vez más largo y apasionado que el anterior a la vez que sus familiares aplaudían y vitoreaban a los recién casados.
Ahora llegaba la hora de comer, celebrarlo y, días más tarde, de poder disfrutar, ellos solos, de una luna de miel como nunca nadie recordaba antes.


CONTINUARÁ...