lunes, 7 de enero de 2019

Sueños Rotos || Capítulo 9

Al terminar la película, Alex decidió que era buena hora para irse a casa y descansar después de un largo día lleno de emociones. Ambos se dirigieron hacia la puerta y allí se despidieron.
- Me ha encantado poder pasar la tarde contigo, Marina. Y discúlpame por todo lo que ha pasado antes…
- Tú no tienes la culpa de nada. A lo hecho, pecho y a seguir adelante. Y yo… También me alegro de haber pasado la tarde contigo.
- Bueno pues… Supongo que ya nos veremos.
- Sí…-dijo ella mientras él comenzaba a darse la vuelta hacia la salida-. ¡Espera! ¿Quieres que te lleve a casa?



Alex aceptó, ya que su casa estaba en la otra punta de la ciudad y tardaría bastante en llegar. Sin embargo, al salir de la casa se dieron cuenta de que el coche de Marina no estaba.
- Marina, ¿y tu coche?
- ¿Qué pasa con mi coche? ¡Joder! ¿Dónde está mi coche?
- Me cago en la puta. Como haya sido…
- ¡Bárbara!-gritó Marina interrumpiendo a Alex-. Te juro que me la voy a cargar, ¡me la cargo!


Alex se giró hacia Marina y comenzó a calmarla, ya que la muchacha estaba muy alterada por la situación.
- Bueno, mantén la calma Marina. Ya hablaré con Bárbara y solucionaremos entre embrollo. Este problema es de nosotros dos, no tuyo. Así que no tiene por qué meterte a ti en todo esto.
- ¿Estás seguro de que podrás hacer que Bárbara me devuelva el coche?
- Dalo por hecho, porque la conozco bien y sé que te lo devolverá. Ahora bien… ¿Podría quedarme en tu casa a dormir? Mi casa está a 45 minutos andando de aquí.


Marina se sorprendió al escuchar la petición de Alex, ya que no estaba acostumbrada a que ningún chico que a ella le gustase se sintiera también atraído por ella.
- Vale… Tengo dos habitaciones libres en la casa, así que… Puedes quedarte en una de ellas si quieres.
- No sabes cuánto te lo agradezco. Te prometo que no seré ninguna carga.
- No te preocupes por eso, que tú no molestas. Vamos, entremos en la casa y te enseño la habitación.


En cuanto entraron, Marina le condujo hacia el dormitorio que sería suyo durante esa noche. Era el más alejado del dormitorio de ella, ya que se sentía algo incómoda al tener una presencia masculina en su propia casa, sin estar sus padres delante y sin que fuera Lucas. Ay Dios, si quería no parecer una loca, tendría que calmar sus nervios.
- Este es el dormitorio… Espero que… Te guste.
- Es perfecto. Será más que suficiente para pasar la noche. De verdad, muchísimas gracias de nuevo.
- No hay de qué. Acomódate si quieres, que yo voy a empezar a preparar la cena.


Alex miró el dormitorio, se sentó en la cama, abrió el armario y, finalmente, se sentó en la silla frente al escritorio donde le mandó varios mensajes a Bárbara, diciéndole que se había vuelto loca y que la discusión era entre ella y él, que no tenía por qué meter a Marina. Sin embargo, la respuesta de Bárbara fue clara y concisa: bloqueó a Alex del WhatsApp.
El muchacho se quedó mirando a un punto fijo de la pared mientras reflexionaba sobre su ex-novia. ¿Cómo era verdaderamente? ¿Como había sido siempre con él o como la estaba viendo ahora? ¿Con qué clase de persona había estado saliendo y compartiendo la cama?


Y Bárbara, desde su habitación, se contemplaba en el espejo tal y como su madre la trajo al mundo. Dando vueltas sobre sí misma, no paraba de piropearse y de decir que Alex se perdería ese cuerpo para siempre y tampoco dejaba de asegurar que él volvería para que ella le diera el sexo que tan loco le ponía.


Además, Bárbara estaba contenta por haber conseguido robar el coche de Marina gracias a que un compañero de carrera tenía un remolque antiguo de su padre. Pero eso no iba a ser todo, a partir de ahora le haría la vida imposible a Marina por haberle robado a su chico y ningún mensaje de Alex podría hacerla cambiar de opinión… O al menos eso pensaba en un primer momento.


Marina pensaba en lo ocurrido mientras preparaba la cena. No dejaba de pensar en su coche, en que Bárbara había cruzado una peligrosa línea que no tendría vuelta atrás si no lo devolvía. Unas cosas eran los problemas amorosos que pudieran tener, pero otras muy diferentes eran robarle a alguien o incluso mandarla al hospital como le hicieron en el pasado.


Sin embargo, a Bárbara le recorría el remordimiento por dentro. Sabía que se había pasado de la raya, pero eso no le había impedido nada en el pasado, ¿por qué ahora tendría que ser diferente?
El mensaje de Alex, por mucho que le doliese aceptarlo, tenía más razón que un santo. Mirándose de nuevo en el espejo, Bárbara supo que había perdido los estribos, que debía seguir su vida y avanzar, aprendiendo la lección de las vivencias pasadas, pero nada más. Cualquier cosa que se saliese de eso, sería más peso encima y la vida ya era lo suficientemente complicada como para cargarla con cosas innecesarias. Así que… Era hora de afrontar la realidad.


Minutos después, Alex salió del dormitorio al llegarle un estupendo olor a comida. Acercándose a la cocina, felicitó a Marina.
- Dios mío Marina, qué buena pinta tienen esos macarrones. ¡Y qué bien huelen!
- Vaya gracias… Nunca nadie me había halagado tanto por mi comida.
- Pues muy mal hecho, porque huele que alimenta.
- Bueno… Espero que sepa igual de bien,-dijo ella justo cuando sonó el timbre de la casa-.
- Iré a abrir,-se ofreció Alex-.


Al abrir la puerta de la casa y ver a Bárbara de nuevo, Alex se quedó completamente serio.
- ¿Qué estás haciendo aquí?-preguntó el invitado secamente-.
- He venido a traer el coche de Marina y… a pediros perdón.
- A mí no me tienes que pedir perdón. En todo caso es a Marina a quien le debes una buena disculpa.
- Lo sé…
- Pues en ese caso,-dijo Alex volviendo la cabeza hacia dentro de la casa-. ¡Marina! Es para ti.


Al ver Marina de quién se trataba, sintió una fuerte punzada en su estómago mientras se acercaba a Bárbara. Esa chica le provocaba que el ambiente a su alrededor cambiase a mal y que sintiese bastante mal rollo.
- ¿Y mi coche?
- Está en su sitio, de donde no debió moverse.
- Perdona, pero eso parece una disculpa…
- Y lo es,-dijo Bárbara agachando su cabeza-.


Una sorprendida Marina se acercó algo más a Bárbara, que comenzó a hablarle a su antigua compañera de clase.
- Siento haberte robado el coche, no sé lo que me pasó pero… La ira y el odio que te tengo me sobrepasó y actué sin pensar.
- Perdona que te interrumpa, pero no quiero quedarme con la duda de preguntarte una cosa durante más tiempo… ¿Por qué me odias tanto? ¿Qué te he hecho yo?
- Nada, ese es el problema, que no has hecho nada y tienes todo lo que yo querría.
- ¿Cómo?-preguntó Marina, quien estaba completamente descolocada por todo lo que estaba escuchando-.
- Tienes unos padres que te quieren con locura, que no sabían lo que darte, que jugaban contigo, te venían a recoger al colegio cuando eras pequeña, tenías un verdadero amigo como era Lucas, al que le daba igual todo con tal de estar contigo y disfrutar de tu compañía… Y yo, en cambio, ¿qué tenía? Unos padres que preferían trabajar a cuidarme, que contrataban niñeras para hacer de madres conmigo, que me permitían cualquier capricho para contrarrestar sus ausencias y unas amigas que se criticaban a las espaldas cuando no estaba la otra delante. Por no hablar de las notas… Yo necesitaba una maldita semana para estudiar dos páginas y tú dos días para saberte el temario entero.
- Pero...-comenzó a decir Marina con un poco de miedo, ya que no se atrevía a hablar después de escuchar aquello-, ¿yo qué culpa tenía de que a ti te pasase eso?
- Nada. Eso era lo que más rabia me daba de ti: tu inocencia. Que eras transparente como el agua de un manantial. Por eso cuando mis padres me quitaron de instituto y me mandaron a un internado, creí que te habías chivado de lo que te hicimos y… Te acabé odiando más. Pero eso se ha acabado. Tenemos prácticamente los 19 años, estamos estudiando una carrera que será el trampolín que nos impulse a nuestro futuro… ¿Y vamos a estar peleándonos por cosas de adolescentes?


Bárbara comenzó a sollozar frente a Marina que, desde lejos y con temor, le ponía la mano en el hombro para intentar calmarla.
- Mira,-continuó diciendo Bárbara-, sé que he hecho las cosas mal y si he perdido a Alex ha sido por mi culpa, nada más. No sé si al final de aquí saltará la chispa y acabaréis juntos pero, si es así, cuídalo, ¿vale? Es un chico que vale oro y… Yo no supe verlo.
- Gracias por el consejo, Bárbara. Lo tendré en cuenta.
- Bueno, me voy ya que no quiero hacerte perder más el tiempo conmigo. Ya nos veremos por el campus y… Lo siento de nuevo, de todo corazón te lo pido. Espero que sepas perdonarme.
- Tranquila, puedes irte en paz. Hasta luego…


Al entrar en casa, Marina se encontró con que Alex había servido la cena y había preparado todo en la mesa del fondo. Sintiéndose como una reina, se sentó junto al chico y se pusieron a cenar mientras que él le preguntaba sobre la conversación que había tenido fuera.
- Pues me ha pedido perdón y me ha confesado el por qué me odiaba tanto y… Me ha dado hasta pena y todo.
- ¿Pena? Venga por favor, ¿después de todo lo que te ha hecho?
- Sí Alex. Ha sonado sincera y… hasta se ha puesto a llorar.


Al escuchar eso, Alex dejó de comer inmediatamente, mirando a Marina con un gesto entre sorprendido e incrédulo.
- ¿Bárbara llorando? ¿Delante tuya? No me lo puedo creer…
- Pues créelo porque yo la conozco desde mucho antes que tú aparecieras en su vida y sé perfectamente que su ego va por delante de todo. Por eso te digo que la he notado diferente, como si hubiera madurado finalmente.
- Pues mira, no le vendría nada mal.


Tras cenar, Alex le dijo a Marina que, como ya tenía el coche de vuelta, no haría falta quedarse en su casa a dormir, ya que no quería molestar más de lo necesario. Marina le insistió en que no molestaba, pero Alex prefería irse y dejarle su intimidad a la muchacha.
- Si te vas es porque quieres,-le dijo Marina a Alex mientras lo abrazaba-.
- Lo sé, pero no te preocupes, que quedaremos más veces y, a ser posible, en mejores condiciones.


Al separarse, ambos se quedaron mirándose fijamente el uno al otro, manteniendo una sonrisa en la cara y sin atreverse a hacer nada más… Marina estaba deseando poder besarlo, al igual que hizo en el sueño que tuvo estando inconsciente tras el golpe en la cabeza. Alex también quería estrecharla entre sus brazos, sin embargo, no quería ir demasiado rápido para no espantarla y, frenar ese sentimiento, era de lo más complicado.


Subiéndose al coche, Marina lo acompañó hasta la puerta del domicilio de Alex que se despidió de ella dándole un suave beso en la mejilla, dándole de nuevo las gracias por la cena y por todo.


En cuanto Marina volvió a su casa, se puso el pijama y se metió en la cama, donde intentaría dormir un poco en cuanto las mariposas de su estómago se estuviesen quietas. Estaba siendo un momento extraño pero especial, ya que la disculpa de Bárbara era algo que no se esperaba, pero mucho menos los motivos que tenía en su contra. Y Alex… Le había hecho olvidar a Lucas de golpe y porrazo. La estaba tratando muy bien, cuidadosa y delicadamente y una de las cosas que más le atraía de él era que no se quería aprovechar de ella, ya que nada ni nadie le habría impedido quedarse en su casa a dormir e, incluso, besarla.


El tiempo fue pasando y, pasadas ya las vacaciones de Navidad y con la primavera en pleno auge, volvieron las clases de nuevo. Y para Marina, tener que madrugar e ir a clase a primera hora le resultaba criminal, sobre todo porque siempre llegaba la primera y le daban ganas de echarse una cabezada antes de que llegasen todos.


Bárbara, por su parte, no había vuelto a molestar a Marina. La saludaba afablemente cuando se la encontraba por el campus y comenzó a despuntar favorablemente en su carrera, llamando la atención de muchos chicos que comenzaban a interesarse en ella.


Lo que más cuesta arriba le estaba resultando a Marina era mantener todas las asignaturas al día y poder tener una vida social decente, ya que la carrera le consumía casi el 100% de su tiempo libre y no le dejaba tiempo salvo para dormir unas 5 horas escasas cada día.


Pese a eso, todos los profesores estaban muy contentos con el trabajo que realizaba Marina en la universidad, ya que demostraba un interés y un esfuerzo titánicos para poder estar en la cresta de la ola.


Y respecto a Alex, aunque no eran pareja, todos sabían por allí que ambos estaban “juntos” y los respetaban, ya que siempre que podían ambos salían a cenar, al cine, a dar un paseo, a estudiar juntos en la biblioteca…


Y también se esperaban mutuamente a la salida de la facultad, cuando el otro tenía un poco de tiempo libre. Alex tuvo que dejar el trabajo para dedicarse plenamente a su carrera y a Marina, ya que no podía llevar tantas cosas hacia delante sin que le faltaran horas del día.
Alex era un chico detallista, ya que de vez en cuando sorprendía a Marina con unos pendientes o un ramo de flores, como aquel día.


Marina se sentía llena de felicidad en cuanto estaba junto a Alex y no podía evitar esa sonrisa tonta, pero es que era tan especial para ella que se entregaba totalmente a él. Sin embargo, ambos aún no habían intimado ni pasado de algún beso en la boca que otro, pero es que Alex quería disfrutar de todas las etapas, sin quemar ninguna. Sabía que existía un deseo mutuo de estar juntos, acostarse o de convivir bajo el mismo techo incluso pero las cosas, para hacerlas bien, había que llevarlas a cabo poco a poco.


Ese día, en el aparcamiento del campus, Marina iba hacia su coche cuando escuchó que la llamaban a sus espaldas. Al volverse, pudo darse cuenta de que era Bárbara.
- ¡Marina! Perdona que te moleste pero… ¿tienes un momento?


La aludida paró y se dirigió hacia Bárbara, sin tener ni idea de qué era lo que quería de ella.
- Verás pero… Ha pasado mucho tiempo desde nuestra pelea y… Quería preguntarte si… Nada, mejor déjalo.
- Bárbara, pregunta sin miedo mujer, que no te voy a comer.
- Me gustaría saber si no te importaría quedar un día las dos para tomar algo, en plan amigas. Me gustaría conocerte más y que podamos llegar a ser buenas amigas. No soporto el hecho de que, aunque hayamos enterrado el hacha de guerra, nos veamos por la universidad y nos saludemos fríamente como si nos conociéramos de vista… Pero bueno, entendería que me dijeses que no…


CONTINUARÁ...

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