domingo, 23 de diciembre de 2018

Sueños Rotos || Capítulo 7

Varios días después del inicio de las clases, Marina paraba a descansar en una de las zonas comunes de la universidad, jugando al tenis de mesa con un chico que parecía interesado en ella, porque cada vez que la veía se paraba a hablar, la invitaba a tomar algo, a salir…


A Marina le parecía simpático, pero no sentía nada por él porque todavía tenía a Lucas metido en su cabeza, por eso no había vuelto a hablar con él y como tampoco había recibido ningún mensaje de su parte, le estaba resultando más llevadero el tema.


Mientras ambos jugaban llegó más gente a aquella sala, que se ponía a charlar entre ellos, a jugar al billar, a las máquinas tragaperras…


Tras unos minutos de juego, Marina le ganó la partida a aquel chico. Sonriendo y haciendo el baile de victoria, celebraba su éxito en el juego.
- Estás hecha toda una experta en el juego,-comentaba el muchacho-. Mi enhorabuena Marina.
- ¡Gracias!


Despidiéndose de él, entró en el baño para evacuar antes de volver a su casa a prepararse la comida y ponerse a estudiar, ya que ese día no tenía clases.


Al salir del retrete, se dio cuenta que la chica que estaba en el baño contiguo había salido y se estaba lavando las manos, así que se situó en un lavabo más alejado en completo silencio, ya que no la conocía de nada.


Sin embargo, cuando aquella chica se dirigía hacia la puerta para salir, se paró en seco, mirando a Marina fijamente.
- No puede ser verdad...-dijo la chica en voz alta mientras que Marina seguía a lo suyo, ignorando las palabras de aquella muchacha-. ¿Eres tú Marina?


Al escuchar su nombre, Marina dejó de lavarse las manos y se volvió hacia aquella chica que la miraba boquiabierta y sorprendida…
- ¿Eres tú Marina?
- Sí. ¿Quién lo pregunta?
- Coño, ¿no me reconoces? Soy yo, Bárbara.


En cuanto escuchó el nombre de aquella chica, se le abrieron los ojos a Marina y cayó en la cuenta de que esa muchacha había sido su compañera de clase y una de las tres que se metía con ella hacía casi tres años ya. La sorprendida Bárbara, comenzó a preguntarle de todo a Marina.
- Menudo cambio has dado, ¿no? ¡Pareces otra!
- Esto… ¿gracias?
- La última persona que esperaba encontrarme en la universidad era a ti después de tanto tiempo… ¿En qué carrera estás?
- Medicina.
- ¡Vaya! Pues habrás tenido que sacar una nota bastante alta en la prueba de acceso, ¿no?
- La tercera mejor nota.
- ¡Increíble! Ya se te notaba lo empollona que eras cuando estábamos en bachillerato… Qué tiempos aquellos, ¿eh?


Pero Marina no tenía ganas de seguir hablando con Bárbara porque le traía malos recuerdos y porque notaba que, aunque la estuviera halagando de cierta forma, parecía ser una excusa para meterse con ella.
- Sí, bueno. Me tengo que ir, ¿vale? Adiós,-dijo Marina secamente y sin dar pie a más conversación-.


Saliendo del baño, puso rumbo a su casa mientras que Bárbara se quedaba con un buen palmo de narices, ya que no se esperaba el desplante que le había hecho su antigua compañera de clase. Ahora se daba realmente cuenta de que Marina había cambiado y mucho, pero ya no solamente en su físico, sino en su personalidad…


Volviendo en su coche, Marina no dejaba de pensar en la etapa donde sufrió acoso escolar, cuando se rieron de ella y cuando también acabó en el hospital… No quería saber nada de todo aquello y ahora tendría que aguantar ver a Bárbara de vez en cuando por el campus. Maldita suerte la suya…


Preparándose una sencilla ensalada, Marina almorzó en silencio aquel día. No tenía ganas de ver la tele ni de escuchar música, ya que su cabeza seguía inmersa en los pensamientos de su pasado.


Para intentar cambiar de tema, se fue a otro de los dormitorios de la casa, que utilizaría como cuarto de estudio, y comenzó a repasar el temario que llevaba ya en varias de las asignaturas que tenía. Quería llegar a ser una estupenda doctora y nada ni nadie se lo impediría.


Llegada la noche y tras una ligera cena, Marina se acostó en aquella cama sintiéndose más sola que de costumbre, ya que el haber visto a Bárbara la había vuelto a traer a la memoria cómo se sentía de mal en el pasado, sintiéndose un poco así. Estaba enfadada, pero consigo misma por haber permitido que una lianta de su adolescencia le influyera tanto en su estado del humor. ¡Tendría que cambiar eso!


Justo a la mañana siguiente, Marina se despertó y fue corriendo a clase. O no le había sonado el despertador, o ella lo había apagado dormida sin darse cuenta, pero la cuestión es que tenía la hora pegada al culo y si no se daba prisa, iba a llegar tarde a clase.


El hecho de ver que muchos de sus compañeros también llegaban tarde la alivió un poco, ya que no sería la única en perderse los primeros minutos de clase, pero es que los lunes eran muy malos…


Al salir de clase, Marina decidió irse a tomar una bebida que la animase un poco, ya que seguía teniendo mucho sueño y la clase de primera hora había sido de lo más aburrida. Yendo a uno de los locales más cercanos, entró y pudo ver como el chico que se parecía a su sim, estaba atendiendo la barra. Los nervios comenzaron a dominarla, pero ella respiró hondo y se dirigió hacia allí.


Mirando los tipos de bebida que habían en los carteles tras la barra, el muchacho la saludó.
- ¡Buenos días! Soy Alex, ¿en qué puedo servirte?
- Buenas… Pues ponme un café con leche, por favor Alex,-¿se llamaba igual que su sim? ¿Qué clase de brujería era aquella?-.
- ¡Marchando un café con leche!


Mientras se lo preparaba, el tal Alex quiso saber de Marina, ya que nunca la había visto por allí.
- Eres nueva en la universidad, ¿verdad? Nunca te había visto por aquí.
- Sí, este es mi primer año.
- Ah, entonces bienvenida al campus. ¿Qué estudias?
- Medicina.
- Coño… Pues te has metido en una de las más “fáciles”, ¿sabes? Jajaja.
- Sí, ya me estoy dando cuenta. ¿Tú que estudias? Si no es mucho preguntar.
- Yo estoy haciendo Educación Física, este es mi segundo año. Y este trabajito lo hago para ganarme un dinero extra, que nunca viene mal.
- Qué bien.
- Por una parte sí por el dinero, pero por la otra parte no porque durante el verano me dejé la barba y me obligaron a quitármela al empezar aquí, así que aproveché y me corté el pelo también.
- Ya decía yo, porque yo te recordaba a ti con el pelo largo y barba.
- ¿Nos hemos visto antes?
- Sí, nos cruzamos cuando yo subía las escaleras de la plaza y tú las bajabas.
- ¡Anda coño! Tienes razón, que tú ibas vestida de azul, ¿no?


La conversación continuó un poco más, pero no duró mucho ya que la alarma de la siguiente clase le volvió a sonar a Marina y se tuvo que ir de allí, no sin antes haberle dicho Alex que podía volver allí cuando quisiese, ya que le había gustado mucho hablar con ella.
Marina se sentía emocionada porque había sido muy simpático con ella y la verdad es que, aunque estuviera vestido con ropa de trabajo, el chico era muy guapo.


Para animar un poco el cotarro, Alex se puso a jugar al billar, subiendo el volumen de la música mientras pensaba en Marina. Habían hablado de muchas cosas pero no sabía su nombre. ¡Qué fallo!


Y tras las últimas clases del día, Marina salió pensando en Alex, quería volverlo a ver y no tenía nada que hacer ya, así que se pasaría de nuevo por el local para tomarse algo y charlar de nuevo con él.


Pero al llegar, el chasco no pudo ser mayor ya que lo vio besándose con una chica tras la barra… ¿Por qué todos los buenos chicos o estaban pillados o no querían nada con ella? Parecía que tenía una maldición encima.


Al separarse, Marina pudo descubrir que la chica que besaba a Alex no era otra que la dichosa Bárbara. ¡Qué asco le tenía! Si no podía verla por lo que le había hecho en su pasado, ahora que acababa de besar a Alex, no la quería ver ni en pintura.
- ¿Vamos a clase, cariño? ¿O prefieres que… faltemos?-preguntó Bárbara-.
- Déjate de tonterías y vayamos a clase anda,-le dijo Alex poniendo sus manos en los hombros y dirigiéndola hacia delante mientras sonreía-.


Al ver a Marina allí de pie, Alex se acordó de lo que le había dicho unas horas antes y se disculpó.
- Perdóname, pero mi turno ha terminado ya y tengo que ir a clase.
- No te preocupes. Espero que te sean leves las clases.
- ¡Gracias!
- Venga rey,-intervino Bárbara-. No te entretengas que vayamos a llegar tarde-.


Saliendo de allí a los pocos minutos, para que no se notara que a quien buscaba era a él, se fue a la plaza donde lo conoció y se puso a estudiar anatomía, ya que necesitaba ponerse al día y entender todo a la perfección.


Un rato después, un chico del campus comenzó a tocar la guitarra, por lo que Marina dejó de estudiar para escucharlo tocar, alegrándola un poco, ya que lo que había vivido antes la había dejado un poco triste y melancólica…


Tras unos minutos escuchando la guitarra sonar, Marina se sentó en el suelo y abrió su portátil para comenzar a pasar los apuntes a limpio, ya que tal y como los había apuntado eran un disloque total.


Más tarde, mientras Marina seguía enfrascada intentando descifrar sus propios apuntes, Bárbara se le acercó por detrás, sorprendiéndola al gritar su nombre en mitad de la plaza.


Levantándose rápidamente, Marina se volvió hacia Bárbara, a quien pudo ver con cara de pocos amigos.
- ¡Tú! Tetona oxigenada,-gritó Bárbara-, mantente alejada de MÍ novio, ¿te queda claro? Se acabaron las visitas al café y esas miraditas que le echabas.
- ¿Pero qué miradas? ¿De qué me estás hablando Bárbara?
- ¡Ya sabes lo que te estoy diciendo! Que no te vuelva a ver cerca de Alex o tendrás que vértelas conmigo. Te lo digo muy en serio.
- Uy, mira qué miedo tengo Bárbara.


Pero Bárbara no había acabado todavía y tenía mucho más que decirle a Marina, por lo que, tras la respuesta de nuestra protagonista, Bárbara respondió empujándola hacia atrás, sorprendiendo a Marina que pudo mantener el tipo. Sin embargo, este hecho volvió a hacerla sentir insignificante frente a Bárbara, que se crecía cada vez más y más.


Intentando evitar las lágrimas que luchaban por asomarse en sus ojos, Marina bajó la mirada y sollozó mientras que Bárbara tenía los ojos fijos en ella, mirándola de manera inquisidora.
- Esta es la primera advertencia Marina. Ayer vine en son de paz y me lo pagas tratándome como una mierda y fijándote en mi novio… Me das asco. Asco y pena porque no tienes aquí a tu gran amigo Lucas para defenderte, ¿verdad? Vaya, qué lástima. Tendrás que defenderte tú solita, si puedes.


Bárbara se fue de allí dándole un golpe con el hombro al pasar junto a ella. Todos los demás que estaban en la plaza se la quedaron mirando, pero nadie la conocía lo suficiente como para acercarse a Marina y preguntarle, por lo que, en silencio, la muchacha recogió sus cosas y se fue a casa, evitando llorar mientras conducía para no tener un accidente.
Nada más aparcar, entró en su casa y lloró amargamente, culpándose a sí misma por no haber respondido a Bárbara, por haberla permitido humillarla públicamente, otra vez. Marina creía que había conseguido ser fuerte, pero era ahora cuando se daba cuenta de que seguía igual que en bachillerato, justo cuando tenía que volver a enfrentarse a sus demonios pasados… Y sabiendo que se arrepentiría, Marina sacó su móvil y llamó a Lucas.
- ¡Buenas Lucas! ¿Qué tal te va?
- ¡Hola preciosa! ¡Cuánto tiempo sin saber nada de ti! Me va fenomenal tía, esto es una puta pasada y la carrera me encanta. Estoy conociendo a gente fantástica y… Creo que le gusto a una chica, ¿te lo puedes creer? Hemos salido un par de veces y la he acompañado a su casa, pero todavía no nos hemos besado, aunque creo que no tardará mucho porque siento que…-Lucas siguió hablando mientras Marina se daba cuenta de que Lucas había sido su gran amigo de la infancia, pero ya nada era igual y… Se daba cuenta de que estaba sola y tendría que apechugar con todo lo que le estaba pasando-.


CONTINUARÁ...

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Sueños Rotos || Capítulo 6

Un par de meses después, en pleno diciembre y con las vacaciones de Navidad a la vuelta de la esquina, una nueva mañana de clase comenzaba sin cambios aparentes… Hasta ese momento.


 A primera hora de ese día, tenían clase de Filosofía y el profesor, antes de comenzar a impartir su materia, comunicó un anuncio a toda la clase.
- Buenos días clase. Como podréis notar, Madison, Bárbara y Natasha no están en clase porque sus padres nos han comunicado esta misma mañana que se marchan de la ciudad y no volverán a este instituto. Los padres de vuestras antiguas compañeras trabajan en “Imperio Modas S.L.” como muchos sabéis y van a abrir más sucursales en otros puntos del país, por lo que se llevan a sus hijas a un internado. Nos apena mucho no habernos podido despedir de ellas, pero el profesorado está seguro de que les irá genial en esta nueva etapa de sus vidas. Y tras esto, recordemos lo que dimos en la última clase…


 Sin poderlo evitar, Marina sonrió de oreja a oreja. Aquellos dos meses habían pasado con una completa normalidad por parte de las tres amigas, ya que no habían vuelto a reírse de ella ni a decirle ningún comentario despectivo, al menos delante suya. Sin embargo, saber que podría ir a clase a partir de ahora sin necesidad de volver a verles la cara, la llenaba de alegría. Tanta que hasta le gustó la clase de Filosofía de ese día.


El miedo y la congoja de Marina desapareció por completo, cambiando su forma de ser radicalmente a como era antes. Era algo más extrovertida con sus compañeros, se relacionaba más con ellos pero sin llegar a intimar demasiado, ya que sólo los consideraba compañeros, no amigos. Pero el tiempo fue pasando y, finalmente, tras dos intensos años de estudios, quebraderos de cabeza, desesperaciones y muchas lágrimas derramadas, habían llegado el día de la graduación. El bachillerato había acabado y ahora se convertirían en universitarios.


 Dentro de la casa de Bianca y Oscar, se encontraba Lucas, quien esperaba a Marina a que se terminase de arreglar. El muchacho había terminado los estudios con muy buenas notas por lo que había entrado en la carrera que él quería hacer: Criminología. Con ese título, podría abrirse más puertas a la hora de entrar en el cuerpo de Policía, que era su mayor sueño. Lo malo de todo aquello era que su universidad sería otra completamente diferente a la de Marina y, después de tantos años, se tendrían que separar físicamente.


 Tras unos minutos, una espectacular Marina salió de su dormitorio, posando para su buen amigo Lucas, que se levantó nada más verla. Mirándola de arriba abajo, le invitó a darse la vuelta y, haciendo caso, dio un giro de 360 grados.
- ¿Y bien? ¿Cómo estoy?-preguntó la chica-.
- Estás fantástica Marina. Te están sentando genial los 18…


 Marina había dado un cambio físico brutal, ya que desde el accidente su metabolismo cambió, de forma que fue perdiendo todo el peso que le sobraba. Además, se había apuntado a un gimnasio para poder fortalecer y mantenerse en forma y, así, no recuperar esos kilos. Si se habían ido ya, que fuera para siempre. Marina también se encontraba muy feliz por haber terminado sus estudios básicos, pero ahora los que le quedaban no serían nada fáciles ya que, al igual que su madre adoptiva, ella quería ser médico y había entrado en esa carrera. Sus notas fueron las mejores del instituto y una de las mejores en la prueba de acceso a la universidad, por lo que no podía estar más contenta. Sin embargo, separarse de Lucas no lo llevaba tan bien…


 Lucas se había dado cuenta de que Marina se había convertido en una de las chicas más guapas del instituto y que comenzaba a levantar pasiones entre los chicos. Él sabía que su amiga estaba de toma pan y moja pero para él sólo era eso: una amiga.


Al verse, se abrazaron fuertemente, felicitándose el uno al otro por haber acabado el dichoso bachillerato. Había sido una etapa complicada de sus vidas, tanto a nivel personal como en los estudios, ya que el estrés propio más el que les ponían los profesores en sus espaldas, era muy fuerte.


 Separándose, Marina miró en silencio a su gran amigo durante un momento antes de volver a hablar.
- Quiero darte las gracias ahora antes de ir al acto de graduación porque luego será todo un lío y no quiero olvidarme de decirte esto: Gracias por tu amistad, por tu apoyo incondicional y por todo lo que has hecho por mí. Por escucharme en mis momentos de bajón, por venir a verme al hospital hace un par de años, por esperarme cada mañana en la puerta para irnos juntos a clase… No podría explicar todo lo que siento cuando pienso en todo lo que hemos vivido juntos ahora que nos vamos a separar tanto tiempo.
- No te preocupes por eso porque nos veremos en vacaciones. Vendremos aquí y nos contaremos todas las batallitas que hayamos tenido. ¡Somos adultos ya! Madre mía, cómo pasa el tiempo y lo poco que nos damos cuenta.
- Sí, por eso no quiero que pase más el tiempo sin decirte que… Te…-Marina hizo una parada antes de continuar hablando, donde cogió aire-. Llevo mucho tiempo intentando ocultar las ganas de besarte cada vez que te veo y ahora que te vas de mi lado no lo soporto y… Me encantaría poder dar mi primer beso contigo…


Esas palabras descolocaron a Lucas por completo que dio un paso atrás, abriendo sus ojos de par en par sin poder articular palabra. Él nunca había sentido nada romántico por ella y tampoco había notado nada raro por parte de su amiga, por lo que no tenía ni idea de sus sentimientos hacia él.


 Sin esperar respuesta, Marina se acercó peligrosamente a Lucas para besarlo pero se encontró con una negativa masculina.
- Marina, no puedo besarte… Lo siento mucho pero yo no siento lo mismo por ti… Estás genial y sería idiota si no lo afirmase, pero eres una gran amiga mía y no podría hacerlo. Lo siento de veras…


Sin poderlo evitar, una gran desolación le sobrevino a Marina, sintiéndose insignificante y como la mayor mierda del mundo. Le había abierto su corazón a alguien por primera vez y resultaba ser un fracaso. Las lágrimas comenzaron a agolparse en los ojos femeninos por lo que ella intentó, por todos los medios, no llorar delante de Lucas.
- ¿Estás bien?-preguntó el chico-.
- Sí, no te preocupes. Era un capricho más que otra cosa… Lo siento.
- No, lo siento yo si te he echo sentir mal.
- De verdad, que estoy bien.
- Vale… Entonces será mejor que nos vayamos si no queremos llegar tarde,-recomendó Lucas comenzando a andar hacia la puerta-. ¿Tus padres ya están allí?
- Sí… Ve saliendo, que voy al baño a… cambiarme la compresa,-mintió Marina para echar una excusa creíble y poder desahogarse a gusto en el servicio-.


 Tras unos minutos, Marina salió de la casa con una expresión bastante triste que intentaba cambiar por todos los medios para que Lucas no notase nada, pero él estaba en las nubes, pensando en la graduación y en la fiesta posterior que habían preparado entre todos. ¡Iba a ser un día inolvidable!


 Principalmente para Marina, quien se sentía destrozada por lo ocurrido, ya que hasta entonces, nunca había sentido las ganas de querer estar con alguien, ya que su timidez tampoco había ayudado mucho. Tenía 18 años y nunca había besado a alguien, nunca se había sentido especial, amada ni querida por nadie que no fueran sus padres… Y no era justo, o eso pensaba ella, quien se quitaba las últimas lágrimas que salían de sus ojos.


 Cuando llegaron al lugar de la graduación, vio a sus padres que la estaban esperando en la entrada y, tras hacerle unas cuantas fotos a ella en diferentes poses y junto a ellos también, la miraron de arriba abajo, orgullosos de ver a su pequeña convertida en toda una mujercita.

  
 Oscar se había arreglado la barba para estar más elegante, que acompañó con ropa de buena calidad porque su hija “se merecía lo mejor”, como él decía siempre. Por su parte, Bianca iba ataviada de un vestido color violeta y tenía el tinte recién echado. Con el paso de los años sus canas se habían abierto paso en su pelo, por lo que al echarse el tinte, el rojo parecía más intenso, pero aunque sabía que ya no le quedaba tan bien, quería estar mona para la graduación de su niña.


 Acercándose a Marina, sus padres la felicitaron de nuevo por su graduación, al borde del llanto de la alegría por ella y… por algo más.
- Marina, queremos contarte algo que no sabes,-comenzó Bianca a hablar-.
- No te preocupes que no es nada malo,-dijo Oscar tranquilizando a Marina antes de que pudiera hablar-.
- Como sabes, tu padre y yo te tuvimos que adoptar porque él tiene un pequeño problema a la hora de fabricar espermatozoides y… Bueno. Para no entrar mucho en detalles pues… Para nuestra sorpresa, estoy embarazada.
- ¿Qué? ¿En serio?-dijo Marina cambiando su expresión a una de absoluta felicidad-.


 Marina abrazó a su madre con fuerza, llenándola de besos por toda la cara mientras el abrazo continuaba.
- ¿Se sabe de cuánto estás?
- Sí, de dos meses…
- Dos meses… ¡Qué fuerte!


 Y mirando a su padre con una expresión traviesa, lo abrazó al igual que había hecho con su madre.
- ¡Vas a volver a ser padre! Y encima ahora será uno tuyo, de mamá y tú… ¡Eso es lo que siempre has querido!
- Siempre quise ser padre y eso lo conseguí cuando llegaste a nuestra vida. Este bebé es un regalo del cielo que llega en un buen momento de nuestras vidas… Que nunca se te olvide que eres nuestra pequeña.


 Entrando en el lugar, salió al balcón y miró la ciudad desde arriba. Le resultaba extraño todo lo que le estaba pasando en ese momento… Separarse de Lucas y de sus padres por primera vez en años, mudarse a otra ciudad cerca de la universidad, saber que en unos meses tendría un hermanito o hermanita… ¿Por qué venían todos los cambios juntos?


 Y finalmente, tras mirar cientos de casas, Marina se decantó por una recién reformada que se alquilaba a un buen precio y, como regalo de graduación, sus padres le dieron un coche nuevo, única y exclusivamente para ella. ¡No podía ser más feliz! Al menos por esa parte…


En cuanto entró, lo que más le gustó fue la planta tan abierta que tenía esa casa. Se notaban las reformas que habían hecho y lo recientes que eran, ya que todo parecía nuevo. También le sorprendió a Marina ver que era más grande de lo que parecía en fotos, así que saber que tenía toda esa casa para ella sola le agobiaba un poco por todo el trabajo que ello suponía, pero por otra parte saber que podría estar a su aire sin incomodidades de terceras personas era un alivio.


Marina fue echando un vistazo a los dormitorios y, finalmente, cuando vio el de matrimonio, se lo adjudicó. Lo había visto por fotos pero al verlo en persona se sorprendió gratamente porque era más grande de lo que se había imaginado.
- Qué ganas de dormir en una cama de matrimonio para mí sola… Voy a dormir genial.


 Después de acomodarse un poco, Marina decidió preparar unos cuantos gofres para pegarse un capricho por comenzar una nueva etapa en su vida. Sin embargo, cuando terminó miró la hora y vio que se le había hecho tarde… ¡No llegaría a tiempo para la presentación si no se daba prisa!


 Dejando los gofres en la nevera, Marina salió de casa corriendo y, montándose en su coche nuevo, puso dirección al campus universitario de Medicina.


 Tras salir de la presentación, que duró poco más de media hora, Marina salió a la plaza exterior y allí pudo ver a algunos compañeros de carrera que estaban junto a sus ordenadores portátiles chateando, otros escribiendo y los demás hablando entre ellos. Marina no conocía a nadie allí y se sentía algo descolocada, por lo que su irremediable timidez volvió a abrirse paso, impidiéndole hablar y acercarse a los demás.


 Sin pensárselo mucho, abrió su mochila y sacó su portátil, comenzando a navegar por Internet y a investigar la página web de la universidad, enterándose de algunos de los libros que tendría que estudiar, mirando horarios…


Sin embargo, cuando terminó, miró a su alrededor y vio a más gente, pero siguió sintiéndose como pez fuera del agua, por lo que apagó su portátil, lo guardó y se fue directamente hacia el aparcamiento del campus, donde había dejado su coche. Justo cuando comenzó a subir las escaleras, vio que un chico bastante guapo las bajaba y se la quedaba mirando, por lo que ella retiró la vista vergonzosamente, continuando su camino.


 La cuestión era que la cara del chico le sonaba muchísimo, pero no sabía de qué. Marina era una de esas personas que, cuando reconoce a alguien, necesita saber de qué lo conoce o no se quedaba tranquila. Pues en este caso pasó igual; intentaba recordar dónde lo había visto antes, pero no caía en la cuenta.


 Y un par de minutos después, se acordó. ¡Ese chico le recordaba al sim que había hecho años atrás! Eso sí que no era un sueño, ¿verdad? Pellizcándose, se cercioró de que estaba perfectamente despierta por lo que, ¿cómo era posible que ese chico se pareciera a Alex Pozas y por el que recibió todo el aluvión de risas y críticas en el instituto?


CONTINUARÁ...