domingo, 16 de diciembre de 2018

Sueños Rotos || Capítulo 5

Después de tres días en el hospital, Marina había mejorado levemente. Seguía sedada y en cuidados intensivos, ya que tras la parada cardiorrespiratoria y el golpe en la cabeza, tenían que hacerle muchas más pruebas para cerciorarse de que todo estaba bien. La que tampoco se movía de la habitación era su madre… Bianca llevaba tres intensos días con sus noches velando y cuidando a su hija, hablando con los médicos que llevaban el tratamiento, intentando agilizar las pruebas… Pero el cansancio la estaba afectando y ella no era capaz de parar. Su marido, por enésima vez, intentaba convencerla para que durmiese un rato.
- Cariño, no lo vas a conseguir...-decía Bianca-.

- Pero cielo, ¿cuántas horas has dormido en estos tres días? ¿Cinco como mucho? No hay cuerpo que lo resista y tú no eres ninguna heroína de cómics. Eres un ser humano como yo y como el resto del planeta. Déjate cuidar…


A Oscar también se le notaba cansado, ya que saber que su hija se había debatido entre la vida y la muerte le causó un shock bastante grande. Había luchado tanto por tener a su pequeña con él, que ahora no quería perderla bajo ningún concepto. Lo que todavía no sabía era cómo había podido caerse ahí y golpearse en la cabeza… Había reconstruido la escena en su cabeza miles de veces pero no llegaba a una conclusión sólida.


Y tras un breve forcejeo verbal, donde Oscar continuó presionando a su esposa para que se fuera a casa, lo consiguió. Bianca miró a su marido con ojos de cansancio y con unas ojeras bastante importantes antes de levantarse y besarlo.
- Perdóname cariño,-dijo Bianca tras besar las mejillas de Oscar-.


Echándole un vistazo a su hija antes de irse, la besó en la frente y abrió la puerta para ir a casa y dormir en condiciones por primera vez en tres días.
- Si hubiese alguna novedad, dame un toque, ¿vale?-le dijo Bianca a su marido-.
- Sí claro. Si pasa cualquier cosa te lo digo. Ahora descansa mi amor.


Y justo cuando estaba esperando al ascensor, Lucas apareció cruzando la puerta de uno de los pasillos del hospital mirando hacia las puertas para averiguar cual era la de su amiga.
- Es la puerta que está a la izquierda al fondo del pasillo,-dijo Bianca en voz alta hacia Lucas, llamando así su atención-.
- ¡Bianca!-dijo volviendo en sí-.


Acercándose, ambos se abrazaron con fuerza. Bianca le agradeció el gesto de acercarse al hospital a ver a Marina, aparte de las llamadas que había hecho en esos días.
- ¿Cómo sigue?-preguntó interesado Lucas-.
- De momento progresa. Está fuera de peligro, gracias a Dios, pero nos ha dado un susto de muerte. Tal vez en una semana, si sigue así, le den el alta. Y bueno, ¿tú qué tal del resfriado? ¿Y tus padres cómo están? Hace siglos que no los veo.
- Yo del resfriado mejor, ya apenas moqueo y mis padres… Será mejor que ellos te lo digan en persona.


Y, de repente, Genaro y Gema, visiblemente más mayores que como los recordábamos, cruzaron la misma puerta que Lucas hacía unos momentos.
- Menudo lío de pasillos tenéis aquí en el hospital,-comentó Gema-. ¿Cómo es que no te pierdes Bianca?-dijo sonriendo a su amiga-.
- Tendréis que llevar GPS para guiaros, ¿verdad?-comentó desde más atrás Genaro-.
- ¿Puedo ver a Marina?-preguntó Lucas-.
- Sí, por supuesto,-afirmó Bianca-.


La primera en abrazar a Bianca fue Gema, quien retomó la relación cuando descubrieron que sus hijos estaban en la misma clase. Eran buenas amigas pese a que no se pudieran ver cada semana, ya que cada una tenía obligaciones personales y laborales diferentes.
- Gracias por venir Gema,-agradeció Bianca-. Significa mucho para mí…
- Anda boba, no es nada. En cuanto me enteré, llamé a Genaro y nos vinimos para acá.


Y acercándose a ellas, Genaro también abrazó a Bianca. Ambos se conocían gracias a Gema, quienes los presentó un día que salieron juntos en pareja, Genaro con su esposa Rosalía, Gema con su marido Kevin y Bianca junto a Oscar. Pese a haber sido marido y mujer en el pasado, Genaro y Gema tenían una relación de amistad sana y que Lucas agradecía enormemente, ya que no le gustaba ver a sus padres peleados como cuando era pequeño. Si tenían que agradecer algo del secuestro que sufrieron, era de que se dieron cuenta de lo que era realmente importante en sus vidas, dejando de un lado las diferencias que los separaban.


Ambos le preguntaron a Bianca cómo se encontraba Marina, cómo le había ocurrido ese accidente y, también, cómo se encontraban ella y Oscar.
- Yo me iba a casa a dormir, que llevo tres días aquí sin descansar. Oscar me ha obligado a irme vaya, porque yo no quería ni quiero.
- Es que debes descansar,-dijo Genaro-. Porque al final la que se va a poner enferma eres tú y no vas a poder cuidar a tu hija como deberías. ¿Oscar está bien?
- Él sí, muy cansado también porque en cuanto termina del trabajo se viene aquí y pasa toda la tarde con la niña en la habitación, entonces no descansa en condiciones tampoco.
- ¿Y cómo ha podido ocurrir?-quiso saber Gema con un gesto de preocupación en su rostro-. ¿Se ha averiguado algo?
- De momento no tenemos ni idea, ya que Marina no ha despertado todavía, pero presuponemos que ha sido un accidente… Porque una de las ideas que se nos vino a la cabeza fue que alguien se lo hiciera pero, ¿quién sería capaz de hacer algo así?
- Ni idea,-contestó Genaro-. Lucas no me ha dicho nada tampoco… ¿Y a ti, Gema?
- Qué va.
- Pues eso es lo que me extraña,-decía Bianca-. Que si a mi hija le estuvieran haciendo algo, ella me lo diría, ¿verdad?


Dentro de la habitación, y con un tono bajito, Lucas charlaba con Oscar, interesándose por la salud de su buena amiga tras el accidente que, aunque no estaba seguro, el muchacho tenía ciertas sospechas de que hubiera sido alguna de las chicas que se reían de ella. Había visto el dichoso vídeo, que había corrido como la pólvora por el instituto, pero nadie había dicho nada más. La noticia del accidente de Marina sorprendió a todos en la clase, pero Lucas tenía una espinita clavada de que alguna de las tres amigas habían tenido algo que ver. La lástima era que no tenía pruebas de nada…


Lucas siempre le había dicho a Marina que debía contárselo a sus padres, pero ella no quería preocuparlos de nada, ya que si estaban volcados en ella teniendo una situación normal, si les dijese que se reían de ella en clase, estaba segura de que revolucionarían el instituto. Por eso, Marina le había hecho prometer a Lucas de que nunca, bajo ningún concepto, diría nada a nadie, ni a los padres de ella ni a los suyos propios.


Y como habían predicho los médicos, Marina evolucionó favorablemente y varios días después se despertó tranquilamente en el hospital. Sus padres saltaron de alegría y llenaron de besos a su hija. Los demás días se hicieron mucho más amenos, ya que la recuperación de Marina estaba siendo muy rápida y el ambiente estaba mucho más calmado y alegre que antes. Pasada una semana, le dieron el alta y lo primero que quiso hacer Marina fue volver al instituto, ya que había perdido muchas horas de clase y no quería repetir curso por culpa del accidente.
El día de la vuelta de Marina, Lucas la estaba esperando en la puerta, como había hecho siempre.


Ese día Lucas estaba más feliz que de costumbre, ya que su gran amiga volvía a clase, se reincorporaba a la vida normal tras unas semanas de angustia y de preocupación que habían afectado seriamente a su entorno más íntimo.


Nada más verla salir por la puerta, Lucas comenzó a aplaudir a Marina, vitoreando su nombre al compás. La comida en el hospital, como todo el mundo sabe, no era muy buena, por lo que en ese tiempo, Marina perdió un par de kilos que notó rápidamente en cuanto se volvió a poner su ropa de siempre, ya que le quedaba más holgada y tenía que cerrarse más el cinturón.


Abrazando a Lucas, Marina se sentía llena de alegría, ya que sabía que con él no necesitaba a nadie más que a sus padres en ese momento.

 
Y antes de poner rumbo al instituto, Marina quería decirle un par de cosas a Lucas.
- Lucas, antes de nada, quiero contarte algo que sólo vas a saber tú, ¿de acuerdo?
- ¿Es sobre tu accidente?
- Sí… Pero antes de decirte nada prométeme que te vas a quedar callado y que nunca contarás lo que te voy a decir.
- Sí, te lo prometo.
- Vale… Pues quien me hizo esto fue Natasha.
- ¡Lo sabía! Me imaginaba que fue ella. Hija de puta…
- No lo hizo queriendo, al menos eso pienso yo. Después de ponerme el vídeo, salí corriendo hacia aquí y me siguió, me gritó y me dio un guantazo, haciéndome perder el equilibrio y me caí.
- Pues la muy hija de puta no dijo nada y se largaría, porque te encontraron los vecinos.
- Lo sé…


Lucas no podía evitar su enfado y se lo llevaban los demonios cada vez que veía o escuchaba hablar a alguna de aquellas tres chicas.
- ¿Y vas a continuar yendo al instituto?
- Por supuesto. No voy a echar a perder mi educación por culpa de tres impresentables.
- Ya, pero me refiero a que si no preferirías cambiarte de instituto.
- No. Empecé mi educación en este colegio y la voy a terminar aquí, le pese a quien le pese. Esto que me ha ocurrido me ha hecho darme cuenta de que no debo dejar que las cosas me afecten. Que el tiempo pasa y los problemas cada día serán mayores y si no aprendo a luchar, me acabaré hundiendo.
- Marina, estás hablando con una madurez increíble… Me proclamo tu fan número uno.
- Jajajaja, anda ya tonto. Venga, vayámonos al instituto.


Yendo al instituto, se dirigieron al aula que les tocaba y, desde dentro, Natasha que estaba hablando con Bárbara, vio pasar a Marina.
- Tía, tía, ahí está Marina,-dijo nerviosa Natasha-.
- ¿Que Marina? ¿La gorda?
- Ya no lo está tanto, ¿eh? Vaya tela tía, ¿qué hago?
- Eso depende de ti. La que la empujó y se largó fuiste tú y ella lo sabe.
- Es que se me puede caer el pelo como ella abra la boca…


Marina vio por el rabillo del ojo que dentro estaban sus “inseparables” amigas, pero sin hacer ningún gesto aprensivo, siguió su camino hacia la clase, con paso firme y decidido.


En cuanto entró, Natasha clavó su mirada en Marina mientras notaba que su corazón le iba a salir del pecho. Estaba muy nerviosa por lo que le podía pasar si Marina hablaba y el miedo de que le pudiera pasar algo la dejaba paralizada. Por su parte, Lucas se paró en seco cuando vio a aquellas tres. Mirándolo, Marina le dijo que se relajase, que no pasaba nada, ya que había notado que se había puesto muy tenso.
- Tranquilízate Lucas. Venga, sentémonos antes de que llegue el profesor y nos vea de pie.


Pero justo cuando Marina iba a sentarse, Natasha la llamó, acercándose a ella mientras miraba a Lucas, que no le quitaba el ojo de encima, echándole una amenazadora mirada.
- Marina… ¿podemos hablar un momento?
- Dime,-dijo secamente Marina sin mirarla a la cara-.


Parándose frente a ella, Natasha se quedó en silencio unos momentos, intentando calmar los latidos de su corazón, los cuales sentía en la garganta y la hacían tener un duro nudo que apenas la ayudaba a hablar con claridad. Las otras dos amigas miraban la escena en silencio, esperando a ver qué es lo que iba a pasar.


Bárbara notaba la inquisidora mirada de Lucas, quien estaba mortalmente serio y sin quitarle un ojo de encima. La muchacha se daba cuenta de que la “broma” había pasado de castaño a oscuro pero eso era algo que ella nunca iba a afirmar, ya que su ego estaba por encima de todo lo demás.


Finalmente y tras unos breves momentos en silencio, Marina decidió mirar a su compañera directamente a los ojos, acción que puso a Natasha más nerviosa de lo que estaba cuando ni siquiera había hablado todavía. Cansándose de estar en silencio, Marina volvió a hablar.
- No tengo todo el día. Si vas a decir algo, dímelo ahora o si no te vas a tu sitio.
- Bueno yo… Quería pedirte perdón. Sé que lo que hice estuvo mal, pero cuando te vi tirada en el suelo me entró el pánico y me largué. No debería haberme ido, pero en ese momento no sabía qué hacer y reaccioné así. Pensé en acercarme al hospital, pero creí que a la última persona que querrías ver sería a mí. Lo siento de veras. Entiendo que…-siguió diciendo tras tragar saliva-, me denuncies y que se lo digas a tus padres. Estás en tu derecho de vengarte de mí.


Tras unos breves segundos que a Natasha se le hicieron interminables, Marina le contestó con voz tranquila y sosegada.
- No voy a decir nada a nadie y no es por falta de ganas, porque no sabes las de veces que he pensado en reventarte la puta cabeza y más ahora después de lo que me has hecho. Pero las semanas en el hospital me han hecho darme cuenta que la venganza es una tontería, que para lo único que sirve es para rebajarte y ponerte al mismo nivel de la persona a la que odias y, perdona que te diga, pero yo valgo mucho más que tú de aquí a Pekín, ida y vuelta Natasha. Y permíteme que te dé un consejo: Sigue tu vida, enfócate en ti misma y en tus estudios y haz como si no me conocieras. Somos simples compañeras de clase hasta que terminemos el bachillerato, pero nada más. Tú por un lado y yo por el otro. ¿Me he expresado con claridad?


Lucas tuvo que reprimir las ganas de aplaudir al escuchar el discurso que había dado Marina en ese momento. En su rostro se le dibujó una irremediable sonrisa que llamó la atención de Natasha que, al mirarlo, vio como el muchacho le guiñaba un ojo convirtiendo esa sonrisa en una de superioridad. Tras eso, Natasha volvió a pedir disculpas a Marina y, agachando la cabeza, se fue hasta su sitio a sentarse.


En cuanto Marina se sentó a su lado, Lucas la felicitó por la actitud que había tenido y el discurso que había dado. Estaba orgulloso de ella y se lo hacía saber mientras que, por primera vez, Marina sentía alivio al haber soltado todo lo que tenía dentro.


Poco después y mientras que estaba sonando la bocina, entró Danny que, al verla, se dirigió hacia ella para darle la bienvenida.
- ¡Marina! Me alegro de verte por aquí, ¿cómo estás?
- Lárgate,-contestó ella secamente y sin mirarlo a la cara-.
- Pero, ¿qué te pasa?-preguntó mientras fijó su mirada en Lucas-. ¿Qué le pasa a esta?
- Ya sabes lo que te ha dicho,-replicó Lucas-. Que te largues tío.
- ¿Tú también? ¡Yo no he hecho nada!
- Sí, sí que lo hiciste. Reírte de ella en lugar de defenderla aquel día cuando te enseñaron el vídeo. Eres...-comenzó a decir Lucas, que se calló en el momento en el que notó la mano de Marina sobre la suya-. No mereces ni que te insulte.


Marina había madurado considerablemente. Ahora estaba algo más segura de sí misma, aunque este hecho le había provocado encerrarse algo más en sí misma, ya que se había dado cuenta de que no todos tenían las mismas buenas intenciones que ella. Ahora se enfocaría en aprobar el curso y continuar su vida lo mejor que pudiera…


CONTINUARÁ...

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