miércoles, 12 de diciembre de 2018

Sueños Rotos || Capítulo 4

Como una hora más tarde, Natasha se dirigió a la casita” de Bárbara, donde ya se encontraba Madison. Ambas esperaban ansiosas las novedades que traía su rubia amiga, ya que por el grupo de WhatsApp que tenían las tres, había dicho que tenía algo increíble y difícil de creer…



En cuanto llegó, lo primero que hizo Natasha fue enseñarles el vídeo a sus amigas y las tres se pusieron a verlo juntas, soltando carcajadas sin parar. Tras eso, la creadora del vídeo se puso a alardear.
- ¿Quién ha grabado el vídeo? Yo. ¿Quién se ha colado en la casa sin ser vista? Yo- ¿Quién va a hundir a la gorda asquerosa de Marina? Yo.
- ¡Bien hecho!-la felicitaba Madison, con una amplia sonrisa-.




Bárbara también la felicitó y, tras eso, les terminó de contar el plan que tenía pensado.
- Ya verás mañana,-decía la líder del grupo-, cuando sepa lo que le has grabado ¡Va a ser el hazmerreír de todo el instituto!
- Y todo gracias a mí… Soy una crack,-decía Natasha felicitándose a sí misma, otra vez-.




Y poniendo algo de calma, Madison intervino en la conversación de sus amigas.
- Ahora solo queda esperar a mañana y dejarlo todo preparado, así que será mejor que nos vayamos a casa y descansemos, que mañana tendremos nuestro gran día.




En ese momento, en la casa de Marina, Bianca acababa de llegar del hospital.
- ¡Buenas tardes! ¿Marina? ¿Estás en casa?
- ¡Hola mamá! Ahora salgo, que estoy en mi dormitorio.




Nada más salir, madre e hija se unieron en el fuerte abrazo que tanto necesitaba Marina, aunque no se lo iba a decir a su madre, por supuesto.
- ¿Qué tal el trabajo hoy?
- Mucho más tranquila, pero tampoco he podido parar mucho. Vengo reventada…
- ¿Te apetece ver una peli?
- ¡Genial! Ve eligiendo una mientras me ducho, ¿vale?




Minutos después, ambas comenzaban a ver la peli mientras se relajaban en el cómodo sofá negro del salón.




Un rato más tarde, el que llegó a casa fue el patriarca de la familia. Saludando, rápidamente se dio cuenta de que estaban viendo una peli. Al escucharlo entrar, Marina paró la película y saludó a su padre.
- ¡Hola papá! ¿Qué tal?
- Molido como la canela. ¿Y vosotras qué tal? ¿Qué peli estáis viendo?
- “Intercambios”.
- Ah, ¿de qué trata?
- De unos hermanos que se pelean con sus padres y piden un deseo de que sus padres sepan lo que ellos sufren y a la mañana siguiente se despiertan en los cuerpos de sus padres y viceversa.
- Anda, pues mira, tiene buena pinta. Voy a verla con vosotras…




Sentándose en el suelo, Oscar comenzó a ver la película intentando engancharse a ella mientras que su mujer y su hija le resolvían las dudas y le contaban las cosas que ya habían pasado.




A la mañana siguiente, cuando Marina se despertó para ir a clase, vio que tenía un mensaje de Lucas…
- Marina, hoy no voy a poder ir a clase porque me he despertado con un gripazo terrible. ¿Puedes decírselo a la profe? Iré al médico en un rato y el lunes le llevaré el justificante. Gracias y buen finde.
- Vaya,-comenzó a escribirle la contestación-, espero que te mejores pronto y que se te pase el resfriado. ¡Feliz viernes y buen finde a ti también!




Ese día, tenían clase de informática a primera hora, por lo que Marina se dirigió al pabellón de las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación). Como siempre, había llegado con diez minutos de antelación y seguramente sería la primera en llegar, como le pasaba cada día.




Pero este viernes era diferente, por primera vez en su vida Danny había llegado a tiempo y fue a sentarse en su sitio. Mirando a Bárbara, Madison y Natasha con extrañeza, les preguntó qué hacían ahí plantadas.
- Tú espera y verás. Enciende el ordenador y flipa con el vídeo que hemos grabado…-le dijo Bárbara-.




Las chicas habían ido ese día con media hora de antelación a clase, habían puesto el vídeo en cada uno de los ordenadores del aula para que, cuando llegasen sus compañeros, pudieran verlo y reírse de Marina jugando a Los Sims y hablándole cariñosamente a sus sims como si fueran reales.




En cuanto Marina llegó y las vio colocadas frente a ella, como si estuvieran esperándola, sabía que algo raro pasaba…
- Bu…Buenos días,-saludó Marina extrañada-.
- Buenos días bonita,-correspondió Natasha al saludo con retintín-.
- ¿Pasa algo?




En ese momento, escuchó una pequeña carcajada ahogada de Danny, que la miraba desde su sitio. Mirándolo también, Marina le preguntó qué era lo que estaba pasando.
- Nada… Mira en tu ordenador, a ver qué te encuentras… jijiji,-dijo intentando reprimir su risa-.




En cuanto Marina abrió su ordenador, se dio cuenta de que en el escritorio del pc había un vídeo, dándole doble clic comenzó a reproducirse un vídeo de ella la tarde anterior mientras jugaba a Los Sims en su cuarto. La muchacha comenzó a sentirse avergonzada y sus mejillas se volvieron rojas, propagándose al resto de su cara.




Sin poderlo aguantar más, Marina salió corriendo de allí mientras intentaba aguantar las lágrimas que se agolpaban en sus ojos queriendo salir. Las chicas, mientras la veían correr, aplaudían y le gritaban a Natasha, vitoreándola por su gran hazaña.




No podía más… Marina rompió a llorar mientras corría de vuelta a casa. No sabía si sería capaz de volver a ese instituto alguna vez después de todo lo que le habían hecho sufrir. Además, escuchar insultos como “gorda” o “china de mierda” que seguían saliendo de la clase a través de la puerta abierta, la hacían hundirse más y más.




Marina entró en su casa y cerró la puerta dando un portazo, porque sabía que no había nadie allí y que estaba sola. Sin pensárselo dos veces, se dirigió a su dormitorio, agarró su portátil y fue directamente a la basura para tirarlo. Ese maldito juego le había traído la ruina y no quería volver a jugarlo ni a saber nada más de él en lo que le quedaba de su asquerosa vida.




Tras un par de bocanadas de aire, Marina se secó las lágrimas y se dirigió hacia su casa para entrar en ella cuando la inconfundible voz de Natasha la paró en seco.




Dándose la vuelta, su corazón comenzó a latir fuertemente a la vez que grandes gotas de sudor comenzaron a caer por su frente. Se sentía acorralada en su propia casa y justo donde siempre se había sentido segura, ahora estaba indefensa.




Natasha, sin pensárselo dos veces, comenzó a gritar de una manera desmesurada a Marina, quien asustada, dio un paso atrás.
- ¡Ahora vas a saber lo que es que se rían de ti!-gritó Natasha-. ¡Tú no vuelves a ponerme la mano encima! ¡Y no voy a permitir que nadie se ría de mí como lo hizo ayer el mongolo de Lucas! ¡¿Te enteras?!




Marina no podía hablar, tenía un nudo en la garganta que le impedía decir ni una sola palabra, ya que sabía que cualquier cosa que dijese la iba a hacer llorar irremediablemente. Al ver que Marina no decía nada, Natasha le devolvió el guantazo del día anterior, dándoselo con todas sus fuerzas que, por desgracia, fueron muchas.




El guantazo le hizo perder el equilibrio y caerse al suelo, golpeándose en la cabeza con la esquina de la valla blanca que rodeaba las plantas exteriores de la casa. Natasha, al ver a Marina caer y que no se movía, le entró el pánico.




Tras unos instantes de indecisión, Natasha corrió hacia el instituto, que avisaba con la bocina de que las clases iban a comenzar. Marina seguía tendida en el suelo, sin moverse y… ¿sin vida?




De repente, Marina se levantó y miró a su alrededor sin recordar a ciencia cierta lo que había pasado… Tras unos segundos, Marina comenzó a andar hacia su casa de nuevo.




Y, para su sorpresa, el mismísimo Alex Pozas estaba frente a Marina, andando hacia ella con una magnífica sonrisa en la cara. Marina no se lo podía creer y estaba paralizada en el sitio. ¿Eso era real?
- No sabes lo que te he echado de menos…-dijo Alex con su característica voz ronca-.




Y sin más miramientos, Alex se acercó a Marina, la atrajo hacia él poniéndole el brazo en la cintura y comenzó a besarla en la boca como nunca nadie la había besado.
- Menudo primer beso,-pensaba Marina-.




A todo esto, Bianca acababa de empezar su turno y se encontraba con varios de sus compañeros, algunos recién incorporados como ella y otros haciendo el doble turno.




Mirando a Nicole, vio cómo ésta se ponía la tele mientras que su compañero Juan José preparaba unos cafés calentitos.
- ¿Qué tal estás Nicole?-preguntó Bianca-.
- Muerta… Anoche mi marido y yo tuvimos sesión de sexo y…
- Ya me imagino.
- No, no te lo puedes imaginar, porque no sé qué se habría tomado o yo que sé, pero nunca había durado tanto. Estoy reventada…




Al ver que su compañero había terminado los cafés, Bianca fue a por una de las tazas.
- ¿Cuántos llevas ya JJ?-preguntó Bianca acercándose a la bandeja de cafés-.
- Creo que cinco o seis…
- Madre mía, una noche larga, ¿no?
- Uf, y que lo digas. Estoy muerto.




Justo cuando Bianca iba a sentarse con sus compañeros antes de empezar su turno, el mismísimo director en persona entró en la sala de doctores.
- Buenos días doctor Recio,-saludó Bianca-. ¿Cómo usted por aquí?
- Buenos días Bianca, ¿podría salir un momento? Tengo que hablar con usted.
- Sí claro, cómo no,-dijo Bianca dejando la taza en la mesita bajo la tele-.




Dándose la vuelta, el director resopló mientras que una inocente Bianca salía sin tener ni idea de lo que le iba a anunciar…
- Usted dirá doctor Recio.




Volviéndose hacia ella, la miró directamente a los ojos, pero bajando la mirada, resopló de nuevo y comenzó a hablar.
- Doy este tipo de noticias todos los días pero cuando se trata de alguien cercano… La cosa cambia.
- ¿Qué tipo de noticias? Me está comenzando a preocupar. ¿Qué ocurre?
- Verá… Nos acaba de entrar de urgencia una muchacha en parada cardiorrespiratoria con una grave contusión craneoencefálica, pero por suerte hemos podido recuperarla y ahora mismo está en la UCI…
- Menos mal. ¿Necesitáis que os dé mi opinión pediátrica?
- No es eso… Hemos visto su documentación y nos hemos dado cuenta de que es… su hija.
- ¡¿Cómo?!




Dejando al director con la palabra en la boca, Bianca corrió escaleras abajo hacia la planta de la UCI. En cuanto sus compañeros la vieron, le dijeron directamente el número de la habitación donde se encontraba Marina, mientras que su madre seguía corriendo en su busca.




En cuanto llegó, Bianca abrió la puerta de la habitación y vio a su hija tumbada en la cama, sedada pero ya tranquila.
- Mi pequeña, mi dulce y linda Marina, ¿qué te ha pasado?




CONTINUARÁ…

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