lunes, 26 de febrero de 2018

A Real Nightmare || Capítulo 4

CAPÍTULO 4


En cuanto pudo, Mateo salió del trabajo directo hacia el hospital.



Preguntó por su padre en recepción y allí le dijeron la planta donde se encontraba. Rápidamente, se dirigió hacia allí con la esperanza de que Marco estuviera bien.

Buscando por la planta, en una sala de espera se encontró a su madre con muy mala cara.
-          Hijo, al fin estás aquí.
-          ¡Mamá! He venido lo más rápido que he podido.

El abrazo entre madre e hijo fue fuerte. Se necesitaban el uno al otro ahora más que nunca.

Muy preocupado, Mateo preguntó por el estado de salud y si los médicos habían dicho algo.
-          Según parece tu padre está muy grave. Ha sufrido una angina de pecho crónica o algo así. No me acuerdo bien del nombre.
-          No te preocupes, el nombre es lo de menos. ¿Y cómo está ahora?
-          En quirófano, le están haciendo un bypass así que nos toca esperar.
-          ¿Y cómo ha podido pasar?

Luisa estaba muy nerviosa y su hijo la intentaba calmar. No era bueno que estuviera tan alterada.
-          Pues no lo sé hijo. Estoy a punto de que me dé un ataque.
-          Mamá, tranquilízate porque papá está en buenas manos. Lo están operando y se va a poner bien, no te preocupes.
-          Cariño, eso es imposible. Llevo más de media vida con él y no puedo concebir la vida si no es con él.
-          Tranquila, que papá va a salir de esta. Es un hombre fuerte.

Dejando a su madre en el baño para que se calmara y se refrescara, Mateo se sentó en una de las incómodas sillas del pasillo y se quedó mirando a un punto fijo. Era la primera vez que tenía un susto como ese en su familia.

No quería que le pasara nada a su padre y, aunque sabía que era ley de vida que se murieran ellos antes que él, no estaba preparado todavía para pasar por aquello.

Apenas había movimiento y Mateo se ponía nervioso porque pasaban los minutos y todavía no había noticias de su padre. En ese momento, Mateo escuchó claramente la voz de Marco que le decía…
-          Hijo, venga ya, no te quiero ver más así. ¡Eres un Rosales! Y los Rosales somos leones.

Mateo se puso a mirar a todos los lados. Esa noche había dormido menos de lo que debía y la noticia de la angina de pecho de su padre no había contribuido para bien.

Luisa, sentada en la sala de espera, miraba hacia el techo y rezaba el rosario pidiendo que su marido se pusiera bien.

Un par de días después, Mateo llegaba del hospital.
-          Hola mi vida, ¿qué tal tu padre?
-          Pues bueno, ahí sigue. Recuperándose poco a poco pero necesita todavía coger fuerzas. Está demasiado débil aún. ¿Y tú qué tal?
-          Cansada. En una hora vuelvo de nuevo al trabajo.

Ainhoa tenía un horario muy malo, ya que tenía turno partido y trabajaba mañanas y tardes.
-          Me revienta no poder pasar más tiempo contigo o poder ir a visitar a Marco al hospital, pero es que llego reventada después de caminar todo el día con el carrito echando cartas en los buzones.
-          Tienes un trabajo muy duro cariño.
-          Mira quién fue a hablar, el oficinista. Cielo, no es duro, solo que al ser horario partido, no descanso tanto.

Mateo suspiró y miró hacia al suelo.
-          Si pudiera hacer algo… ¡Espera! ¿Y si hablo con tu jefe?
-          Cariño, te lo agradezco pero no va a servir de nada.
-          A ver, tú el otro día me dijiste que habían abierto el plazo de inscripción para trabajar en Correos, ¿no?
-          Sí, pero, ¿qué tiene que ver eso ahora?
-          ¿Y por qué no le digo a tu jefe que te ponga horario continuo de mañana o tarde y a los nuevos los ponga de horario partido? Al fin y al cabo, tú llevas más tiempo en la empresa.

Ainhoa se quedó pensativa un momento, pero luego sonrió.
-          Tal vez funcione. Es una buena idea pero no sé si resultará.
-          Tú déjamelo a mí, que lo llamaré y me voy a poner a darle pena para que se compadezca.
-          Jajajaja, eres un payaso.
-          Lo que haga falta por el amor de mi vida.

La pareja sonrió y se acercaron uniéndose en un dulce beso.

Una semana después de la angina, a Marco le habían dado el alta. Luisa y él esperaban a su hijo para que viniera a recogerlos para irse a casa definitivamente.

Marco estaba bastante desmejorado y había perdido varios kilos. Entre la operación y la mala comida de allí…

Pocos minutos después, Mateo llegó y entró en la habitación.
-          ¡Hola papá!
-          Muy buenas hijo, qué alegría verte.

Marco se levantó con la ayuda de Mateo mientras que se disculpaba por tardar tanto.
-          Siento haber tardado, pero no encontraba aparcamiento en el parking. Está todo llenísimo. Bueno, ¿listo para volver a casita?
-          No puedo tener más ganas hijo.

Marco, agradecido con su hijo, se abrazó a él.
-          Te quiero mucho Mateo.
-          Y yo a ti papá. A partir de ahora no quiero más sustos, ¿eh? Te tienes que cuidar, ¿me lo prometes?
-          Prometido.

Al llegar a casa, entraron en el edificio y la gran sonrisa de Antonio los recibió.
-          ¡Querida familia! Me alegra veros.
-          Igualmente Antonio, ya se te echaba de menos,-comentó Marco-.

En cuanto abrieron la puerta de la casa, Yago fue corriendo a recibirlos.
-          ¡Yagoooooo! Mi pequeñín, ¿cómo estás?

Marco cogió en brazos al perro y lo abrazó mientras que éste le lamía sin parar.

Mientras tanto, Kiko hablaba con Antonio en la portería.
-          Antonio, he de irme de viaje así que, ¿no le importa cuidarme las plantas como siempre?
-          Sin problema señor Montoya. Que tenga un buen viaje.
-          Muchas gracias Antonio, espero que esta vez sea por poco tiempo.

Ainhoa hablaba con su suegro dándole consejos sobre cómo debía ser su vida a partir de ahora.
-          Tienes que estar lo más tranquilo posible Marco. No queremos más sustos como el que nos ha dado. Que tiene que ver a sus nietos todavía, hombre…
-          ¿Estás…?
-          ¿Embarazada? No, todavía no. Pero sí que nos gustaría tener hijos pronto.
-          ¿Y casaros?
-          Marco, estamos en el siglo 21, y ahora para vivir juntos y tener hijos no necesitamos firmar un papelito. Mateo y yo nos amamos y eso es más que suficiente.

Mateo, a todo esto, preparaba la cena mientras que su madre jugaba con Yago. Hoy pasarían juntos el resto del día.

Cuando sonó la alarma a las ocho de la tarde, Antonio recogió sus cosas y se fue a casa.


Era hora de prepararse la cena, descansar y dormir plácidamente.

A todo esto, Ainhoa le comunicaba una magnífica noticia a Mateo.
-          ¡Me han cambiado el horario! Tengo turno de mañana desde ahora.
-          ¡Pero eso es magnífico! ¿Ves como lo ibas a conseguir?

Ambos se dieron un fuerte abrazo de satisfacción. Mateo estaba orgulloso de ella y feliz porque había colaborado en cambiar la situación laboral de su novia.

Pero todo no iban a ser risas y amor. Dos distinguidos señores se pararon frente al edificio en plena noche. ¿Qué quieren?

CONTINUARÁ…

jueves, 22 de febrero de 2018

A Real Nightmare | Capítulo 3

CAPÍTULO 3


Mateo entró en casa de sus padres y a su izquierda estaba Marco con Yago.
-          Eso no se hace Yago,-le regañaba su padre al perro-.
-          ¿Por qué regañas al perro papá?-preguntó Mateo-.
-          Porque muerde el mueble cuando tiene juguetes para mordisquear y no me gusta que lo haga.




Marco miró a su hijo y sonrió levemente.
-          ¿Qué tal estás hijo?
-          Bien, cansado por el trabajo pero eso es como siempre




Acercándose, Mateo abrazó a su padre.
-          ¿Y tú estás bien?
-          Sí, estupendamente jeje.




Yendo a donde estaba su madre, se sentó en el sillón contiguo.
-          Hola mamá, ¿qué lees?
-          Una novela barata, pero me tiene enganchada de una manera…
-          Entonces lee si quieres, yo era por veros y preguntar cómo estáis.
-          No digas tonterías, que siempre que mi hijo está aquí quiero pasar tiempo con él.




Luisa y su hijo comenzaron a hablar, charlando de muchos temas, del día a día, cómo iban con Yago, si se portaba bien…




En el piso inferior, Fina hablaba por teléfono un poco desilusionada.
-          ¿Entonces no vas a poder venir como me dijiste? Vaya… Entonces ya hablaremos para quedar otro día. Venga, hasta otra, un beso…




Pero Fina no iba a pasar sola la noche…
-          Hola, buenas noches. ¿Te acuerdas de la cita que tenía? Pues otra vez igual, que no puede, que tiene cosas que hacer… ¿Podrías venir? Gracias, eres mi salvación.




Unos cinco minutos después, sonó la puerta y…
-          Hola Fina, ¿qué tal?
-          ¿Qué coño estás haciendo aquí Esteban?




Fina se quedó sorprendida al verlo allí, ya que no lo esperaba.
-          Verás… He discutido con mi novia y me he ido para no aguantarla.
-          Te ha echado, ¿no?
-          Sí, básicamente.




Fina movía la cabeza de un lado para otro con una pequeña sonrisa en la boca.
-          No tienes remedio… ¿Y qué quieres? Estoy esperando a alguien.
-          Era por si me podía quedar en tu casa hasta que las cosas se solucionaran con Natalia.
-          Justamente hoy que viene alguien a casa…
-          Por favor Fina. No molestaré.




La chica accedió y le hizo pasar.
-          Ahí está tu cuarto, métete ahí y no salgas hasta mañana. O al menos si sales no molestes tío.
-          Tranquila, que no notarás que estoy aquí.




Esteban iba a entrar pero Fina le dio una serie de indicaciones previas.
-          Tienes comida en la nevera, así que si te da hambre cógete lo que sea, te lo preparas y listo. La tele, si la quieres ver, ponla pero no muy alto, que no quiero quejas de Antonio, el portero, vive enfrente.
-          ¿Alguna cosa más mi capitán?
-          Sí, que no me llames así. Venga, va…




Esteban estaba muy agradecido con Fina pese a que era bastante estricta.
-          ¿Podré traerme aquí a alguna chica?
-          Ni se te ocurra. Tío, que tienes novia…
-          Ya, pero me ha echado, ella se lo pierde.
-          Mira, métete en el cuarto antes de que te pegue un guantazo.




Al entrar, vio que el dormitorio era minúsculo.
-          Fina, poco más y no quepo aquí.
-          ¡Te jodes! Es lo que hay, y si no te buscas un hotel.
-          Vale, vale…




A todo esto, Antonio disfrutaba, como cada semana, de la compañía de una señorita de compañía…




Una media hora después, Fina también se ponía las botas con su amiga y disfrutaban la una de la otra.




Esteban escuchó susurros y grititos, por lo que se puso detrás de la puerta para oír atentamente. Al notar dos gemidos diferentes de chica, supo que Fina estaba con otra mujer.
-          Ay Dios, las ganas que me dan de meterme allí y hacerme un trío con las dos… Pero será mejor que me vaya al cuarto de baño y me desahogue allí.




Unos días después, Marco se levantó temprano para dar un paseo con Yago.
-          Venga campeón, ¿vamos a la calle?




Ambos salieron con dirección al paseo marítimo para que así Yago pudiera corretear y jugar lo que quisiera.




Pero justo cuando estaban cerca, Yago pegó un tirón y salió corriendo haciendo que Marco fuera detrás de él.
-          ¡Ven aquí Yago! ¡Ven chico!




Cuando pudo agarrar la correa de nuevo, Marco sintió un fuerte dolor en el pecho que lo hizo estremecerse.




Y unos instantes después, cayó al suelo de golpe, por lo que Yago se acercó olisqueando y ladrando.




Al ver que no se movía, Yago fue corriendo a la casa más cercana al compás de un ladrido incesante.




Subió las escaleras de un porche y, allí, comenzó a rascar la puerta de entrada mientras seguía ladrando.




Un par de horas después, un chico de la ambulancia trajo a Yago y se lo entregó a Antonio. El portero preguntó y le dijeron que Marco había sufrido una angina de pecho y estaba en el hospital.




Subió corriendo por las escaleras y llamó a la puerta de la casa. Luisa abrió en pijama y zapatillas de casa. Al ver a Antonio con Yago se asustó.
-          ¿Qué pasa Antonio? ¿Por qué tienes a Yago?
-          Me lo acaban de entregar los del hospital, que a Marco le ha dado una angina de pecho al parecer.




Luisa rompió a llorar y dándole las gracias a Antonio, cogió a Yago y se vistió rápidamente, no sin antes llamar a su hijo para decírselo.




Al recibir la llamada de su madre, Mateo se extrañó.
-          Hola mamá, ¿qué pasa?
-          Hijo, es tu padre, que mientras iba con Yago le ha dado una angina de pecho y lo han llevado al hospital. ¿Podrías venir?
-          ¡¿Qué?! Voy lo más rápido que pueda mamá, voy a recogerte ahora.




CONTINUARÁ…