jueves, 29 de noviembre de 2018

Sueños Rotos || Capítulo 2

La pequeña se instaló en casa correctamente, pero uno de los primeros cambios a los que tuvo que acostumbrarse fue a su nombre. Ella se llamaba Yiang, pero sus actuales padres le pusieron un nombre más occidental, respetándole su nombre asiático, por lo que la niña pasó a llamarse Marina Yiang. Salvo por el cambio de nombre, que fue lo que más le costó acostumbrarse, todo lo demás fue rodado y sin problemas, acomodándose a su nuevo colegio, a su nuevo ambiente, etc. Y así fueron pasando los años, creando su propia personalidad y carácter, convirtiéndose en una adolescente de 16 años.



Uno de esos días, Marina salió de clase y puso dirección a su casa cuando se acordó de que sus padres no llegarían hasta más tarde a causa del trabajo. Parándose en seco, pensó que no quería encerrarse en su casa y decidió ir a otro lugar donde poder estar tranquila y, así, pensar en sus cosas.




Poniendo rumbo a aquel lugar, un chico de su clase la vio marchar rápidamente y se extrañó, ya que no había cogido el camino habitual y eso no era normal en Marina.




Llegando a un parque que había cercano a su casa, Marina vio los columpios y recordó todas aquellas veces que iba con sus padres allí, jugando al pilla-pilla, montándose en el tobogán… Añoraba mucho ese tiempo porque era la época donde fue más feliz y sin ser consciente de aquello. Conforme fue creciendo, los problemas habían aumentado.




Marina se sentó en uno de los columpios y comenzó a balancearse levemente mientras le daba vueltas a la cabeza, pensando en el horroroso día de clase que había tenido, todo lo que había pasado y tuvo que aguantar… Pero de quien no se había percatado era de su compañero de clase, que la había seguido hasta allí.
- Con que estás aquí…-comentó el chico sobresaltando a Marina-.




Levantándose del columpio, Marina se giró y vio de frente a quien la había seguido.
- Ah, eres tú… Qué susto me habías dado Lucas. Creí que eras… Bueno, ¿qué haces aquí?
- Eso mismo te iba a preguntar yo a ti. ¿Por qué no me has esperado para ir juntos de vuelta a casa como siempre?




Lucas, que no era otro que el hijo de Gema y Genaro, se fue acercando a Marina hasta que le pidió que se sentasen para hablar.
- Es que hoy no he tenido muy buen día en clase y no quería amargar a nadie con mis movidas.
- ¿Un mal día? A ver, cuéntame que te ha pasado.
- No quiero molestar a nadie, te lo agradezco mucho pero no es necesario.
- Marina, pasé por un secuestro cuando tenía 2 años, crecí viendo discutir a mis padres… Créeme, sé escuchar y dar buenos consejos.




Tras pensárselo unos momentos, Marina resopló y decidió contarle su horrible día a Lucas.
- Ya sabes que tengo complejo por mi peso y que me gustaría quedarme más delgada…
- Chorradas. Yo te veo estupendamente pero bueno, sigue.
- La cuestión es que Bárbara y las demás hoy en el recreo han comenzado a insultarme otra vez, llamándome gorda, china, luchadora de sumo… Al final he tirado el bocadillo entero a la papelera y me he ido a llorar al baño mientras escuchaba las carcajadas de las chicas. Me he sentido horrible, como una auténtica mierda. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?-contó Marina comenzando a emocionarse-.
- Shhh, tranquila Marina. Respira hondo y cuenta hasta tres. No pasa nada…
- Uf, lo siento. Pero es que estas cosas me alteran mucho.
- No pasa nada mujer, es normal.
- Gracias por estar siempre aquí.
- No hay de qué pero… ¿por qué no viniste a decírmelo en lugar de irte a llorar al baño?
- ¿Y de qué hubiera servido? ¿Para que me insulten de nuevo y me digan que soy una niña pequeña que necesito que me defiendan? Ya me lo dijeron una vez y no quiero darles más pie a comentarios.




Lucas no podía evitar mostrar su cara de asco respecto a lo que había estado escuchando de boca de su amiga.
- Es que, de verdad te lo digo, qué asco les tengo a esas tres, te lo prometo. No puedo entender por qué la han tomado contigo.
- Pues no lo sé Lucas, pero estoy cansada de ser el blanco de las burlas, de quedarme sola en los recreos y de no tener con quien hablar.
- Yo estoy allí Marina. Te he invitado muchas veces a jugar al baloncesto conmigo y con los chicos y nunca has querido.
- ¿Sabes por qué?
- No… A ver, ilumíname.
- Pues porque un día cogí una pelota y Bárbara soltó un comentario por lo bajo a sus amigas que yo pude escuchar y se me quitaron las ganas.
- ¿Y qué clase de comentario maravilloso y fantástico dijo la lista de Bárbara?
- “Anda mira, si parece que hoy los chicos van a jugar con una bola nueva… ¿Creéis que cabrá en el aro?”
- De verdad, ¿eh? Mañana cuando las vea le voy a dejar las cosas bien claras.
- ¡No! No quiero que nadie diga nada, porque si no será peor para mí. Este es mi problema y yo solita me las arreglaré.




Quedándose en silencio, Lucas no supo qué más decirle a su amiga, quien tenía una respiración agitada y se la notaba nerviosa.




Instantes después, Marina se levantó y se despidió de Lucas, ya que quería llegar a casa antes de que sus padres volvieran del trabajo. Pero pese a que Lucas había prometido no intervenir, pensó que pasaría un tiempo vigilando en el recreo por si pasaba algo parecido a lo de hoy.




Tras cinco minutos de paseo, Marina llegó a casa, abrió la puerta con sus llaves y entró, encontrándose la casa vacía.
- Al fin paz…




Entrando en su dormitorio, Marina se miró al espejo fijándose concienzudamente en su cara y su cuerpo. Se veía muy gorda, pero la ansiedad la hacía comer más y el estado que le provocaban esas chicas no era el idóneo para dejar ese mal hábito, por lo que era una continua lucha interna para evitar comer tanto.




Tras ducharse y ponerse una ropa algo más cómoda, Marina pasó frente al espejo del baño y se miró sin las gafas, ya que sólo las tenía que utilizar para ver de lejos.




Por primera vez en mucho tiempo, no se vio fea tras haberse maquillado un poco, pero seguía viendo un fallo: su peso. Y eso era algo que acarreaba en su corazón y que sólo ella sabía el daño que le estaba causando en su autoestima.




Yéndose a su cuarto, encendió el ordenador y comenzó a mirar sus redes sociales, pero terminó pronto ya que no tenía muchas novedades, por lo que se puso a jugar a su pasatiempo favorito: Los Sims 3.




Tras una hora y algo, Oscar llegó a casa y, llamando a la puerta, entró y saludó a su hija.
- Hola cariño, ¿qué tal?
- ¡Estupendamente! Se me acaba de quedar el juego pillado y no me funciona.




Oscar se quedó parado, ya que iba a darle un beso a su hija cuando escuchó su queja. Por su parte, Marina apretaba los dientes para evitar tirar el portátil por la ventana.
- Vaya, ¿habías guardado?
- ¡No! Eso es lo peor, que estaba construyendo y no he ido guardando los progresos.
- Bueno, no pasa nada cariño. Ahora te metes y lo vuelves a construir. Como ya tienes la idea, seguro que vas mucho más rápido.
- Qué va, paso de ponerme a hacer otra vez lo mismo.
- Entonces ven a abrazar a tu viejo padre.




Ese último comentario sacó una pequeña risa a Marina que, levantándose fue hacia su padre, que la estaba esperando con una sonrisa guasona y los brazos abiertos.
- ¿Cómo está mi chiquitina?
- Bien…




Pero Oscar notó tristeza en su contestación, por lo que se separó y la miró con un gesto de preocupación en la cara.
- ¿Estás bien?
- Sí, ¿por qué?
- No sé, pero me ha dado la sensación de que no estás igual que siempre.
- Es por lo del juego, que me ha dado mucha rabia.
- Bueno… ¿Y qué vas a hacer ahora?
- Me iré a ver la tele un rato, así me despejo y se me pasa el mal trago.




Oscar abrió la puerta del dormitorio y dejó pasar primero a su hija que fue directa al sofá para ver la tele mientras que él, quedándose parado en medio del salón, decidió preparar unos sándwiches para la merienda. En eso estaba cuando Bianca llegó a casa.
- Buenas tardes familia,-saludó alegre la recién llegada-.
- Ey, hola cariño,-contestó Oscar-. ¿Qué tal tu día?
- Uf, agotador. Ha caído toda una escuela infantil entera con varicela y han traído a casi todos los niños a mi consulta…




Acercándose a su marido, que había dejado de hacer la merienda, lo besó dulcemente en la boca.




Luego, mirando a su hija, se acercó a ella con una sonrisa en la cara.
- ¿Y la niña de mis ojos cómo está?
- ¡Hola mamá! Bien, viendo la tele un rato.
- Ven y dale un abrazo a tu madre.




Tras separarse, Bianca le preguntó sobre su día en el colegio.
- Pues ha ido bien, muy rutinario. Como siempre…
- ¿Ha pasado algo interesante?
- Qué va, los mismos chicos, las mismas chicas, las mismas caras todos los días… Bueno, me voy a mi cuarto, mamá.




Acercándose a Oscar, Bianca le preguntó por Marina.
- ¿Le pasa algo a la niña?
- Nada, que se ha cabreado con el juego de Los Sims 3 porque se ha quedado pillado y ha perdido todo el progreso que tenía hecho.
- Ah, vaya tela… Bueno, ¿y tú qué tal en la redacción?
- ¡Bien! Hoy me han mandado cubrir la noticia del…




En el cuarto de Marina, la muchacha había decidido dejar de construir de nuevo la casa de sus sueños y prefirió crearse a sí misma, poniéndose tal y como le gustaría estar en lugar de ser realista. Por algo era un juego de simulación de vida…
- Joder, quién tuviese un cuerpazo así… Qué triste es mi vida, maldita sea.




Y tras un rato más, Marina consiguió crear al chico de sus sueños. Un chico guapo, excelente besando, fuerte, valiente… Un chico tan perfecto que Marina no dejaba de contemplarlo.
- Me encanta… Qué bien me ha salido este sim. Tiene cara de… Alex, Alex Pozas, por ejemplo. Ahora lo que me toca es meterlos en una casa y enrollarlos. Al menos, que mi sim tenga un ligue, ya que yo no tengo el derecho de tener uno en la vida real.




Finalmente, Marina metió a ambos sims en una casa que ya venía con uno de los barrios y, en cuanto se vieron, se saludaron al instante.
- Ay, parece que se han gustado. Tengo que hacerle una foto a este momento…




Marina mandó a Alex acercarse a la sim que la representaba a ella y, acercándose, no pudo evitar parar el juego y contemplarlo detenidamente.
- Ay Alex, quién te pillara en la vida real… Te haría de todo. ¡Foto! Esto tiene que quedar inmortalizado, que me lo quiero poner de fondo de pantalla.




Tras darle a la acción de “Beso de aquí te pillo, aquí te mato”, la sim que la representaba a ella aceptó el beso y ambos sims comenzaron a besarse profundamente.
- Qué envidia me dais… Ojalá pudiera meterme en el juego y disfrutar un poquito. Pero bueno… ¿A quién voy a engañar? Esto es una mierda.




CONTINUARÁ…

lunes, 26 de noviembre de 2018

Sueños Rotos || Capítulo 1


Hace varios años, en Los Aniegos, se abría paso el sol a través de unas nubecillas que había en el cielo, despertando a la ciudad que comenzaba con la rutina de otro día más…




En una de esas casas, estaba a punto de ocurrir algo importante, algo que iba a cambiar la vida a varias personas y que daría comienzo a esta historia…




En el interior de aquella vivienda, se encontraban Oscar y Bianca hablando con la propietaria del inmueble, negociando el precio tras haber visto la casa.
- Estamos muy interesados en comprar la casa, sinceramente,-decía Bianca-. Nos parece ideal para comenzar una nueva vida juntos en este precioso barrio.
- Me alegro mucho,-decía la vendedora-. ¿Os parece adecuado el precio también?




La vendedora no era otra que Gema, quien tenía a Lucas en brazos mientras hacía la negociación.
- Estamos conformes,-intervino Oscar tras haberse mirado con su mujer-.
- ¿La casa tiene algún problema que debamos saber?-preguntó interesada Bianca-.
- No, la casa se encuentra en perfectas condiciones y está lista para entrar a vivir,-contestó Gema-.




Y tras cerrar el trato y firmar los papeles de la venta, Bianca se despidió de Lucas.
- Adiós chiquitín. Hazle caso a mamá y pórtate bien, ¿vale?
- Zi,-dijo el pequeño-.




Gema sonrió al ver lo bien que se le daba a Bianca tratar a los pequeños.
- Se te dan muy bien los niños, ¿eh?-dijo Gema-. ¿Tenéis hijos?
- No, de momento no… Pero yo soy pediatra y siempre me han gustado los peques.
- Ah, qué bien. Pues ya sé a quién acudir si algún día le pasa algo a Lucas.
- Encantada. Será un placer atenderos.




En cuanto Gema se marchó, el matrimonio miró con detenimiento los muebles que había y la distribución. Tras notar que había varias cosas que no les gustaba dónde estaban situadas, Bianca y Oscar las cambiaron, como la gran estantería que estaba en el salón, ya que era uno de los muebles más grandes y complicados de mover.




Entrando en el dormitorio que sería para ellos, descubrieron que la antigua cuna de Lucas estaba allí.
- Anda, Gema no se ha llevado la cuna…-comentó Oscar-. Pero mira, no hay mal que por bien no venga, ahora nos podrá servir a nosotros para cuando tengamos nuestros propios hijos.
- Respecto a eso…
- ¿Qué pasa?
- Tenemos que hablar. Ven, vamos a la sala de estar.




Tras sentarse en los sofás, Bianca resopló y comenzó a hablar con su marido.
- ¿Te acuerdas que nos hicimos pruebas de fertilidad para poder tener hijos?
- Sí, ¿ya salieron los resultados?
- Eso es y… No son buenas noticias.
- ¿Qué dicen las pruebas?
- Las he estado leyendo detenidamente y ha salido que tienes astenozoospermia.
- ¿Y qué se supone que es eso?
- Espermatozoides vagos.




La noticia cayó sobre Oscar como un jarro de agua fría que se quedó mirando fijamente a Bianca, pestañeando y sin hacer ningún movimiento más que ese.




Bianca miraba con pesar a su marido sabiendo que se había quedado en shock.
- ¿Estás bien Oscar?
- Sí, sí… Es sólo que no me esperaba esta noticia. ¿Eso significa que no podremos tener hijos?
- Hay una baja probabilidad de tener hijos, por lo que es complicado, pero no imposible…
- Ya…




Pero, de repente, a Oscar se le iluminó la bombilla y sonrió de oreja a oreja.
- ¿Y por qué no adoptamos?
- ¿Adoptar?-esa propuesta dejó descolocada a Bianca-.
- ¡Sí! Hay cientos de miles de niños y niñas esperando ser queridos y adoptados por padres como nosotros.
- Es cierto, pero es complicado…
- ¡Tú eres médico y yo soy periodista! Tenemos ingresos suficientes como para que nos concedan poder adoptar.




Bianca comenzó a sonreír al ver la ilusión tan grande que tenía Oscar.
- Sería genial poder ser padres.
- A ti te encantan los críos, ¡eres pediatra! Y a mí un inconveniente como el de mis espermatozoides no me van a impedir ser padre.
- Estás realmente convencido, ¿no?
- ¿Tú no quieres?
- Maldita sea, ¡claro que quiero!
- ¡Pues vamos!




De un salto, Oscar se puso en pie y fue a por su portátil. Tras encenderlo, se puso a buscar páginas web de adopción ante la atenta mirada de su mujer.




Oscar estaba muy animado y miraba cada página con detenimiento, preguntándole a Bianca si le gustaba o no, apuntando cada número de teléfono…




Y tras hacer todo el papeleo y esperar durante cinco largos años, el día había llegado. Bianca, aún sin saber la noticia, descansaba en una de las hamacas del jardín, tomando un poco el sol.




Rápidamente, Oscar entró en la casa y corrió hasta el jardín gritando sin cesar.
- ¡Ya está! ¡Ya lo tenemos!
- ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre cariño?
- ¡Nos acaban de conceder a nuestra pequeña! ¡Somos padres oficialmente!




Sin pensárselo dos veces, Bianca abrazó a su marido, feliz y gozosa de haber conseguido ser padres tras tantos años de lucha.




Subiendo en el primer vuelo hacia China que duraba unas largas 15 horas, más otras 3 de autobús hasta la región donde debían recoger a su pequeña, llegaron, quedándose alucinados al ver el lugar.




La casa donde se encontraba su ya hija oficial era bastante grande y, maravillados, comenzaron a subir la escalera donde los estaba esperando la directora del lugar.




Tras saludarse y hablar un poco, la directora los acompañó hasta la sala junto a la que estaba esperando su hija. El encuentro debía ser íntimo entre ellos tres y ninguna persona ajena a ellos influiría en nada.
- ¿Estás nervioso Oscar? Porque a mí me va a dar un telele.
- Me tiemblan las piernas cariño…




Y cruzando la puerta, se la encontraron de frente. Mirándola, Bianca sonrió y saludó a la pequeña. Oscar, algo más serio, todavía no se podría creer que esa niña fuera su hija… ¡Eran padres al fin!




Después de una larga charla donde comenzaron a conocerse y terminar todo el papeleo que les quedaba allí, pudieron llevarse a su hija con ellos, volviendo a Los Aniegos tras unas horas interminables de espera en el avión.
- Esta será tu habitación,-le decía Oscar a su hija-. No sabíamos tus gustos, así que ahora que estás aquí dinos lo que te gusta y lo que no y cambiaremos el cuarto como tú prefieras.
- Vale…




La pequeña estaba mirando la habitación de arriba abajo, fijándose en todo y aún sorprendida de que ese lugar sería, a partir de ese momento, su hogar. De que esas personas serían sus padres y de que, tras 7 años de espera, podría comenzar a tener una vida normal…




CONTINUARÁ…