- ¿Esa es…? No puede ser…
Parando el coche en la acera, se bajó y corrió hacia la puerta de
la casa de Rosalía y, al estar detrás de ella, la empujó y cerró
la puerta tras de sí.
Ella se giró asustada y comenzó a increpar a aquel hombre.
- ¡Oiga! ¿Qué
coño está haciendo? ¡Fuera de mi casa!
- ¡Rosalía!
Soy yo, ¿no me reconoces?
- ¿Acaso he de
conocerte?
- Sí. Soy
Alfonso.
- ¿Alfonso? ¿El
Alfonso que me dejó tirada?
En ese momento Alfonso alzó los ojos y suspiró.
- No empieces
con lo mismo de siempre. No te dejé tirada, sino que se acabó el
amor y me fui.
- ¡Se te acabó
a ti! Hijo de la gran puta…
- ¿Todavía me
guardas rencor? Parece que te escuece el tema, ¿no? A ver si
después de todos estos años me sigues queriendo…
- Claro que te
quiero, pero lejos de mi vida como has hecho siempre. ¿Y ese cambio
de look? ¿A qué se debe? ¿La crisis de los 50?
Alfonso cambió su semblante, quedándose bastante serio. Tras unos
momentos, respondió.
- No, es para
que no me descubra la policía.
- Ay, ¿cómo es
que no me extraña?
- ¡Esta vez no
he hecho nada!
- Alfonso, a mí
no me engañas ya. Y si has hecho algo no te quiero en mi casa y
menos ahora.
- No, si yo
decido quedarme aquí lo hago y punto.
Al escuchar los gritos, Genaro salió de la habitación con su hijo
en brazos.
- ¡Que te
largues de aquí! ¡Fuera! O llamo a la policía,-gritaba Rosalía-.
- No serás
capaz, puta…
- ¡Eh! ¿Qué
coño está pasando aquí?-preguntó Genaro interrumpiendo la
discusión-.
Volviéndose a Genaro, Rosalía le respondió bastante seria.
- Es el padre de
Edgar.
- ¿Este es el
hijo de puta que te dejó tirada?
- Otro igual…
Espera, tú, rubiales. ¿Ese es Lucas?
- ¿De qué coño
conoces a mi hijo?
Alfonso avanzó con paso decidido y le dio un empujón en el hombro a
Genaro.
- Tú, hijo de
puta. Tú fuiste el que dejaste a Gema tirada como una colilla.
- ¿Yo? Si fue
ella la que me dejó a mí y me sonsacó hasta las tripas.
- Ojalá lo
hubiera hecho… Ahora tú y Rosalía os vais a venir conmigo.
- ¿Qué dices?
No pensamos movernos de aquí.
- Como quieras…
Si no venís conmigo os mataré delante del pequeño y dulce Lucas.
O mejor, primero lo mato a él y así os hago entrar en razón.
Rosalía no se podía creer lo que les estaba pasando, pero Genaro
estaba bastante asustado y, mirándola vio que ella accedía con la
cabeza. Preferían irse por “voluntad propia” que a la fuerza y
que alguno sufriera algún daño.
Genaro salió y se puso al volante del coche mientras que Alfonso iba
de copiloto y Rosalía tenía al pequeño Lucas en brazos. Saliendo
de la ciudad, llegaron a una hacienda abandonada en las afueras.
Allí ya estaban los demás hacinados, con la moral por los suelos y
sabiendo que no podrían salir vivos de allí mientras que Navarro
tuviera una pistola en su poder.
- ¿Y cómo está
Lucas?-preguntaba Gema-.
- Está bien. Es
muy feliz con Genaro y con mi madre.
- ¿Os ha
preguntado por mí?
- Sí, alguna
que otra vez, pero no sabíamos que decirle.
Gema no soportaba la distancia que había entre su hijo y ella desde
que Alfonso la secuestrara y dejara al niño allí. Al menos sabía
que estaba en buenas manos y que su padre lo cuidaría todo lo que
pudiera y Rosalía lo trataría como un hijo propio.
Mientras tanto, Navarro no paraba de intentar sonsacar el paradero de
Jara a Ángel, pero él se mantenía callado y no decía nada,
actitud que le hacía perder los nervios a Navarro, que intentaba
mantenerse calmado para no liarse a pegar tiros a diestro y
siniestro.
Ángel había decidido ni mirarlo a la cara, porque él también se
estaba cabreando y las ganas de estrellarlo contra la pared le iban
aumentando.
Unos minutos después, Rosalía, Genaro y Lucas entraron en la casa
mientras que Alfonso los vigilaba desde atrás.
- ¡Navarro!
Aquí traigo a otros más…
En cuanto Edgar alzó la vista y vio a su madre, corrió a abrazarla
mientras que Alfonso miraba atentamente, quedándose pensativo en
cuanto los vio juntos.
- ¡Mamá!
¿Estás bien? ¿Te han hecho algo?
Y Gema hizo lo mismo con su hijo. Genaro se sorprendió al ver ese
cambio de look tan radical y le cedió a Lucas para que lo besara y
abrazara.
- ¡Lucas! Soy
mami. ¿Cómo estás cariño? ¡Cuánto has crecido!
Edgar hablaba con su madre y le contaba lo que le había hecho
Navarro, que lo conocía porque había vendido su droga durante un
tiempo para ayudarla y cómo lo había secuestrado. Alfonso se
mantenía un poco alejado, pero escuchando toda la conversación
mientras que Genaro los miraba atento, ya que no se fiaba ni un pelo
de aquel hombre.
Armándose de valentía, Alfonso se acercó e increpó a Edgar.
- Eh chaval,
aquí esos humos te los bajas, ¿te queda claro? No te quiero
escuchar rechistar ni una vez.
- ¿Y tú quién
coño te crees para decirme lo que voy a decir o no?
- ¿No te parece
suficiente con que sea tu secuestrador?
- …
- Eso, quédate
calladito, que así estás más guapo. Entonces… tú eres el hijo
de Rosalía, ¿no?
- ¿Y qué si lo
soy?
- Pues si las
cuentas no me fallan tú debes ser hijo mío.
Edgar miró sorprendido a su madre y ella, mirándolo con resignación
a la vez que con tristeza, confirmó la noticia. Odiaba que su hijo
se tuviera que enterar de quién era su padre de esa forma.
Sin poderlo evitar, Edgar miró con desprecio a aquel hombre. No se
podía creer que después de tantos años apareciera en su vida y que
encima lo tuviera secuestrado. Llenándose de ira por los
pensamientos que le recorrían su cabeza, Edgar escupió en la cara
de Alfonso, que respondió dándole un guantazo.
Y mientras tanto, Gema le explicaba a Genaro lo sucedido desde que se
fue de la casa.
- Genaro, nunca
quise abandonar a nuestro hijo. Ya sabes lo importante que es para
mí y si se quedó sólo en aquella casa fue porque Alfonso me
secuestró. Tuve la mala suerte de mudarme al barrio donde él vivía
y que comenzara a arreglarme la casa, saltó la chispa y nos
acostamos, pero una noche vino corriendo y me obligó a irme, pero
antes de coger a Lucas me dio un golpe y me dejó inconsciente. Y
desde entonces no he vuelto a saber nada de nuestro pequeño.
Genaro sabía que su ex-mujer con él no había sido buena, pero con
su hijo era completamente diferente, por eso le extrañaba tanto lo
ocurrido hasta ahora.
- A mí me
resultó raro que lo abandonases, que no te presentaras al juicio,
que no me cogieras las llamadas… Pero no tenía forma de contactar
contigo y creí que no querías saber nada de mí, cosa que
comprendería, ¿pero de Lucas? No me cuadraba…
Alfonso y Navarro se habían juntado a hablar entre ellos sobre el
siguiente paso que harían.
- Yo quiero
sonsacarle a ese tío dónde está Jara,-decía un iracundo
Navarro-, secuestrarla e irnos muy lejos, a donde no haya
extradición y donde no nos conozca nadie. Así podremos ser felices
de una vez por todas.
Estando de acuerdo con la idea de Navarro, Alfonso también tenía
planes.
- Yo quiero
estar con Gema también, aunque ella no se lo crea. Yo la quiero y
vamos a pasar toda nuestra vida juntos.
- ¿Pero qué
vamos a hacer con los demás?
- Extorsionarlos
para conseguir lo que queramos y luego los matamos. A mí me
persiguen por, supuestamente, haberte ayudado cuando tú entraste
sólo en esa casa. Y si estoy metido aquí es por tu culpa, Por eso
no quiero dejar testigos de nada.
- Yo mataré a
Ángel en cuanto me diga dónde está Jara y la tenga conmigo. No
sabes lo bien que me lo voy a pasar haciéndole sufrir.
A todo esto, Ángel hablaba con Rosalía
- ¿Tú eres la
mujer que trabaja con Horacio?
- Sí, soy su
secretaria. Tú debes ser Ángel, el chico que ayuda a Junior.
- Exactamente.
Soy amigo de Jara, que es la nueva asistenta de la casa… Por
casualidad no sabrás si está bien, ¿no?
- No sé nada,
pero me imagino que estará bien.
Jara, a punto de irse porque su jornada de trabajo estaba por
terminar, fue a ver a Junior.
- ¿Qué estás
viendo Junior?
- Nada en
especial, estaba cambiando de canal por si encuentro algo que me
guste.
Sentándose en el sofá, Jara le pidió que no cambiase de canal, que
quería escuchar las noticias.
- ¿Conoces a
ese tío?-preguntó Junior-.
- Por desgracia
sí…
- “Según nuestras
fuentes de investigación el último sitio en el que se le ha visto
ha sido entrando en la ciudad de Los Aniegos.”
- Mierda… Si
Daniel está aquí seguramente esté buscándome. Tengo que llamar a
Ángel y decirle que tenemos que irnos de aquí,-pensaba Jara un
poco asustada-.
CONTINUARÁ…
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