La tarde había llegado, y
Ángel se presentó allí muy puntual, entró y se puso a ayudar a Junior con sus
tareas. Aunque al principio se le veía nervioso, Junior lo trataba con mucha
naturalidad y eso hizo que Ángel se relajase bastante.
El pequeño de la casa le
hacía preguntas cada vez que tenía dudas y gracias a las explicaciones de su
nuevo profesor, le estaban resultando fáciles las actividades que tenía que
hacer.
Sin embargo, en la
cocina, Edgar intentaba hacer sus actividades sin mucha suerte…
Acercándose a él, Jara le
preguntó si necesitaba ayuda mientras que Ángel alzaba su mirada para mirarla
con una sonrisa tonta en la cara.
-
No Jara,
muchas gracias. Es que hay algunas cosas que se me dan peor que otras.
-
Bueno, es
normal así que no te fustigues. Todos somos buenos en algo, no lo olvides.
Siguiendo con sus tareas,
Jara limpió el baño comunitario de la planta de arriba, dejándolo como los
chorros de loro. Esa mañana había ido bien la revisión, y aunque estaba a la
espera de los resultados, el médico le había dicho que seguramente no habría
ningún problema, cosa que la dejó más tranquila.
Llamando a la puerta,
Jara le preguntó a Miriam si necesitaba algo.
-
Sí, que me
traigas el examen de historia de mañana.
-
Ay, ojalá.
Pero me da que es imposible.
-
No lo es.
Cúbreme y yo me cuelo en casa de la profesora.
-
Jajajaja,
tranquila, que lo harás muy bien. Sigue estudiando.
Cuando Junior terminó con
los deberes, fue a ponerse la tele lo más rápido que pudo, por lo que Ángel ya
estaba libre para irse a casa, sin embargo… Los quejidos de Edgar le hicieron
preocuparse.
Acercándose, miró por
encima los deberes y se quedó muy serio.
-
Con esas
respuestas no vas a conseguir que te aprueben,-comentó Ángel-.
-
Buah, lo
tengo asumido. Las matemáticas para mí son imposibles.
-
¿Me dejas que
te ayude?
Pero poniendo el brazo en
la dirección a donde estaba mirando Ángel, Edgar se negó.
-
No, gracias.
Prefiero seguir intentándolo por mi cuenta.
Sin embargo, Edgar sabía
que estaba en un callejón sin salida. Necesitaría ayuda de Ángel para poder
aprobar matemáticas, pero su orgullo a veces podía más.
Como quince minutos
después, Miriam bajó al salón.
-
¿Todavía no
has terminado los deberes?-preguntó la muchacha-.
-
No, cariño,
no…
-
¿Y por qué no
dejas que te ayude Ángel?
-
Ayyyy, está
bien, le diré que me ayude.
Levantándose de la silla,
se despidió dulcemente de Miriam y, junto con Ángel, pusieron rumbo hacia la
casa de Edgar.
De camino, una intensa
lluvia comenzó a empapar las calles y a limpiar las aceras, así que ambos
chicos apretaron el paso y llegaron rápidamente a su destino.
Abriendo la libreta de
matemáticas, Ángel comenzó a darle indicaciones a su nuevo pupilo, quien
atendía con sus cinco sentidos a los consejos de su nuevo profesor.
En cuanto comenzó a
comprenderlo, Edgar se puso a preguntar, interesándose por las matemáticas que
tenía. Ahora sí que estaba comprendiéndolas más y no como con su profesor de la
escuela.
Ángel miraba con
satisfacción a Edgar, ya que estaba tomando notas de todo, comenzaba a hacer
los ejercicios bien, se interesaba por otras formas de resolver los ejercicios…
Finalmente, Edgar terminó
sus deberes y abrazó a Ángel para darle las gracias tras pagarle lo que le
debía por una hora de clase.
Empeñándose, Edgar quiso
acompañar a Ángel hasta su casa, para que no fuera solo con esa lluvia, ya que
era nuevo en la ciudad y se podría perder fácilmente.
La conversación entre
ambos era amena y los dos se llevaban muy bien.
-
¿Y cómo ves
la ciudad?-preguntaba Edgar-.
-
Pues mucho
más grande que Twinbrook. Aquí ha sido llegar y encontrar trabajo, tanto Jara
como yo.
-
¿Y es verdad
que vivís juntos?
-
Sí, somos muy
amigos.
-
Ya, claro.
¿Sólo amigos?
-
Sí, sólo
amigos.
-
Pues qué raro
eres, perdona que te lo diga. Porque Jara es muy guapa y se nota que le gustas.
¿No te has dado cuenta de cómo te mira?
Pero justo cuando iba a
contestar, Ángel se paró en seco y vio cómo un hombre con una forma de andar
muy parecida a la de Alfonso entraba en un callejón.
Alfonso tenía una forma
de andar muy característica y, aunque ese hombre fuera rubio, le costaba creer
que alguien anduviera igual que él pero no había visto a aquel hombre de cerca,
así que, tras pensarlo unos momentos, no llamó a la policía.
Volviéndose hacia Edgar,
le imploró que volviera a casa.
-
¿Por qué?
-
Hazme caso.
Si esa persona es quien creo que es, estamos en peligro. Ve a casa, por favor.
-
¿Pero qué
pasa?
Resoplando, Ángel comenzó
a contarle al chaval lo que había pasado con Alfonso.
-
Hace un
tiempo, un tío entró en mi casa y mi padre, que en paz descanse, lo descubrió
y, llamando a la policía, lo pillaron. Pero luego la policía vio que en las
inmediaciones de la casa estaba Alfonso, un íntimo amigo de este tío. Y creo
haberlo reconocido aquí.
-
Espera, espera…
Eso es lo que salió en las noticias. ¿Ese tío está aquí?
-
Puede ser,
pero no lo sé con seguridad.
-
Vale, me
vuelvo a casa, pero tú te vienes conmigo,-le dijo Edgar-. No estás seguro aquí,
porque si te ve podría hacerte algo.
Dando media vuelta, Edgar
se encontró de frente con un viejo amigo.
-
¿A dónde te
crees que vas, enano?
-
¿Navajas?-preguntó
Edgar-.
-
¿Qué coño
haces aquí fuera?-quiso saber Ángel-.
Mirando hacia Ángel,
Navarro cambió su expresión.
-
Menudas
sorpresas te da la vida… Uno de mis vendedores junto al cabrón que quiere
quitarme a mi novia. Esto sí que no me lo esperaba.
-
¿Qué haces
aquí? La policía te pilló y te metieron entre rejas,-comentaba Ángel-.
-
Sí, es
cierto. Pero por culpa de un tecnicismo me han tenido que soltar y se han anulado
las pruebas contra mí.
-
Edgar,
¡corre!-ordenó Ángel-.
Empujando el hombro de
Navarro, Edgar echó a correr, pero éste tenía las piernas más cortas y fue
rápidamente alcanzado por un Navarro con muy malas pulgas que, dándole un golpe
seco en la nuca, lo dejó inconsciente.
Ángel corrió detrás de
Navarro y pudo ver cómo este dejaba inconsciente a Edgar, por lo que comenzó a
pegarle en la espalda a Navarro, pero, dándose la vuelta, de un solo puñetazo
lo dejó KO.
Navarro metió a ambos en
el maletero del coche de Rosalía, donde iban bastante apretados a decir verdad.
Después, y tras hacerle un puente al coche, arrancó y condujo llevándoselos de
allí…
Y en ese mismo instante,
en la casa donde tenían secuestrada a Gema, los hombres veían la tele mientras
ella fregaba los platos.
-
Ushtu, tengo
frío con esta ropa y el agua está congelada…-comentó tiritando la muchacha-.
-
Te
jodes,-dijo soltando una carcajada-.
Minutos más tarde,
apareció Navarro entrando por la puerta.
-
Ya he llegado
y no sabéis lo que me ha pasado…,-decía Navarro justo cuando vio a Gema-. Eh,
¿quién eres tú preciosa?
-
Creía que no
llegarías nunca. ¿Te han seguido?-preguntó Alfonso-.
Pero Navarro estaba con
la cabeza en otra cosa justo en ese momento.
-
Entonces tú
eres la famosa novia de mi gran amigo Alfonso… Ya veo que no tiene mal gusto a
la hora de elegir a las hembras.
-
¿Hembras? ¿Te
crees que estamos en el campo?-dijo ella con tono cortante-.
Navarro, sorprendiéndose
por la contestación, la miró de arriba abajo y sonrió levemente.
-
Tienes
carácter… Me gustas. Tú y yo vamos a llevarnos muuuuuy bien.
-
Ni lo sueñes
cara de cráter.
Y sin pensárselo dos
veces, Navarro agarró ambos brazos femeninos y unió su boca a la de ella, pese
a los nefastos intentos de Gema de intentar zafarse de él.
Levantándose del sofá,
Alfonso se acercó a ambos.
-
¡Navarro! ¿Te
han seguido o no?
-
Que no, coño.
Pero a ti te han reconocido.
-
¿A mí?
¿Quién?
-
El puto
Ángel, ese hijo de perra…
-
Espera, ¿el
que te quitó a tu novia está aquí en la ciudad?
-
¡Sí! Y no me
lo recuerdes. Pero no hay de qué preocuparse, lo tengo a él y a otro más en el
maletero.
-
Joder
Navarro… La que has liado en un momento.
-
¿Liarla yo?
Anda y ve al coche, en el asiento del copiloto hay una mochila con ropa,
pelucas y zapatos nuevos. Ve y cámbiate.
-
Voy ahora
mismo.
-
Por
cierto,-dijo Navarro antes de que Alfonso se fuera-, ¿qué hacemos con ese?
-
Ah pues…
Acaba con él. Luego iré a ver si has dejado alguna prueba del secuestro por
allí.
En cuanto Alfonso se fue,
Navarro agarró con su mano izquierda a Gema y, sacando una pistola con
silenciador del pantalón, apuntó con su mano derecha y pum. Disparó a la cabeza
de Ushtu, dejando toda la pared llena de salpicones de sangre…
CONTINUARÁ…
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