Esa misma tarde, Jara fue
a casa de los Tomillo para la entrevista y allí estaban Horacio y Samanta.
-
Entonces,-preguntaba
Samanta-, ¿qué tipo de experiencia tienes?
-
Verá, estuve
varios años trabajando en casa de un señor, cuidándolo y ayudándolo en sus
quehaceres diarios. Aparte de eso, me dedicaba a limpiar la casa, hacer la
comida cuando fuera necesario, e incluso me quedaba alguna noche también.
-
Vaya, se ve
que has trabajado mucho. ¿Y por qué decidiste irte de allí?
Jara bajó la mirada un
poco y, tras unos breves segundos, contestó.
-
Por
fallecimiento. Aquel hombre murió y entonces su hijo y yo decidimos venir aquí
a buscarnos la vida en la ciudad, ya que en Twinbrook está todo prácticamente
muerto.
-
Vaya, lo
siento mucho,-comentaron ambos-.
-
No pasa nada.
Es algo que hay que superar.
Mirándose un momento
entre ellos, Horacio y Samanta estaban de acuerdo con la decisión.
-
Bien, mi
esposa y yo creemos que eres la persona idónea para cubrir el puesto.
-
¿De verdad?
Muchísimas gracias…
-
No hay de
qué, mujer,-comentó Samanta-. Se te ve una chica muy preparada y dispuesta. ¿Te
gustaría empezar mañana?
-
O ahora
mismo, como prefiráis.
-
Bueno…
Nosotros ya hemos comido, ¿y tú?-preguntó la mujer de la casa-.
-
Sí, gracias.
-
Venga va, si
quieres comienza hoy. Lo que pasa es que vas a tener que irte a comprar el
uniforme.
-
No hay
problema. Díganme dónde es y ahora mismo iré.
Tras darle el dinero y
las explicaciones pertinentes, Jara salió contenta y con paso decidido hacia la
tienda ante la atenta mirada de los padres de familia.
En cuanto la puerta se
cerró, Horacio se giró hacia Samanta.
-
Cariño, ¿no
te recuerda Jara a Rosalía?
-
¿A Rosalía?
Estás loco.
-
Cielo, mírala
bien la próxima vez. Se parecen mucho…
-
Horacio, las
dos son sudamericanas y tienen un color de piel parecido, pero eso es todo.
Pero Horacio seguía
creyendo que ambas mujeres debían ser de la misma familia.
-
¿Y qué vas a
hacer?-preguntaba Samanta-. ¿Ir a Rosalía y preguntarle si tiene una hermana,
sobrina o alguna prima de las que no nos haya hablado?
-
Ya, pero…
-
Déjalo
Horacio, de verdad. ¿Qué importa eso ahora?
-
Sí, tienes
razón Samanta.
Nada más volver, Jara se
colocó el uniforme y se puso manos a la obra. Se notaba que ellos habían
limpiado un poco, pero ahora Jara le sacaría brillo a cada objeto o suelo de la
casa.
A todo esto, en el
autobús del colegio, la clase de Edgar venía del instituto y una compañera de
clase se había sentado a su lado.
-
Venga, dame
un poco vamos. Te pagaré el doble.
-
Chung, ¿cómo
te lo tengo que decir? Ya no vendo nada. No tengo mercancía de ningún tipo,
déjame en paz.
Edgar había quedado con
Miriam para hacer los deberes juntos, así que fue directamente a casa de ella a
esperarla en la puerta, ya que la clase de su novia se había ido de excusión a
un parque nacional. Pero Chung continuaba buscando a Edgar.
-
Mira Chung,
te voy a dejar las cosas muy claritas para que las entiendas muy bien. No tengo
droga, no vendo y tampoco voy a volver a vender más mierda de esa. Estoy
completamente limpio así que si quieres colocarte búscate a otro porque de mí
no vas a conseguir absolutamente nada. ¿Te queda claro?
Llegando en ese momento
Miriam, escuchó las últimas palabras de Edgar y, frunciendo el ceño, se acercó
a ambos.
-
¿Qué está
pasando aquí?
-
Nada,-contestó
Edgar-, que se cree aquí la colega que sigo vendiendo…
Girándose hacia Miriam,
la muchacha la miró y vio cómo la despedía con la mano.
-
Venga, vete a
tu casa Chung. Y que no te vuelva a ver acosando a mi novio, ¿vale?
Y ya, una vez solos, la
pareja pudo besarse en condiciones.
-
Te he echado
de menos, Edgar. Menudo asco que vuestra clase no pudiera venir a la excursión
por culpa del castigo colectivo.
-
Ya, si Peláez
se hubiera estado quietecito, hoy habríamos ido con vosotros.
Entrando en la casa,
Junior vio como su padre se acababa de levantar del sillón.
-
Hola papi.
¿Vuelves al trabajo?
-
Sí hijo, qué
remedio… ¿Qué tal en el cole?
-
Pues bien, como
siempre.
Acercándose el uno al
otro, padre e hijo se fundieron en un abrazo ante la atenta mirada de su madre.
-
Pórtate bien
y hazle caso a mamá en todo, ¿vale?
-
Sí papá, y tú
mete a muchos malos en la cárcel.
-
Cariño, eso
es trabajo de la policía. Yo me dedico a defender a las personas.
-
Ya, pero si
defiendes a uno, los otros se pueden ir a la cárcel, ¿no?
-
Visto así…
Tienes parte de razón, sí.
Al ir hacia la puerta vio
cómo su hija y Edgar entraban.
-
Hola
papá,-saludó Miriam-.
-
Hola hija,
hola Edgar, ¿cómo estáis?
-
Bien,-contestó
el chico-, con una montaña de deberes.
-
Pues entonces
será mejor que comencéis pronto. ¿Sabe tu madre que estás aquí?
-
No, se lo
dije a Genaro en casa, pero ya que la vas a ver ahora, si no te importa
decírselo…
-
Ningún
problema hijo. Venga, portaos bien y haced los deberes, ¿vale?
Justo iba a irse Horacio
cuando Jara le avisó de que ya había terminado con las tareas de ese día.
-
Vaya, menuda
eficacia Jara.
-
Gracias
señor. ¿Desea que haga algo más?
-
Sí, que no me
llames señor, que me haces más viejo de lo que ya soy jajaja. Llámame Horacio,
no hay problema.
-
¿Es la nueva
asistenta?-preguntó Miriam-.
-
Sí, se llama
Jara y estará aquí con nosotros a partir de ahora.
Junior estaba un poco
agobiado con los exámenes y los deberes, por lo que se lo estaba diciendo a su
madre.
-
Mami, es que
ya son ejercicios muy complicados y hay algunos que no puedo hacerlos yo sólo.
Y como no los hago, me ponen malas notas y no quiero suspender mami…
Pero Samanta estaba
tranquila.
-
No te
preocupes mi vida. Papá y yo te pondremos un profesor particular para que te
ayude en tus tareas y en los estudios.
-
¿De verdad?
¿No estás enfadada conmigo?
-
¿Por qué
debería enfadarme? Has hecho bien en acudir a mí y pedirme ayuda. Tú estate
tranquilo que mañana mismo tendrás la ayuda que necesitas.
Viendo que Jara se iba
hacia la puerta, Samanta se levantó y corrió en su busca.
-
¡Jara! Un
momento por favor, no te vayas.
-
Sí, ¿qué pasa
Samanta?
Recobrando el aliento,
Samanta le preguntó algo a Jara.
-
Sé que eres
nueva aquí, pero… ¿Conoces a alguien que pueda ayudarle a mi hijo en los
estudios? ¿Tal vez tu novio?
-
¿Novio?
-
¿Tú no me
dijiste antes que te habías venido aquí con el hijo del señor que cuidabas?
-
Sí, pero ese
no es mi novio.
-
Ah, perdóname
hija. Creí que al haberos mudado juntos erais novios.
-
No, qué va
jeje.
-
Entonces, ¿tú
crees que él podría ayudar a mi hijo? Es que necesita ayuda urgente.
Jara sonrió afablemente y
contestó.
-
Es la persona
idónea para el trabajo. Fue universitario y tiene muchos más estudios que yo,
así que si hay alguien que pueda ayudar a tu hijo, es Ángel.
-
Vale, pues
dile cuando llegues a casa que me llame, ¿vale? No le voy a hacer ninguna
entrevista, pero es para comentarle qué asignaturas le impartirá y para que se
prepare las cosas.
-
Estupendo. Yo
se lo diré.
-
Confío en que
será un buen trabajador.
-
No hay nadie
mejor que él. Me ha ayudado infinidad de veces, la mayoría sin yo pedírselo. Es
muy atento y ordenado con sus cosas…
-
Disculpa que
me meta en tus cosas pero… ¿Seguro que no hay nada entre vosotros? Por la forma
de describírmelo, parece que sientes algo por él…
A la mañana siguiente,
Jara se levantó más tarde porque tenía revisión en el médico e iría a trabajar
por la tarde. Cuando salió del dormitorio, vio a Ángel preparando el desayuno.
-
Buenos días
madrugador.
-
Buenos días
Jara. ¿Has dormido bien?
-
Como un bebé,
¿y tú?
-
Un poco mal.
Estoy nervioso por lo de esta tarde.
Jara, sonriendo a Ángel,
comenzó a tranquilizarlo.
-
No te
preocupes porque va a salir todo muy bien. Son gente encantadora y parecen muy
buenos.
-
¿Y tú crees
que yo lo haré bien?
-
Ya hablaste
con ella ayer, así que no te preocupes que lo tienes todo muy bien preparado y
son asignaturas fáciles.
Terminando de cocinar,
Ángel le preguntó cuántos gofres quería Jara, por lo que sacó un par de platos
y sirvió el desayuno para cada uno.
Sonriendo, Jara probó el
primer bocado.
-
Están muy
ricos estos gofres. Cada día cocinas mejor, ¿eh?
-
Muchas
gracias Jara. La verdad es que no se me da mal del todo, al fin y al cabo…
-
Vaya, eso
parece. Como se te dé así de bien todo… La chica con la que acabes será muy
feliz.
-
Oh bueno,
también tengo mi temperamento, no te creas.
Ambos siguieron hablando
y comentando, pero a Ángel se le notaba un poco despistado, como en las nubes y
eso Jara lo estaba notando, por eso él cambió de tema.
-
Bueno, ¿y de
qué se trata la revisión de hoy?
-
Va a ser un
chequeo completo, que hace mucho tiempo que no me hago uno y al estar en otra
ciudad quiero estar segura de todo.
-
Ah bien, o
sea, que el médico tendrá que hurgar ahí abajo, ¿verdad?
-
Supongo…
-
Uh, pues
espero que no tengas nada, porque si no van a tener que meterte un tubo muy
largo y dicen que no es muy agradable.
Levantándose, Jara puso
mala cara mientras miraba a Ángel.
-
¡No me digas
esas cosas! Que me dan miedo los médicos.
-
Jajajajaja,
no te preocupes mujer. Mira, te acompañaré para que te sientas más segura.
Anda, ve a cambiarte mientras tanto.
Sentándose en el sofá,
Ángel no paraba de pensar en el comentario de Jara. Eso de que le dijera que la
chica que acaba con él sería muy feliz después de soltarle que si todo lo hacía
así de bien lo había dejado descolocado. ¿Le habría lanzado alguna indirecta?
Porque eso parecía…
CONTINUARÁ…
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