Cuando Genaro entró, el
abogado se le presentó formalmente y le pidió que tomara asiento y comenzaron a
hablar de su caso.
-
Le voy a ser
sincero señor Huertas,-decía el abogado-, su caso es complicado, ya que no me
consta que tenga trabajo y sus ingresos no son suficientes para pagar la
hipoteca de la casa que comparte con su todavía esposa. Por otra parte, sé que
ella va a pedir la custodia total de vuestro hijo en común y hay un alto
porcentaje en el que las madres se llevan la completa custodia de sus hijos.
-
¿Y qué
haremos señor Posada?
-
No se
preocupe, voy a trabajar al máximo y a poner todos mis esfuerzos en este caso.
Conseguiré que tenga un trabajo y que el juez le conceda la custodia
compartida.
José Luis Posada era un
abogado de oficio, pero conocido por ser uno de los mejores y si ahora
representaba a Genaro, tendría muchísimas más posibilidades de conseguir lo que
él deseaba.
-
Lo único que
deseo es poder tener a mi hijo cerca. La casa no la puedo pagar y se la quedará
ella, yo no la quiero. Me iré a una casa diferente, eso es lo de menos. Pero
quiero ver a mi hijo casi todos los días si pudiera ser posible.
-
Tranquilo.
Vamos a conseguir lo que desee. Confíe en mí. Ganaremos.
Y el tiempo fue pasando y
los abogados de cada uno jugaron sus cartas y, cuando habían pasado dos meses
desde que José Luis comenzara a representar a Genaro, la situación para él
había mejorado considerablemente. Fue contratado en el supermercado como
reponedor y cajero gracias a que el gerente era primo del abogado, cobrando
algo más que el sueldo base. Pero Gema no podía soportar saber que tenía una
leve oportunidad de perder, así que, mirando el nombre del abogado de su
marido, se dirigió al despacho de éste, bastante temprano por la mañana, para
mantener una conversación.
Llamando a la puerta,
entró y se lo encontró tecleando en el ordenador.
-
Un momento
señorita. Ahora la atenderé.
Tras unos instantes,
cuando José Luis alzó la vista y pudo ver bien quién era, se extrañó mucho.
-
Señora Huertas,
¿qué está haciendo aquí? Soy el abogado de su marido…
-
Lo sé, por
eso quiero hablar contigo, ¿te puedo tutear?
-
Bueno… Sí.
Dígame.
-
Llámame Gema…
Verás, he descubierto algo de mi marido que no le conviene y que le hará perder
el caso y vengo a avisarle y a prevenirle…
-
¿A qué se
refiere?
-
Hace un mes
descubrí que mi todavía marido tiene una aventura con la criada de mi casa
desde hace bastante tiempo, poco antes de pedirle el divorcio a él… Por lo que
ha tenido idas y venidas continuas, abandonando el hogar en momentos claves,
como la hora de comer, la noche… Despreocupándose de nuestro hijo
constantemente.
-
Señorita, no
tiene que venir a contarme sus cosas. No sé a qué viene todo esto.
-
Vengo aquí
porque sé que eres un abogado muy bueno y… El mío es muy viejo y no hace
demasiado bien su trabajo.
-
No diga eso,
el señor Domínguez tiene una trayectoria intachable y se merece mucho respeto.
-
Pero… Yo
había pensado en que si lo contrato y me defiende a mí, ganaría el caso y
alzaría su caché…
-
No pienso
hacer eso señorita. Si es tan amable, le acompañaré a la puerta.
Gema, levantándose del
asiento, se colocó encima de la mesa, acercándose peligrosamente a la cara del
abogado…
-
¿No hay
ninguna manera de convencerle? Puedo ser muy, pero que muy agradecida…
-
Señorita, por
favor… Mantenga las distancias…
-
Uy, le noto
tenso, señor abogado… ¿Le desabrocho la corbata?
Y unos minutos después,
ambos gozaban de un sesión de sexo dura y pasional en el cuarto trasero del
despacho del abogado.
-
Joder, joder…
Hijo de puta. Me tienes como una perra… Sigue, fóllame cabrón.
-
Estás muy
rica, me tienes a tope.
-
¿Te gusta
cómo te follo?-preguntó ella con voz caprichosa-.
-
Me encanta…
-
Pues túmbate
bocarriba, que te voy a mover las caderas como nunca antes te las habían
movido…
Mientras tanto, en casa
de los Tomillo, Horacio iba a irse al trabajo cuando vio a su mujer leyendo y
quiso hablar un momento con ella.
-
Cariño,
¿puedo hablar contigo un momento?
-
Sí claro,
¿qué ocurre?
Soltando el libro,
Samanta comenzó a escuchar atentamente a su marido.
-
¿Te acuerdas
de Gema? La chica que está en la puerta del bufete indicando a qué planta deben
ir los clientes y tal.
-
Sí, como para
no acordarme. No me gusta nada esa chica, pero ¿qué pasa con ella?
-
Ya te he
comentado varias veces que cuando habla conmigo la noto extraña, como muy
coqueta, se atusa mucho el pelo, me dice cosas con doble sentido… Y no sé qué
hacer con ella, porque me consta que es una mujer casada y tiene un hijo
pequeño, pero estoy harto de sus salidas de tono.
-
¿Y por qué no
le das un ultimátum? Dile que deje de tratarte así o la despides.
-
¿Tú crees?
Porque no quiero buscarle la ruina a nadie por mi culpa.
Horacio se sentía
bastante confuso sobre la decisión que debía tomar.
-
Cariño, si
ella te trata así es porque quiere meterte en su cama y eso no lo voy a
permitir. Es que le arranco los pelos.
-
No cielo, no
hará falta porque no llegará a esos extremos. He estado pensando que como ahora
no tengo secretaria personal, tal vez quiera conseguir un ascenso a través de
mi cama… Pero se me hace raro pensar que esa chica pudiera hacer eso con tal de
ascender en el trabajo.
-
Ay Horacio,
nunca desprecies las armas que una mujer pueda utilizar…
-
Bueno…
Entonces, ¿qué hago? Estoy indeciso.
-
Permanece
atento y si ves alguna salida de tono más, la despides. Ya se lo has avisado en
más de una ocasión, ¿no? Pues ella sabrá lo que hace con su vida.
Dándole las gracias,
Horacio se fue al trabajo y cuando llegó, se encontró a Gema sentada por
primera vez desde que estaba trabajando allí.
-
Buenos días
Gema.
-
¡Señor Tomillo!
Uy perdóneme, me ha encontrado sentada… Qué vergüenza. Lo siento, lo siento
mucho.
Gema se levantó como si
tuviera un resorte y comenzó a disculparse con Horacio una y otra vez.
-
No pasa nada.
Somos humanos y también merecemos un descanso. ¿Va todo bien?
-
Bueno, las
cosas no van bien por casa y estoy en trámites de divorcio con mi marido,
luchando por la custodia… Pero esta mañana parece que se ha solucionado todo.
Si es que hablando se entiende la gente, ¿cierto?
-
Tienes toda
la razón. Bueno, voy a…
-
Pero, de
verdad, perdóneme de nuevo por estar sentada. Es que he tenido una mañana muy
movidita y me duele todo el cuerpo, ya sé que eso no es excusa porque mi
trabajo es estar de pie atendiendo a la gente y poniendo buena cara, pero es
que… Ay, siento estar contándole mis cosas cuando seguramente a usted ni le
importe lo que hago o dejo de hacer pero es que…
Horacio se sentía
atropellado con Gema. Tantas palabras en tan poco tiempo y sin dejarle tiempo a
contestar lo agobiaban bastante.
-
Señorita,
cálmese que no pasa nada.
-
Sí que pasa
porque yo estoy contándole mi vida cuando usted seguro que tiene una mucho más
dura y encima ahora que no tiene secretaria se tiene que hacer un lío bastante
importante y no encuentra a nadie para el puesto por lo que tiene que estar muy
ocupado y yo estoy aquí entreteniéndole así que lo siento mucho de verdad,
perdóneme.
-
Gema,
señorita… No se preocupe.
-
Qué bueno es
usted, siempre tan compasivo y tan bueno, por eso me gustaría ser su secretaria
personal, porque así le compensaría todo lo que ha hecho usted por mí.
-
Bueno…
Y sin dejarle tiempo a
decir más que “bueno…”, Gema se abalanzó a la boca de Horacio, besándolo
fuertemente.
-
Gracias,
muchas gracias. Estoy segura de que no se va a arrepentir nunca conmigo.
Pero en cuanto pudo separarse,
Horacio comenzó a gritarle por primera vez en todo ese tiempo.
-
¡¿Está usted
loca?! ¿Quién se ha creído que es para besarme? ¡Soy un hombre felizmente
casado! Y no la quiero volver a ver nunca más ni aquí, ni en mi despacho como
secretaria, por supuesto. ¡Está despedida!
-
¡No puede
hacerme esto!
-
Sí puedo y lo
he hecho, así que váyase del edificio ahora mismo.
Gema siguió a Horacio
hasta el ascensor y subió con él, rogándole que le devolviera el puesto de
trabajo, pero él permanecía callado y sin decir ni una sola palabra más.
-
Por favor,
perdóneme señor Tomillo. ¡Perdóneme!
Y justamente en esa misma
planta, en una habitación contigua, se encontraba Genaro hablando con su
abogado, quien tenía malas noticias…
-
Siento
comunicarle que va a tener que buscarse otro abogado, señor Tomillo.
-
¿Por qué?
¿Qué ha ocurrido?
-
He sabido que
usted mantiene una aventura con su criada, Rosalía Puche y no me lo había
comunicado.
-
No creí que
fuera importante para el tema de la custodia de mi hijo.
-
Lo es y
mucho, por lo que no ha confiado usted plenamente en mí, así que yo no puedo
defender a una persona que no es completamente sincera conmigo. Lo siento
mucho.
Genaro estaba extrañado
del cambio tan brusco que había dado su abogado…
-
¿Y qué puedo
hacer ahora?
-
No es mi
problema. Si no puede pagarse un abogado, búsquese uno de oficio…
Haciendo de tripas
corazón, salió del despacho y se encontró con Gema, saludándola con la sonrisa
más falsa que pudo.
-
Hombre, ¿de
tu reunión con tu abogado?-preguntó ella-.
-
Sí y todo va
de rechupete. Nos veremos las caras muy pronto en los juzgados.
-
Uy, de eso no
tengo duda. Yo también he tenido una reunión con mi abogado esta mañana y ha
sido… Gratificante y satisfactoria.
Pero cuando Genaro se
montó en el ascensor, la expresión femenina cambió. Acababa de quedarse sin
trabajo, pero al haberse acostado con el ex-abogado de Genaro, sabía que
tendría todas las papeletas para ganar y conseguir todo lo que pedía.
Fuera de la ciudad, en
Twinbrook, Ángel se encontraba arreglando una lavadora en casa de Alfonso
quien, sorprendentemente, le había pagado y encima por adelantado. Ángel estaba
encantado, pero muy extrañado, ya que apenas había podido reconocer a Alfonso
después de estar dos meses completamente desaparecido. No había hecho otra cosa
que estar en casa y, menudo cambio le había dado.
Tras el rechazo de Sugar,
Alfonso supo que su vida se estaba yendo al garete. Había perdido el norte y no
quería eso, por lo que retomó su vieja profesión a la que había abandonado
completamente: reformador. Y comenzó en su propia casa, limpiando y aclarando las
paredes exteriores, el suelo, barnizando las puertas…
De repente, el móvil de
Alfonso suena y era Navarro quien lo llamaba.
-
Daniel, dime.
-
Tengo que
contarte algo muy muy fuerte…
-
¿Qué pasa?
-
¡Acabo de
comprarme mi nueva casa! ¡Ven a verla, tío!
Navarro estaba
completamente emocionado mientras hablaba con Alfonso desde el exterior de su
nueva casa.
-
¡Acabo de
comprarme mi nueva casa! ¡Ven a verla, tío!
-
¿Dónde está?
-
Ahora te paso
la ubicación por WhatsApp y vienes.
Saliendo de casa, Alfonso fue a preguntarle a Ángel cómo le iba con la
lavadora.
-
Le queda
poco, pero te saldría más barato comprar una nueva y jubilar a esta pobre.
-
¿Tú crees? Es
muy vieja ya, y por mucho que la he limpiado no se le van las manchas que
tiene.
-
Por eso te
digo Alfonso.
Ángel se incorporó y
habló cara a cara con Alfonso.
-
Pues tendré
que mirar una nueva… ¿Tú cual me recomiendas?
-
Hay un nuevo
modelo que he visto por la tele y tiene buena pinta, pero es algo cara… No sé
si podrás permitírtela.
-
Sí, no te
preocupes. Se lo pediré a Navarro si no me llega.
-
Ah… Sí bueno…
-
No te gusta
ni un pelo Navarro, ¿eh?
-
No, a ver, es
que…
-
Lo que te
pasa a ti es que te gusta su exnovia y como él todavía sigue molestándola te
jode, ¿cierto?
-
¡Oye! Que a
mí no me gusta nadie.
-
Ya claro, a
otro perro con ese hueso… Bueno, me voy. Justamente me acaba de llamar Navarro
que se ha comprado una nueva casa. Le daré saludos de tu parte.
En cuanto llegó a la dirección
que Navarro le había mandado, se encontró con el nuevo propietario en la
entrada del solar.
-
¿Qué te
parece tío?
-
Es una puta
mansión. Cómo se nota que te va bien en el negocio… Pero ten cuidado que la
policía puede echarle el ojo rápido.
-
No te preocupes,
que hay policías metidos en esto también, así que está todo controlado. Ellos
no me miran y yo tampoco a ellos. Fácil. ¡Ah! Y tengo una sorpresa para ti,
querido Alfonso.
-
¿Para mí?
Y llevándole a un lateral
de la casa, le enseñó una moto que estaba ahí aparcada.
-
¿Te
gusta?-preguntó Navarro-.
-
¿Gustarme? Es
una Rustang 541 del 83 y está nueva…
-
Pues es tuya.
-
¿Mía?
-
Sí. La moto
de tus sueños para mi mejor amigo.
Sin poderlo evitar,
Alfonso abrazó a Navarro sin parar de darle las gracias una y otra vez.
-
No deberías
haberte gastado tanto dinero en mí.
-
No digas
tonterías, si lo que me ha costado no es ni la mitad de lo que gané sólo
anoche. Anda hombre… Además, ahora que has cambiado tanto no te viene mal tener
un medio de transporte con el que poder moverte por la ciudad.
Sí que era verdad,
Alfonso había cambiado completamente. Ahora se afeitaba diariamente, se
duchaba, hacía ejercicio y comía sano, la mayoría de las veces. Había comenzado
a promocionarse como restaurador de hogares y le había salido un par de
trabajos…
Entrando en la casa,
Navarro se la enseñó.
-
Hay que
cambiarle un par de cosas que no me gustan, pero para eso te tengo a ti, para
que me la dejes a mi gusto, ¿cierto?-preguntó Navarro-.
-
Eso está
hecho colega.
Alfonso miraba la casa
con buenos ojos y no paraba de pensar en su moto nueva. Era suya y ahora no
tendría que ir andando a todos sitios, pero no dejaría de hacer ejercicio si no
quería recuperar los 16 kilos que había perdido. La vida, por fin, le comenzaba
a sonreír…
CONTINUARÁ…
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