lunes, 1 de octubre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 5


Cuando Genaro entró, el abogado se le presentó formalmente y le pidió que tomara asiento y comenzaron a hablar de su caso.
-          Le voy a ser sincero señor Huertas,-decía el abogado-, su caso es complicado, ya que no me consta que tenga trabajo y sus ingresos no son suficientes para pagar la hipoteca de la casa que comparte con su todavía esposa. Por otra parte, sé que ella va a pedir la custodia total de vuestro hijo en común y hay un alto porcentaje en el que las madres se llevan la completa custodia de sus hijos.
-          ¿Y qué haremos señor Posada?
-          No se preocupe, voy a trabajar al máximo y a poner todos mis esfuerzos en este caso. Conseguiré que tenga un trabajo y que el juez le conceda la custodia compartida.




José Luis Posada era un abogado de oficio, pero conocido por ser uno de los mejores y si ahora representaba a Genaro, tendría muchísimas más posibilidades de conseguir lo que él deseaba.
-          Lo único que deseo es poder tener a mi hijo cerca. La casa no la puedo pagar y se la quedará ella, yo no la quiero. Me iré a una casa diferente, eso es lo de menos. Pero quiero ver a mi hijo casi todos los días si pudiera ser posible.
-          Tranquilo. Vamos a conseguir lo que desee. Confíe en mí. Ganaremos.




Y el tiempo fue pasando y los abogados de cada uno jugaron sus cartas y, cuando habían pasado dos meses desde que José Luis comenzara a representar a Genaro, la situación para él había mejorado considerablemente. Fue contratado en el supermercado como reponedor y cajero gracias a que el gerente era primo del abogado, cobrando algo más que el sueldo base. Pero Gema no podía soportar saber que tenía una leve oportunidad de perder, así que, mirando el nombre del abogado de su marido, se dirigió al despacho de éste, bastante temprano por la mañana, para mantener una conversación.




Llamando a la puerta, entró y se lo encontró tecleando en el ordenador.
-          Un momento señorita. Ahora la atenderé.




Tras unos instantes, cuando José Luis alzó la vista y pudo ver bien quién era, se extrañó mucho.
-          Señora Huertas, ¿qué está haciendo aquí? Soy el abogado de su marido…
-          Lo sé, por eso quiero hablar contigo, ¿te puedo tutear?
-          Bueno… Sí. Dígame.
-          Llámame Gema… Verás, he descubierto algo de mi marido que no le conviene y que le hará perder el caso y vengo a avisarle y a prevenirle…
-          ¿A qué se refiere?
-          Hace un mes descubrí que mi todavía marido tiene una aventura con la criada de mi casa desde hace bastante tiempo, poco antes de pedirle el divorcio a él… Por lo que ha tenido idas y venidas continuas, abandonando el hogar en momentos claves, como la hora de comer, la noche… Despreocupándose de nuestro hijo constantemente.
-          Señorita, no tiene que venir a contarme sus cosas. No sé a qué viene todo esto.
-          Vengo aquí porque sé que eres un abogado muy bueno y… El mío es muy viejo y no hace demasiado bien su trabajo.
-          No diga eso, el señor Domínguez tiene una trayectoria intachable y se merece mucho respeto.
-          Pero… Yo había pensado en que si lo contrato y me defiende a mí, ganaría el caso y alzaría su caché…
-          No pienso hacer eso señorita. Si es tan amable, le acompañaré a la puerta.




Gema, levantándose del asiento, se colocó encima de la mesa, acercándose peligrosamente a la cara del abogado…
-          ¿No hay ninguna manera de convencerle? Puedo ser muy, pero que muy agradecida…
-          Señorita, por favor… Mantenga las distancias…
-          Uy, le noto tenso, señor abogado… ¿Le desabrocho la corbata?




Y unos minutos después, ambos gozaban de un sesión de sexo dura y pasional en el cuarto trasero del despacho del abogado.
-          Joder, joder… Hijo de puta. Me tienes como una perra… Sigue, fóllame cabrón.
-          Estás muy rica, me tienes a tope.
-          ¿Te gusta cómo te follo?-preguntó ella con voz caprichosa-.
-          Me encanta…
-          Pues túmbate bocarriba, que te voy a mover las caderas como nunca antes te las habían movido…




Mientras tanto, en casa de los Tomillo, Horacio iba a irse al trabajo cuando vio a su mujer leyendo y quiso hablar un momento con ella.
-          Cariño, ¿puedo hablar contigo un momento?
-          Sí claro, ¿qué ocurre?




Soltando el libro, Samanta comenzó a escuchar atentamente a su marido.
-          ¿Te acuerdas de Gema? La chica que está en la puerta del bufete indicando a qué planta deben ir los clientes y tal.
-          Sí, como para no acordarme. No me gusta nada esa chica, pero ¿qué pasa con ella?
-          Ya te he comentado varias veces que cuando habla conmigo la noto extraña, como muy coqueta, se atusa mucho el pelo, me dice cosas con doble sentido… Y no sé qué hacer con ella, porque me consta que es una mujer casada y tiene un hijo pequeño, pero estoy harto de sus salidas de tono.
-          ¿Y por qué no le das un ultimátum? Dile que deje de tratarte así o la despides.
-          ¿Tú crees? Porque no quiero buscarle la ruina a nadie por mi culpa.




Horacio se sentía bastante confuso sobre la decisión que debía tomar.
-          Cariño, si ella te trata así es porque quiere meterte en su cama y eso no lo voy a permitir. Es que le arranco los pelos.
-          No cielo, no hará falta porque no llegará a esos extremos. He estado pensando que como ahora no tengo secretaria personal, tal vez quiera conseguir un ascenso a través de mi cama… Pero se me hace raro pensar que esa chica pudiera hacer eso con tal de ascender en el trabajo.
-          Ay Horacio, nunca desprecies las armas que una mujer pueda utilizar…
-          Bueno… Entonces, ¿qué hago? Estoy indeciso.
-          Permanece atento y si ves alguna salida de tono más, la despides. Ya se lo has avisado en más de una ocasión, ¿no? Pues ella sabrá lo que hace con su vida.




Dándole las gracias, Horacio se fue al trabajo y cuando llegó, se encontró a Gema sentada por primera vez desde que estaba trabajando allí.
-          Buenos días Gema.
-          ¡Señor Tomillo! Uy perdóneme, me ha encontrado sentada… Qué vergüenza. Lo siento, lo siento mucho.




Gema se levantó como si tuviera un resorte y comenzó a disculparse con Horacio una y otra vez.
-          No pasa nada. Somos humanos y también merecemos un descanso. ¿Va todo bien?
-          Bueno, las cosas no van bien por casa y estoy en trámites de divorcio con mi marido, luchando por la custodia… Pero esta mañana parece que se ha solucionado todo. Si es que hablando se entiende la gente, ¿cierto?
-          Tienes toda la razón. Bueno, voy a…
-          Pero, de verdad, perdóneme de nuevo por estar sentada. Es que he tenido una mañana muy movidita y me duele todo el cuerpo, ya sé que eso no es excusa porque mi trabajo es estar de pie atendiendo a la gente y poniendo buena cara, pero es que… Ay, siento estar contándole mis cosas cuando seguramente a usted ni le importe lo que hago o dejo de hacer pero es que…




Horacio se sentía atropellado con Gema. Tantas palabras en tan poco tiempo y sin dejarle tiempo a contestar lo agobiaban bastante.
-          Señorita, cálmese que no pasa nada.
-          Sí que pasa porque yo estoy contándole mi vida cuando usted seguro que tiene una mucho más dura y encima ahora que no tiene secretaria se tiene que hacer un lío bastante importante y no encuentra a nadie para el puesto por lo que tiene que estar muy ocupado y yo estoy aquí entreteniéndole así que lo siento mucho de verdad, perdóneme.
-          Gema, señorita… No se preocupe.
-          Qué bueno es usted, siempre tan compasivo y tan bueno, por eso me gustaría ser su secretaria personal, porque así le compensaría todo lo que ha hecho usted por mí.
-          Bueno…




Y sin dejarle tiempo a decir más que “bueno…”, Gema se abalanzó a la boca de Horacio, besándolo fuertemente.
-          Gracias, muchas gracias. Estoy segura de que no se va a arrepentir nunca conmigo.




Pero en cuanto pudo separarse, Horacio comenzó a gritarle por primera vez en todo ese tiempo.
-          ¡¿Está usted loca?! ¿Quién se ha creído que es para besarme? ¡Soy un hombre felizmente casado! Y no la quiero volver a ver nunca más ni aquí, ni en mi despacho como secretaria, por supuesto. ¡Está despedida!
-          ¡No puede hacerme esto!
-          Sí puedo y lo he hecho, así que váyase del edificio ahora mismo.




Gema siguió a Horacio hasta el ascensor y subió con él, rogándole que le devolviera el puesto de trabajo, pero él permanecía callado y sin decir ni una sola palabra más.
-          Por favor, perdóneme señor Tomillo. ¡Perdóneme!




Y justamente en esa misma planta, en una habitación contigua, se encontraba Genaro hablando con su abogado, quien tenía malas noticias…
-          Siento comunicarle que va a tener que buscarse otro abogado, señor Tomillo.
-          ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido?
-          He sabido que usted mantiene una aventura con su criada, Rosalía Puche y no me lo había comunicado.
-          No creí que fuera importante para el tema de la custodia de mi hijo.
-          Lo es y mucho, por lo que no ha confiado usted plenamente en mí, así que yo no puedo defender a una persona que no es completamente sincera conmigo. Lo siento mucho.




Genaro estaba extrañado del cambio tan brusco que había dado su abogado…
-          ¿Y qué puedo hacer ahora?
-          No es mi problema. Si no puede pagarse un abogado, búsquese uno de oficio…




Haciendo de tripas corazón, salió del despacho y se encontró con Gema, saludándola con la sonrisa más falsa que pudo.
-          Hombre, ¿de tu reunión con tu abogado?-preguntó ella-.
-          Sí y todo va de rechupete. Nos veremos las caras muy pronto en los juzgados.
-          Uy, de eso no tengo duda. Yo también he tenido una reunión con mi abogado esta mañana y ha sido… Gratificante y satisfactoria.




Pero cuando Genaro se montó en el ascensor, la expresión femenina cambió. Acababa de quedarse sin trabajo, pero al haberse acostado con el ex-abogado de Genaro, sabía que tendría todas las papeletas para ganar y conseguir todo lo que pedía.




Fuera de la ciudad, en Twinbrook, Ángel se encontraba arreglando una lavadora en casa de Alfonso quien, sorprendentemente, le había pagado y encima por adelantado. Ángel estaba encantado, pero muy extrañado, ya que apenas había podido reconocer a Alfonso después de estar dos meses completamente desaparecido. No había hecho otra cosa que estar en casa y, menudo cambio le había dado.




Tras el rechazo de Sugar, Alfonso supo que su vida se estaba yendo al garete. Había perdido el norte y no quería eso, por lo que retomó su vieja profesión a la que había abandonado completamente: reformador. Y comenzó en su propia casa, limpiando y aclarando las paredes exteriores, el suelo, barnizando las puertas…




De repente, el móvil de Alfonso suena y era Navarro quien lo llamaba.
-          Daniel, dime.
-          Tengo que contarte algo muy muy fuerte…
-          ¿Qué pasa?
-          ¡Acabo de comprarme mi nueva casa! ¡Ven a verla, tío!




Navarro estaba completamente emocionado mientras hablaba con Alfonso desde el exterior de su nueva casa.
-          ¡Acabo de comprarme mi nueva casa! ¡Ven a verla, tío!
-          ¿Dónde está?
-          Ahora te paso la ubicación por WhatsApp y vienes.




Saliendo de casa, Alfonso fue a preguntarle a Ángel cómo le iba con la lavadora.            
-          Le queda poco, pero te saldría más barato comprar una nueva y jubilar a esta pobre.
-          ¿Tú crees? Es muy vieja ya, y por mucho que la he limpiado no se le van las manchas que tiene.
-          Por eso te digo Alfonso.




Ángel se incorporó y habló cara a cara con Alfonso.
-          Pues tendré que mirar una nueva… ¿Tú cual me recomiendas?
-          Hay un nuevo modelo que he visto por la tele y tiene buena pinta, pero es algo cara… No sé si podrás permitírtela.
-          Sí, no te preocupes. Se lo pediré a Navarro si no me llega.
-          Ah… Sí bueno…
-          No te gusta ni un pelo Navarro, ¿eh?
-          No, a ver, es que…
-          Lo que te pasa a ti es que te gusta su exnovia y como él todavía sigue molestándola te jode, ¿cierto?
-          ¡Oye! Que a mí no me gusta nadie.
-          Ya claro, a otro perro con ese hueso… Bueno, me voy. Justamente me acaba de llamar Navarro que se ha comprado una nueva casa. Le daré saludos de tu parte.




En cuanto llegó a la dirección que Navarro le había mandado, se encontró con el nuevo propietario en la entrada del solar.
-          ¿Qué te parece tío?
-          Es una puta mansión. Cómo se nota que te va bien en el negocio… Pero ten cuidado que la policía puede echarle el ojo rápido.
-          No te preocupes, que hay policías metidos en esto también, así que está todo controlado. Ellos no me miran y yo tampoco a ellos. Fácil. ¡Ah! Y tengo una sorpresa para ti, querido Alfonso.
-          ¿Para mí?




Y llevándole a un lateral de la casa, le enseñó una moto que estaba ahí aparcada.
-          ¿Te gusta?-preguntó Navarro-.
-          ¿Gustarme? Es una Rustang 541 del 83 y está nueva…
-          Pues es tuya.
-          ¿Mía?
-          Sí. La moto de tus sueños para mi mejor amigo.




Sin poderlo evitar, Alfonso abrazó a Navarro sin parar de darle las gracias una y otra vez.
-          No deberías haberte gastado tanto dinero en mí.
-          No digas tonterías, si lo que me ha costado no es ni la mitad de lo que gané sólo anoche. Anda hombre… Además, ahora que has cambiado tanto no te viene mal tener un medio de transporte con el que poder moverte por la ciudad.




Sí que era verdad, Alfonso había cambiado completamente. Ahora se afeitaba diariamente, se duchaba, hacía ejercicio y comía sano, la mayoría de las veces. Había comenzado a promocionarse como restaurador de hogares y le había salido un par de trabajos…




Entrando en la casa, Navarro se la enseñó.
-          Hay que cambiarle un par de cosas que no me gustan, pero para eso te tengo a ti, para que me la dejes a mi gusto, ¿cierto?-preguntó Navarro-.
-          Eso está hecho colega.




Alfonso miraba la casa con buenos ojos y no paraba de pensar en su moto nueva. Era suya y ahora no tendría que ir andando a todos sitios, pero no dejaría de hacer ejercicio si no quería recuperar los 16 kilos que había perdido. La vida, por fin, le comenzaba a sonreír…




CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario