Genaro tuvo que buscarse
otro abogado de oficio in extremis porque la fecha del juicio se estaba
acercando y no tenía a nadie que lo representara. Pero poco le sirvió cuando
José Luis Posada apareció en representación de Gema. Los demonios se iban a llevar
a Genaro, que intentó mantener toda la compostura posible, aunque no pudo
evitar poner malas caras continuamente.
Finalmente, Gema ganó la
custodia completa de su hijo, la vivienda donde vivía, ya que había sido ella
la que más dinero había pagado de la hipoteca, y también que Genaro le
estuviera pasando una manutención tanto a ella como a su hijo. Gema le pagó a
Genaro su parte proporcional de la casa y la puso en venta, deshaciéndose de
ella a los tres días tras haberla comprado una pareja joven. Tras recoger sus
cosas y mandarlas a la nueva casa que se había comprado, Gema desapareció con
su hijo en brazos mientras que Genaro los veía alejarse con paso firme…
Bastante triste por no
tener nada más que un fin de semana al mes para ver a su hijo, Genaro fue hacia
la casa de Rosalía, que le había insistido hasta la saciedad que se mudara con
ella y con Edgar. El recién llegado pensaba pagarle una especie de alquiler,
pero cuando su abogado dejó de representarlo, lo echaron del trabajo
repentinamente. Y como sabía que eso era por culpa de su antiguo abogado y no
conseguiría nada demandándole, se encogió de hombros y volvió a empezar en la
búsqueda de trabajo.
Rosalía abrazó con fuerza
y con cariño a Genaro. Sabía que estaba pasando unos momentos muy malos, al
igual que ella, porque la señalaban por la calle por entrometerse en un
matrimonio y dejaron de necesitar sus servicios de limpieza en un par de casas.
Tenían una situación muy complicada, pero ya se las ingeniaría ella para salir
de esa.
Por su parte, Edgar
abrazó efusivamente a Genaro. Le gustaba tenerlo por allí y ahora, tendría una
especie de figura paterna en casa. Lo que él siempre había soñado…
Tras acomodarse y cambiar
un par de cosas de sitio en el salón, Edgar comenzó a preparar la comida
mientras que Genaro comenzó a buscar trabajo en su ordenador.
Aunque Edgar no podía
dejar de pensar en lo que estaba ocurriendo en su casa. Su madre apenas tenía
trabajo, Genaro buscaba sin parar una y otra vez sin conseguir nada y él estaba
estudiando todavía… Sabía que era joven, pero tendría que encontrar algo para
poder ayudar a su familia pasara lo que pasara.
Y a unos cuantos
kilómetros de Los Aniegos, Gema acababa de llegar a su nueva casa, localizada
en Twinbrook. Y desde fuera tenía la misma buena pinta que en las fotos, aunque
no le convencían mucho las plantas exteriores.
Cuando entró… Bueno, no
estaba mal para lo que ella buscaba, pero definitivamente tendría que darle un
par de cambios para que quedase a su gusto.
Tras colocar la ropa en
los armarios y ordenar parte de las cajas de la mudanza, Gema se sentó a
descansar mientras veía a su hijo jugar. Le encantaba verlo feliz y la llenaba
de orgullo.
-
¿Cando va a
vení papá?
-
Un día de
estos. Ahora juega cariño.
Gema estaba muy contenta
por el cambio que había dado en su vida. Al no trabajar para el bufete, ya nada
la ataba a esa ciudad, así que tras el divorcio y el juicio, lo mejor que podía
hacer era cambiar de aires. Vivir en un sitio nuevo, buscar un nuevo trabajo y
darle la mejor vida posible para su hijo Lucas. El sitio lo tenía listo, la
mejor vida para su hijo sería un trabajo diario, pero el trabajo… Debía
comenzar a buscarlo pronto.
A todo esto, en Los
Aniegos, Edgar había quedado con dos de sus mejores amigos, David, el de la
izquierda y Ralph el de la derecha.
-
No vas a ser
capaz Edgar,-decía Ralph-.
-
¿Que no? ¿Qué
te apuestas a que sí?
-
Mmmm, cinco
pavos.
-
¿Y tú también
los apuestas?-preguntó Edgar a David-.
-
Venga va, yo
también apuesto 5 pavos.
Y sin pensárselo dos
veces, Edgar se metió de cabeza en el contenedor de basura.
-
Qué
cabrón,-comentaban los amigos-. Ahora tienes que quedarte ahí 1 minuto, venga.
Sacando la cabeza para
poder respirar, Edgar miró a sus amigos para incrementar la apuesta.
-
Cinco pavos
más cada uno si estoy un minuto.
-
¡No lo vas a
conseguir!
-
¡Ya veréis!
Id sacando la pasta chicos…
Y allí volvió a meterse
Edgar, quien superó el minuto con la cabeza metida en la basura… Los amigos,
mientras tanto, flipaban en colores porque no creían capaz a Edgar de hacer
eso. Pero sí, era capaz de eso y de más.
Al salir de allí, Edgar
se dio cuenta de que olía fatal y le dieron ganas de vomitar, pero antes les
tenía que pedir el dinero a sus amigos.
-
No perdonas
ni una, ¿eh?-comentó Ralph dándole el dinero-.
-
Tengo que
conseguir pasta como sea, lo siento chicos.
-
Si quieres
ganar dinero,-comenzó a decir David-, yo conozco a alguien que puede pasarte
mercancía…
Mientras tanto, en
Twinbrook, Gema buscaba por internet ofertas de trabajo por la zona cuando vio
un anuncio que le llamó la atención.
-
“¡Reformas
baratas! Profesionalidad y buen precio al mismo tiempo. No espere más y llámeme
e iré lo más rápido posible para hacerle un presupuesto…” Mira, justo cuando
pienso que la casa necesita una reforma y me aparece este anuncio. Voy a
llamar.
Edgar, interesado en lo
que le acababa de decir su amigo David, le preguntó sobre a lo que se refería.
-
Me vengo a
referir que yo también necesitaba pasta hace un par de meses y me dieron el
número de un tío que te pasa marihuana a muy buen precio para que la vendas y
te saques pasta. ¿Cómo crees que conseguí sacarme el carnet de conducir?
-
Qué cabrón
estás hecho… Menudo secretito te tenías, ¿eh?
-
Bueno, un
buen jugador nunca muestra sus cartas jajaja.
Gema marcó el número del
anuncio y se puso a esperar hasta que descolgaron el otro teléfono.
-
¿Dígame?
-
Hola, ¿es
usted el que hace las reformas?
-
Sí, cuénteme.
¿Qué necesita?
-
Verá, es que
me acabo de mudar a este barrio y he visto su anuncio y me gustaría cambiar un
par de cosas de mi casa y era por si no le importaba venir a verla y hacerme un
presupuesto.
-
No hay
problema. ¿Está usted libre ahora? Podría ir en un momento.
-
Ay me haría
un gran favor. Muchas gracias.
-
No se
preocupe. Dígame la dirección y en un santiamén estaré allí.
Pero David quería saber
si Edgar estaría preparado para dar ese paso.
-
¿Estás seguro
de querer hacerlo? Mira que una vez que te dé la mercancía, no hay vuelta
atrás.
-
Sí, estoy seguro.
¿Tienes el número para llamar?
-
Espera que te
lo busco.
Unos minutos después,
sonó el timbre de la casa de Gema, quien abrió la puerta y entró nada más y
nada menos que Alfonso en persona que, sin poderlo evitar, se quedó mirando el
escote femenino durante unos momentos.
-
Bienvenida a
la ciudad señorita…
-
Me llamo Gema,
Gema Arsuaga,-quien había adoptado su apellido de soltera tras el divorcio con
Genaro-.
Y antes de que David le
pudiera dar el número, Ralph intervino en la conversación.
-
¿No podemos irnos
a algún sitio a cobijarnos? Me estoy empapando con la lluvia…
-
Sí, es
verdad. Vamos.
Metiéndose en una
lavandería, los amigos vieron que una chica estaba dormida mientras que una de
las lavadoras estaba en marcha, así que Edgar aprovechó para sacar su espray y
hacer una de sus pintadas.
Pero la diversión se
acabó pronto cuando la muchacha se despertó y llamó a la policía, que se
presentó rápidamente en la lavandería.
Insultando a la chica por
cortarles el rollo, cada uno salió y corrió a un sitio diferente para que la
policía no pudiera pillarlos y escapar de la multa.
-
¡Ya os
pillaré, enanos!
-
¡No con esa
barriga!-gritó Edgar mientras corría-.
Pasados unos minutos
escondidos, las nubes dejaron paso al sol y pudieron salir al exterior para
llamar al contacto de David.
-
¿Hola?
¿Hola?-preguntaba Edgar-.
-
¿Quién es?
-
¿Es usted “El
Navajas”?
-
¿Quién lo
pregunta?
-
Verá, soy un
amigo de David y…
-
Hombre, el
enano… ¿Qué se cuenta? Hace ya mucho que no me pide nada.
-
Pues aquí
está, me ha dado su número porque ahora soy yo el que le pido a usted.
-
Vaya, vaya,
vaya. Pues veamos…
Edgar siguió hablando con
“El Navajas” durante un rato hasta que ambos llegaron a un acuerdo.
-
Está bien,
entonces quedamos en eso, ¿cierto?-preguntó Edgar-.
-
Sí.
-
Okey, pues
nada…
-
Un placer
hacer negocios contigo, chico.
Tras cortar la
comunicación, ambos amigos quisieron saber en qué habían quedado finalmente.
-
Me ha dicho
que en un par de horas estará aquí.
-
¿Cómo?-dijo
Ralph-.
-
Venga, que no
es para tanto…-tranquilizó David-. Pero intentad no mirarle mucho a la cara-.
-
¿Por
qué?-quiso saber Edgar-.
Pasado el tiempo
estimado, los tres amigos fueron al lugar donde habían quedado en verse con “El
Navajas” y cuando Edgar lo vio, tragó saliva.
-
Ahora ya sé
por qué dijiste eso, David…-dijo Edgar con algo de miedo-.
-
No te asustes
tío, hay que ser fuerte, como yo, mírame a mí…
-
¡Ese
David!-saludó “El Navajas”, que no era otro que Navarro-. ¿Cómo te va la vida?
-
De momento me
sonríe, ¿y a ti?
-
Las cosas no
me pueden ir mejor. ¿Quién es Edgar?
Navarro se presentó a los
otros dos chicos y comenzó a hablar con el interesado.
-
Vale, según
lo que me has dicho, estás interesado en mi mercancía… ¿Marihuana?
-
Sí.
-
¿Y vas a
encontrar gente para vendérsela? Ya te aviso que la que no vendas me la vas a
tener que pagar de tu bolsillo. Yo aquí no pierdo, chaval.
-
Sí, conozco a
gente que fuma maría. ¿Tu mercancía es buena?
-
Pregúntale a
tu amigo David, a ver si es buena.
Edgar miró a su amigo y
le guiñó el ojo a modo de afirmación.
-
Entonces, ¿tenemos
un trato?-preguntó Navarro-.
-
Sí.
-
¡Estupendo!
Siempre es un placer hacer negocios con gente nueva… No me falles, ¿eh? Tengo
la confianza puesta en ti,-dijo Navarro sonriendo-.
-
Gracias por
esto. Te lo agradezco mucho, de verdad.
-
Eh, soy un
alma caritativa, me gusta ayudar a la gente jajaja.
Y antes de irse, Navarro
miró a Edgar de arriba abajo y le volvió a hablar.
-
Por cierto,
un consejillo. Si te vas a poner a vender, date una ducha primero, que así no
vas a conseguir pasta ni a la de tres.
-
Ya, lo sé,
pero hice una apuesta hace un rato con estos de meterme en el contenedor y me
tuvieron que pagar 10 pavos cada uno.
-
¡Ese es mi
Edgar! Por eso tienes las manos manchadas de pintura, ¿no?
-
¿Esto? Qué
va, es porque antes me he puesto a pintar una pared con espray y casi nos pilla
la policía.
-
Deberías ver
cómo pinta,-intervino David-. El tío tiene una mano fabulosa…
-
Coño, pues
tengo un amigo que es gordo, huele peste y también pinta de puta madre como tú.
Ni que fueras su hijo jajajaja.
-
Jajajajajajajaja,-rieron
todos al unísono-.
CONTINUARÁ…
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