jueves, 4 de octubre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 6


Genaro tuvo que buscarse otro abogado de oficio in extremis porque la fecha del juicio se estaba acercando y no tenía a nadie que lo representara. Pero poco le sirvió cuando José Luis Posada apareció en representación de Gema. Los demonios se iban a llevar a Genaro, que intentó mantener toda la compostura posible, aunque no pudo evitar poner malas caras continuamente.
Finalmente, Gema ganó la custodia completa de su hijo, la vivienda donde vivía, ya que había sido ella la que más dinero había pagado de la hipoteca, y también que Genaro le estuviera pasando una manutención tanto a ella como a su hijo. Gema le pagó a Genaro su parte proporcional de la casa y la puso en venta, deshaciéndose de ella a los tres días tras haberla comprado una pareja joven. Tras recoger sus cosas y mandarlas a la nueva casa que se había comprado, Gema desapareció con su hijo en brazos mientras que Genaro los veía alejarse con paso firme…




Bastante triste por no tener nada más que un fin de semana al mes para ver a su hijo, Genaro fue hacia la casa de Rosalía, que le había insistido hasta la saciedad que se mudara con ella y con Edgar. El recién llegado pensaba pagarle una especie de alquiler, pero cuando su abogado dejó de representarlo, lo echaron del trabajo repentinamente. Y como sabía que eso era por culpa de su antiguo abogado y no conseguiría nada demandándole, se encogió de hombros y volvió a empezar en la búsqueda de trabajo.




Rosalía abrazó con fuerza y con cariño a Genaro. Sabía que estaba pasando unos momentos muy malos, al igual que ella, porque la señalaban por la calle por entrometerse en un matrimonio y dejaron de necesitar sus servicios de limpieza en un par de casas. Tenían una situación muy complicada, pero ya se las ingeniaría ella para salir de esa.




Por su parte, Edgar abrazó efusivamente a Genaro. Le gustaba tenerlo por allí y ahora, tendría una especie de figura paterna en casa. Lo que él siempre había soñado…




Tras acomodarse y cambiar un par de cosas de sitio en el salón, Edgar comenzó a preparar la comida mientras que Genaro comenzó a buscar trabajo en su ordenador.




Aunque Edgar no podía dejar de pensar en lo que estaba ocurriendo en su casa. Su madre apenas tenía trabajo, Genaro buscaba sin parar una y otra vez sin conseguir nada y él estaba estudiando todavía… Sabía que era joven, pero tendría que encontrar algo para poder ayudar a su familia pasara lo que pasara.




Y a unos cuantos kilómetros de Los Aniegos, Gema acababa de llegar a su nueva casa, localizada en Twinbrook. Y desde fuera tenía la misma buena pinta que en las fotos, aunque no le convencían mucho las plantas exteriores.




Cuando entró… Bueno, no estaba mal para lo que ella buscaba, pero definitivamente tendría que darle un par de cambios para que quedase a su gusto.




Tras colocar la ropa en los armarios y ordenar parte de las cajas de la mudanza, Gema se sentó a descansar mientras veía a su hijo jugar. Le encantaba verlo feliz y la llenaba de orgullo.
-          ¿Cando va a vení papá?
-          Un día de estos. Ahora juega cariño.




Gema estaba muy contenta por el cambio que había dado en su vida. Al no trabajar para el bufete, ya nada la ataba a esa ciudad, así que tras el divorcio y el juicio, lo mejor que podía hacer era cambiar de aires. Vivir en un sitio nuevo, buscar un nuevo trabajo y darle la mejor vida posible para su hijo Lucas. El sitio lo tenía listo, la mejor vida para su hijo sería un trabajo diario, pero el trabajo… Debía comenzar a buscarlo pronto.




A todo esto, en Los Aniegos, Edgar había quedado con dos de sus mejores amigos, David, el de la izquierda y Ralph el de la derecha.
-          No vas a ser capaz Edgar,-decía Ralph-.
-          ¿Que no? ¿Qué te apuestas a que sí?
-          Mmmm, cinco pavos.
-          ¿Y tú también los apuestas?-preguntó Edgar a David-.
-          Venga va, yo también apuesto 5 pavos.




Y sin pensárselo dos veces, Edgar se metió de cabeza en el contenedor de basura.
-          Qué cabrón,-comentaban los amigos-. Ahora tienes que quedarte ahí 1 minuto, venga.




Sacando la cabeza para poder respirar, Edgar miró a sus amigos para incrementar la apuesta.
-          Cinco pavos más cada uno si estoy un minuto.
-          ¡No lo vas a conseguir!
-          ¡Ya veréis! Id sacando la pasta chicos…




Y allí volvió a meterse Edgar, quien superó el minuto con la cabeza metida en la basura… Los amigos, mientras tanto, flipaban en colores porque no creían capaz a Edgar de hacer eso. Pero sí, era capaz de eso y de más.




Al salir de allí, Edgar se dio cuenta de que olía fatal y le dieron ganas de vomitar, pero antes les tenía que pedir el dinero a sus amigos.
-          No perdonas ni una, ¿eh?-comentó Ralph dándole el dinero-.
-          Tengo que conseguir pasta como sea, lo siento chicos.
-          Si quieres ganar dinero,-comenzó a decir David-, yo conozco a alguien que puede pasarte mercancía…




Mientras tanto, en Twinbrook, Gema buscaba por internet ofertas de trabajo por la zona cuando vio un anuncio que le llamó la atención.
-          “¡Reformas baratas! Profesionalidad y buen precio al mismo tiempo. No espere más y llámeme e iré lo más rápido posible para hacerle un presupuesto…” Mira, justo cuando pienso que la casa necesita una reforma y me aparece este anuncio. Voy a llamar.




Edgar, interesado en lo que le acababa de decir su amigo David, le preguntó sobre a lo que se refería.
-          Me vengo a referir que yo también necesitaba pasta hace un par de meses y me dieron el número de un tío que te pasa marihuana a muy buen precio para que la vendas y te saques pasta. ¿Cómo crees que conseguí sacarme el carnet de conducir?
-          Qué cabrón estás hecho… Menudo secretito te tenías, ¿eh?
-          Bueno, un buen jugador nunca muestra sus cartas jajaja.




Gema marcó el número del anuncio y se puso a esperar hasta que descolgaron el otro teléfono.
-          ¿Dígame?
-          Hola, ¿es usted el que hace las reformas?
-          Sí, cuénteme. ¿Qué necesita?
-          Verá, es que me acabo de mudar a este barrio y he visto su anuncio y me gustaría cambiar un par de cosas de mi casa y era por si no le importaba venir a verla y hacerme un presupuesto.
-          No hay problema. ¿Está usted libre ahora? Podría ir en un momento.
-          Ay me haría un gran favor. Muchas gracias.
-          No se preocupe. Dígame la dirección y en un santiamén estaré allí.




Pero David quería saber si Edgar estaría preparado para dar ese paso.
-          ¿Estás seguro de querer hacerlo? Mira que una vez que te dé la mercancía, no hay vuelta atrás.
-          Sí, estoy seguro. ¿Tienes el número para llamar?
-          Espera que te lo busco.




Unos minutos después, sonó el timbre de la casa de Gema, quien abrió la puerta y entró nada más y nada menos que Alfonso en persona que, sin poderlo evitar, se quedó mirando el escote femenino durante unos momentos.
-          Bienvenida a la ciudad señorita…
-          Me llamo Gema, Gema Arsuaga,-quien había adoptado su apellido de soltera tras el divorcio con Genaro-.




Y antes de que David le pudiera dar el número, Ralph intervino en la conversación.
-          ¿No podemos irnos a algún sitio a cobijarnos? Me estoy empapando con la lluvia…
-          Sí, es verdad. Vamos.




Metiéndose en una lavandería, los amigos vieron que una chica estaba dormida mientras que una de las lavadoras estaba en marcha, así que Edgar aprovechó para sacar su espray y hacer una de sus pintadas.




Pero la diversión se acabó pronto cuando la muchacha se despertó y llamó a la policía, que se presentó rápidamente en la lavandería.




Insultando a la chica por cortarles el rollo, cada uno salió y corrió a un sitio diferente para que la policía no pudiera pillarlos y escapar de la multa.
-          ¡Ya os pillaré, enanos!
-          ¡No con esa barriga!-gritó Edgar mientras corría-.




Pasados unos minutos escondidos, las nubes dejaron paso al sol y pudieron salir al exterior para llamar al contacto de David.
-          ¿Hola? ¿Hola?-preguntaba Edgar-.
-          ¿Quién es?
-          ¿Es usted “El Navajas”?
-          ¿Quién lo pregunta?
-          Verá, soy un amigo de David y…
-          Hombre, el enano… ¿Qué se cuenta? Hace ya mucho que no me pide nada.
-          Pues aquí está, me ha dado su número porque ahora soy yo el que le pido a usted.
-          Vaya, vaya, vaya. Pues veamos…




Edgar siguió hablando con “El Navajas” durante un rato hasta que ambos llegaron a un acuerdo.
-          Está bien, entonces quedamos en eso, ¿cierto?-preguntó Edgar-.
-          Sí.
-          Okey, pues nada…
-          Un placer hacer negocios contigo, chico.




Tras cortar la comunicación, ambos amigos quisieron saber en qué habían quedado finalmente.
-          Me ha dicho que en un par de horas estará aquí.
-          ¿Cómo?-dijo Ralph-.
-          Venga, que no es para tanto…-tranquilizó David-. Pero intentad no mirarle mucho a la cara-.
-          ¿Por qué?-quiso saber Edgar-.




Pasado el tiempo estimado, los tres amigos fueron al lugar donde habían quedado en verse con “El Navajas” y cuando Edgar lo vio, tragó saliva.
-          Ahora ya sé por qué dijiste eso, David…-dijo Edgar con algo de miedo-.
-          No te asustes tío, hay que ser fuerte, como yo, mírame a mí…
-          ¡Ese David!-saludó “El Navajas”, que no era otro que Navarro-. ¿Cómo te va la vida?
-          De momento me sonríe, ¿y a ti?
-          Las cosas no me pueden ir mejor. ¿Quién es Edgar?




Navarro se presentó a los otros dos chicos y comenzó a hablar con el interesado.
-          Vale, según lo que me has dicho, estás interesado en mi mercancía… ¿Marihuana?
-          Sí.
-          ¿Y vas a encontrar gente para vendérsela? Ya te aviso que la que no vendas me la vas a tener que pagar de tu bolsillo. Yo aquí no pierdo, chaval.
-          Sí, conozco a gente que fuma maría. ¿Tu mercancía es buena?
-          Pregúntale a tu amigo David, a ver si es buena.




Edgar miró a su amigo y le guiñó el ojo a modo de afirmación.
-          Entonces, ¿tenemos un trato?-preguntó Navarro-.
-          Sí.
-          ¡Estupendo! Siempre es un placer hacer negocios con gente nueva… No me falles, ¿eh? Tengo la confianza puesta en ti,-dijo Navarro sonriendo-.
-          Gracias por esto. Te lo agradezco mucho, de verdad.
-          Eh, soy un alma caritativa, me gusta ayudar a la gente jajaja.




Y antes de irse, Navarro miró a Edgar de arriba abajo y le volvió a hablar.
-          Por cierto, un consejillo. Si te vas a poner a vender, date una ducha primero, que así no vas a conseguir pasta ni a la de tres.
-          Ya, lo sé, pero hice una apuesta hace un rato con estos de meterme en el contenedor y me tuvieron que pagar 10 pavos cada uno.
-          ¡Ese es mi Edgar! Por eso tienes las manos manchadas de pintura, ¿no?
-          ¿Esto? Qué va, es porque antes me he puesto a pintar una pared con espray y casi nos pilla la policía.
-          Deberías ver cómo pinta,-intervino David-. El tío tiene una mano fabulosa…
-          Coño, pues tengo un amigo que es gordo, huele peste y también pinta de puta madre como tú. Ni que fueras su hijo jajajaja.
-          Jajajajajajajaja,-rieron todos al unísono-.




CONTINUARÁ…

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