Dos días después de su
visita a Los Aniegos, Navarro puso rumbo a la casa de Jara, dispuesto a hablar
con ella, porque las llamadas no estaban surtiendo efecto. Cuando llegó, apenas
pudo reconocer la casa, ya que había cambiado muchísimo desde la última vez que
había estado allí. ¿Qué había hecho?
Navarro fue a abrir la
puerta, pero estaba cerrada por dentro, por lo que dando un fuerte empujón con
el hombro, la abrió de par en par encontrándose, para su sorpresa, con Ángel.
-
¿Qué coño
estás haciendo aquí chaval?-preguntó Navarro-.
-
Esa pregunta
te la iba a hacer yo a ti. ¿Qué coño se supone que estás haciendo entrando de
esa forma en casa de Jara?
-
Es mi novia y
hago con ella lo que me da la gana.
-
¡Exnovia! Si
no te importa,-intervino la aludida-.
Dejando de lado lo que
estaba haciendo, Jara se giró y miró cara a cara a su acosador.
-
Daniel, deja
de llamarme, deja de buscarme. ¡Para ti no existo!
-
Oh sí, nena.
Sí que existo…
-
¡No! ¡Déjame
en paz!
-
Pero nena…
-
¿No has oído
a la chica? ¡Que te largues!-dijo Ángel alzando la voz-.
Navarro miró con cara de
pocos amigos a su rival y contrincante, pero permaneció callado unos instantes
antes de volver a hablar mientras se marchaba.
-
No siempre
vas a estar acompañada Jara. Algún día te pillaré sola y vendrás conmigo a mi
casa, como en los viejos tiempos.
Dando un portazo, Navarro
fue directamente a la casa de su amigo Alfonso, pero al llegar se dio cuenta
que su moto no estaba y las luces de la casa estaban apagadas. ¿Dónde estaría
ese hombre?
Pues Alfonso estaba
terminando de arreglar la planta baja de la nueva casa de Gema y su hijo Lucas.
El día anterior había pintado mañana y tarde las paredes de un tono azul claro
y hoy se había dedicado a decorarla al gusto femenino. Tal y como ella le
dictaba.
Gema, por su parte,
atendía a su hijo, que jugaba con un conejo de peluche ajeno a lo que hacían
los demás. Feliz por no ver a su exmarido, le fastidiaba el haber recibido un
par de llamadas el día anterior de parte de Genaro, que rechazó sin dudarlo, ya
que no tenía ganas de hablar con él.
A los pocos minutos,
Alfonso avisó a Gema de que había terminado.
-
Está todo
listo, señorita.
-
Puedes
llamarme Gema, no hay problema.
-
Está bien
jeje.
Alfonso se comportaba,
sorprendentemente, como un auténtico profesional en el trabajo y la cuestión es
que lo hacía muy bien. No parecía el mismo cerdo asqueroso y maloliente que
había sido siempre.
-
¿Has
terminado de colocar todo lo que te dije antes?
-
Sí, ahora iré
a casa, comeré algo y volveré para proseguir con el descansillo de la primera
planta.
Pero Gema tenía otra idea
en mente.
-
¿Y por qué no
te quedas a comer? Ya le he dado de almorzar a Lucas, así que le toca su hora
de la siesta. Y así tenemos tiempo para descansar antes de volver al trabajo.
-
Bueno… No
quiero molestar Gema.
-
No es
molestia Alfonso. Quédate y así no tienes que gastar tanta gasolina en ir y
volver.
-
Venga vale,
me has convencido.
-
¡Estupendo!
Por cierto, ¿podrías llevar a Lucas a la cuna? Yo voy a empezar a hacer la
pasta…
Recogiendo a Lucas del
suelo, Alfonso se lo cargó en los brazos.
-
No sé si te
estoy agarrando bien, enano. Nunca he cogido a un bebé en brazos…
Cuando notó cómo la
cabeza del pequeño se apoyó en su hombro, Alfonso agrió el gesto facial. No le
gustaban nada los niños, pero tenía que soportar a ese mocoso porque trabajaba
para su madre.
Pasando por detrás de
Gema, quien preparaba la comida, Alfonso subió las escaleras mientras seguía
manteniendo esa expresión en la cara. Había comenzado a notar cómo su camiseta
comenzaba a mojarse por culpa de las babas de Lucas.
Mientras tanto, en Los
Aniegos, Edgar salió del instituto cuando la mayoría se habían ido, ya que
había quedado con una chica para venderle algo de producto…
Cuando la chica se
presentó, sonrió a Edgar, quien se acercó a ella y le dio un abrazo, metiéndole
la mano en el bolsillo de la chaqueta para dejarle la marihuana mientras que
ella hizo lo mismo con el dinero.
De vuelta en casa de
Gema, un Alfonso más relajado bajó las escaleras mientras olía el agradable
olor que salía de la cocina.
-
Huele de
maravilla.
-
Mejor sabrá,
te lo aseguro Alfonso.
Sentándose a la mesa para
comer, ambos charlaron y comenzaron a compartir sus vivencias mientras
almorzaban unos estupendos macarrones con queso.
Y en el autobús del
colegio, Edgar se sentó junto a su novia, quien no sabía a lo que se dedicaba
él. Sin embargo, el adolescente dudaba mucho en contarle la verdad o no. Al fin
y al cabo, era su novia y ambos se querían.
Tras comer y recoger la
mesa, Gema se despidió de Alfonso diciéndole que se iba a echar la siesta.
-
Estupendo.
Descansa Gema. Yo iré a por más pintura para comenzar arriba lo más pronto
posible.
-
Vale. ¿Crees
que terminarás hoy la parte de arriba?
-
Eso espero… Y
si no, mañana vendré temprano para acabar.
En cuanto Gema entró en
su cuarto, se quitó la ropa y se quedó en ropa interior. Tumbándose en la cama,
pensaba en Alfonso. No era un hombre feo, pese a ser algo mayor que ella. Era
simpático y la había hecho reír durante la comida…
Dándose cuenta de que
tenía que ir al baño a lavarse los dientes, salió de su dormitorio,
encontrándose a Alfonso sin parte de arriba y sólo con unos calzoncillos
puestos.
Al escuchar la puerta,
Alfonso se dio la vuelta y comenzó a disculparse con Gema.
-
Perdón Gema,
pero al estar durmiendo me puse cómodo para ponerme a pintar y no manchar la
ropa. Lo siento mucho. Voy ahora mismo a por mi ropa.
-
No te
preocupes hombre. No eres el primer hombre que veo así.
-
Ya, pero no
es muy profesional que me encuentres en ropa interior en tu casa.
-
Que te
olvides de eso, que no pasa nada… Así puedo ver lo bien que estás…-dijo Gema
mirándolo de arriba abajo-.
-
Mira quién
fue a hablar… Tú tampoco estás nada mal Gema.
-
Ven aquí
anda…-indicó la chica-.
Sin pensárselo dos veces,
Gema besó la boca masculina mientras cerraba los ojos.
-
Guau, nunca
me habían besado de esa manera,-comentó sorprendida la muchacha-.
-
Pues esto no
es nada…
-
Ven, bajemos
al salón para no despertar a Lucas.
Y unos minutos después,
Gema botaba encima de Alfonso, quien la miraba con lascivia y lujuria, haciendo
movimientos bruscos y fuertes que dejaban a Gema sin aliento.
-
Joder, nunca
me habían follado así de bien. ¡JODER SÍ! ¡SIGUE ALFONSO JODER!
A todo esto, ya bien
entrada la tarde, Miriam recibió una llamada de Edgar.
-
¿Ahora? Mis
padres no me dejan salir ya, mañana tenemos clase.
-
Venga, baja
un momento al garaje. No se van a enterar, de verdad.
-
Joder, bueno
vale. Te veo ahora.
Tras cinco minutos,
Miriam bajó y se encontró a Edgar dentro del garaje con la puerta medio
abierta.
-
¿Cómo has
podido abrir la puerta del garaje?
-
Un mago nunca
revela sus trucos…
Acercándose, ambos se
unieron en un dulce beso, haciendo que Edgar se relajase un poco, ya que estaba
bastante nervioso por lo que le tenía que contar a Miriam.
Pero no era el momento
para ponerse romántico, sino que ahora llegaba la hora de la verdad.
-
Miriam, tengo
que contarte algo que me cuesta mucho decirte…
-
¿Qué te pasa?
Ya sabes que puedes confiar en mí.
-
¿Te acuerdas
que te conté que Genaro se vino a vivir a casa y que a mi madre la han echado
de varias casas y que ahora trabaja menos?
-
Sí claro.
¿Qué ocurre?
-
Pues que en
mi casa estamos pasando mucha necesidad y… Pues…
-
Venga, dime
lo que sea.
-
Pues que he
tenido que ponerme a vender marihuana en el colegio.
Miriam se sorprendió,
pero no montó ningún escándalo.
-
¿Por eso
desapareciste en el recreo hoy?
-
Sí… No te lo
podía decir en ese momento para que no me pillasen, por eso te lo cuento ahora.
-
Joder, pero
te pueden pillar por hacer esto y te pueden mandar a un centro de menores y
separarte de tu familia y de mí.
-
Lo sé, por
eso será temporal, hasta que las cosas mejoren en casa, te lo prometo.
-
Bueno…
prométeme que tendrás mucho cuidado, ¿vale?
-
Te lo prometo
preciosa.
Y en la casa de Edgar,
Genaro intentaba hablar con Rosalía.
-
¿Qué te pasa?
Llevas todo el día ensimismada.
-
Nada, no te
preocupes. ¿Has conseguido contactar con Gema?
-
No, sigue sin
cogerme el teléfono. No sé si habrán llegado bien o si a mi hijo le pasa algo…
Lo peor es que no tengo ni idea de a dónde se han mudado y dudo que Gema sea
tan bondadosa como para traerme a Lucas cuando me toque.
-
Pues si no lo
hace denúnciala.
-
¿Y con qué
dinero pago al abogado? Ya apenas me queda de lo que gané trabajando en el
súper.
-
Jo…
Pero Genaro sabía que a
Rosalía le pasaba algo.
-
¿Y tú me vas
a contar qué es lo que te pasa?
-
Gema, eso es
lo que me pasa. Que me da rabia que no te permita ver a tu hijo cuando tú
tienes ganas de verlo. Sin embargo a mí me dejaron tirada y el padre de Edgar
nunca se quiso hacer cargo de ninguno de los dos.
-
Qué hijo de
puta… Ojalá pudiera echarme a la cara a ese tío algún día.
-
Eso es agua
pasada…
-
Bueno… ¿Pero
te pasa algo más o eso es todo?
-
No, estoy
bien… Tranquilo…
CONTINUARÁ…
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