jueves, 18 de octubre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 10


A la mañana siguiente, Edgar y Miriam estaban jugando entusiasmados al pin pon, pero él tenía la cabeza en las nubes y eso lo aprovechaba su novia para meterle una paliza.
-          Has mejorado bastante, preciosa.
-          Bah, no mucho tampoco.




Pero Miriam no era tonta y notaba que Edgar estaba bastante raro.
-          ¿Y tú me vas a contar lo que te pasa ya o te lo tengo que sacar a raquetazos?
-          ¿A mí? Ah bueno… Pfff, no es nada grave.
-          Pero te está preocupando, así que suéltalo.




Dejando de jugar, Edgar se acercó a la muchacha.
-          ¿Te acuerdas de lo que te conté sobre mi… trabajo?
-          Sí, ¿ha pasado algo malo?
-          No necesariamente, sólo que hoy había quedado con el que me da la mercancía y no ha aparecido y me mosquea bastante.
-          Pues no sé si se tratará del mismo tío, pero esta mañana he leído en Twitter que han pillado a un delincuente cuando había entrado en la casa de alguien y dice que era un viejo conocido de la policía y tal… ¿Podría ser él?
-          Joder, puede ser… ¿Qué puedo hacer ahora? Mi madre sigue sin encontrar más trabajo y el pobre Genaro no para de buscar. ¿No podrías hablar tú con tu padre?




Esa pregunta sorprendió a Miriam.
-          ¿Con mi padre? ¿Y qué podría hacer él?
-          No sé, creo que sigue sin encontrar secretaria por lo que me dijo mi madre…
-          Bueno, le preguntaré a mi padre, pero no te prometo nada, ¿vale? Haré todo lo posible por ayudarte, corazón mío.




Ella acercó la mano a la mejilla masculina y él la agarró con la suya.
-          ¿Cómo ha podido acabar un chico como yo con una chica tan espectacular como tú?
-          Simple, porque tienes muy buen gusto. Y unos morritos perfectos.




Sonriendo, Edgar se acercó más a su novia y comenzó a besarla lenta y suavemente, con mucho mimo y ternura.




Tras estar juntos un par de horas más, Miriam volvió a su casa y lo primero que hizo fue ir al despacho de su padre para preguntarle sobre el trabajo.
-          ¿Puedo hablar contigo papá?
-          Sí claro, cuanto más tiempo hable contigo, menos dolor de cabeza tendré… Dime, ¿qué te ocurre cariño?




Horacio se levantó de la silla y fue hasta su hija, que comenzó a habar.
-          Verás, quería preguntarte si habías encontrado secretaria para el bufete…
-          Sí, encontramos a una chica que había llegado nueva desde Australia y tenía muy buenas referencias, ¿por qué?
-          Ah, pues porque tenía a una posible candidata, pero si ya no está el puesto de trabajo no hace falta que te diga nada más.




Edgar, dando un paseo hacia su casa, iba pensando en la situación económica familiar y en cómo le gustaría cambiar las cosas si estuvieran en su mano.




Cuando entró, vio que su madre estaba sola viendo la tele.
-          ¡Hola mamá! Ya estoy en casa.
-          Hola nene, ¿has visto las noticias? Un hombre entró en casa de una familia estando ellos dentro. Qué miedo… Menos mal que lo han metido en la cárcel.
-          Sí, algo me ha contado Miriam antes. ¿Se sabe quién es?
-          Sí, se llama Daniel Navarro, pero le llaman “El Navajas”.




Horacio sonrió un momento y le preguntó a su hija, por curiosidad, en quién había pensado.
-          ¿A quién tienes en esa cabecita tuya?
-          Pues había pensado en Rosalía.
-          ¿Qué Rosalía? ¿La que viene a limpiar?
-          Sí, porque hoy he estado con Edgar y me han contado lo mal que están de dinero y que no saben lo que hacer para seguir adelante. Me ha dicho que le pagamos bien, pero que no es suficiente para llevar toda la casa adelante ella sola. Por eso te he preguntado si el puesto de trabajo estaba libre, pero no pasa nada.
-          Bueno, ese puesto está ocupado, pero hay otro que, tal vez, le interese a Rosalía…




Edgar fue a abrazar a su madre, para tranquilizarla y para, también, calmar sus nervios al darse cuenta de que habían pillado al que le suministraba la droga.
-          Mamá, ya han pillado a ese tío, así que no tienes de qué preocuparte, ya lo verás.
-          Oye, ¿estás bien? Estás sudando…
-          Ah, será porque he venido andando desde el muelle.
-          Pero hijo, que estamos en otoño y hace frío. Hasta hace un rato ha estado lloviendo a mares, ¿estás seguro de que estás bien?
-          Que sí, no te preocupes.




Esa última frase de su padre, había dejado descolocada a Miriam.
-          ¿Hay otro puesto? A ver papá. ¿qué tienes en esa cabecita tuya?-dijo Miriam copiando las palabras de su progenitor-.
-          Jajajajaja, pues que desde hace meses estoy sin secretaria personal, en mi despacho. Soy yo quien coge las citas, las reuniones y llevo los casos y me he dado cuenta de que no puedo sólo y ya que me has comentado esto… Podría ser una posible candidata.




Rosalía tocó la frente de su hijo y vio que no tenía fiebre.
-          No tienes fiebre…
-          Mamá, ya te he dicho que estoy bien. Vengo acalorado, eso es todo.
-          Bueno, está bien. Por cierto, ¿qué tal fue la tarde con Miriam?
-          Muy bien, dimos un paseo y luego nos resguardamos de la lluvia en el muelle, que tiene unas recreativas y estuvimos jugando al pin pon un rato.




Horacio llevaba agobiado muchos meses, pero estaba tan ocupado que no le había tiempo para buscar a nadie que supliera la ausencia de su secretaria.
-          Papá, tú piensa que ha sido madre soltera, que ha llevado una casa ella sola con su hijo y que se ha buscado la vida para salir adelante. Y bueno, ya sabes lo buena trabajadora que es. No hay nadie que planche mi ropa mejor que ella…
-          Hija, podrías ser una buenísima abogada, ¿no te lo has planteado? Si esto fuera un juicio, habrías ganado el caso jajaja.
-          Bueno… Aprendí del mejor jejeje.
-          ¡Esa es mi niña!-dijo Horacio abrazando a su hija-.




Buscando a su mujer, Horacio se la encontró sentada en la cocina.
-          Hola cielo, ¿qué haces aquí sentada?
-          Está el pollo en el horno, así que me queda un rato hasta que termine. ¿Qué te pasa? Te veo con una sonrisa de oreja a oreja…




Sentándose junto a su esposa, Horacio comenzó a contarle la conversación con Miriam.
-          … y entonces claro, al decirme que había pensado en Rosalía me chocó un poco al principio, pero me ha defendido su postura tan bien nuestra pequeña, que me ha hecho pensarlo seriamente. ¿Qué opinas?
-          Bueno, te liberaría muchísima carga de trabajo, cielo, y estarías más centrado en los casos que tienes. Todos tienen una secretaria o un secretario en el bufete y tú eres el único que va sólo por ese mundo.
-          Ya, ¿pero crees que desempeñaría bien el trabajo de secretaria?
-          Tú la has visto poco trabajar aquí, pero yo la he visto cada día y no he conocido a una mujer más eficiente y limpia en lo que hace. Apenas hace ruido y es muy muy discreta en su trabajo. No sé cómo se manejará con el teléfono y los ordenadores pero yo creo que podría hacer el trabajo perfectamente.




Edgar comenzó a contarle las cosas que había hecho esa tarde con Miriam y Rosalía pudo notar que su hijo estaba colado por ella y que la quería de verdad, además, así Edgar distraía a su madre de los pensamientos de que algo le pasaba.




Samanta no podía estar más de acuerdo con la propuesta de su hija y así se lo hacía saber a su marido, que estaba mucho más convencido que antes.
-          ¿Entonces qué vas a hacer, querido?
-          Yo creo que la contrataré y probaré a ver qué tal está en este puesto… Pero tengo que hablar con ella.
-          ¿Y a qué esperas? ¿A que sea más tarde y esté dormida?




Genaro estaba paseando a Gary mientras le daba vueltas a la cabeza sobre su hijo. El móvil de Gema ya no daba ni siquiera el tono y estaba apagado o fuera de cobertura. No tenía noticias de su hijo por ninguna parte desde que se lo llevara su madre y no quería denunciarla por no provocar más peleas y enfrentamientos entre ellos.




Levantándose del asiento, Horacio buscó el contacto de Rosalía y comenzó a llamarla mientras que Samanta sonreía orgullosa porque sentía que el nuevo puesto de trabajo encajaría a la perfección con la forma de trabajar de Rosalía.




Tras sonar un par de veces el teléfono, Rosalía contestó.
-          ¿Sí, Horacio? ¿Desea algo?
-          Buenas noches Rosalía, espero que no te pille en mal momento.
-          No, para nada. ¿Ocurre algo?
-          Sí, verás… Hemos decidido en casa que no vengas más por aquí.




La cara de Rosalía se le acababa de desencajar…
-          Oh… Bueno. Siento oír eso.
-          No he terminado Rosalía. Necesito que aguardes un momento.
-          Dígame señor.
-          Lo primero de todo es que no vas a venir a limpiar mi casa porque no vas a limpiar ninguna casa más.
-          ¿Cómo dice?




Pero Horacio estaba disfrutando como un niño chico.
-          Lo que estás oyendo. Mañana vas a venir conmigo al bufete.
-          ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
-          Lo que pasa es que necesito una secretaria y eres la mejor candidata para el puesto. Así que necesito que vengas con tus mejores galas. ¿Sabes dónde está el bufete?
-          Sí…
-          Pues allí a las 8 de la mañana de mañana. ¡Buenas noches!
-          Bu…buenas noches Horacio…




Colgando el teléfono, Rosalía se quedó anonadada mirándolo sin reaccionar.
-          ¿Qué ha pasado mamá?
-          Me ha despedido…
-          ¡¿Qué?! ¿Por qué ha hecho eso?
-          Porque me ha contratado para que sea su secretaria personal…
-          ¡¿CÓMO?!-exclamó Edgar comenzando a sonreír, porque sabía que todo eso había sido gracias a Miriam-.




A unas cuantas calles de allí, en un edificio al borde del desplome, tapaban con una gruesa manta una de las ventanas…




El ruido que había formado Alfonso despertó a Gema, que estaba atada a la cama por los tobillos.
-          ¿Cuándo me vas a soltar?-preguntó Gema-.
-          Cuando dejes de gritar como una histérica.
-          Has dejado abandonado a mi pequeño, ¡¿CÓMO COÑO QUIERES QUE NO GRITE?! ¡CERDO!




Y sin pensárselo, Alfonso le dio un golpe en la cabeza a Gema que la aturdió terriblemente.




Sentándose frente a la tele después de amenazar a Gema para que no gritase, Alfonso puso las noticias para ver si se enteraba de algo de su amigo Navarro.
-          “Tras la detención del viejo conocido de la policía, Daniel Navarro o más conocido como ‘El Navajas’, un informante anónimo ha arrojado luz sobre la identidad de su cómplice, hasta ahora en paradero desconocido. Según nuestras fuentes se trata de Alfonso Quijano, otro antiguo amigo de la policía que compartió celda con El Navajas hace tiempo. Esta es su cara. Por favor, si lo ven por algún lado, no hagan nada, sólo llamen a la policía y ellos se encargarán de todo.”
-          Oh, oh… Se avecinan problemas.




Y en la sala de interrogatorios, la informante anónima no era otra que Sugar, a la que habían relacionado con Navarro y, para intentar lavarse las manos, habló de todo.
-          ¿Está usted segura de lo que está diciendo?-preguntaba un policía-.
-          Como que está usted aquí mismo. Mire, yo me acosté con ellos dos el otro día, me dedico a eso, ¿vale? Eran muy amigos, íntimos diría yo. Lo que me sorprendió fue ver que Alfonso había cambiado mucho físicamente.
-          ¿Cómo de cambiado?
-          Habrá perdido unos… ¿20 kilos? No estoy segura, Ahora va afeitado y con el pelo más corto. Al parecer se había echado novia.
-          ¿Sabe quién es?
-          Ni idea, pero la pobrecilla tiene más cuernos que el padre de Bambi. Pobre mujer.
-          Registramos la casa de Alfonso y no parecía que hubiera actividad por allí, ¿sabe si se podría haber ido a vivir con ella?
-          Ni idea… Pero conociendo a Alfonso seguramente seguiría viviendo en su casa, porque lo tenía todo siempre manga por hombro.




CONTINUARÁ…

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