viernes, 29 de noviembre de 2019

Capítulo 15 || Trampas

Amanda no estaba dispuesta a que Dylan no viviese en esa casa y así se lo hizo saber a Eduard.
- Por encima de mi cadáver Eduard. Dylan no se va a ir de aquí porque antes te vas a ir tú.
- ¿Irme yo? Esta casa es mía, está a mi nombre y la he pagado yo con trabajo y esfuerzo mientras tú… ¿Qué has hecho?
- ¿Te parece poco criar a tres hijos?
- Los cuidaba la nana que contratamos, venga por favor… Que tú nunca has dado un palo al agua y has estado aquí viviendo a mis expensas. Tú eres igual de parásito que él.


 Dylan había subido las escaleras bastante cabreado y se encontró a las gemelas en el ordenador tan tranquilamente.
- Me voy chicas.
- ¿Te vas? ¿A dónde?-preguntó Mandy-.
- De esta puta casa del demonio. Ese hijo de la gran puta de Kike le ha comido la cabeza a papá y le ha obligado a que me eche.


 Abajo, la discusión estaba subiendo varios tonos y los gritos se escuchaban desde la calle.
- ¡Que no se te vuelva a ocurrir hablarme de esa forma después de todo lo que he sufrido por ti! ¿Quién estuvo sola durante todo el embarazo de las gemelas porque a ti se te ocurrió acostarte con una puta de tres al cuarto? ¿No te acuerdas de eso?
- Venga ya Amanda, no me vuelvas a sacar el tema que de eso hace ya casi 20 años, ¿eh? Además…
- ¿Y tú con qué derecho le echas en cara a mi padre algo que tú misma haces?-intervino Kike cortando a su padre-.


 Mirándolo con incredulidad, Amanda mantenía una expresión de asco en su cara mientras Kike hablaba.
- ¿Que yo le pongo los cuernos a mi marido? Mira chaval, vete al cementerio a llorarle a tu madre porque aquí no vas a conseguir nada.
- ¡QUE DEJES EN PAZ A MI MADRE ZORRA ESTÚPIDA!-gritó con voz potente Kike, quien sorprendió tanto a su padre como a Amanda-. ¿Quieres jugar? Perfecto, porque tengo aquí unas fotos en mi móvil que te van a sorprender…
- Kike, ¿qué coño está pasando aquí?-preguntó Eduard sin saber a lo que se refería su hijo-.
- Anda mira, ¿esa no eres tú besando a un tal Gerardo?-siguió hablando Kike ignorando la pregunta de su padre-.
- ¿Qué? ¿Cómo…?-empezó a decir Amanda quedándose muda al instante-.
- Pero qué ven mis ojos, si estás en el dormitorio de mi padre y tuyo besándote apasionadamente con él después de haber salido del dormitorio de las gemelas… Vaya, vaya, vaya…


 En el piso de arriba, cuando escucharon el fuerte grito de Kike, todos se asustaron.
- ¿Qué coño está pasando abajo?-preguntó Candy-.
- ¿Ese no era Kike?-dijo Dylan-.


 Se le había formado un tapón en la garganta a Dylan y ese tapón tenía nombre y apellidos: Enrique de la Salle. Lo tenía completamente atragantado y tras ese grito, seguramente que a su madre, no se iba a quedar quieto.
Por su parte, Mandy no quería quedarse con la duda de qué estaba pasando abajo y fue a comprobarlo por ella misma al salón.


 Al llegar al salón, Mandy pudo ver cómo su padre permanecía en completo silencio y mortalmente serio mientras Kike y su madre se gritaban el uno al otro.
- ¡Así que deja de echarle en cara a mi padre las cosas cuando tú eres exactamente igual! Incluso tú peor porque, sabiendo que ese tío se acuesta con tus hijas, vas y te lo metes en tu cama… ¿No ves que podría ser tu propio hijo? ¿Qué clase de enferma eres?


 Al escuchar esa declaración de Kike, Mandy se dirigió a su madre y le preguntó directamente.
- ¿Te follas a Gerardo?
- ¿Te vas a creer lo que dice este cretino?
- ¡¿Te lo estás follando o no?!
- ¡Sí! Lo reconozco. Me lo follo varias veces en semana y me trago su polla hasta la campanilla, ¿qué pasa? ¿También me vas a echar tú la bronca?
- ¿Cómo se puede ser tan hija de puta? ¡Dímelo!-gritó Mandy-.


 Amanda había estado recibiendo palos por todos lados y el que menos esperaba era el de una de sus hijas gemelas.
- Ni se te ocurra volverme a llamar así niña, es más, te voy a decir una cosa…
- ¡No! La que te va a decir las cosas claras soy yo. Papá la cagó y tú lo perdonaste o eso le dijiste porque, si de verdad lo hubieras perdonado, no le habrías tratado tan mal desde que Kike apareció en nuestra casa y encima no te habrías acostado con Gerardo sabiendo que se acostaba con Candy y conmigo. ¡Él tuvo un desliz! Tú lo que has hecho ha sido vengarte, tratarlo con una moneda peor de lo que él hizo porque, desde que dijiste que lo perdonaste, él dejó de salir, le revisabas su móvil, las conversaciones, le controlabas las amistades… ¿No te das cuenta de que tú eres la que tiene un serio problema?


 Siendo consciente por primera vez de sus actos, Amanda agachó la cabeza y comenzó a rebajar los humos que tenía.
- Yo… Bueno, quiero decir que… Lo siento. Será mejor que… Suba y recoja mis cosas.
- Será mejor, sí,-dijo Mandy con un tono muy seco y cortante-. Date prisa antes de que se vaya Dylan y así os vais juntitos.


 Subiendo en completo silencio, Amanda se encontró con su hijo bajando la escaleras y con cara de pocos amigos.
- ¿Qué está pasando aquí?-preguntó Dylan-.
- Espérame que me voy contigo.
- ¿Cómo? ¿Papá también te ha echado?
- No… No ha sido tu padre. Ahora te contaré…


 Pero Dylan se quedó parado en el sitio.
- De aquí no me muevo hasta que no me cuentes qué carajo ha pasado ahí abajo.
- Pues… Que he engañado a tu padre con… El noviete de tus hermanas sabiendo que ellas se acostaban con él para… Vengarme de tu padre de cierta forma por lo que me hizo a mí hace 20 años.
- ¿Y qué? Se lo tienen merecido. Las gemelas son unas depravadas que desde siempre han hecho todo juntas y no me extraña que se follen las dos a un mismo tío y papá siempre ha sido un infiel por naturaleza, lo que pasa es que tú lo tenías atado en corto. Yo no veo nada malo en lo que has hecho.
- Pues yo sí y… Me arrepiento.
- Mamá, vámonos de aquí porque necesitamos recuperar la cordura de esta casa de locos.


 Tras cambiarse de ropa, Dylan y Amanda salieron de casa dando un portazo y alejándose de allí.
- ¿A dónde vamos ahora?-preguntó Amanda-.
- Conozco un hotel que está muy bien… Allí nos quedaremos.
- Si quieres lo pagamos a medias. Yo tengo una cuenta aparte de la conjunta con tu padre de la que él no tiene conocimiento.
- Qué lista eres mamá…


 En el interior, Eduard no había abierto la boca en todo ese rato y, mirando a su hija, sólo le dijo una frase.
- Hija… Tú sabrás lo que haces con tu vida…


 Tanto Kike como Mandy vieron a su padre subir las escaleras bastante cabizbajo, quien fue hacia su dormitorio y se encerró allí. En el salón, Mandy quería darle las gracias a Kike por algo…
- Kike, gracias por no comentar nada de que… Nos acostamos. Creo que papá no lo habría soportado.
- Ese encuentro sucedió porque no conocíamos la existencia del otro, nada más. Yo si hubiera sabido que tú eras mi hermana, no me habría acostado contigo. Si es la mujer con la que vivo, que era la mejor amiga de mi madre y está buenísima y no hago nada con ella y no es ni de mi familia…
- Y respecto a lo de Candy y yo… A ver, siempre nos hemos compenetrado mucho y nos gustan los mismos hombres entonces… Nunca nos ha importado compartir todo, incluso la cama.
- Yo ahí no me meto, eso es cosa vuestra y pertenece a vuestra intimidad.


 Sonriendo, Mandy no pudo evitar abrazarse a Kike.
- Gracias hermanito. Eres un cielo.
- No hay de qué Mandy. Para mí es un placer.
- Calla, que el placer ya me lo diste a mí aquella vez jajaja.
- Anda ya mujer, ¿te gustó?
- Hijo, me corrí dos veces, ya me dirás tú.
- Pues era mi primera vez jajajaja.


 El buen rollo se instauró en la casa y Kike visitaba a su padre y hermanas con total tranquilidad al igual que ellos a Kike en casa junto con Isa. Y así fue pasando el tiempo hasta que, unas siete semanas después del derrumbe de la casa, el contratista y su equipo habían trabajado duro para construir la nueva vivienda que ocuparía aquel lugar. Yendo un domingo a verla, Kike se la enseñó a todos.
- ¿Qué os parece?
- Está preciosa,-dijeron todos-.
- Va a ser un cambio muy grande para este barrio,-comentó Eduard-.


 A lo lejos, Dylan vigilaba a su familia mientras le retransmitía a su madre lo que veía.
- Están delante de la casa en construcción.
- ¿Y qué hacen?
- Parece que la están mirando. Uy, se van para la zona de atrás ahora…


 Efectivamente, Kike fue a la zona de atrás de la casa para enseñarle a su familia que estaban construyendo una piscina y que estaba todo en proceso todavía.
- Queda muchísimo trabajo, pero creo que va a quedar muy bien.
- Eso te iba a decir,-comentó Candy-, que cuando esté terminada va a estar preciosa.
- ¿Se puede entrar para verla por dentro?-quiso saber Mandy-.
- Sí, pero solo la parte de abajo, porque arriba todavía no hay barandillas ni zonas seguras,-contestó Kike-.


 Entrando en la casa, Kike les explicó dónde iría cada cosa y cómo se imaginaba la casa.
- Cocina y salón de concepto abierto, aseo y despacho en la primera planta y un dormitorio principal con baño propio y un dormitorio de invitados junto con un baño común para la segunda planta. Ah, y una terraza. Fuera estará la piscina y una zona de barbacoa que todavía no sé dónde irá.


 Amanda y Dylan, quienes seguían observando a Kike y los demás, pudieron verlos salir de la casa con dirección hacia un bar-restaurante de la zona donde tomar algo.
- Mamá, es el momento de hacerlo.
- ¿Estás seguro?
- Completamente. Confía en mí.


 Amanda apoyaba a su hijo pese a no estar completamente convencida del todo.
- Si tú crees que es lo mejor…
- Mamá, nos echaron de casa y llevamos casi dos meses viviendo en un hotel y ninguno nos ha buscado. Nos han abandonado y tirado al suelo como una vulgar colilla y Kike nos la va a pagar. Todo ha sido por su culpa.


 Entrando en la casa, Dylan echó un poco de gasolina que guardaba en una botella y le prendió fuego con una cerilla y el futuro salón de la casa comenzó a arder con fiereza.


 Corriendo para no ser vistos, Dylan y Amanda se alejaron de la casa orgullosos de que, con ese hecho, joderían a Kike y le derribarían la casa si el fuego se propagaba rápido. O aunque eso no sucediera, al menos le habían hecho daño de una cierta forma.


 Mientras tanto, Isa hablaba con Candy en la zona exterior del bar.
- ¿Es bueno este sitio?-preguntaba Isa-.
- Buenísimo, tienen unas comidas que te chupas los dedos de lo ricas que están y encima a muy buen precio. ¿No has estado nunca aquí?
- No, es que ni conocía el bar.
- Pues no te vas a arrepentir, ya lo verás.


 Como el sitio estaba lleno y no había mesas disponibles, todos estaban esperando fuera cuando Eduard comenzó a oler a quemado.
- Uy, qué peste a quemado, ¿no?
- Sí, es verdad-dijo Mandy-.
- Coño, pues sí que huele,-dijo Kike girándose mientras olía-. Mierda, ¡mi casa!


 Corriendo hacia la casa, Kike salió despavorido hacia ella mientras que Eduard y Mandy le seguían.
- ¡Kike no entres! ¡Es muy peligroso!-gritaba su padre-.


 El fuego había comenzado a propagarse y Kike lo tenía complicado para entrar, pero sabía que en la habitación que sería el baño había un extintor, por lo que tenía que apagar esas llamas por encima de cualquier cosa.


 Entrando finalmente, Kike alcanzó el extintor y comenzó a apagar las llamas que se dirigían hacia la escalera. El fuego estaba muy violento y el calor era más que insoportable ahí dentro.


 Kike no cesaba en su empeño mientras que comenzó a escuchar las sirenas de los bomberos. ¿Cómo podía haberse quemado su casa? Ahí dentro no había nada que pudiera provocar un incendio…  


 Mirando a sus alrededores, Eduard vio al final de la calle, dentro de un pequeño parque cercano, a Dylan y a Amanda. ¿Qué casualidad que estuvieran allí justo cuando estaba ardiendo la casa de Kike, no?  



CONTINUARÁ...

domingo, 24 de noviembre de 2019

Capítulo 14 || Trampas

Habían pasado un par de días desde lo sucedido y Kike no paraba de pensar en lo que hacer. Su padre lo había llamado varias veces sin obtener respuesta. Simplemente no sabía qué decirle y no le salía mentir, pero decirle toda la verdad de sopetón podría ser muy doloroso.


 Estando sumido en sus más profundos pensamientos, una señora anciana se dirigió a él.
- Disculpa jovencito, ¿puedes venir un momento?
- Claro, ¿le ocurre algo?
- Necesito verte de cerca…
- ¿Verme de…? ¿Por qué?
- Lo que me imaginaba. Tienes los ojos de tu madre.


 En completo estado de sorpresa, Kike no sabía quién era esa mujer ni cómo conocía a su difunta madre.
- Perdone señora pero… ¿Cómo sabe que tengo los ojos de mi madre?
- Porque yo era su madre.
- Me está diciendo que usted es… ¿Mi abuela?
- Exacto jovencito.


 Kike no podía creerse lo que estaba viviendo… ¿Después de todos esos años aparece su abuela? ¿Cuál era la razón?
- Y… ¿qué quiere?-preguntó Kike-.
- Mi marido está en una residencia para ancianos enfermo con alzheimer y yo también estoy muy mayor para poder valerme por mí misma, así que te he buscado para darte las llaves de nuestra casa, de tu casa a partir de ahora. Te pertenece por derecho familiar y ya que mi hija está… Pues es para ti.


 Sonriendo levemente, Kike no se creía lo que le contaba aquella mujer.
- O sea, ¿que me busca por primera vez en 18 años que tengo, sabiendo que mi madre fue asesinada y ahora me da las llaves de su casa? Lo siento pero… Me suena un poco raro.
- Siempre he estado bajo el yugo de mi marido pero… Pese a eso, le sigo queriendo. Cuando comenzó con el alzheimer, aproveché uno de sus lapsus para cambiar las escrituras de la casa y dejártelas a tu nombre, así que la casa es tuya legalmente. Toma,-dijo entregándole las llaves-. Haz con ella lo que quieras ya que… Nosotros no la pisaremos de nuevo.
- Guau, pues… Gracias. Lo último que me esperaba era algo de esto.
- Siento no haber estado cuando lo necesitabas pero… Bueno, será mejor que me vuelva a la residencia.
- ¿La acompaño?
- No hace falta, te lo agradezco. Cuídate mucho y hasta siempre.


 Yendo en busca de su nueva casa, Kike tenía el corazón en un puño por la conversación con su abuela. Le había transmitido mucha pena y tristeza en sus palabras que se disiparon justo cuando vio esa mansión. Esa imponente casa oscura en mitad de la noche sí que transmitía malas vibraciones.
- Qué mal rollo tío…


 Entrando en ella, Kike se dio cuenta de que todo estaba muy antiguo, deteriorado y que vagaba una fragancia un tanto asquerosa, como a basura o algo así.
- No me extraña que mi madre se fuera de aquí… Mejor me vuelvo a casa.


 Abriendo la puerta de su casa, Kike entró llamando a Isa para contarle el notición pero no la encontró en el salón ni en la cocina.


 Saliendo al jardín, Kike la vio relajándose en la piscina tranquilamente.
- Y yo buscándote como un loco por toda la casa,-dijo Kike-.
- Coño qué susto Kike. ¿No puedes hacer un poco más de ruido?
- Anda, sal que te tengo algo que contar…


 Saliendo de la piscina y colocándose una toalla alrededor de su cintura, Isa comenzó a escuchar a Kike.
- Cuando de repente va y me dice esa señora que es mi abuela.
- ¿Cómo que tu abuela?
- Sí, la madre de mi madre.
- Venga ya, ¿la misma que echó a tu madre de casa?


 En el momento en el que Kike le soltó el bombazo a Isa, ésta tampoco se lo podía creer.
- ¿Me estás vacilando?
- ¡Que no! Te lo juro, en serio.
- ¿Entonces te ha dado la casa así sin más?
- Así sin más.


 Abrazándolo, Isa le dio la enhorabuena.
- ¿Y qué tienes pensado hacer? ¿Te vas a independizar?
- Me gustaría pero yo esa casa no la piso ni loco.
- ¿Por qué? ¿Tan mal está?
- No es porque esté mal pero… Me da muy mal rollo. Mi abuela iba de negro vestida, era muy blanca de piel y la casa olía rancio, como… No sé, a basura o algo.
- Oye, ¿entramos y seguimos hablando?-propuso Isa-.


 Aceptando, Kike e Isa se fueron al salón a continuar la conversación.
- No lo recuerdo bien, pero creo que tu madre me dijo algo de que eran satánicos o de que adoraban al diablo y tal.
- ¿Quiénes? ¿Mis abuelos?
- Sí, creo que estaban en una secta o algo así y como tu madre no quería, por eso la tenían martirizada. Sobre todo tu abuelo.


 Esas cosas no las entendía Kike. Comprendía que era otra época, pero tratar de esa forma a una hija… Eso era inhumano.
- Pues ahora tiene alzheimer el tío.
- Mira, así podrá pasar sus últimos días sin recordar todo el daño que ha causado. Encima la vida lo ha tratado bien y todo.
- Sea como fuere, no lo voy a ver nunca ni a él ni a mi abuela, así que esa casa la venderé o ya veré lo que hago. ¿Quieres venir a verla mañana?


 Isa no se esperaba esa proposición.
- ¿Y para qué quieres que vaya?
- Bueno, no sé… Tú entiendes más de decoración que yo, así que era por si me podías dar algún consejo que otro.
- Por mí no hay problema. Después de tantos años volveré a verla y a pisarla… Bueno, hora de dormir si mañana queremos ir temprano para tu nueva casa.
- Está bien, subamos.


 Dándose un beso de buenas noches en la mejilla, Isa entró en su cuarto justo cuando Kike se volvió a mirarle el culo. Pese a tener sus años y poder ser su madre, estaba de muy buen ver.


 Con el culo de Isa en mente, Kike se metió en la cama pensando en que, en otras circunstancias, no le importaría tener algo con ella, pero por muy buena que estuviera, la quería como a una madre y no podría ser capaz de hacer nada.


 A la mañana siguiente, bien temprano entró Isa en el dormitorio de Kike, al que se encontró profundamente dormido.
- Buenos días bello durmiente. Es hora de levantarse para ver tu casa.
- Ay, un ratito más…
- De eso nada, así que para arriba ahora mismo.


 Levantándose a regañadientes, Isa pudo ver a Kike con la parte de arriba del pijama abierta y lo miró de arriba abajo.
- Chico, cómo se te va notando el gimnasio… Si no te quisiera como a un hijo… Ay Dios mío.
- Si no me quisieras como a un hijo… ¿Qué pasaría?
- Calla ya y vístete anda. Que tú estás muy bueno y yo tengo mucha hambre y no son buenas combinaciones.


Una vez los dos arreglados, ambos se dirigieron hacia la casa y, cuando Isa entró, se paró de golpe.
- Es tan siniestra y tenebrosa como la recordaba… Me pone los pelos de punta.
- ¿A que sí? Yo… Es que para vivir en una casa así prefiero venderla antes.


Pero Isa tenía otra idea en mente.
- No, no la vas a vender. Tú vas a vivir aquí.
- ¿Cómo dices?
- Déjamelo a mí que conozco al tío idóneo que te va a dejar esto irreconocible.
- ¿Qué se le ha ocurrido a esa cabecita tuya?
- Tú confía en mí…


Pasadas dos semanas desde aquel día, Kike se encontraba en la calle hablando por teléfono con el contacto de Isa.
- Sí, ya tengo las ideas claras sobre lo que quiero hacer,-decía Kike-, así que en cuanto puedas, nos vemos y te las digo para ver cómo podríamos hacerlo. Estupendo, ¿mañana por la mañana entonces? Genial, muy bien. ¡Hasta mañana!


Estaba todavía despidiéndose Kike cuando su padre se colocó a su lado dándose cuenta de que esa casa que tanto miedo daba había desaparecido. 


Una vez que Kike terminó la llamada, recibió un fuerte abrazo de su padre.
- Creí que te había pasado algo,-comentó Eduard-. ¿Estás bien?
- Sí, estoy bien pero… He estado muy ocupado.
- ¿Tan ocupado como para no cogerme las llamadas?
- ¿Te acuerdas de la casa que había aquí?-preguntó Kike cambiando un poco de tema-.
- Claro, si era la casa que todo el mundo creía que estaba encantada.
- Pues era de mis abuelos y me la han dado a mí, así que hemos llamado a un contratista para que la derribase y construya una completamente nueva para mí.
- ¿Y por este motivo te largaste de la tienda? Porque ahora con esto, necesitarás dinero. ¿Quién va a pagar todo lo que va a costar la obra?


Sin podérselo aguantar más, Kike comenzó a hablar.
- Lo primero que quiero aclarar es que yo no me largué, sino que Dylan no contó conmigo en ningún momento y al poco rato de irte tú ese día en la tienda llamó a un amigo suyo.
- Sí, Esteban Blasco. Es un gran amigo de tu hermano.
- Pues este gran amigo no sabe que su mujer se lo está montando con Dylan a sus espaldas.
- Eh, ¿a qué vienen esas acusaciones tan graves?
- A que tengo pruebas de ello. Dylan se largó de la tienda y dejó a Esteban sólo para montárselo con su mujer.
- ¿Qué pruebas tienes?


Sacando su móvil, Kike comenzó a enseñarle la galería de fotos donde se veía a Dylan besando a Micaela apasionadamente en el salón de la casa de la familia Blasco.
- No me lo puedo creer… Y Dylan echándote mierda encima diciendo que lo único que querías era aprovecharte de mí, que no me querías en realidad…
- Pues no papá. Las cosas no son como las cuenta Dylan. Esta es la verdad.


Alzando su mirada, Eduard miró mortalmente serio a Kike.
- Pues a partir de ahora van a cambiar las cosas en esta casa. Es hora de tomar las riendas de la familia y mandar en ella. Se va a acabar el ir de bueno porque luego me toman por tonto.
- ¿Qué vas a hacer papá?
- Acompáñame.


Yendo hacia la casa familiar, Eduard entró con fuerza por la puerta y se encontró a su mujer viendo la tele.
- ¿Dónde está Dylan?
- Uy cariño, ¿qué formas son estas de entrar?-protestó Amanda-.
- Qué dónde está Dylan. ¿Es que no se me ha oído la primera vez? ¿Está en casa?
- Sí pero… ¿Qué pasa?
- ¡DYLAN!


Levantándose del sillón, Amanda pudo ver a Kike y comenzó a protestar.
- ¿Qué hace este aquí? Creí dejar claro que no lo quería volver a ver en casa.
- Amanda, será mejor que te calles por tu propio bien,-aconsejó Kike-.
- ¿Cómo te atreves a hablarme así en mi propia casa?
- ¿Quieres que le comente a papá lo del rubio o prefieres que me lo calle?
- ¡BAJA AQUÍ INMEDIATAMENTE DYLAN!-gritaba Eduard como nunca había hecho-.
- ¿Cómo coño sabes…?-comenzó a preguntar Amanda-.


Eduard estaba tan cabreado que no había escuchado nada de la breve conversación entre su mujer e hijo. Bajando tranquilamente las escaleras, Dylan se extrañó al ver a su padre tan cabreado y a Kike detrás suya con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Qué ocurre papá? ¿Por qué gritas tanto?
- Recoge tus cosas y vete de esta casa ahora mismo.
- ¿Cómo dices?
- Te confié una de las tiendas, la puse a tu cargo al igual que a tu hermano y tú, en lugar de trabajar y ganarte el pan con el sudor de tu frente, contratas al vecino mientras tú dejas la tienda en sus manos cuando apenas tiene experiencia porque te estás follando a su mujer.
- Pero… ¡No te creas nada de lo que te ha contado ese bastardo! ¡Está mintiendo!
- Las fotos que me ha enseñado no mienten, Dylan. Así que se acabó el ir de bueno y de mantener a un hijo malcriado. A partir de ahora, si quieres sobrevivir, tendrás que aprender a buscarte las habichuelas.


CONTINUARÁ…