-
¿Qué haces aquí?
-
Quería verte y pedirte disculpas.
- No
tienes por qué decirme nada, así que será mejor que no me
entrometa más en tu vida y que todo siga como antes hasta que
aparecí.
Pero Eduard tenía otra idea en mente.
- De
eso nada… Ya dije ayer que te quiero involucrar en la familia y se
tendrán que acostumbrar a ello, les cueste lo que les cueste. Y por
eso te voy a meter a trabajar en una de las tiendas que tenemos.
- ¿A
trabajar? ¿De qué?
-
Tenemos varias tiendas de ropa y complementos del hogar y te voy a
meter junto con tu hermano Dylan para que aprendas el oficio y
ponerte al cargo de una nueva que voy a abrir en unos meses, ¿te
interesa la idea?
La verdad es que el hecho de pensar que tendría trabajo con
condiciones legales, vacaciones y sueldo fijo le llamaba mucho la
atención.
-
Pues… No te voy a decir que no.
-
Estupendo. Pues vayamos a cambiarte de ropa, que te tendrás que
poner el uniforme.
Tras ponerse la ropa de trabajo, Eduard acompañó a Kike hacia la
tienda donde trabajaría desde ese momento.
-
¿Todo esto es tuyo?
-
Sí, es nuestra hijo. Y tenemos otras cinco tiendas más y una sexta
prevista para abrir.
Al entrar en la tienda, Dylan fue a saludar a su padre cuando vio a
Kike y su expresión cambió radicalmente.
-
¿Qué hace este aquí?-preguntó Dylan-.
-
Saluda a tu nuevo compañero de trabajo, Dylan. Kike te acompañará
a partir de ahora y le enseñarás todo lo que hay que hacer porque
lo quiero poner al frente de la nueva tienda que vamos a abrir.
-
¿Te has vuelto loco, papá?
-
No. Sé perfectamente lo que me hago así que cambia esa cara que has
puesto y enséñale a tu hermano lo que hay que hacer.
-
Que él no es…
-
¡Dylan!-dijo Eduard alzando un poco la voz-.
Mirando a Kike, Eduard sonrió y se dirigió a él.
- El
oficio es sencillo. Tratar con los clientes y ayudarlos si tienen
alguna duda, aconsejarlos siempre desde la sinceridad y sonreír y
ser simpáticos. Algo que se le da muy bien a tu hermano, ¿verdad
Dylan? Bien, ahora os dejo solos que yo me tengo que ocupar del
papeleo de la otra tienda. ¡Nos vemos después!
Eduard se quedó atrás mientras veía cómo Dylan comenzó a
explicarle ciertas cosas a Kike con su cara de simpatía usual cuando
él estaba delante. Para Eduard, ver a sus dos hijos juntos era causa
de orgullo.
Verlo en la caja, haciendo todo lo que Dylan le había enseñado, le
hizo darse cuenta a Eduard que Kike llevaba los negocios en la sangre
y que sería un gran trabajador. Había apostado por él y todos
saldrían ganando.
Cuando empezaron a entrar los clientes, Dylan les dejó un tiempo
razonable para que mirasen lo que querían antes de acercarse a ellos
e intentar ayudarles.
Creyendo que su padre se había marchado, Dylan se sorprendió cuando
éste se le acercó por detrás y le dijo unas palabras.
-
Dylan, hijo mío, si no levantas la cara del suelo te la vas a pisar.
-
¿Pero tú no te ibas?
-
¿Tantas ganas tienes de que me vaya?
- No
pero, como habías dicho que te ibas a hacer algo de la otra tienda
creí que tenías prisa.
- Ya
me voy… Y a ver cómo te comportas con tu hermano. Hazme el favor
de tratarlo bien y tener paciencia porque es nuevo en esto.
- Sí
papá…
Acercándose a uno de los clientes, Dylan comenzó a sonreír y a
tratarlo con una amabilidad que Kike nunca había visto. Viéndolo
desde la caja, hasta le daba la sensación de que su hermano mayor
era simpático y todo.
Un rato después, fue Kike el encargado de procesar las compras del
cliente que había hablado con Dylan y, sorprendentemente, no lo
hacía mal del todo.
Al cabo de un par de horas, Kike ya llevaba dos ventas en su haber y
Dylan estaba apuntándolo todo a regañadientes. Le daba rabia que
fuera bueno, pero por mucho que su padre le hubiera dicho que lo
tratase bien, él no le iba a poner las cosas fáciles.
A Dylan se le había ocurrido una idea para que Kike no siguiera allí
en la tienda y dejarle vía libre a él. Por muy hermano que dijera
que era, había llegado de repente y no le iba a cambiar su rutina ni
su forma de vida. Dylan tenía unos planes e iba a seguirlos a
rajatabla.
Pasados unos minutos, un chico rubio apareció por allí a saludó
efusivamente a Dylan, quien comenzó a charlar con él.
-
Quería darte las gracias por cuidar tanto de mi familia. Para mi
mujer y para mí significa mucho esto que has hecho por nosotros.
- No
es nada, Esteban, para mí es un auténtico placer. Somos vecinos y
amigos, ¿verdad? Pues los amigos se cuidan mutuamente.
-
Fue una putada que me echasen del trabajo teniendo que pagar la
hipoteca, los gastos típicos… Estábamos asfixiados.
Dylan le restaba importancia a ese hecho mientras que Kike observaba
mortalmente serio sabiendo lo que estaba haciendo su hermano.
-
Nada Esteban. Yo necesitaba a alguien aquí y ya que estaba sólo,
¿por qué no contratar a uno de mis mejores amigos?
-
Gracias, de verdad te lo digo. Te debo una Dylan.
Sabiendo que Dylan no contaba con él y lo ignoraba completamente
desde el momento que llegó Esteban a la tienda, Kike se marchó de
allí sin decir absolutamente nada, con un nudo en la garganta tan
fuerte que le dificultaba tragar y, de esa forma, comenzó a dar
vueltas dirigiéndose hacia la casa de su padre para contarle lo
sucedido.
Estando ya a dos calles de distancia, Kike creyó ver a lo lejos a
Dylan entrando en una casa que no era la suya. Extrañado, miró el
buzón y pudo ver que se trataba de la casa de la familia Blasco.
-
¿Qué coño hará Dylan aquí?
Acercándose cuidadosamente, Kike pudo comprobar cómo su hermano
estaba charlando animadamente con una mujer, quien se imaginó que
sería la esposa de Esteban. Afinando el oído e intentando escuchar
la conversación, oyó algo de lo que hablaban.
-
Con Esteban en la tienda, ya no habrá que preocuparse de nada.
-
Eres un sol, Dylan. Te lo agradezco mucho.
- No
hay de qué Micaela.
- Es
que… Con todo el estrés que llevamos encima, se me engarrotan los
hombros y estoy en tensión todo el día. No te puedes imaginar cómo
estoy...
Ofreciéndose para hacerle un masaje, Micaela aceptó y se colocó de
espaldas a Dylan, quien comenzó a masajear la zona superior de la
espalda mientras Kike seguía observando la escena de lo más
intrigado. ¿Ahí no había gato encerrado?
¡Sus sospechas eran ciertas! En cuanto Dylan terminó de hacerle el
masaje, Micaela se volvió y besó dulcemente la boca de su hermano.
¡Menudo bombazo del que se había enterado!
Este hecho Kike tenía que aprovecharlo a su favor por lo que pudiera
pasar en un futuro, así que sacó su móvil y comenzó a hacer
varias fotos. Una de ellas fue un selfie donde captó a la perfección
a su hermano besando a la mujer de Esteban.
Yéndose de ahí antes de seguir viendo cosas que no quería, fue a
la casa de su padre y, justo cuando fue a llamar, se dio cuenta de
que la puerta estaba abierta, así que entró y comenzó a preguntar
si había alguien en casa.
Allí no contestaba nadie pese a que escuchaba ruido proveniente del
piso superior.
-
¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Subiré a ver...
Imaginad la sorpresa que se llevó Kike cuando se encontró que el
ruido venía de uno de los dormitorios donde un chico estaba tumbado
en la cama mientras le practicaba sexo vaginal a una de sus hermanas,
sexo oral a la otra gemela y, entre ellas, se daban un largo y húmedo
beso.
Saliendo de allí antes de que se dieran cuenta de su presencia, Kike
comenzó a reflexionar sobre qué tipo de familia era la que tenía
su padre en casa. ¿Dylan siendo el amante de una mujer casada?
¿Mandy y Candy manteniendo relaciones incestuosas? ¿Qué sería lo
siguiente?
Pudiendo asomarse a una ventana, Kike volvió a sacar su móvil para
hacer fotos de ese hecho y, lo que vio ya no le sorprendió. Ese día
estaba siendo una pillada detrás de otra y, como se suele decir, no
hay dos sin tres.
Pocos minutos después, Kike se escondió cuando escuchó cómo sus
hermanas hablaban entre ellas y con aquel chico.
-
Chicas, ahora vengo,-dijo el muchacho-.
- ¿A
dónde vas?-preguntaron las gemelas-.
- Al
baño, que me tengo que limpiar… todo-.
Entrando en la habitación de enfrente, Kike pudo mirar por la
ventana cómo se sentaba en la cama y se besaba con nada más y nada
menos que Amanda, la mujer de su padre. ¿Qué coño estaba pasando
ahí? Volviendo a sacar su móvil, Kike hizo varias fotos para no
desperdiciar esa ocasión.
Bajando las escaleras con una sonrisa tonta en la cara, a Kike le
había desaparecido ese nudo en la garganta junto con el cabreo que
traía en un principio. Ahora tenía pillado a todo el mundo y sin
habérselo propuesto. ¿Sabría su padre de todo aquello? ¿Tendría
que decírselo o actuar como si nada? Tenía que pensar en ello y ver
cómo actuaría desde ese momento…
CONTINUARÁ…
No hay comentarios:
Publicar un comentario