Estando sumido en sus más profundos pensamientos, una señora
anciana se dirigió a él.
-
Disculpa jovencito, ¿puedes venir un momento?
-
Claro, ¿le ocurre algo?
-
Necesito verte de cerca…
-
¿Verme de…? ¿Por qué?
- Lo
que me imaginaba. Tienes los ojos de tu madre.
En completo estado de sorpresa, Kike no sabía quién era esa mujer
ni cómo conocía a su difunta madre.
-
Perdone señora pero… ¿Cómo sabe que tengo los ojos de mi madre?
-
Porque yo era su madre.
- Me
está diciendo que usted es… ¿Mi abuela?
-
Exacto jovencito.
Kike no podía creerse lo que estaba viviendo… ¿Después de todos
esos años aparece su abuela? ¿Cuál era la razón?
- Y…
¿qué quiere?-preguntó Kike-.
- Mi
marido está en una residencia para ancianos enfermo con alzheimer y
yo también estoy muy mayor para poder valerme por mí misma, así
que te he buscado para darte las llaves de nuestra casa, de tu casa a
partir de ahora. Te pertenece por derecho familiar y ya que mi hija
está… Pues es para ti.
Sonriendo levemente, Kike no se creía lo que le contaba aquella
mujer.
- O
sea, ¿que me busca por primera vez en 18 años que tengo, sabiendo
que mi madre fue asesinada y ahora me da las llaves de su casa? Lo
siento pero… Me suena un poco raro.
-
Siempre he estado bajo el yugo de mi marido pero… Pese a eso, le
sigo queriendo. Cuando comenzó con el alzheimer, aproveché uno de
sus lapsus para cambiar las escrituras de la casa y dejártelas a tu
nombre, así que la casa es tuya legalmente. Toma,-dijo entregándole
las llaves-. Haz con ella lo que quieras ya que… Nosotros no la
pisaremos de nuevo.
-
Guau, pues… Gracias. Lo último que me esperaba era algo de esto.
-
Siento no haber estado cuando lo necesitabas pero… Bueno, será
mejor que me vuelva a la residencia.
-
¿La acompaño?
- No
hace falta, te lo agradezco. Cuídate mucho y hasta siempre.
Yendo en busca de su nueva casa, Kike tenía el corazón en un puño
por la conversación con su abuela. Le había transmitido mucha pena
y tristeza en sus palabras que se disiparon justo cuando vio esa
mansión. Esa imponente casa oscura en mitad de la noche sí que
transmitía malas vibraciones.
-
Qué mal rollo tío…
Entrando en ella, Kike se dio cuenta de que todo estaba muy antiguo,
deteriorado y que vagaba una fragancia un tanto asquerosa, como a
basura o algo así.
- No
me extraña que mi madre se fuera de aquí… Mejor me vuelvo a casa.
Abriendo la puerta de su casa, Kike entró llamando a Isa para
contarle el notición pero no la encontró en el salón ni en la
cocina.
Saliendo al jardín, Kike la vio relajándose en la piscina
tranquilamente.
- Y
yo buscándote como un loco por toda la casa,-dijo Kike-.
-
Coño qué susto Kike. ¿No puedes hacer un poco más de ruido?
-
Anda, sal que te tengo algo que contar…
Saliendo de la piscina y colocándose una toalla alrededor de su
cintura, Isa comenzó a escuchar a Kike.
-
Cuando de repente va y me dice esa señora que es mi abuela.
-
¿Cómo que tu abuela?
-
Sí, la madre de mi madre.
-
Venga ya, ¿la misma que echó a tu madre de casa?
En el momento en el que Kike le soltó el bombazo a Isa, ésta
tampoco se lo podía creer.
-
¿Me estás vacilando?
-
¡Que no! Te lo juro, en serio.
-
¿Entonces te ha dado la casa así sin más?
-
Así sin más.
Abrazándolo, Isa le dio la enhorabuena.
- ¿Y
qué tienes pensado hacer? ¿Te vas a independizar?
- Me
gustaría pero yo esa casa no la piso ni loco.
-
¿Por qué? ¿Tan mal está?
- No
es porque esté mal pero… Me da muy mal rollo. Mi abuela iba de
negro vestida, era muy blanca de piel y la casa olía rancio, como…
No sé, a basura o algo.
-
Oye, ¿entramos y seguimos hablando?-propuso Isa-.
Aceptando, Kike e Isa se fueron al salón a continuar la
conversación.
- No
lo recuerdo bien, pero creo que tu madre me dijo algo de que eran
satánicos o de que adoraban al diablo y tal.
-
¿Quiénes? ¿Mis abuelos?
-
Sí, creo que estaban en una secta o algo así y como tu madre no
quería, por eso la tenían martirizada. Sobre todo tu abuelo.
Esas cosas no las entendía Kike. Comprendía que era otra época,
pero tratar de esa forma a una hija… Eso era inhumano.
-
Pues ahora tiene alzheimer el tío.
-
Mira, así podrá pasar sus últimos días sin recordar todo el daño
que ha causado. Encima la vida lo ha tratado bien y todo.
-
Sea como fuere, no lo voy a ver nunca ni a él ni a mi abuela, así
que esa casa la venderé o ya veré lo que hago. ¿Quieres venir a
verla mañana?
Isa no se esperaba esa proposición.
- ¿Y
para qué quieres que vaya?
-
Bueno, no sé… Tú entiendes más de decoración que yo, así que
era por si me podías dar algún consejo que otro.
-
Por mí no hay problema. Después de tantos años volveré a verla y
a pisarla… Bueno, hora de dormir si mañana queremos ir temprano
para tu nueva casa.
-
Está bien, subamos.
Dándose un beso de buenas noches en la mejilla, Isa entró en su
cuarto justo cuando Kike se volvió a mirarle el culo. Pese a tener
sus años y poder ser su madre, estaba de muy buen ver.
Con el culo de Isa en mente, Kike se metió en la cama pensando en
que, en otras circunstancias, no le importaría tener algo con ella,
pero por muy buena que estuviera, la quería como a una madre y no
podría ser capaz de hacer nada.
A la mañana siguiente, bien temprano entró Isa en el dormitorio de
Kike, al que se encontró profundamente dormido.
-
Buenos días bello durmiente. Es hora de levantarse para ver tu casa.
-
Ay, un ratito más…
- De
eso nada, así que para arriba ahora mismo.
Levantándose a regañadientes, Isa pudo ver a Kike con la parte de
arriba del pijama abierta y lo miró de arriba abajo.
-
Chico, cómo se te va notando el gimnasio… Si no te quisiera como a
un hijo… Ay Dios mío.
-
Si no me quisieras como a un hijo… ¿Qué pasaría?
-
Calla ya y vístete anda. Que tú estás muy bueno y yo tengo mucha
hambre y no son buenas combinaciones.
Una vez los dos arreglados, ambos
se dirigieron hacia la casa y, cuando Isa entró, se paró de golpe.
-
Es tan siniestra y tenebrosa como la recordaba… Me pone los pelos
de punta.
-
¿A que sí? Yo… Es que para vivir en una casa así prefiero
venderla antes.
Pero Isa tenía otra idea en
mente.
-
No, no la vas a vender. Tú vas a vivir aquí.
-
¿Cómo dices?
-
Déjamelo a mí que conozco al tío idóneo que te va a dejar esto
irreconocible.
-
¿Qué se le ha ocurrido a esa cabecita tuya?
-
Tú confía en mí…
Pasadas dos semanas desde aquel
día, Kike se encontraba en la calle hablando por teléfono con el
contacto de Isa.
-
Sí, ya tengo las ideas claras sobre lo que quiero hacer,-decía
Kike-, así que en cuanto puedas, nos vemos y te las digo para ver
cómo podríamos hacerlo. Estupendo, ¿mañana por la mañana
entonces? Genial, muy bien. ¡Hasta mañana!
Estaba todavía despidiéndose
Kike cuando su padre se colocó a su lado dándose cuenta de que esa
casa que tanto miedo daba había desaparecido.
Una vez que Kike terminó la
llamada, recibió un fuerte abrazo de su padre.
-
Creí que te había pasado algo,-comentó Eduard-. ¿Estás bien?
-
Sí, estoy bien pero… He estado muy ocupado.
-
¿Tan ocupado como para no cogerme las llamadas?
-
¿Te acuerdas de la casa que había aquí?-preguntó Kike cambiando
un poco de tema-.
-
Claro, si era la casa que todo el mundo creía que estaba encantada.
-
Pues era de mis abuelos y me la han dado a mí, así que hemos
llamado a un contratista para que la derribase y construya una
completamente nueva para mí.
-
¿Y por este motivo te largaste de la tienda? Porque ahora con esto,
necesitarás dinero. ¿Quién va a pagar todo lo que va a costar la
obra?
Sin podérselo aguantar más,
Kike comenzó a hablar.
-
Lo primero que quiero aclarar es que yo no me largué, sino que Dylan
no contó conmigo en ningún momento y al poco rato de irte tú ese
día en la tienda llamó a un amigo suyo.
-
Sí, Esteban Blasco. Es un gran amigo de tu hermano.
-
Pues este gran amigo no sabe que su mujer se lo está montando con
Dylan a sus espaldas.
-
Eh, ¿a qué vienen esas acusaciones tan graves?
-
A que tengo pruebas de ello. Dylan se largó de la tienda y dejó a
Esteban sólo para montárselo con su mujer.
-
¿Qué pruebas tienes?
Sacando su móvil, Kike comenzó
a enseñarle la galería de fotos donde se veía a Dylan besando a
Micaela apasionadamente en el salón de la casa de la familia Blasco.
-
No me lo puedo creer… Y Dylan echándote mierda encima diciendo que
lo único que querías era aprovecharte de mí, que no me querías en
realidad…
-
Pues no papá. Las cosas no son como las cuenta Dylan. Esta es la
verdad.
Alzando su mirada, Eduard miró
mortalmente serio a Kike.
-
Pues a partir de ahora van a cambiar las cosas en esta casa. Es hora
de tomar las riendas de la familia y mandar en ella. Se va a acabar
el ir de bueno porque luego me toman por tonto.
-
¿Qué vas a hacer papá?
-
Acompáñame.
Yendo hacia la casa familiar,
Eduard entró con fuerza por la puerta y se encontró a su mujer
viendo la tele.
-
¿Dónde está Dylan?
-
Uy cariño, ¿qué formas son estas de entrar?-protestó Amanda-.
-
Qué dónde está Dylan. ¿Es que no se me ha oído la primera vez?
¿Está en casa?
-
Sí pero… ¿Qué pasa?
-
¡DYLAN!
Levantándose del sillón, Amanda
pudo ver a Kike y comenzó a protestar.
-
¿Qué hace este aquí? Creí dejar claro que no lo quería volver a
ver en casa.
-
Amanda, será mejor que te calles por tu propio bien,-aconsejó
Kike-.
-
¿Cómo te atreves a hablarme así en mi propia casa?
-
¿Quieres que le comente a papá lo del rubio o prefieres que me lo
calle?
-
¡BAJA AQUÍ INMEDIATAMENTE DYLAN!-gritaba Eduard como nunca había
hecho-.
-
¿Cómo coño sabes…?-comenzó a preguntar Amanda-.
Eduard estaba tan cabreado que no
había escuchado nada de la breve conversación entre su mujer e
hijo. Bajando tranquilamente las escaleras, Dylan se extrañó al ver
a su padre tan cabreado y a Kike detrás suya con una sonrisa de
oreja a oreja.
-
¿Qué ocurre papá? ¿Por qué gritas tanto?
-
Recoge tus cosas y vete de esta casa ahora mismo.
-
¿Cómo dices?
-
Te confié una de las tiendas, la puse a tu cargo al igual que a tu
hermano y tú, en lugar de trabajar y ganarte el pan con el sudor de
tu frente, contratas al vecino mientras tú dejas la tienda en sus
manos cuando apenas tiene experiencia porque te estás follando a su
mujer.
-
Pero… ¡No te creas nada de lo que te ha contado ese bastardo!
¡Está mintiendo!
-
Las fotos que me ha enseñado no mienten, Dylan. Así que se acabó
el ir de bueno y de mantener a un hijo malcriado. A partir de ahora,
si quieres sobrevivir, tendrás que aprender a buscarte las
habichuelas.
CONTINUARÁ…
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