-
¿Por qué ha tenido que morir?-se preguntaba Kike-. Había cometido
sus errores pero era un buen tío… Joder, qué injusta es la vida.
Lo bueno de todo esto es que Abdel también ha muerto junto con otros
más que me tenían entre ceja y ceja cuando estuve allí. Ni que
hubiera sido a propósito vaya…
Mientras tanto, Eduard Redson acababa de entrar en el gimnasio
buscando a Kike. ¿Para qué lo quería encontrar?
Mirando por todos lados, no lo encontraba y Eduard comenzaba a
desesperarse.
-
¿Pero dónde se habrá metido este chico? Me dijeron que entrenaba
aquí… Miraré en el piso de arriba.
Subiendo, al único que vio dándole al saco fue a Kike.
Contemplándolo sin que éste se diera cuenta de su presencia, Eduard
suspiró.
- A
la hora de golpear no te olvides cubrirte la cara,-dijo Eduard-.
Volviéndose a ver quién le había hablado, Kike descubrió de quién
se trataba y su cuerpo se congeló al instante. No sabía cómo
reaccionar pero ahí estaba su… padre biológico.
Fijándose en todos y cada uno de los detalles de la cara de aquel
hombre, Kike sonrió al ver un gran parecido entre ambos. Vaya, no se
podía negar que fuera hijo suyo.
Acercándose a Kike, Eduard lo abrazó para sorpresa de éste pero,
después del primer shock, Kike correspondió al abrazo.
-
¿Cómo me has encontrado?-preguntó Kike-.
-
Hablando con gente de aquí y de allá di con tu casa y allí una
amable mujer me dijo dónde entrenabas… Hijo, siento lo de tu
madre. Yo la quería mucho.
Separándose de él, Kike le hizo una pregunta directa y sin
miramientos.
- Y
si tanto la querías como dices, ¿por qué nunca supe de ti? Mamá
me decía que la dejaste tirada cuando te dijo que estaba embarazada
de ti y que le dijiste que no le podía endosar a ese niño siendo
ella puta. ¿Sabías que sufrió un aborto antes de yo nacer?
-
¿Cómo?
-
¿No te lo dijo? Sí, se quedó embarazada y el hijo de puta de…
Katashi,-dijo Kike tras un breve silencio-, le pegó una paliza que
le provocó el aborto, por eso perdió tantos kilos y se quedó
consumida por la droga que le metían allí.
-
Joder, no tenía ni idea te lo juro… Claro, ahora ya todo me
cuadra… Por eso la vi tan delgada cuando volví a verla después de
ser padre.
Las cosas estaban comenzando a aclararse entre ambos y sin reproches
de por medio, lo que favorecía una conversación bastante fluida.
- ¿Y
por qué no volviste después?
- Lo
pensé y estuve a punto varias veces pero… Mi mujer se enteró de
que la engañaba y estuvimos a punto de separarnos. Logré que me
perdonase, pero a cambio le prometí no volver a salir sin que ella
supiera en todo momento dónde estaba y… Esa fue la causa de que no
volviese. Pero ahora que nos hemos encontrado te prometo que nada ni
nadie nos va a separar. Ven, te llevaré a casa y te presentaré
formalmente.
Saliendo del gimnasio, pusieron rumbo hacia la casa de Eduard y desde
fuera pudieron ver a alguien en el salón viendo la tele.
-
Esa es mi mujer… Tú espera aquí hasta que yo te haga una señal y
puedas entrar, necesito reunirlos a todos primero.
-
Está bien,-afirmó Kike bastante nervioso-.
Entrando en la casa, Eduard saludó a su mujer.
-
Hola mi vida, ¿qué ves?
-
Pues nada importante, estaba haciendo zapping. ¿Y tú qué tal
corazón?
-
Muy bien, con grandes noticias que contaros… ¿Dónde están todos?
- En
sus habitaciones creo.
-
¡Chicos! Venid aquí, que necesito contaros algo.
-
¿Qué pasa cielo?-preguntó extrañada la mujer de Eduard-.
Una vez que todos estaban reunidos en el salón, Eduard le hizo un
gesto a Kike para que entrase mientras iba preparando a la familia.
-
Bien… Como sabéis… Nunca he sido un padre perfecto ni tampoco un
marido ideal pero… Es de sabios rectificar y hoy quiero comenzar a
ser mejor persona; por eso quiero presentaros a alguien que va a
involucrarse en la familia a partir de ahora porque siempre ha
pertenecido a ella.
Entrando en el salón, Eduard presentó a Kike.
-
Este es Kike, tiene 18 años y hijo mío al igual que vosotros.
-
¿Lo estás diciendo en serio?-preguntó un incrédulo Dylan-.
-
Sí. Sucedió hace muchos años, durante una fuerte crisis entre tu
madre y yo y… La engañé. Fruto de ese desliz nació Kike, quien
ha tenido que vivir sin una figura paterna toda su vida. Por eso
quiero que eso cambie a partir de ahora.
El silencio era de lo más tenso e incómodo en ese momento, pero
Eduard seguía con su discurso.
-
Kike, este es tu hermano Dylan, tiene 24 años y es el mayor. Y luego
están las gemelas, de 19 años que son Candy y Mandy.
-
¿Candy y... Mandy?-preguntó Kike con un nudo en la garganta-.
-
Sí, las llamamos así para no equivocarnos demasiado con los nombres
y como son gemelas… Pues para que tuvieran nombres parecidos.
-
Ya, entiendo...-Kike miraba a ambas chicas sin saber a ciencia cierta
con cual de las dos se había acostado, ya que ambas eran idénticas-.
Pero hubo algo que le hizo a Kike darse cuenta de quién había sido
su amante aquel pasado día.
-
Papá, no me esperaba esto de ti,-dijo Mandy levantándose del sillón
de la izquierda-. Me has decepcionado… Vámonos Candy-.
-
Pero… Nena, por favor…-dijo Eduard-.
Ahora Kike sabía perfectamente con quién se había acostado: con la
que estaba sin maquillaje y con ropa de andar por casa, además de
por su reacción al saber que ambos eran hermanos, que fue de lo más
evidente. ¿Cómo no había podido darse cuenta Mandy de que Kike se
parecía irremediablemente a su hermano Dylan y a su padre?
Al igual que sus hermanas, Dylan se levantó del sofá mortalmente
serio mirando a su madre.
- No
sé tú mamá, pero yo no pienso aguantar más con este señor
aquí,-dijo refiriéndose a Kike-.
Mirando a ambos, Dylan fijó su mirada en su padre y le dijo unas
palabras demoledoras.
-
Lamentable papá.
En el piso de arriba, Mandy no paraba de dar vueltas por la
habitación y tenía completamente desconcertada a su hermana.
-
¿Se puede saber a qué ha venido ese arrebato, Mandy? Si todos
sabemos que papá engañaba a mamá, no era de extrañar que tuviera
hijos por ahí. Si lo raro es que no tenga más.
- No
es eso, me da igual que papá tenga otros hijos por ahí, pero es
que… Es muy fuerte esto.
-
Pues hasta que no me lo cuentes no sabré la gravedad del asunto.
-
¿Te acuerdas que antes te he contado que me he follado a uno en los
baños del bar?
- Sí
y que te he dicho que estabas como una cabra, me acuerdo.
-
Vale, pues ese chico es el que está abajo y que papá dice que es
nuestro hermano. Por eso estoy de esta forma.
Llevándose las manos a la boca, Candy no se podía creer el bombazo
que le acaba de soltar su gemela.
-
Pero nena, ¿estás segura?
- Sí
Candy, completamente segura. Que lo he desvirgado yo… Pffff, que
fuerte tía. ¿Y ahora qué hago?
-
¿Cómo que qué vas hacer ahora? Pues absolutamente nada porque es
nuestro hermano, es de nuestra familia y por muy perra que te haya
puesto no puede volver a ocurrir, ¿te enteras?
- Lo
sé, pero me va a resultar muy complicado verlo como a Dylan, no va a
ser lo mismo.
-
Normal, porque a Dylan no le has comido la polla como a Kike.
-
Anda, dilo más fuerte, a ver si se enteran papá y mamá abajo. De
verdad que…
- Lo
siento…
- Y
ni una palabra a nadie, ¿te enteras?
-
Sí, lo prometo.
Entrando en la habitación con un cabreo considerable, Dylan hizo su
aparición justo cuando ambas hermanas habían terminado de hablar de
lo sucedido.
-
¿Os lo podéis creer? Ahora viene papá con ese tío diciendo que es
nuestro hermano.
-
¿Es que no se nota?-preguntó Candy-. Pues anda que no se parece a
ti chaval.
-
¡No nos parecemos en nada!
-
Mandy, dice que no jajajaja. Venga ya hombre, no te hagas ahora el
sorprendido que todos sabemos que papá nunca ha sabido lo que es la
palabra fidelidad.
Sentándose, los tres hermanos siguieron charlando del tema.
-
Sí, todos sabemos que papá no es ningún santo. Pero todo iba muy
bien hasta que ha aparecido ese tío ahora y… ¿para qué? ¿Qué
quiere? Seguramente será un muerto de hambre que querrá su parte en
todo lo que ha conseguido papá y luego se largará por donde ha
venido y desaparecerá para siempre.
-
Eso no lo sabes,-intervino Mandy-. A mí me parece un buen tío y
además, papá ha dicho que tiene 18 años y nosotras tenemos 19, así
que concuerda con aquella vez que casi se divorcia de mamá.
-
Pues sí,-dijo Candy-. Seguramente nos llevaremos entre nosotros unos
pocos meses.
En el piso inferior, Eduard hablaba con su mujer.
- Te
perdoné la infidelidad y me dijiste que no lo volverías a
hacer,-decía ella-, y años y años después apareces con este
supuesto hijo tuyo reabriendo una herida que casi nos cuesta el
matrimonio… Eres un sinvergüenza.
-
Amanda, no quiero reabrir ninguna herida, sólo quería deciros que a
partir de ahora Kike formará parte de nuestras vidas.
Sin poderlo evitar, Amanda comenzó a gritar.
-
¡Yo no quiero que éste tío forme parte de mi vida ni de la vida de
mis hijos! Vivíamos muy bien y yo no pienso cambiar nada porque
aparezca un niño de la nada diciendo que es tu hijo. ¿Tú lo has
comprobado?
-
¡Amanda! ¿Es que no se ve lo suficiente?
-
¡Que no! No pienso soportar ver por aquí al fruto de tus engaños
con una fulana cualquiera.
Ese comentario tan despectivo hizo reaccionar a Kike, quien había
permanecido en completo silencio durante todo ese tiempo.
-
Oiga señora, para hablar de mi madre límpiese la boca con jabón
porque mi madre no era ninguna fulana cualquiera como usted ha dicho.
Mi madre no tuvo culpa de que mi… padre se acostase con ella.
Además, mi madre no está aquí para defenderse así que le rogaría
que no se dirigiera a ella de esa forma.
-
Pues dile que venga y le dejaré las cosas bien claritas a la cara.
-
Imposible porque ¡está muerta! Asesinada, de hecho. ¿Le suena el
caso Yamamoto?
-
Sí…-contestó Amanda en un tono de voz mucho más bajo-.
-
¡Bingo! Mi madre fue la mujer asesinada por el gran, prestigioso y
afamado empresario Katashi Yamamoto y, por si se lo pregunta, sí, yo
fui quien me cargué a ese cerdo y lo volvería a hacer una y otra
vez con tal de salvar a mi madre de las garras de ese monstruo, así
que no vuelva a dirigirse a mi madre de esa forma ¿le ha quedado
claro?
Sentándose en uno de los sillones, Amanda se quedó en silencio
durante unos segundos pero, tras coger aire, volvió a hablar.
-
Sigo manteniendo lo que he dicho antes. No pienso aguantar hijos de
señoras extrañas por muy hijos de mi marido que sean. Lo siento
chico pero es mi última palabra.
-
Eres muy injusta, Amanda,-dijo Eduard-.
-
¿Injusta? ¿Me estás hablando tú de injusticias?
Kike, sin pronunciar una sola palabra más, se dirigió hacia la
puerta mientras escuchaba los gritos de Amanda por encima de las
palabras de Eduard.
-
Kike vuelve, no le hagas caso. ¡Ven aquí, hijo!
- Ni
se te ocurra volver porque cojo a los niños y me marcho de
aquí,-amenazó Amanda-.
Kike estaba profundamente arrepentido de haber ido en busca de su
padre porque todo lo que había conseguido era tener más problemas y
provocar enfrentamientos que se podían haber evitado.
CONTINUARÁ…
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