viernes, 1 de noviembre de 2019

Capítulo 5 || Trampas


Pasados dos meses desde su encierro en ese lugar, aquel tipo visitaba a Ann dos veces por semana y, de tanto ir el cántaro a la fuente…
- Positivo… Ha salido… Positivo. Joder, estoy embarazada…



 Sintiendo algunas nauseas, en el predictor decía que estaba de 5 semanas.
- Menuda sorpresa se va a llevar Katashi…


 Saliendo del baño con una sonrisa, el propio Katashi la estaba esperando, ya que había sido él quien había comprado el predictor en la farmacia.
- ¿Esa sonrisa que tienes es porque ha sido una falsa alarma?
- No, estoy embarazada, ¿no es maravilloso?
- ¿Maravilloso? ¡¿Maravilloso?!


 Y sin decir nada más que eso, Katashi comenzó a golpear a Ann sin descanso y sin ningún tipo de piedad.


 Su principal objetivo era su tripa, así que comenzó a golpearla continuamente hasta dejar a Ann completamente tirada en el suelo sin apenas moverse.


 Como pudo, llegó al baño justo para que una gran cantidad de sangre comenzase a salir de su vagina y, en ese momento, algo se le rompió en su interior… Había perdido al bebé. Ese malnacido había matado a su pequeño o pequeña.


 Sintiendo un fuerte dolor tanto en su interior como por los golpes recibidos, Ann se tocaba su tripa llorando amargamente. ¿Cómo se podía querer tan rápido a un hijo sin ni siquiera conocerlo? ¿Cómo iba a aguantar allí ahora viendo a la cara todos los días al asesino de su pequeño?


 Completamente con la moral destruida, Ann se enfocó en el trabajo y apenas descansaba ni tampoco comía, por lo que comenzó a perder mucho peso hasta quedarse prácticamente en los huesos. Aparte de eso, aquel tipo estuvo bastante tiempo sin venir y eso hacía más pesadas las noches allí.


 Pero un día aquel hombre apareció y en cuanto la vio, se sorprendió por su cambio físico y subió al dormitorio como hacían siempre.  


 En cuanto cerraron las puertas, Ann recibió un fuerte abrazo de ese tipo.
- Te he echado muchísimo de menos pero he tenido problemas en casa y… Me ha sido imposible venir. ¿Tú cómo estás? Estás mucho más delgada.
- Estoy bien, no te preocupes.
- ¿Segura?
- Sí, tranquilo,-dijo ella intentando tragar el nudo en la garganta que se le había formado a causa de los recuerdos del aborto que le habían provocado-.


 Había pasado un año ya desde que las chicas comenzaran a prostituirse para Katashi y, aunque parezca mentira, Ann se encontraba descansando un poco.


 Entrando en esa habitación, Isa sonrió al ver a su amiga durmiendo plácidamente. La quería tantísimo que no había forma humana de expresarlo.


 Sintiendo la presencia de Isa, Ann se despertó y cuando la vio se levantó y la abrazó.
- ¿Cómo estás?-preguntó Isa-.


 Sentándose una frente a la otra en las camas, ambas amigas comenzaron a hablar.
- Bien. Me siento mejor que nunca,-contestó Ann-.
- Se te ve en la cara, que te has recuperado bastante de como te habías puesto.
- Es que ese aborto fue… Muy duro para mí.
- Qué hijo de puta es Katashi. ¿No tiene piedad ni con un bebé? Ojalá se muriese pronto.
- A todo cerdo le llega su San Martín.
- Y hablando de cerdos, ¿cómo se tomó la noticia tu amante misterioso?


 Tocándose la tripa y suspirando, Ann contestó a esa pregunta en un tono más triste.
- En cuanto le dije que… estaba embarazada, comenzó a reírse y me dijo que siendo puta y acostándome con tantos tíos, cómo podía encasquetarle un bebé a él. Que se lo pasaba muy bien conmigo y que le encantaba nuestro sexo, pero que él tenía una vida fuera de esas paredes, que era marido y padre y no quería un marrón que le jodiera la vida. Un marrón… Este hijo mío no es ningún marrón, ¿me entiendes, Isa? Mi hijo va a ser un gran hombre, todo lo que no ha sido el que lo engendró y marcará un antes y un después en nuestras vidas y, aunque no sea fácil, lo sacaré adelante aunque mi vida dependa de ello.
- Hablas como una auténtica madre.
- Son las palabras que me hubiese encantado escuchar a mí de la boca de mis padres…


 Y sin poderlo evitar, Ann se echó a llorar. ¿Por qué tenía una vida tan complicada? ¿No podía tener una vida normal? ¿Un trabajo normal? Deseaba salir de allí pero con Katashi y Rubén por medio le era imposible.


 Pasados los cuatro meses que le quedaban de embarazo, Ann dio a luz a un niño precioso llamado Enrique que era la alegría para todas las chicas de allí. Todas mimaban al pequeño, lo cuidaban y hacían turnos para que no se quedase solo. Pero siempre había un problema y siempre venía por parte de la misma persona: Katashi.
- Ann, ¿te has recuperado ya?
- ¿Has visto a mi niño?
- Me importa una mierda tu estúpido hijo. Me importas tú. Me estás haciendo perder dinero y si no te pones a trabajar pronto tendré que tomar mis medidas.


 Mientras tanto, Rubén no paraba de taladrar con la mirada a Ariel, quien se hacía la loca para intentar evitar el contacto físico y que éste se le acercara para que le pidiera sexo…


 Saltando como las leonas, Ann comenzó a proteger a su hijo de las amenazas de Katashi.
- Te juro que como le hagas algo a mi hijo te mato con mis propias manos, hijo de la grandísima puta. Ya me hiciste perder a un bebé y me provocaste un aborto. Este hijo me ha costado sangre, sudor y lágrimas sacarlo adelante hasta que naciese, así que ni se te ocurra ponerle un dedo encima.
- ¿Me vas a decir tú a mí lo que tengo que hacer? ¿Pero quién te crees que eres?
- ¡Una madre que defiende lo suyo y a los suyos!
- Pues yo soy el dueño de esto y te ordeno a que salgas ahora mismo y te hagas cinco clientes como mínimo. Porque en el caso de que no los hagas… Tu hijo lo sentirá mucho.
- No serás capaz…
- Pruébame, a ver si es un farol…


 Saliendo con el atuendo de siempre, Rubén se acercó a Ariel y a ella y les dijo que tenía que cobrarse toda la droga que les daba, que él también necesitaba una recompensa… Y así hicieron con todo el asco del mundo.


 Al poco rato, otro chico que estaba allí comenzó a mirar y Rubén le invitó a unirse, diciéndole que no había problema.


 En la habitación de las chicas, Katashi miraba con asco y desprecio al pequeño Enrique, quien dormía plácidamente en ese momento.


 Fuera, ambas chicas se apoyaban la una en la otra rezando internamente para que pasase rápido ese mal trago porque estaba siendo una violación de libro… Pero ellas eran simples putas y no tenían sentimientos, ¿verdad?


 El trabajo era incesante y el lugar se hacía cada vez más y más famoso, por lo que Katashi cada día era más rico y más prepotente y apenas le daba dinero a cada una de las chicas. Todo lo quería para él.
En un momento de descuido, Isa se escapó de la barra de pole dance y se metió en la habitación para supervisar a Enrique, que contaba ya con dos años de vida.
- ¿Cómo está lo más bonito de la casa?-dijo Isa provocándole una inevitable sonrisa al pequeño-.


 A todo esto, Katashi estaba ocupado arriba violando a Ainhoa. Esta vez había llevado su obsesión al mayor extremo y le había atado los pies mientras que la penetraba sin piedad. Lo peor no era eso, aunque pudiera parecerlo, sino que todas ya estaban acostumbradas y se habían creado una especie de “escudo protector” para que no les afectase tanto esas situaciones.


 Poniéndose algo de ropa, Isa se tapó para estar frente al hijo de su mejor amiga.
- ¿Te aburres?-preguntó la muchacha-.
- Chi.
- ¿Quieres que te enseñe esas tarjetas tan chulas que te compramos?
- ¡¡Chiiiii!!


 Agarrándolo en brazos, Isa abrazó fuertemente a Enrique.
- Te quiero mucho pequeño.
- Y yo…


 Situándose de rodillas frente a Enrique, Isa comenzó a enseñarle unas tarjetas didácticas justo cuando Katashi entró en la habitación y se encontró esa situación.
- ¿Qué cojones se supones que estás haciendo aquí?-preguntó Katashi poniendo cara de loco-.
- ¡Katashi! Que hay un niño delante, no hables de esa forma.
- ¡Me importa una polla como una olla este monstruo! ¿Qué coño haces que no estás en la barra?
- Enrique estaba solo y fui a vigilarlo, eso es todo.
- ¿Y quién coño te ha dado permiso para hacerlo? ¿Yo acaso? No, ¿verdad? ¿Y Rubén? Tampoco, ¿cierto?
- …


 Ante la nula contestación de Isa, Katashi se acercó a ella y la abofeteó con fuerza delante de Enrique, quien dio un paso atrás y se asustó, comenzando a sollozar.


 Enrique estaba siendo testigo del forcejeo de Isa con Katashi. Ese hombre no le gustaba y le tenía miedo, por lo que cada vez que lo veía intentaba esconderse.
- ¡Para!-llegó a decir Enrique-.
- ¡Que te calles!-gritó Katashi empujando al niño con la pierna-.


 El ver que había empujado a Enrique, provocó que Isa le comenzase a levantar la mano a Katashi por primera vez. Una corriente eléctrica de ira le recorrió el cuerpo y fue a pegar a Katashi cuando éste la paró y le pegó más fuerte a ella, dejándola prácticamente sin respiración.


 Volviéndose a poner de pie, Enrique miró mortalmente serio a Katashi.
- Hombre malo,-dijo Enrique enfadado-.



CONTINUARÁ...

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