lunes, 29 de octubre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 13


Esa misma tarde, Jara fue a casa de los Tomillo para la entrevista y allí estaban Horacio y Samanta.
-          Entonces,-preguntaba Samanta-, ¿qué tipo de experiencia tienes?
-          Verá, estuve varios años trabajando en casa de un señor, cuidándolo y ayudándolo en sus quehaceres diarios. Aparte de eso, me dedicaba a limpiar la casa, hacer la comida cuando fuera necesario, e incluso me quedaba alguna noche también.
-          Vaya, se ve que has trabajado mucho. ¿Y por qué decidiste irte de allí?




Jara bajó la mirada un poco y, tras unos breves segundos, contestó.
-          Por fallecimiento. Aquel hombre murió y entonces su hijo y yo decidimos venir aquí a buscarnos la vida en la ciudad, ya que en Twinbrook está todo prácticamente muerto.
-          Vaya, lo siento mucho,-comentaron ambos-.
-          No pasa nada. Es algo que hay que superar.




Mirándose un momento entre ellos, Horacio y Samanta estaban de acuerdo con la decisión.
-          Bien, mi esposa y yo creemos que eres la persona idónea para cubrir el puesto.
-          ¿De verdad? Muchísimas gracias…
-          No hay de qué, mujer,-comentó Samanta-. Se te ve una chica muy preparada y dispuesta. ¿Te gustaría empezar mañana?
-          O ahora mismo, como prefiráis.
-          Bueno… Nosotros ya hemos comido, ¿y tú?-preguntó la mujer de la casa-.
-          Sí, gracias.
-          Venga va, si quieres comienza hoy. Lo que pasa es que vas a tener que irte a comprar el uniforme.
-          No hay problema. Díganme dónde es y ahora mismo iré.




Tras darle el dinero y las explicaciones pertinentes, Jara salió contenta y con paso decidido hacia la tienda ante la atenta mirada de los padres de familia.




En cuanto la puerta se cerró, Horacio se giró hacia Samanta.
-          Cariño, ¿no te recuerda Jara a Rosalía?
-          ¿A Rosalía? Estás loco.
-          Cielo, mírala bien la próxima vez. Se parecen mucho…
-          Horacio, las dos son sudamericanas y tienen un color de piel parecido, pero eso es todo.




Pero Horacio seguía creyendo que ambas mujeres debían ser de la misma familia.
-          ¿Y qué vas a hacer?-preguntaba Samanta-. ¿Ir a Rosalía y preguntarle si tiene una hermana, sobrina o alguna prima de las que no nos haya hablado?
-          Ya, pero…
-          Déjalo Horacio, de verdad. ¿Qué importa eso ahora?
-          Sí, tienes razón Samanta.




Nada más volver, Jara se colocó el uniforme y se puso manos a la obra. Se notaba que ellos habían limpiado un poco, pero ahora Jara le sacaría brillo a cada objeto o suelo de la casa.




A todo esto, en el autobús del colegio, la clase de Edgar venía del instituto y una compañera de clase se había sentado a su lado.
-          Venga, dame un poco vamos. Te pagaré el doble.
-          Chung, ¿cómo te lo tengo que decir? Ya no vendo nada. No tengo mercancía de ningún tipo, déjame en paz.




Edgar había quedado con Miriam para hacer los deberes juntos, así que fue directamente a casa de ella a esperarla en la puerta, ya que la clase de su novia se había ido de excusión a un parque nacional. Pero Chung continuaba buscando a Edgar.
-          Mira Chung, te voy a dejar las cosas muy claritas para que las entiendas muy bien. No tengo droga, no vendo y tampoco voy a volver a vender más mierda de esa. Estoy completamente limpio así que si quieres colocarte búscate a otro porque de mí no vas a conseguir absolutamente nada. ¿Te queda claro?




Llegando en ese momento Miriam, escuchó las últimas palabras de Edgar y, frunciendo el ceño, se acercó a ambos.
-          ¿Qué está pasando aquí?
-          Nada,-contestó Edgar-, que se cree aquí la colega que sigo vendiendo…




Girándose hacia Miriam, la muchacha la miró y vio cómo la despedía con la mano.
-          Venga, vete a tu casa Chung. Y que no te vuelva a ver acosando a mi novio, ¿vale?




Y ya, una vez solos, la pareja pudo besarse en condiciones.
-          Te he echado de menos, Edgar. Menudo asco que vuestra clase no pudiera venir a la excursión por culpa del castigo colectivo.
-          Ya, si Peláez se hubiera estado quietecito, hoy habríamos ido con vosotros.




Entrando en la casa, Junior vio como su padre se acababa de levantar del sillón.
-          Hola papi. ¿Vuelves al trabajo?
-          Sí hijo, qué remedio… ¿Qué tal en el cole?
-          Pues bien, como siempre.




Acercándose el uno al otro, padre e hijo se fundieron en un abrazo ante la atenta mirada de su madre.
-          Pórtate bien y hazle caso a mamá en todo, ¿vale?
-          Sí papá, y tú mete a muchos malos en la cárcel.
-          Cariño, eso es trabajo de la policía. Yo me dedico a defender a las personas.
-          Ya, pero si defiendes a uno, los otros se pueden ir a la cárcel, ¿no?
-          Visto así… Tienes parte de razón, sí.




Al ir hacia la puerta vio cómo su hija y Edgar entraban.
-          Hola papá,-saludó Miriam-.
-          Hola hija, hola Edgar, ¿cómo estáis?
-          Bien,-contestó el chico-, con una montaña de deberes.
-          Pues entonces será mejor que comencéis pronto. ¿Sabe tu madre que estás aquí?
-          No, se lo dije a Genaro en casa, pero ya que la vas a ver ahora, si no te importa decírselo…
-          Ningún problema hijo. Venga, portaos bien y haced los deberes, ¿vale?




Justo iba a irse Horacio cuando Jara le avisó de que ya había terminado con las tareas de ese día.
-          Vaya, menuda eficacia Jara.
-          Gracias señor. ¿Desea que haga algo más?
-          Sí, que no me llames señor, que me haces más viejo de lo que ya soy jajaja. Llámame Horacio, no hay problema.
-          ¿Es la nueva asistenta?-preguntó Miriam-.
-          Sí, se llama Jara y estará aquí con nosotros a partir de ahora.




Junior estaba un poco agobiado con los exámenes y los deberes, por lo que se lo estaba diciendo a su madre.
-          Mami, es que ya son ejercicios muy complicados y hay algunos que no puedo hacerlos yo sólo. Y como no los hago, me ponen malas notas y no quiero suspender mami…




Pero Samanta estaba tranquila.
-          No te preocupes mi vida. Papá y yo te pondremos un profesor particular para que te ayude en tus tareas y en los estudios.
-          ¿De verdad? ¿No estás enfadada conmigo?
-          ¿Por qué debería enfadarme? Has hecho bien en acudir a mí y pedirme ayuda. Tú estate tranquilo que mañana mismo tendrás la ayuda que necesitas.




Viendo que Jara se iba hacia la puerta, Samanta se levantó y corrió en su busca.
-          ¡Jara! Un momento por favor, no te vayas.
-          Sí, ¿qué pasa Samanta?




Recobrando el aliento, Samanta le preguntó algo a Jara.
-          Sé que eres nueva aquí, pero… ¿Conoces a alguien que pueda ayudarle a mi hijo en los estudios? ¿Tal vez tu novio?
-          ¿Novio?
-          ¿Tú no me dijiste antes que te habías venido aquí con el hijo del señor que cuidabas?
-          Sí, pero ese no es mi novio.
-          Ah, perdóname hija. Creí que al haberos mudado juntos erais novios.
-          No, qué va jeje.
-          Entonces, ¿tú crees que él podría ayudar a mi hijo? Es que necesita ayuda urgente.




Jara sonrió afablemente y contestó.
-          Es la persona idónea para el trabajo. Fue universitario y tiene muchos más estudios que yo, así que si hay alguien que pueda ayudar a tu hijo, es Ángel.
-          Vale, pues dile cuando llegues a casa que me llame, ¿vale? No le voy a hacer ninguna entrevista, pero es para comentarle qué asignaturas le impartirá y para que se prepare las cosas.
-          Estupendo. Yo se lo diré.
-          Confío en que será un buen trabajador.
-          No hay nadie mejor que él. Me ha ayudado infinidad de veces, la mayoría sin yo pedírselo. Es muy atento y ordenado con sus cosas…
-          Disculpa que me meta en tus cosas pero… ¿Seguro que no hay nada entre vosotros? Por la forma de describírmelo, parece que sientes algo por él…




A la mañana siguiente, Jara se levantó más tarde porque tenía revisión en el médico e iría a trabajar por la tarde. Cuando salió del dormitorio, vio a Ángel preparando el desayuno.
-          Buenos días madrugador.
-          Buenos días Jara. ¿Has dormido bien?
-          Como un bebé, ¿y tú?
-          Un poco mal. Estoy nervioso por lo de esta tarde.




Jara, sonriendo a Ángel, comenzó a tranquilizarlo.
-          No te preocupes porque va a salir todo muy bien. Son gente encantadora y parecen muy buenos.
-          ¿Y tú crees que yo lo haré bien?
-          Ya hablaste con ella ayer, así que no te preocupes que lo tienes todo muy bien preparado y son asignaturas fáciles.




Terminando de cocinar, Ángel le preguntó cuántos gofres quería Jara, por lo que sacó un par de platos y sirvió el desayuno para cada uno.




Sonriendo, Jara probó el primer bocado.
-          Están muy ricos estos gofres. Cada día cocinas mejor, ¿eh?
-          Muchas gracias Jara. La verdad es que no se me da mal del todo, al fin y al cabo…
-          Vaya, eso parece. Como se te dé así de bien todo… La chica con la que acabes será muy feliz.
-          Oh bueno, también tengo mi temperamento, no te creas.




Ambos siguieron hablando y comentando, pero a Ángel se le notaba un poco despistado, como en las nubes y eso Jara lo estaba notando, por eso él cambió de tema.
-          Bueno, ¿y de qué se trata la revisión de hoy?
-          Va a ser un chequeo completo, que hace mucho tiempo que no me hago uno y al estar en otra ciudad quiero estar segura de todo.
-          Ah bien, o sea, que el médico tendrá que hurgar ahí abajo, ¿verdad?
-          Supongo…
-          Uh, pues espero que no tengas nada, porque si no van a tener que meterte un tubo muy largo y dicen que no es muy agradable.




Levantándose, Jara puso mala cara mientras miraba a Ángel.
-          ¡No me digas esas cosas! Que me dan miedo los médicos.
-          Jajajajaja, no te preocupes mujer. Mira, te acompañaré para que te sientas más segura. Anda, ve a cambiarte mientras tanto.




Sentándose en el sofá, Ángel no paraba de pensar en el comentario de Jara. Eso de que le dijera que la chica que acaba con él sería muy feliz después de soltarle que si todo lo hacía así de bien lo había dejado descolocado. ¿Le habría lanzado alguna indirecta? Porque eso parecía…




CONTINUARÁ…



jueves, 25 de octubre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 12


Tras dos intensas semanas luchando para que Gregorio fuera al médico sin conseguirlo, un ataque al corazón se lo llevó al otro barrio, dejando sólo a su hijo...




Ángel estaba destrozado. Los pocos ahorros que tenía se los llevó el sepelio para que su padre pudiera tener un entierro digno, así que ahora no tenía nada.




La única familia que le quedaba a Ángel era su padre y ahora estaba sólo en el mundo. Sin padres ni hermanos, sólo tenía a Jara como amiga… Pero ahora que Gregorio había muerto, Jara no tenía nada que lo atase a él.




Acercándose a la tumba, Jara también comenzó a llorar amargamente mientras que Ángel se quedaba mirando a un punto fijo con la cabeza inmersa en miles de pensamientos.




Poniéndole Ángel la mano en el hombro a Jara, se volvió y abrazó fuertemente a él sin pensárselo dos veces.
-          Gracias por acompañarme en el funeral,-dijo Ángel-.
-          ¿Bromeas? Sois parte de mi familia y no te iba a dejar sólo. Ahora ni nunca.
-          ¿A qué te refieres?
-          Pues… A que ya nada me ata a este sitio y aquí tengo malos recuerdos. Vayámonos Ángel. Tú y yo.




Dándole un último adiós a Gregorio, ambos volvieron a la casa de Ángel y allí comenzaron a planear todo.
-          Jara, vendamos nuestras casas y con todo ese dinero, vayámonos a la ciudad, a Los Aniegos. Allí tendremos más oportunidades para encontrar trabajo.




Dicho y hecho. Otras dos semanas después, Ángel había encontrado una pequeña casita recién reformada a las afueras del barrio más humilde de Los Aniegos. Con el dinero que habían juntado ambos, pudieron comprarla y, para su suerte, los muebles venían incluidos así que era mucho mejor.




Al entrar, Jara y Ángel pudieron verla físicamente por primera vez.
-          Está muy bien. Se nota que la han reformado recientemente,-comentó la chica-.
-          Pues sí. Creo que será un buen sitio para comenzar de nuevo… Ay, yo creo que a mi padre le habría gustado.
-          Estoy segura. Los dos teníais gustos parecidos.




Pero, para hacer la cocina más grande, tuvieron que sacrificar un dormitorio, por lo que la casa sólo contaba con un cuarto para ellos dos.
-          Esto es lo malo,-comentó Ángel-, no vamos a tener intimidad.
-          Bueno, no te preocupes. Cuando alguien vaya a cambiarse de ropa, el otro se sale de la habitación y listo. Tendremos que poner unas normas básicas de convivencia y entonces no habrá problema.




Más tarde, cuando les comenzó a apretar el hambre, Ángel se fue hacia la cocina para hacer el almuerzo mientras que Jara, tras un cambio de look radical antes de mudarse, donde volvió a su color natural, buscaba trabajo para ambos. Parándose en una, la leyó en voz alta…
-          Ángel, escucha esta oferta…
-          Sí, dime.
-          “Se busca persona para servicio doméstico en una vivienda familiar. La persona debe ser limpia, ordenada y cuidadosa con las cosas, preferentemente con algo de experiencia previa.” Suena bien, ¿verdad?
-          Ese trabajo está hecho para ti, Jara. Apúntate ya, no vaya a ser que te lo quiten.




En otra barriada, no demasiado lejos de allí, Samanta estaba en el ordenador de su marido desechando las candidaturas de la oferta de trabajo que acababa de poner.
-          Nada, esta no me gusta. Este no sabe ni donde está de pie… Esta tampoco. ¿Y esta? Uy, la primera que tiene algo de experiencia. A ver… Experiencia cuidando de personas mayores, limpieza en la casa… Le voy a hablar para que venga a hacer una entrevista. Luego se lo comentaré a Horacio.




Horacio estaba en el trabajo hablando con Rosalía sobre un tema importante.
-          Rosalía, te lo cuento a ti porque te tengo aquí, pero seguramente en un par de días os llegará a casa una carta con todo lo que te acabo de explicar bien detallado.
-          Y en chino, ¿no?
-          Jajajajaja, me encanta tu sentido del humor. Sí, en chino mandarín. Por eso te lo he explicado yo ahora, para que os enteréis mejor por mí.




Horacio estaba muy contento con el trabajo que estaba haciendo Rosalía en el despacho, ya que se había adaptado perfectamente y con mucha rapidez. Las cosas ahora le iban mejor que nunca y ninguno de los dos estaba agobiado ni estresado.




Rosalía, que había decidido autoimponerse un uniforme de trabajo, se soltó el pelo para estar más presentable y dar una mejor imagen ante los clientes. Su trato era inmejorable, se la veía muy profesional y todos hablaban maravillas de ella.




Cuando por la tarde llegó a casa, vio que el pequeño Lucas estaba jugando con el xilofón.
-          ¡Buenas tardes familia!
-          ¡Hola!-saludó el niño-.
-          Hola cariño…-dijo Genaro-.




Dirigiéndose hacia él, Rosalía lo vio jugando a la consola.
-          ¿Qué tal la mañana, guapo?
-          Igual que las demás. Buscando trabajo, echando currículums, limpiando, cuidando del peque… Lo de siempre. ¿Y tú?
-          Yo tengo noticias…
-          Uy, ¿buenas o malas?




Poniendo el juego en pausa, Genaro se levantó para hablar directamente con Rosalía.
-          A ver… Ha salido la resolución del juicio sobre el caso de abandono de Lucas por parte de Gema.
-          ¿Y bien?
-          Como el juez se cansó de que el abogado de ella…-comenzó a decir Rosalía antes de ser interrumpida-.
-          Sí, mi ex-abogado.
-          Ese mismo. Pues como no paraba de ponerle excusas, de que estaba de viaje, enferma o por otros motivos, el juez ha ordenado su encarcelación inmediata, con la consiguiente retirada del pasaporte y de la patria potestad de vuestro hijo. Ahora tu hijo es completamente tuyo y puedes hacer y deshacer con él lo que te plazca sin necesidad de contar con su aprobación.




Genaro no podía creérselo. ¡Por fin se había hecho justicia!
-          ¡No sabes la alegría que me das! A saber la cara que habrá puesto ella cuando se haya enterado…
-          No tengo ni idea, porque su abogado tenía pinta de no saber dónde está tampoco, según me ha contado Horacio.
-          ¿Sigue sin aparecer?
-          No, pero tampoco le sonsacan más al abogado y la policía tiene carteles con su cara por todos lados. Tarde o temprano la encontrarán.




En un arrebato de amor, Genaro besó impetuoso los labios femeninos.
-          Y todo gracias a ti, Rosalía.
-          ¿A mí? Yo no soy la abogada aquí. En todo caso le tendrías que dar las gracias a Horacio.
-          Pero eres tú la que me informa directamente, la que trabaja con él y la que le has dicho la situación que tenemos en casa. Te amo, vida mía. Ven aquí.
-          Ay no, que está el niño delante.
-          Espera…




Cogiendo a Lucas en brazos, lo llevó hasta la cuna que habían comprado y que habían puesto en el cuarto de Edgar, que era quien más espacio tenía.
-          Hora de la siesta, hijo. Ahora a dormir.




Y yéndose hasta su dormitorio, se encontró con una Rosalía completamente desnuda.
-          No sabes lo que te quiero…
-          ¿Ah sí? Ven y demuéstramelo,-dijo ella coqueta-.




Desde el exterior de la casa, Gema intentaba mirar a lo lejos por si podía ver a su hijo, ya que se imaginó que Genaro se iría a vivir con Rosalía tras su divorcio con ella.




Saber que tenía a su hijo tan cerca, pero a la vez tan lejos, la martirizaba y no podía evitar que las lágrimas cayeran por sus mejillas.




En un instante, Gema pudo ver cómo Genaro cogía en brazos a su hijo y se metía en una de las habitaciones, lo que le provocó una sonrisa tonta de oreja a oreja. Sin embargo, Alfonso la había encontrado y no venía con cara de muy buenos amigos.
-          ¿Qué te he dicho sobre acercarte a tu hijo?




Y en cuanto Gema se giró, Alfonso le propinó un guantazo que sonó en toda la calle.
-          Y ahora te vendrás conmigo. ¡Vamos!




Entrando en la casa, la empujó dentro con fuerza.
-          ¡Entra puta! Ya sabía yo que era mala idea dejarte salir…




Ushtu, que veía la tele tranquilamente, resopló.
-          ¿Qué ha hecho esta vez?
-          Ha ido a la casa donde está su hijo. Ya le dije que no se acercara ¿y qué hace? ¡VA ALLÍ LA MUY ZORRA!




Girándose iracunda, Gema interpeló a Alfonso.
-          ¿Y por qué no me matas ya? ¡Acaba conmigo de una puta vez!
-          ¿Y dejar que ese chochito tan rico se llene de gusanos? No gracias. Prefiero comérmelo yo a que se pudra enterrado en el medio del campo.
-          Eres un desgraciado. ¿Cómo pude fijarme en ti? Eres el ser más repugnante que he conocido en toda mi vida.




Y, poniéndose a gritar, Gema comenzó a pedir ayuda.
-          ¡POLICÍA! ¡AYUDAAAAA! ¡ME HAN SECUESTRADO!




Pero Alfonso le pegó otro guantazo y comenzó a amenazarla de nuevo.
-          Mira loca, a la próxima tontería te juro que te ato a una silla, te amordazo y voy en busca de tu hijo y lo rajo de arriba abajo. Ahora, gracias a ti, sé dónde vive. ¿Tú crees que se alegrará de verme después de tanto tiempo?
-          No serás capaz…
-          ¿No? Ponme a prueba una vez más y veremos quién va a poder con quién…




CONTINUARÁ…