Kike escuchó cómo se abría la puerta a sus espaldas y comenzó a
mirar a su lado con cara de loco. Completamente en silencio, evitaba
la mirada a Katashi en todo momento.
Por
su parte, las chicas comenzaron a llevarse las manos a la boca,
empezando a llorar al ver lo que había sucedido.
En completo silencio, Kike salió de la habitación y se dirigió
hacia la barra donde algún que otro cliente le pidió una copa.
-
¡Fuera todo el mundo!-ordenó Kike-.
-
Pero chico...-dijo uno de los clientes-.
-
¡FUERA!-gritó sacando lo que había escondido en uno de los muebles
y provocando que los clientes saliesen despavoridos-.
Entrando de nuevo en la habitación, vio cómo Katashi seguía parado
en el mismo sitio y, abriendo sus brazos y comenzando a sonreír,
miró a Kike y se dirigió a él.
-
¿Qué miras con esa cara de payaso? ¿Tienes algo que
decir?-preguntó Katashi con esa chulería innata que le
caracterizaba-.
- Un
par de cositas…
-
Pues adelante.
-
Oh, no sabes lo que me alegra que digas eso,-dijo Kike comenzando a
correr hacia Katashi hasta que...-.
Katashi cayó al suelo tras sentir cómo Kike le había clavado un
cuchillo de grandes dimensiones. Aprovechando esto, Kike alzó el
cuchillo de nuevo y gritó justo antes de volvérselo a clavar.
-
¡Esto va por mi madre!
La sangre comenzó a salir a borbotones del cuerpo de Katashi, quien
no podía hacer nada ya que Kike se había colocado justo encima de
él. Aparte de eso, no se podía obviar que Katashi ya era un señor
de una cierta edad y Kike sólo un adolescente de 17 años con mucha
más vitalidad y fuerza física.
Retorciéndole el cuchillo clavado en el pecho, Katashi logró decir
unas últimas palabras dirigidas a Kike.
-
Matarme… no te… va a… devolver… a… tu madre…
- Lo
sé, pero te dije hace mucho tiempo que te mataría y he cumplido mi
promesa...
Dándole un fuerte guantazo en la cara, Kike sacó su cuchillo y
comenzó a clavárselo una y otra vez nombrando a todas y cada una de
las chicas que estaban en el local de alterne.
Poniéndose en pie, Kike pudo comprobar cómo Katashi estaba más que
muerto y sólo había que mirar su cara para saber que había muerto
sufriendo, como se merecía por todo el mal que había provocado.
Lleno de sangre, escuchó cómo Wissal había entrado en la
habitación y no se podía creer lo que veía.
-
Pero… ¿qué coño ha pasado aquí?
-
Que se acabó. Por fin somos libres y nada ni nadie nos lo impedirá…
Abrazándose a Kike, Renata le dio las gracias infinitas por haberlas
salvado.
-
Has tenido que nacer tú para salvarnos de esta situación… No
sabes lo que te lo agradezco. Todas te lo agradecemos. Lo siento por
Ann… Te quería mucho y estaba muy orgullosa de ti.
- Lo
sé…
-
¿Qué harás ahora?-preguntó Renata-.
Sin obtener respuesta, Kike salió de la sala, cortó la música y
echó a patadas a todos los clientes que aún quedaban allí.
Avisando a las chicas, les dijo que se duchasen, se pusieran ropa en
condiciones y que se fueran, que volvían a ser completamente libres.
Él, por su parte… Tenía unos planes.
Era consciente de que, para salir de allí, tendría que acabar con
Katashi; pero también de que eso era un delito y tarde o temprano
acabarían dando con él así que… ¿Por qué alargar más lo
inevitable? Presentándose en comisaría, confesó ser el asesino de
Katashi y, por la violencia de sus actos, el juez de guardia
dictaminó que sería juzgado como un adulto pese a contar con 17
años y que, hasta la celebración del juicio, permanecería en
prisión provisional sin fianza. Despojándolo de sus pertenencias y
dándole el uniforme naranja, fue conducido hasta el módulo de
presos peligrosos.
-
Pasando esta puerta gira a la derecha,-dijo el funcionario encargado
de esa sección-.
Abriéndole la celda, dejó entrar al muchacho, quien no había
abierto la boca en ningún momento. El dolor por la pérdida de su
madre era mucho mayor de lo que podía imaginar y, aunque supiera que
Katashi estaba muerto, nada ni nadie le devolvería a su madre.
Avisando a los presos, apagaron las luces y el funcionario se sentó
frente al escritorio para vigilar y hacer su guardia.
-
Vamos señoritas, a dormir ya. ¡Buenas noches!
Kike no podía evitar pensar en todas y cada una de las chicas… Se
había criado junto a ellas y las sentía como si fueran parte de su
propia familia, y había pasado de permanecer siempre juntos a estar
separados y sin saber qué sería de cada una de ellas. Todo le
estaba resultando muy duro y no sería nada fácil seguir adelante.
Metiéndose en la cama, Kike pensó que durmiendo se le pasaría el
mal rato y, de esa forma, podría descansar un poco después de tanto
ajetreo.
Haciendo su ronda, el funcionario se dio cuenta de que había uno de
los presos que no se había acostado aún.
-
Jackson, todo lo que pierdas ahora de sueño no lo vas a recuperar
porque las luces se encienden por la mañana a la misma hora todos
los días.
Levantándose de la cama, el preso se dirigió hacia el funcionario.
-
Jefe, ¿por qué metéis en el trullo a un crío? ¿A quién se le ha
ocurrido la idea?
- Yo
sólo recibo órdenes, Jackson. Ya sabes que yo no mando aquí.
- Lo
sé jefe, pero… Me cuesta entender por qué lo encerráis en el
módulo de los peligrosos. Que yo esté aquí vale, te lo compro
porque no puedo negar lo que hice, ¿pero ese muchacho? ¿Qué se
supone que ha hecho para merecer esto?
- No
te lo puedo contar.
Quitándose la sudadera, Henry Jackson, el asesino de los Oporto, se
metió en la cama protestando.
-
Sois unos cabrones.
-
Jackson, a dormir ya si no quieres que te mande a aislamiento.
El cansancio no había podido con Kike, quien permanecía con los
ojos cerrados, intentando ahogar sus lágrimas a causa de que, cada
vez que cerraba los ojos, veía a Katashi maltratando a su madre una
y otra vez, ahogándola con sus manos, se veía a él clavándole el
cuchillo y sin poder evitar la muerte de su madre…
A la mañana siguiente, las luces se encendieron a la par que la
bocina. Eran las 7 de la mañana y todos los presos tenían que
levantarse.
Kike no había dormido nada. Se había pasado toda la noche dando
vueltas en la cama y se sentía mucho más hundido que antes.
Saludando al personal, el funcionario avisó a sus compañeros para
que abriesen las celdas.
-
¡Buenos días señoritas! Espero que hayáis descansado bien.
Cuando abrieron las celdas, todos salieron ordenadamente hacia fuera
y permanecieron quietos frente a la puerta donde el funcionario hizo
el reconocimiento.
-
Venga, ahora todos tranquilamente nos vamos hacia el comedor para el
desayuno.
Justo cuando comenzó a formarse la fila, dos de los presos se
acercaron el uno al otro y comenzaron a besarse.
-
Venga chicos,-dijo el funcionario-. Dejad de morrearos y meteos en la
fila.
El desayuno había transcurrido con total normalidad salvo por el
silencio. Todos habían permanecido callados y observando a Kike,
comentando entre ellos sus opiniones en un incesante murmullo que no
paraba. Al terminar, todos tuvieron tiempo libre y Henry se dirigió
hacia el gimnasio para golpear el saco mientras el nuevo no se le iba
de la cabeza. ¿Qué habría hecho ese chico para estar ahí? Lo
tendría que averiguar.
En la sala principal, dos de los presos hablaban, cómo no, de Kike y
sus delitos para estar en el módulo de los peligrosos.
-
Tío, es que es un crío,-decía el chico rubio-.
- Ya
lo sé Héctor, tengo ojos en la cara. Pero… no sé. Me suena
muchísimo y no me acuerdo de qué.
-
Puede ser que te recuerde a alguien, Abdel,-dijo Héctor-.
- No
sé, pero ya me enteraré.
Por su parte, otro de los presos le preguntaba directamente al
funcionario.
- Ya
sabes que no te puedo comentar nada, Ethan.
-
Venga ya jefe, si luego aquí nos enteramos todos de lo que hemos
hecho y no pasa nada.
-
Pues averiguadlo vosotros, pero de mi boca no saldrá esa
información.
- Lo
que es seguro es que ha tenido que hacer algo muy gordo para que lo
hayáis mandado a este módulo.
Mientras tanto, Henry aparcó los guantes y se puso a buscar a Kike,
a quien encontró sólo en su celda.
-
Chaval, ¿cómo te llamas?
-
¿Yo?
-
No, se lo pregunto al tío que tienes detrás. ¡Pues claro que te lo
pregunto a ti!
-
Me… Me llamo Kike.
-
Muy bien Kike. Yo soy Henry. ¿Se puede saber qué coño has hecho o
qué trampa te han puesto para que te hayan mandado aquí?
Bajando un poco la cabeza, Kike contestó a su pregunta.
-
Bueno… Mi madre era una prostituta obligada en un local junto con
otras chicas y el chulo que las gobernaba las maltrataba, no las
dejaba salir… Y resulta que justamente ayer fue cuando ese… tío
asesinó a mi madre, yo… no lo pude evitar y lo maté.
-
¿Lo mataste? ¿Cómo?
-
Bueno… El año pasado logré esconder un cuchillo en la barra donde
se servían las copas y con la ayuda de una de las chicas, Katashi…
Bueno, el tío ese, no se dio cuenta y cuando vi cómo había matado
a mi madre se lo clavé tantas veces como chicas había.
Sonriendo, Henry comenzó a aplaudir.
-
Tío, eres un puto héroe. Salvaste a las chicas de ese infierno y
mataste al malo.
-
Bueno, se escapó otro de los malos.
-
¿Otro? ¿Quién?
- Se
llama Rubén y era el que les suministraba droga a las chicas para
que aguantasen el ritmo que les obligaba Katashi pero cuando me vio
con el cuchillo en la mano salió huyendo.
Acercándose por sorpresa, Abdel intervino en la conversación.
-
Con que tú has sido quien ha matado a Katashi… Qué cabronazo.
-
¿Quién te ha dado vela en este entierro?-dijo Henry-. ¡Lárgate!
-
¿También has matado a Rubén?-preguntó Abdel haciendo caso omiso
de lo que había dicho Henry-.
-
Yo…-comenzó a decir Kike-.
- No
digas nada Kike,-recomendó Henry-.
-
Uy, qué bonito… Dios los cría y ellos se juntan. Los asesinos
unidos, jamás serán vencidos… Podríais crear un club, ¿no os
parece?
- No
le hagas caso a este chupa-pollas,-le dijo Henry a Kike-.
CONTINUARÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario