lunes, 4 de noviembre de 2019

Capítulo 7 || Trampas


Kike escuchó cómo se abría la puerta a sus espaldas y comenzó a mirar a su lado con cara de loco. Completamente en silencio, evitaba la mirada a Katashi en todo momento.
Por su parte, las chicas comenzaron a llevarse las manos a la boca, empezando a llorar al ver lo que había sucedido.



 En completo silencio, Kike salió de la habitación y se dirigió hacia la barra donde algún que otro cliente le pidió una copa.
- ¡Fuera todo el mundo!-ordenó Kike-.
- Pero chico...-dijo uno de los clientes-.

- ¡FUERA!-gritó sacando lo que había escondido en uno de los muebles y provocando que los clientes saliesen despavoridos-.


 Entrando de nuevo en la habitación, vio cómo Katashi seguía parado en el mismo sitio y, abriendo sus brazos y comenzando a sonreír, miró a Kike y se dirigió a él.
- ¿Qué miras con esa cara de payaso? ¿Tienes algo que decir?-preguntó Katashi con esa chulería innata que le caracterizaba-.
- Un par de cositas…
- Pues adelante.

- Oh, no sabes lo que me alegra que digas eso,-dijo Kike comenzando a correr hacia Katashi hasta que...-.


 Katashi cayó al suelo tras sentir cómo Kike le había clavado un cuchillo de grandes dimensiones. Aprovechando esto, Kike alzó el cuchillo de nuevo y gritó justo antes de volvérselo a clavar.
- ¡Esto va por mi madre!


 La sangre comenzó a salir a borbotones del cuerpo de Katashi, quien no podía hacer nada ya que Kike se había colocado justo encima de él. Aparte de eso, no se podía obviar que Katashi ya era un señor de una cierta edad y Kike sólo un adolescente de 17 años con mucha más vitalidad y fuerza física.


 Retorciéndole el cuchillo clavado en el pecho, Katashi logró decir unas últimas palabras dirigidas a Kike.
- Matarme… no te… va a… devolver… a… tu madre…

- Lo sé, pero te dije hace mucho tiempo que te mataría y he cumplido mi promesa...


 Dándole un fuerte guantazo en la cara, Kike sacó su cuchillo y comenzó a clavárselo una y otra vez nombrando a todas y cada una de las chicas que estaban en el local de alterne.


 Poniéndose en pie, Kike pudo comprobar cómo Katashi estaba más que muerto y sólo había que mirar su cara para saber que había muerto sufriendo, como se merecía por todo el mal que había provocado.


 Lleno de sangre, escuchó cómo Wissal había entrado en la habitación y no se podía creer lo que veía.
- Pero… ¿qué coño ha pasado aquí?

- Que se acabó. Por fin somos libres y nada ni nadie nos lo impedirá…


 Abrazándose a Kike, Renata le dio las gracias infinitas por haberlas salvado.
- Has tenido que nacer tú para salvarnos de esta situación… No sabes lo que te lo agradezco. Todas te lo agradecemos. Lo siento por Ann… Te quería mucho y estaba muy orgullosa de ti.
- Lo sé…

- ¿Qué harás ahora?-preguntó Renata-.


 Sin obtener respuesta, Kike salió de la sala, cortó la música y echó a patadas a todos los clientes que aún quedaban allí. Avisando a las chicas, les dijo que se duchasen, se pusieran ropa en condiciones y que se fueran, que volvían a ser completamente libres. Él, por su parte… Tenía unos planes.


 Era consciente de que, para salir de allí, tendría que acabar con Katashi; pero también de que eso era un delito y tarde o temprano acabarían dando con él así que… ¿Por qué alargar más lo inevitable? Presentándose en comisaría, confesó ser el asesino de Katashi y, por la violencia de sus actos, el juez de guardia dictaminó que sería juzgado como un adulto pese a contar con 17 años y que, hasta la celebración del juicio, permanecería en prisión provisional sin fianza. Despojándolo de sus pertenencias y dándole el uniforme naranja, fue conducido hasta el módulo de presos peligrosos.
- Pasando esta puerta gira a la derecha,-dijo el funcionario encargado de esa sección-.


 Abriéndole la celda, dejó entrar al muchacho, quien no había abierto la boca en ningún momento. El dolor por la pérdida de su madre era mucho mayor de lo que podía imaginar y, aunque supiera que Katashi estaba muerto, nada ni nadie le devolvería a su madre.


 Avisando a los presos, apagaron las luces y el funcionario se sentó frente al escritorio para vigilar y hacer su guardia.
- Vamos señoritas, a dormir ya. ¡Buenas noches!


 Kike no podía evitar pensar en todas y cada una de las chicas… Se había criado junto a ellas y las sentía como si fueran parte de su propia familia, y había pasado de permanecer siempre juntos a estar separados y sin saber qué sería de cada una de ellas. Todo le estaba resultando muy duro y no sería nada fácil seguir adelante.


 Metiéndose en la cama, Kike pensó que durmiendo se le pasaría el mal rato y, de esa forma, podría descansar un poco después de tanto ajetreo.


 Haciendo su ronda, el funcionario se dio cuenta de que había uno de los presos que no se había acostado aún.
- Jackson, todo lo que pierdas ahora de sueño no lo vas a recuperar porque las luces se encienden por la mañana a la misma hora todos los días.


 Levantándose de la cama, el preso se dirigió hacia el funcionario.
- Jefe, ¿por qué metéis en el trullo a un crío? ¿A quién se le ha ocurrido la idea?
- Yo sólo recibo órdenes, Jackson. Ya sabes que yo no mando aquí.
- Lo sé jefe, pero… Me cuesta entender por qué lo encerráis en el módulo de los peligrosos. Que yo esté aquí vale, te lo compro porque no puedo negar lo que hice, ¿pero ese muchacho? ¿Qué se supone que ha hecho para merecer esto?

- No te lo puedo contar.


 Quitándose la sudadera, Henry Jackson, el asesino de los Oporto, se metió en la cama protestando.
- Sois unos cabrones.

- Jackson, a dormir ya si no quieres que te mande a aislamiento.


 El cansancio no había podido con Kike, quien permanecía con los ojos cerrados, intentando ahogar sus lágrimas a causa de que, cada vez que cerraba los ojos, veía a Katashi maltratando a su madre una y otra vez, ahogándola con sus manos, se veía a él clavándole el cuchillo y sin poder evitar la muerte de su madre…


 A la mañana siguiente, las luces se encendieron a la par que la bocina. Eran las 7 de la mañana y todos los presos tenían que levantarse.


 Kike no había dormido nada. Se había pasado toda la noche dando vueltas en la cama y se sentía mucho más hundido que antes.


 Saludando al personal, el funcionario avisó a sus compañeros para que abriesen las celdas.
- ¡Buenos días señoritas! Espero que hayáis descansado bien.


 Cuando abrieron las celdas, todos salieron ordenadamente hacia fuera y permanecieron quietos frente a la puerta donde el funcionario hizo el reconocimiento.
- Venga, ahora todos tranquilamente nos vamos hacia el comedor para el desayuno.


 Justo cuando comenzó a formarse la fila, dos de los presos se acercaron el uno al otro y comenzaron a besarse.
- Venga chicos,-dijo el funcionario-. Dejad de morrearos y meteos en la fila.


 El desayuno había transcurrido con total normalidad salvo por el silencio. Todos habían permanecido callados y observando a Kike, comentando entre ellos sus opiniones en un incesante murmullo que no paraba. Al terminar, todos tuvieron tiempo libre y Henry se dirigió hacia el gimnasio para golpear el saco mientras el nuevo no se le iba de la cabeza. ¿Qué habría hecho ese chico para estar ahí? Lo tendría que averiguar.


 En la sala principal, dos de los presos hablaban, cómo no, de Kike y sus delitos para estar en el módulo de los peligrosos.
- Tío, es que es un crío,-decía el chico rubio-.
- Ya lo sé Héctor, tengo ojos en la cara. Pero… no sé. Me suena muchísimo y no me acuerdo de qué.
- Puede ser que te recuerde a alguien, Abdel,-dijo Héctor-.

- No sé, pero ya me enteraré.


 Por su parte, otro de los presos le preguntaba directamente al funcionario.
- Ya sabes que no te puedo comentar nada, Ethan.
- Venga ya jefe, si luego aquí nos enteramos todos de lo que hemos hecho y no pasa nada.
- Pues averiguadlo vosotros, pero de mi boca no saldrá esa información.

- Lo que es seguro es que ha tenido que hacer algo muy gordo para que lo hayáis mandado a este módulo.


 Mientras tanto, Henry aparcó los guantes y se puso a buscar a Kike, a quien encontró sólo en su celda.
- Chaval, ¿cómo te llamas?
- ¿Yo?
- No, se lo pregunto al tío que tienes detrás. ¡Pues claro que te lo pregunto a ti!
- Me… Me llamo Kike.

- Muy bien Kike. Yo soy Henry. ¿Se puede saber qué coño has hecho o qué trampa te han puesto para que te hayan mandado aquí?


 Bajando un poco la cabeza, Kike contestó a su pregunta.
- Bueno… Mi madre era una prostituta obligada en un local junto con otras chicas y el chulo que las gobernaba las maltrataba, no las dejaba salir… Y resulta que justamente ayer fue cuando ese… tío asesinó a mi madre, yo… no lo pude evitar y lo maté.
- ¿Lo mataste? ¿Cómo?

- Bueno… El año pasado logré esconder un cuchillo en la barra donde se servían las copas y con la ayuda de una de las chicas, Katashi… Bueno, el tío ese, no se dio cuenta y cuando vi cómo había matado a mi madre se lo clavé tantas veces como chicas había.


 Sonriendo, Henry comenzó a aplaudir.
- Tío, eres un puto héroe. Salvaste a las chicas de ese infierno y mataste al malo.
- Bueno, se escapó otro de los malos.
- ¿Otro? ¿Quién?

- Se llama Rubén y era el que les suministraba droga a las chicas para que aguantasen el ritmo que les obligaba Katashi pero cuando me vio con el cuchillo en la mano salió huyendo.


  Acercándose por sorpresa, Abdel intervino en la conversación.
- Con que tú has sido quien ha matado a Katashi… Qué cabronazo.
- ¿Quién te ha dado vela en este entierro?-dijo Henry-. ¡Lárgate!
- ¿También has matado a Rubén?-preguntó Abdel haciendo caso omiso de lo que había dicho Henry-.
- Yo…-comenzó a decir Kike-.
- No digas nada Kike,-recomendó Henry-.
- Uy, qué bonito… Dios los cría y ellos se juntan. Los asesinos unidos, jamás serán vencidos… Podríais crear un club, ¿no os parece?

- No le hagas caso a este chupa-pollas,-le dijo Henry a Kike-.



CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario