jueves, 27 de septiembre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 4


A la mañana siguiente, no eran ni las siete de la mañana cuando Horacio ya estaba despierto y arreglado para irse al bufete. Mirando a su mujer, sonrió y se fue a despertar a sus hijos.




Al entrar en el cuarto de su hija, la vio frente a la cómoda.
-          Buenos días hija. El autobús estará abajo en una hora. Cámbiate y baja a desayunar, ¿vale?
-          Buenos días papá. Muy bien. ¿Te vas ya?
-          Sí, voy a esperar a que llegue Rosalía y me voy al trabajo.




Y entrando en el dormitorio de su hijo, lo vio de pie sin hacer nada.
-          Buenos días hijo, ¿qué haces ahí plantificado?
-          Uy buenos días papá. Estaba dormido todavía. Pensaba en qué ropa ponerme hoy para el cole.
-          Pues date prisa que el autobús llegará en una hora y tenéis que estar desayunados antes de iros a clase.




Pocos minutos después, tan puntual como siempre, llegó Rosalía.
-          Buenos días señor.
-          Buenos días Rosalía. ¿Qué tal fue el fin de semana?
-          Muy bien, ¿y el suyo?
-          Como otro cualquiera. Bueno, marcho a trabajar.
-          Que le sea leve señor.
-          Igualmente,-dijo sonriendo-.




Entrando en el garaje, se metió en su coche y puso dirección hacia el bufete.




Cuando Rosalía ya había preparado el desayuno para los chicos y hasta había recogido los platos, bajó Samanta.
-          Buenos días Rosalía. Con qué energía se te ve,-alagó la recién llegada-.
-          Muchas gracias señora. ¿Quiere que le prepare el desayuno?
-          No hace falta, ya me lo hago yo, gracias. Tú sigue con tus tareas.




Sus hijos ya estaban listos para ir a clase, así que esperaban al autobús mientras su madre les preguntaba si tenían todo listo.
-          ¿Habéis cogido el bocadillo para el recreo?
-          Sí,-respondieron ambos-.
-          ¿Lleváis todo lo necesario para las clases de hoy?
-          Sí mamá.
-          Rosalía, si quieres ve arriba a hacer las camas mientras yo termino de desayunar,-recomendó Samanta-.




Rosalía no se hizo de rogar y subió rápidamente a los dormitorios a hacer las camas, limpiar, pasar el polvo, fregar…




Cuando Horacio llegó al trabajo, se encontró a Gema, que ya estaba en su puesto de trabajo, ya que ella era la que recibía a la gente y las informaba sobre a qué planta debían ir para ver a su abogado.




En cuanto entró por la puerta, Horacio saludó cordialmente.
-          ¡Buenos días! Espero que haya tenido un feliz fin de semana Gema.
-          Buenos días señor Tomillo. Muchas gracias y espero que haya podido desconectar del trabajo.
-          Bueno… Con este trabajo y con las circunstancias actuales, no se puede descansar mucho.




Y acercándose a Horacio, Gema comenzó a hablar más sensualmente.
-          Pues si necesita relajarse, yo conozco un sitio idóneo para poder desconectar y volver a ser el mismo de siempre…




Pero al abogado no le estaba gustando mucho esa forma de hablarle que estaba teniendo Gema.
-          No me gusta el tono que está teniendo conmigo señorita. Espero que no se refiera a lo que creo que me está diciendo, porque como sea así, no voy a tolerar ninguna salida de tono por su parte.
-          Lo siento señor. No era mi intención incomodarle.
-          Eso espero. Que no se vuelva a repetir… Buenos días.




En cuanto las puertas del ascensor se cerraron, Horacio resopló nervioso, ya que no era la primera vez que aquella mujer le decía cosas parecidas. ¿Qué pretendía con esa actitud? Al entrar en la sala que llevaba a su despacho, vio que su secretaria personal no había llegado aún.
-          Ya van tres veces entre la semana pasada y esta… Como siga así, voy a tener que buscarme a otra secretaria.




En cuanto abrió la puerta de su despacho, suspiró y se sentó frente al ordenador preparado para comenzar la jornada laboral.




Gema ya había tenido que guiar a varias personas hacia los diferentes despachos y su cara debía demostrar felicidad y afabilidad, pero por dentro se sentía avergonzada, ya que era la primera vez que se había llevado un corte por parte de Horacio. Si quería llegar a ser su secretaria personal, debía currárselo mucho más.




Al cabo de unos tres cuartos de hora, Rosalía había terminado por ese día en casa de la familia Tomillo, así que fue a avisar a Samanta.
-          ¿Has terminado querida?-preguntó la mujer de la casa-.
-          Sí señora. He de irme, que tengo varias casas más por limpiar. ¿Vengo de nuevo el miércoles?
-          Sí y, por cierto, toma. Este dinero de más por hacer las cosas tan bien en casa.
-          Gracias señora, no debería aceptarlo. Yo…
-          Insisto. Rosalía, eres una mujer genial y mereces que se te pague más.




Tras limpiar en una casa más, llegó a la de Genaro, que se encontraba hablando animadamente por teléfono mientras que el pequeño Lucas jugaba a las casitas con sus muñecos.
-          Sí, estupendo. No, por mí no hay problema. Claro, lo comprendo,-decía Genaro.-




Rosalía entró sin decir nada y se dispuso a realizar las tareas domésticas. Aunque la casa era más pequeña que la de los Tomillo, también estaba normalmente más sucia y tardaba más en sacar en luz todo.
-          Perfecto, pues en un rato estaré allí. No, saldré ahora mismo. No creo que tarde más de quince minutos. Está bien. Hasta ahora.




Mientras recogía los platos, tiraba la basura y fregaba, Rosalía se preguntaba con quién estaba hablando Genaro. Por su tono de voz parecía estar contento, así que podría ser un nuevo trabajo que le ayudara a salir adelante…




Estaba en sus pensamientos cuando Genaro se presentó delante de Rosalía cortándole el paso.




Y sin tiempo a decir nada, la besó directamente en la boca.
-          No tengo tiempo para contarte mucho, pero me voy ya. ¿Te quedas con Lucas? Es que tengo prisa.
-          S-sí, pero, ¿a dónde vas?
-          A ver a mi abogado, que me ha llegado la carta esta mañana. ¡Por fin vamos a ser libres!




Tras coger un taxi, Genaro paró frente al edificio donde estaba el despacho de su abogado. Corriendo, cruzó las grandes puertas.




Y al entrar se encontró de primer plano con su mujer.
-          ¿Qué estás haciendo aquí?-preguntó Gema con cara de asco-.
-          Voy a ver a mi abogado.
-          Vaya, pues dime quién es y te guiaré, no vaya a ser que te pierdas.
-          No gracias, en la llamada me lo ha explicado muy bien. Venga, hasta luego…




Antes de que se cerraran las puertas del ascensor, Genaro saludó a Gema con la mano acompañada de una amplia sonrisa mientras que ella lo miraba con incredulidad. Al subir al décimo piso, se dirigió hacia la puerta y llamó antes de entrar.




Mientras tanto, en Twinbrook, Jara acababa de llegar a casa de Ángel y de su padre.
-          ¡Buenos días Ángel!
-          Ay, buenos días. Perdona que no te mire, pero anoche se estropeó la tele y la estoy intentando arreglar.
-          Sí, no te preocupes. ¿Y tu padre?
-          En la cama todavía.




Entrando en el dormitorio, Jara comenzó a despertar dulcemente a Gregorio, quien dormía como un bebé.




Al abrir los ojos, Gregorio le dedicó una amplia sonrisa mientras que se apoyaba en ella para incorporarse.
-          Así mis días son mejores,-aduló el hombre-.
-          Es usted un zalamero Gregorio,-dijo Jara comenzando a reír-.
-          No puedo evitarlo cuando se me pone delante una chica tan bonita.




Y en casa de Alfonso, una chica salía de allí con paso ligero.
-          ¡No pienso pasar un minuto más contigo hasta que no tengas un poco más de higiene personal!
-          Sugar, ¡vuelve!
-          No pienso volver allí Alfonso. Olvídate de mí y del resto de las chicas.
-          Pero… ¡que no huelo tanto!




Sugar salió de la casa respirando aire fresco mientras se largaba de allí. Alfonso la seguía llamando pero sin éxito.
-          ¡Te pagaré el doble! ¡Te lo prometo!
-          ¡NO!




Alfonso vio alejarse un poco más a Sugar cuando pensó que, si quería volver a estar con alguna chica, debería ser más cuidadoso consigo mismo, afeitarse, lavarse frecuentemente… Tenía que cambiar y ahora era un buen momento. Debería volver a recuperar viejas costumbres.




Entrando en casa, Alfonso dejó ir a Sugar cuando ella se paró de repente al escuchar un fuerte silbido. Pero esta vez no era Alfonso, sino Navarro, que salía de otro dormitorio que tenía su amigo, donde había pasado aquella noche.
-          ¡Preciosa! Ven un momento…




Minutos después, ambos gozaban de una gratificante sesión de sexo.
-          Dios, nunca me habían follado de esta manera,-decía la chica entre gemidos-.
-          Y yo tampoco había follado con una prostituta sin tener que pagar.
-          Agradéceselo a tu amigo Alfonso, pero ahora métemela bien duro…




CONTINUARÁ…

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