lunes, 24 de septiembre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 3


Horacio, cuando terminó de hacer el trabajo pendiente, escuchó la voz de su hijo en el cuarto, por lo que llamó a la puerta y entró.
-          Hijo, ¿con quién hablas?
-          Con Terry. Estamos charlando sobre los nuevos profesores que tenemos este año en clase.
-          Estupendo. Voy a ir a preparar la comida, así que en una hora o así comeremos, ¿vale?
-          Está bien papá.




Y al bajar se encontró a su mujer enganchada al móvil, por lo que sonrió al recordar a su hijo enganchado al portátil arriba.
-          Acabo de ver a Junior con el portátil y ahora te veo con el móvil igual que él. Digno hijo de sus padres.
-          Estoy escribiendo un post para mi blog.
-          ¿Ah sí? ¿Y de qué trata esta vez?




Samanta miró a su marido y con una cara de satisfacción, contestó a la pregunta.
-          “¿La ropa estrecha está pasada de moda?”. Va a ser un bombazo cariño, ya lo verás.
-          Sigue así cariño. Estoy muy orgulloso de ti.
-          Gracias corazón, pero ya verás, las gordas conquistaremos el mundo e impondremos que la talla mínima para las tiendas sea la 40 jajajaja.
-          Jajajaja, qué cosas tienes…




Y acercándose a su mujer, besó sus labios dulcemente, envolviéndola con sus brazos.
-          Voy a hacer la comida,-añadió él-.




Un rato después, la puerta de entrada se abrió entrando Miriam, que se encontró a su madre para recibirla.
-          ¡Hola hija! ¿Te lo has pasado bien?
-          Uy sí, mucho. Hemos patinado un montón, hemos dado una vuelta… Nos lo hemos pasado pipa.
-          Me alegro mucho corazón.




Yendo hacia su madre, Miriam la abrazó con energía.
-          ¿Y tú qué tal mamá?
-          Bien, he estado actualizando mi blog y poniendo todo al día.
-          Qué bien. Oye, ¿a qué huele?
-          A comida. Venga, sube a cambiarte que yo voy a ayudar a tu padre a poner la mesa. Si puedes, avisa a tu hermano de que en cinco minutos está la comida lista.




Dirigiéndose a la cocina, Samanta le preguntó a su marido si necesitaba ayuda mientras que Miriam comenzaba a subir las escaleras sonriendo al ver que sus padres se querían con locura.




En casa de los Puche, Rosalía iba a comenzar a preparar la comida cuando invitó a quedarse a Genaro.
-          Ojalá pudiera pero tengo que volver a casa. Ya suficiente me liará cuando llegue y no sepa dónde he estado todo este tiempo.
-          Pero si no te quiere ya, ¿qué más le da?
-          Pues que puede utilizar esto en mi contra en el juicio que se celebre. Alegará idas y venidas sin que ella tuviera conocimiento de mi paradero… Es que me la veo venir ya.




Justo estaban hablando cuando Edgar llegó a casa, encontrándose a Genaro allí para su sorpresa.
-          ¡Genaro! Qué agradable sorpresa, ¿qué tal?
-          Hola chaval. Pues aquí de visita…




Ambos se dieron un fuerte abrazo como saludo.
-          ¿Te quedas a comer?
-          Me resulta imposible, pero me encantaría.
-          Tienes que volver, ¿no?
-          Sí, hijo, sí…




Edgar notaba a Genaro cansancio en sus palabras.
-          Estás harto, ¿verdad?
-          No sabes cuánto… Te voy a dar un consejo: Antes de que te cases, conoce bien a la chica. Que luego vienen las sorpresas y te pasa como a mí. No seas insensato.




Despidiéndose de ambos, Genaro puso rumbo a su casa y, cuando llegó, vio que su hijo y Gema estaban comiendo.
-          Hola, ¿qué hay de comer?
-          Lo que tú quieras prepararte. Tú te vas sin decir nada, yo tampoco te voy a hacer nada a ti. No soy ninguna criada. Para eso ya tenemos a Rosalía que, por cierto, también sale su sueldo de mi bolsillo…-dijo con retintín-.




El pequeño Lucas comía con sus manos afanado en que no se le escapara nada entre sus dedos…
-          Hoa papi,-saludó el crío a su padre-.
-          Hola pequeñín. ¿Te gusta la comida que te ha hecho mami?
-          Zi.




Abriendo la nevera, tampoco vio mucha comida, así que cogió un plato de sobras que llevaba allí dos días.




Mirando al microondas para ver en qué modo lo ponía para no cargarse su comida, Gema añadió uno de sus comentarios.
-          ¿Sabes poner el micro o también lo tengo que hacer yo?
-          No tranquila, te vayas a herniar.
-          No te preocupes, que yo hago ejercicio y me cuido, no como otros…




Y a unos cuantos kilómetros de allí, Ángel y Jara se despedían.
-          Muchas gracias por la ayuda, Ángel. Nunca un nombre fue más acertado jeje.
-          ¿Por qué dices eso?
-          Porque pareces mi ángel de la guarda.
-          Ay mujer, que me vas a sacar los colores.




Ambos se quedaron mirándose a los ojos unos instantes sin reaccionar.
-          Bueno, pues me voy, que le tengo que hacer la comida a mi padre. ¿Nos vemos mañana?
-          Sí, allí estaré a primera hora.
-          Muchas gracias, guapa. ¡Hasta mañana!




Saliendo con la camisa abierta y el chaquetón en la mano, Ángel se dirigió a su casa mientras que la expresión facial de Jara había cambiado. Había tenido la oportunidad de darle un beso de despedida y no se había atrevido…




Haciendo de tripas corazón, Jara cerró la puerta y se comenzó a preparar el almuerzo para alimentarse después de una mañana de tanto trabajo físico.




Jara pensaba en Ángel, en su forma de tratarla, en su sonrisa, en que los ojos masculinos parecían mirarla de una forma especial… Pero tal vez fueran imaginaciones suyas y esas mariposas en el estómago no la ayudaban mucho. Veía a Ángel tan guapo…




Durante el camino, Ángel iba pensando en que no debería haberse dejado la camiseta interior en la casa de Jara, ya que no quería darle más trabajo del necesario, pero ella había insistido mucho y sabía que no podría ganar un asalto contra ella.




Al entrar en casa, vio que a la película le quedaban 10 minutos para terminar, así que saludó a su padre dándole un beso en la mejilla y se dirigió a su cuarto para cambiarse de ropa y comenzar a preparar la comida.




Tras ponerse la ropa de andar por casa, se tumbó sobre la cama pensando en lo que había ocurrido aquella mañana. Cuando se iba a bañar, Jara lo llamó, pero ¿para decirle sólo lo de las toallas? Le costaba creerlo, pero tampoco tenía ninguna otra evidencia de que fuera a decirle otra cosa… Se sentía atraído por ella, pero como trabajaba para su padre, le daba reparo mezclar amor con trabajo.




Estaba sumergido en sus pensamientos cuando Ángel escuchó los aplausos de su padre en el salón.
-          Qué peliculón. Ya no se hacen películas así… Ángel, ¿dónde estás?
-          Voy papá…




Al otro lado del pueblo, Navarro y Alfonso acababan de llegar a la casa del primero.
-          ¿Te apetecen unos perritos calientes?-preguntó Navarro-.
-          Vale, suena bien.
-          Pues voy arriba a por las salchichas.
-          ¡Y trae cervezas!




Cuando bajó con la comida, se le habían olvidado las cervezas, pero al ver a Alfonso pescando, se extrañó.
-          ¿Qué haces pescando?
-          Pues nada, intentando matar el tiempo. ¿Dónde están las cervezas?
-          Arriba, que se me han olvidado.
-          Joder tío, para una cosa que te pido… Ya voy yo anda.




Pero antes de dejar la caña, Navarro sonrió y le dijo algo a Alfonso que le hizo soltar la caña de pescar al instante.
-          Pues si intentas pescar algo ahí no vas a encontrar nada con vida, salvo colillas, bolsas y condones míos.
-          ¡Hijo de put…!




Tras subir y pillar una cerveza de la nevera, Alfonso cogió unos cuantos sprais y se puso a pintarle el suelo a su amigo.
-          Te voy a dejar aquí un regalo que te va a encantar. No te vas a olvidar de mí en todo el tiempo que esté aquí esto.
-          No creo que me quede en esta casa mucho tiempo.
-          ¿Y eso?
-          Tengo pensado mudarme si el negocio de la droga me va bien.
-          ¿Te vas a ir del pueblo?
-          No, de momento me quedo. Pero me iré al centro, a una casa mejor… Aquí estoy dejado de la mano de Dios.




Tanto hablar de sus planes y de lo que haría en el futuro que se le pasó el tiempo y se le quemaron las salchichas…
-          Me cago en todo… Tendremos que llamar a una pizzería.




Así que llamó por teléfono y pidió un par de pizzas que, por supuesto, no pensaba pagar. Al darse la vuelta y mirar el trabajo que estaba haciendo su amigo, sonrió y aplaudió.
-          Oye tío, tienes mucho arte a la hora de pintar…
-          Bah, lo tenía muy olvidado. Hacía años que no pintaba nada…




Cuando terminó, después de tanto esfuerzo, Alfonso volvía a oler igual o peor que antes de haberse duchado, pero el grafiti estaba hecho.
-          A decir verdad, estoy muy orgulloso de cómo me ha quedado. Llevaría como… cinco o seis años sin coger un bote de spray.




Pero Navarro estaba malhumorado. Se le había quemado la comida y Alfonso olía como un puerco. Era muy buen amigo, pero no soportaba su olor corporal… Era asqueroso.




CONTINUARÁ…

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