Cuando Miriam estaba
llegando al lugar donde había quedado, vio a Edgar esperándola. Llamándolo,
éste se dio la vuelta y comenzó a sonreír.
En cuanto estuvieron uno
al lado del otro se abrazaron cariñosamente, ya que llevaban un par de días sin
verse.
-
¿Cómo estás
Edgar?
-
Bien, con
muchas ganas de verte. ¿Qué tal tú?
-
Ah muy bien.
Me he levantado nerviosa esta mañana.
-
Anda, ¿y eso?
-
Porque quería
que llegase la hora de estar contigo.
-
Ay, cómo te
quiero…
La pareja decidió irse a
la pista de patinaje sobre ruedas y pasar un buen rato haciendo piruetas o, por
lo menos, rodando sin caerse demasiado.
Pero, como no tenían
mucha práctica, tras un rato patinando se cayeron al suelo.
-
¿Estás bien
Miriam?
-
Sí, ¿y tú?
-
Sí, pero
menudo tortazo me he metido en el culo. Será mejor que nos agarremos a la
barandilla.
Mientras tanto, en la
casa de Edgar, Rosalía estaba leyendo un libro y Gary jugaba con un peluche de
goma, mordisqueándolo y babeándolo a más no poder.
Pero dejando de jugar,
Gary se levantó y se puso a ladrar hacia la puerta. Alguien venía…
-
¿Qué pasa
Gary?-preguntaba Rosalía-. ¿Quién viene?
Momentos después llamaron
al timbre y al abrir se encontró con Genaro.
-
¡Genaro! ¿Qué
haces aquí? ¿No decías que no podías quedar?
-
¿Puedo pasar?
-
Sí claro,
entra. ¿Qué ocurre?
De repente, el chico se
abrazó a Rosalía, sollozando un poco.
-
Ey cariño,
¿qué te pasa? ¿Has discutido de nuevo con Gema?
-
Sí…
-
Ven, será
mejor que nos sentemos.
Tras sentarse y tranquilizarse
un rato, Genaro le contó a Rosalía la discusión con Gema.
-
Y no para de
meterme prisa con que me vaya de casa, que Lucas se hace mayor y necesita el
dormitorio… ¡Tiene 2 años! Todavía no necesita esa cama tan grande, por el amor
de Dios.
-
Lo que quiere
es echarte, ¿no te das cuenta?
-
¿Y dónde me
voy? No tengo a donde ir.
-
Puedes
venirte aquí con nosotros. Por mí no hay problema y no creo que a Edgar le
importe.
-
¿Y cómo te
pago si no tengo trabajo?
-
No me tienes
por qué pagar…
Pero Genaro no estaba de
acuerdo. Si él se iba a vivir allí tendría que aportar algo a la casa. No
quería hospedarse gratuitamente.
-
De eso nada.
De momento voy a seguir en mi casa hasta que encuentre un trabajo que me
permita irme. Lo malo va a ser que ella va a querer quedarse con Lucas y no
estoy seguro de que me lo deje ver cada vez que yo quiera.
-
Pues eso no
puede ser así. Lo vas a tener que luchar en el juicio tu abogado y tú.
-
Eso si me
conceden uno, que llevo esperando ya 4 meses y pico y sigo sin tener noticias…
A ver si mañana suena la flauta. Me acercaré al juzgado y preguntaré.
-
Espero que
tengas suerte.
-
La suerte ya
la tuve cuando llegaste a mi vida…
Rosalía sonrió como una
tonta y se acurrucó junto a Genaro, que le echó el brazo por los hombros,
mirándola con ojos de enamorado.
Finalmente, ambos juntaron
sus cabezas y se fundieron en un bonito beso que se prolongó durante varios
minutos.
A varios kilómetros de
allí, Ángel se acercaba a la casa de Jara, para ver si necesitaba algo.
Al abrir la puerta, Jara
se sorprendió al ver allí a Ángel.
-
¡Buenas!
Menuda sorpresa verte por aquí.
-
Perdona que
venga sin avisar pero es domingo y pensé que tal vez necesitarías algo…
-
Venga, pasa y
charlemos jeje.
Al pasar, ambos se dieron
un cordial abrazo. Pese a que ella trabajaba cuidando a su padre, Ángel y Jara
se habían hecho buenos amigos, ya que eran de edades similares.
Ángel sabía que Jara
llevaba tiempo aclimatando la casa a su gusto, mejorándola poco a poco, por lo
que le preguntó sobre el proceso.
-
¿Qué tal
llevas la casa? Veo que está mucho mejor. Te está quedando muy bonita, ¿eh?
-
Vaya, muchas
gracias. Pero no he hecho mucho desde la semana pasada, pintar unas cuantas
puertas y poco más.
-
¿Quieres que
te ayude con algo? Así entre los dos adelantamos más trabajo.
La muchacha se quedó
pensativa un rato.
-
Hombre… Queda
por pintar la parte de la puerta que da a mi dormitorio, que es lo más liviano
de las cosas que quiero hacer.
-
Pues venga,
manos a la obra. ¿Dónde tienes la pintura?
-
En el sótano.
Bajo a buscarlas y comenzamos.
Tras encontrarla, se
fueron hacia el dormitorio y miraron la puerta.
-
Pues sí que
necesita una buena mano de pintura,-comentaba Ángel-.
-
Ya te digo,
estaban todas así…
-
Menudo
trabajazo de has dado tú sola. ¿Por qué no me has avisado? Te he ayudado con
otras cosas en la casa, ¿por qué no con esto?
-
Porque no
quería molestarte, como te veo tan apurado buscando trabajo…
-
Tonterías.
Somos amigos y nos tenemos que cuidar el uno al otro.
Al cabo de una hora, la
puerta estaba recién pintada y lucía muy bien.
-
Esto ya es
otra cosa…-decía Jara-.
-
Te va a
quedar una casa muy bonita, ya lo verás. ¿Hay algo más que hacer?
-
No, ya vete a
casa, que Gregorio está solo.
-
Anda mujer,
si está viendo “Lo que el viento se llevó” en la tele, así que le queda
bastante rato hasta que termine jajaja.
-
Bueno, como
quieras.
-
Entonces,
¿vamos fuera y arreglamos el exterior de la casa?
Saliendo fuera, vieron
que todo estaba lleno de matorrales secos, malas hierbas, que el buzón se caía
a pedazos…
-
Es demasiado
trabajo para un solo día,-comentó la muchacha-.
-
De eso nada.
¿Te echo una carrera para ver quién termina antes de quitar las malas hierbas?
Y un par de horas más
tarde, el exterior de la casa estaba totalmente limpio y el buzón arreglado
también.
-
Parece otro
sitio, de verdad. Muchísimas gracias Ángel.
-
No tienes por
qué darlas. Para mí es un placer ayudarte,-dijo él, quien se había quitado la
chaqueta y la camisa-.
-
Hemos
adelantado el trabajo de dos semanas con sólo una mañana. Es espectacular jeje.
-
Lo que no me
gusta de aquí es el árbol… Está más muerto que este pueblo.
-
Ya, pero
habrá que aguantarse.
-
No tiene por
qué. Mañana traeré la camioneta y mientras estás trabajando con mi padre, te
arreglo este desastre en un periquete. ¿Te parece bien?
-
Ay, ya has
hecho muchas cosas por mí, de verdad que me sabe muy mal que me ayudes tanto.
Esta semana no pienso cobrarte nada, que lo sepas.
Ángel se acercó a ella
con cara de incredulidad.
-
¿Perdona? Tú
estás trabajando con mi padre y se merece que se te pague.
-
Y tú estás
trabajando en mi casa y también te mereces cobrar dinero.
-
Pero yo lo
estoy haciendo porque quiero y no porque quiera algo a cambio.
-
Sí pero…
-
No hay peros
que valgan.
-
Bueno, vale…
Pero al menos acepta una ducha. Estás sudando como un cerdo después de tanto
trabajo.
Aceptando la propuesta,
Jara lo acompañó hacia el baño.
-
Creo que
tienes todo ahí, pero si te hace falta algo pégame una voz, ¿vale?
Y yéndose hacia el
sótano, donde Jara tenía un pequeño salón con la tele y la habitación de la
colada, se puso a pensar en Ángel. ¿Qué le había hecho venir aquella mañana de
domingo a su casa? ¿Por qué ese interés desde hacía varias semanas en ayudarla
a arreglar la casa? La cuestión era que Jara comenzaba a sentirse atraída
sentimentalmente hacia Ángel, pero no tenía ni idea de cómo demostrárselo. ¿Y
si iba y se lo decía sin tapujos?
En un arrebato de
valentía, subió la escalera y llamó a la puerta del baño.
-
¿Sí?-respondió
Ángel desde dentro-.
-
Quería
decirte que…
-
¿Qué?
-
… que si no
encuentras las toallas están debajo del mueble.
-
Ah, vale.
Gracias Jara.
Pero la realidad era muy
diferente. Ambos se sentían atraídos, pero la vergüenza les podía más y no eran
capaces de abrir la boca. Deseaban estar juntos, pero ninguno demostraba nada
más allá que una bonita amistad y no sabían cuáles eran los sentimientos de la
otra persona.
A unos cientos de metros,
Navarro entraba de golpe en la casa de su amigo Alfonso.
-
Te juro que
un día la cojo y la… ¿Alfonso?-dijo Navarro con una fuerte voz-.
-
¡Estoy en el
baño! Ahora salgo.
-
¿Tú bañándote?
¿Acaso has conocido a alguien?
Alfonso era conocido por
su falta de higiene personal, aparte de que eso era obvio si tenías ojos en la
cara.
-
No subnormal.
Simplemente me apetecía relajarme un poco, nada más.
-
Pues para eso
te haces una paja y tardas menos.
-
Bueno, déjame
tío. ¿Qué haces aquí?
Navarro abrió la nevera
buscando cerveza.
-
Colega,
tienes que hacer la compra, que esto tiene telarañas ya,-comentó Navarro
mientras cogía la última cerveza de la nevera-.
-
¿Se puede
saber para qué has venido?
-
Para quejarme
de la puta de mi ex.
Saliendo del baño
habiéndose puesto la misma ropa apestosa de antes, Alfonso fue hasta Navarro
que bebía ensimismado la cerveza.
-
¿Era la
última cerveza que quedaba?
-
Sí.
-
Joder, que
esa me la quería beber yo después.
-
No te
preocupes figura, que yo tengo en casa. Ahora vienes y te doy unas cuantas.
Levantándose del sofá,
Navarro dejó la cerveza en el suelo y comenzó a hablar con Alfonso.
-
He vuelto a
llamar hoy a Jara.
-
Joder tío,
¿por qué no la olvidas de una puta vez?
-
No. He
cambiado esta vez. He salido de la cárcel y no estoy haciendo nada malo… del
todo.
-
¿Cómo que
nada malo del todo?
-
Sí, llevo un
par de semanas dedicándome a vender droga por ahí y me estoy ganando un buen
dinero. Por eso quiero reconquistar a Jara. Es el amor de mi vida y quiero
darle lo mejor ahora que estoy ganando pasta.
-
¿Y se lo has
dicho?
-
¡No! ¿Estás
chiflado? No volvería conmigo nunca. Le tengo que hacer ver que he cambiado,
que soy diferente…
Pero Alfonso tenía otra
forma de pensar.
-
No sé por qué
te obsesionas con una tía cuando tienes miles por el mundo. Mírame a mí, he
estado con varias y con ninguna he querido nada serio. Tanta novia, para que
después vengan con el cuento de que se quieren casar o de que se han quedado
preñadas. Qué va, qué va. Yo ni loco vaya.
-
Yo sé que la
quiero y ahora que los Caletto vuelven a tener el monopolio de la droga después
de que cayera el imperio de Julio Jodres, me voy a hacer millonario. Y si me
rechaza se va a arrepentir mucho cuando me vea en la cresta de la ola.
CONTINUARÁ…
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