jueves, 20 de septiembre de 2018

Crossed Lives || Capítulo 2


Cuando Miriam estaba llegando al lugar donde había quedado, vio a Edgar esperándola. Llamándolo, éste se dio la vuelta y comenzó a sonreír.




En cuanto estuvieron uno al lado del otro se abrazaron cariñosamente, ya que llevaban un par de días sin verse.
-          ¿Cómo estás Edgar?
-          Bien, con muchas ganas de verte. ¿Qué tal tú?
-          Ah muy bien. Me he levantado nerviosa esta mañana.
-          Anda, ¿y eso?
-          Porque quería que llegase la hora de estar contigo.
-          Ay, cómo te quiero…




La pareja decidió irse a la pista de patinaje sobre ruedas y pasar un buen rato haciendo piruetas o, por lo menos, rodando sin caerse demasiado.




Pero, como no tenían mucha práctica, tras un rato patinando se cayeron al suelo.
-          ¿Estás bien Miriam?
-          Sí, ¿y tú?
-          Sí, pero menudo tortazo me he metido en el culo. Será mejor que nos agarremos a la barandilla.




Mientras tanto, en la casa de Edgar, Rosalía estaba leyendo un libro y Gary jugaba con un peluche de goma, mordisqueándolo y babeándolo a más no poder.




Pero dejando de jugar, Gary se levantó y se puso a ladrar hacia la puerta. Alguien venía…
-          ¿Qué pasa Gary?-preguntaba Rosalía-. ¿Quién viene?




Momentos después llamaron al timbre y al abrir se encontró con Genaro.
-          ¡Genaro! ¿Qué haces aquí? ¿No decías que no podías quedar?
-          ¿Puedo pasar?
-          Sí claro, entra. ¿Qué ocurre?




De repente, el chico se abrazó a Rosalía, sollozando un poco.
-          Ey cariño, ¿qué te pasa? ¿Has discutido de nuevo con Gema?
-          Sí…
-          Ven, será mejor que nos sentemos.




Tras sentarse y tranquilizarse un rato, Genaro le contó a Rosalía la discusión con Gema.
-          Y no para de meterme prisa con que me vaya de casa, que Lucas se hace mayor y necesita el dormitorio… ¡Tiene 2 años! Todavía no necesita esa cama tan grande, por el amor de Dios.
-          Lo que quiere es echarte, ¿no te das cuenta?
-          ¿Y dónde me voy? No tengo a donde ir.
-          Puedes venirte aquí con nosotros. Por mí no hay problema y no creo que a Edgar le importe.
-          ¿Y cómo te pago si no tengo trabajo?
-          No me tienes por qué pagar…




Pero Genaro no estaba de acuerdo. Si él se iba a vivir allí tendría que aportar algo a la casa. No quería hospedarse gratuitamente.
-          De eso nada. De momento voy a seguir en mi casa hasta que encuentre un trabajo que me permita irme. Lo malo va a ser que ella va a querer quedarse con Lucas y no estoy seguro de que me lo deje ver cada vez que yo quiera.
-          Pues eso no puede ser así. Lo vas a tener que luchar en el juicio tu abogado y tú.
-          Eso si me conceden uno, que llevo esperando ya 4 meses y pico y sigo sin tener noticias… A ver si mañana suena la flauta. Me acercaré al juzgado y preguntaré.
-          Espero que tengas suerte.
-          La suerte ya la tuve cuando llegaste a mi vida…




Rosalía sonrió como una tonta y se acurrucó junto a Genaro, que le echó el brazo por los hombros, mirándola con ojos de enamorado.




Finalmente, ambos juntaron sus cabezas y se fundieron en un bonito beso que se prolongó durante varios minutos.




A varios kilómetros de allí, Ángel se acercaba a la casa de Jara, para ver si necesitaba algo.




Al abrir la puerta, Jara se sorprendió al ver allí a Ángel.
-          ¡Buenas! Menuda sorpresa verte por aquí.
-          Perdona que venga sin avisar pero es domingo y pensé que tal vez necesitarías algo…
-          Venga, pasa y charlemos jeje.




Al pasar, ambos se dieron un cordial abrazo. Pese a que ella trabajaba cuidando a su padre, Ángel y Jara se habían hecho buenos amigos, ya que eran de edades similares.




Ángel sabía que Jara llevaba tiempo aclimatando la casa a su gusto, mejorándola poco a poco, por lo que le preguntó sobre el proceso.
-          ¿Qué tal llevas la casa? Veo que está mucho mejor. Te está quedando muy bonita, ¿eh?
-          Vaya, muchas gracias. Pero no he hecho mucho desde la semana pasada, pintar unas cuantas puertas y poco más.
-          ¿Quieres que te ayude con algo? Así entre los dos adelantamos más trabajo.




La muchacha se quedó pensativa un rato.
-          Hombre… Queda por pintar la parte de la puerta que da a mi dormitorio, que es lo más liviano de las cosas que quiero hacer.
-          Pues venga, manos a la obra. ¿Dónde tienes la pintura?
-          En el sótano. Bajo a buscarlas y comenzamos.




Tras encontrarla, se fueron hacia el dormitorio y miraron la puerta.
-          Pues sí que necesita una buena mano de pintura,-comentaba Ángel-.
-          Ya te digo, estaban todas así…
-          Menudo trabajazo de has dado tú sola. ¿Por qué no me has avisado? Te he ayudado con otras cosas en la casa, ¿por qué no con esto?
-          Porque no quería molestarte, como te veo tan apurado buscando trabajo…
-          Tonterías. Somos amigos y nos tenemos que cuidar el uno al otro.




Al cabo de una hora, la puerta estaba recién pintada y lucía muy bien.
-          Esto ya es otra cosa…-decía Jara-.
-          Te va a quedar una casa muy bonita, ya lo verás. ¿Hay algo más que hacer?
-          No, ya vete a casa, que Gregorio está solo.
-          Anda mujer, si está viendo “Lo que el viento se llevó” en la tele, así que le queda bastante rato hasta que termine jajaja.
-          Bueno, como quieras.
-          Entonces, ¿vamos fuera y arreglamos el exterior de la casa?




Saliendo fuera, vieron que todo estaba lleno de matorrales secos, malas hierbas, que el buzón se caía a pedazos…
-          Es demasiado trabajo para un solo día,-comentó la muchacha-.
-          De eso nada. ¿Te echo una carrera para ver quién termina antes de quitar las malas hierbas?




Y un par de horas más tarde, el exterior de la casa estaba totalmente limpio y el buzón arreglado también.
-          Parece otro sitio, de verdad. Muchísimas gracias Ángel.
-          No tienes por qué darlas. Para mí es un placer ayudarte,-dijo él, quien se había quitado la chaqueta y la camisa-.
-          Hemos adelantado el trabajo de dos semanas con sólo una mañana. Es espectacular jeje.
-          Lo que no me gusta de aquí es el árbol… Está más muerto que este pueblo.
-          Ya, pero habrá que aguantarse.
-          No tiene por qué. Mañana traeré la camioneta y mientras estás trabajando con mi padre, te arreglo este desastre en un periquete. ¿Te parece bien?
-          Ay, ya has hecho muchas cosas por mí, de verdad que me sabe muy mal que me ayudes tanto. Esta semana no pienso cobrarte nada, que lo sepas.




Ángel se acercó a ella con cara de incredulidad.
-          ¿Perdona? Tú estás trabajando con mi padre y se merece que se te pague.
-          Y tú estás trabajando en mi casa y también te mereces cobrar dinero.
-          Pero yo lo estoy haciendo porque quiero y no porque quiera algo a cambio.
-          Sí pero…
-          No hay peros que valgan.
-          Bueno, vale… Pero al menos acepta una ducha. Estás sudando como un cerdo después de tanto trabajo.




Aceptando la propuesta, Jara lo acompañó hacia el baño.
-          Creo que tienes todo ahí, pero si te hace falta algo pégame una voz, ¿vale?




Y yéndose hacia el sótano, donde Jara tenía un pequeño salón con la tele y la habitación de la colada, se puso a pensar en Ángel. ¿Qué le había hecho venir aquella mañana de domingo a su casa? ¿Por qué ese interés desde hacía varias semanas en ayudarla a arreglar la casa? La cuestión era que Jara comenzaba a sentirse atraída sentimentalmente hacia Ángel, pero no tenía ni idea de cómo demostrárselo. ¿Y si iba y se lo decía sin tapujos?




En un arrebato de valentía, subió la escalera y llamó a la puerta del baño.
-          ¿Sí?-respondió Ángel desde dentro-.
-          Quería decirte que…
-          ¿Qué?
-          … que si no encuentras las toallas están debajo del mueble.
-          Ah, vale. Gracias Jara.




Pero la realidad era muy diferente. Ambos se sentían atraídos, pero la vergüenza les podía más y no eran capaces de abrir la boca. Deseaban estar juntos, pero ninguno demostraba nada más allá que una bonita amistad y no sabían cuáles eran los sentimientos de la otra persona.




A unos cientos de metros, Navarro entraba de golpe en la casa de su amigo Alfonso.
-          Te juro que un día la cojo y la… ¿Alfonso?-dijo Navarro con una fuerte voz-.
-          ¡Estoy en el baño! Ahora salgo.
-          ¿Tú bañándote? ¿Acaso has conocido a alguien?




Alfonso era conocido por su falta de higiene personal, aparte de que eso era obvio si tenías ojos en la cara.
-          No subnormal. Simplemente me apetecía relajarme un poco, nada más.
-          Pues para eso te haces una paja y tardas menos.
-          Bueno, déjame tío. ¿Qué haces aquí?




Navarro abrió la nevera buscando cerveza.
-          Colega, tienes que hacer la compra, que esto tiene telarañas ya,-comentó Navarro mientras cogía la última cerveza de la nevera-.
-          ¿Se puede saber para qué has venido?
-          Para quejarme de la puta de mi ex.




Saliendo del baño habiéndose puesto la misma ropa apestosa de antes, Alfonso fue hasta Navarro que bebía ensimismado la cerveza.
-          ¿Era la última cerveza que quedaba?
-          Sí.
-          Joder, que esa me la quería beber yo después.
-          No te preocupes figura, que yo tengo en casa. Ahora vienes y te doy unas cuantas.




Levantándose del sofá, Navarro dejó la cerveza en el suelo y comenzó a hablar con Alfonso.
-          He vuelto a llamar hoy a Jara.
-          Joder tío, ¿por qué no la olvidas de una puta vez?
-          No. He cambiado esta vez. He salido de la cárcel y no estoy haciendo nada malo… del todo.
-          ¿Cómo que nada malo del todo?
-          Sí, llevo un par de semanas dedicándome a vender droga por ahí y me estoy ganando un buen dinero. Por eso quiero reconquistar a Jara. Es el amor de mi vida y quiero darle lo mejor ahora que estoy ganando pasta.
-          ¿Y se lo has dicho?
-          ¡No! ¿Estás chiflado? No volvería conmigo nunca. Le tengo que hacer ver que he cambiado, que soy diferente…




Pero Alfonso tenía otra forma de pensar.
-          No sé por qué te obsesionas con una tía cuando tienes miles por el mundo. Mírame a mí, he estado con varias y con ninguna he querido nada serio. Tanta novia, para que después vengan con el cuento de que se quieren casar o de que se han quedado preñadas. Qué va, qué va. Yo ni loco vaya.
-          Yo sé que la quiero y ahora que los Caletto vuelven a tener el monopolio de la droga después de que cayera el imperio de Julio Jodres, me voy a hacer millonario. Y si me rechaza se va a arrepentir mucho cuando me vea en la cresta de la ola.




CONTINUARÁ…

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