A la mañana siguiente, Alfonso los despertó a
todos a voz en grito después de que se durmieran bastante de
madrugada, ya que tuvieron que dormir directamente en el duro suelo
del lugar.
- A ver. No sé cuándo acabará esta situación,
pero yo espero que pronto si todos colaboráis con Navarro y
conmigo,-decía Alfonso-. Si hacéis todo lo que os decimos… No
moriréis con tanto dolor.
- ¿Pero tú a quién vas a matar con esa cara de
subnormal que tienes?-dijo Edgar-.
- Shhh, calla. No
compliques más las cosas,-recomendó Rosalía-.
Alfonso, poniéndose más serio aún, increpó a
su hijo.
- Mira chaval, no te hagas el valiente porque al
final vas a ser el primero en pillar y no creo que a tu mamaíta le
haga mucha gracia ver cómo te meto un tiro en la garganta, ¿verdad?
- No serás capaz…
- ¿Que
no? Mira…-Alfonso paró cuando se escuchó un tremendo grito de
Ángel en la habitación contigua-.
Navarro estaba torturando desde hacía un par de
horas a Ángel, para que le dijera de una vez por todas dónde estaba
Jara, pero de momento no había conseguido nada más que manchar todo
de sangre.
Pero “El Navajas” no se daba por vencido, sino
que continuaba pegando
y torturando al pobre Ángel que aguantaba sus arremetidas como un
jabato.
Ángel llevaba horas sangrando, aguantando golpes,
puñetazos, mordiscos y un sinfín de cosas más, pero aunque gritase
de dolor, quien tenía en su mente era Jara. No se lo había dicho
aún, pero era en ese momento cuando más se daba cuenta de que la
quería, de que la amaba y de que nunca había tenido la valentía de
decírselo, aunque ello hubiera significado el rechazo de ella.
Serenándose un poco, Navarro se puso en cuclillas
frente a Ángel, que escupía la sangre de su boca al suelo.
- Ángel… ¿No te das cuenta de que cuando me lo
digas todo esto acabará? ¡No seas cabezota!
- No… te diré… nada.
- Ángel, Ángel… Sabes que voy a seguir así
hasta que me lo digas y no te voy a dejar dormir, comer o descansar
hasta que salga de tu boca aquello que llevo pidiéndote tanto
tiempo. ¿Dónde está Jara?
Pero como Ángel seguía sin abrir la boca, horas
más tarde, Navarro no tuvo más remedio que verse obligado a usar su
último as en la manga. Yendo a la cocina, cogió un rizador de pelo
y lo enchufó a la corriente. Dejándolo que se calentara, iba
preguntándole y pegándole por cada negativa de Ángel, así que,
sin esperar más, le colocó el rizador de pelo en el estómago,
haciéndole chillar de dolor.
- ¡¿DÓNDE ESTÁ JARA?!
- ¡Vale! Te lo diré… Está en casa de los
Tomillo. Trabaja como asistenta allí… Si vas ahora la encontrarás.
Dejándolo tendido en el suelo y casi sin fuerzas,
Navarro salió y buscó a Genaro.
- Rubio, ven conmigo. Traigamos a este tío al
salón.
Tras arrastrarlo por el suelo, Navarro ordenó a
todos que nadie lo ayudase ni le curase las heridas. Que lo dejaran
tal y como estaba hasta que él volviera con Jara.
- Si todo sale bien y éste imbécil no miente,
traeré a mi novia,-comentaba Navarro-. Espero que los Tomillo no me
compliquen el plan.
- ¿Tomillo? ¿Has dicho Tomillo?-preguntó
Edgar-.
- ¡Sí! ¿Estás sordo?
Acercándose a Alfonso, que se había quitado esa
estúpida peluca, le dio varias indicaciones.
- Trata de mantenerlos a raya. Toma esta pistola y
si tienes que utilizarla… Dispara a la rodilla. No los mates aún.
Voy a por Jara.
Mientras tanto, en casa de los Tomillo…
- Jara, ¿qué haces aquí?-preguntó Míriam
sorprendida-.
- No puedo estar en mi casa quieta sin saber dónde
está Ángel o Edgar. ¿Se sabe algo?
- No mucho… Pasa.
Entrando, vieron cómo Horacio hablaba por
teléfono con el encargado del caso de la desaparición de Edgar,
Rosalía, Genaro, Ángel y Lucas. Lo que no sabían era que Gema
también estaba secuestrada.
- Agente, ya han pasado más de 24 horas. ¿No van
a hacer nada? ¡Sí! Son 3 adultos y hay que esperar 24 horas antes
de comenzar la búsqueda, pero es que hay dos menores desparecidos
entre ellos. ¡No! ¡No rebajaré mi tono! Mire, soy abogado y me
conozco la ley perfectamente así que… ¿Oiga? ¡Oiga!-
dirigiéndose a todos, los miró-. Me ha colgado…
Míriam, comenzando a
llorar, salió corriendo hacia la cocina mientras que Horacio volvía
a marcar el número de la comisaría. Samanta y Jara fueron a por
ella, pero Jara le pidió permiso a la madre de la adolescente para
hablar con ella.
Acercándose a ella, Jara comenzó a consolar a
Míriam mientras
que Samanta se lamentaba de toda la penosa situación que estaban
viviendo.
- Míriam,
sé perfectamente cómo te sientes. Para mí Ángel es muy importante
y no quiero pensar en lo que sentiría si lo pierdo, así que
comprendo cómo te sientes por Edgar, pero es un chico muy fuerte. Lo
poco que lo conozco me ha demostrado que te ama y que haría
cualquier cosa por estar contigo.
- Eso es lo que me asusta, que haga una tontería
con tal de estar conmigo. Si lo tienen secuestrado, será por alguna
cosa y no sé si será por…
Jara se extrañó al ver que la muchacha no
terminaba la frase.
- ¿No sabes si será por qué?
- A ver, en casa Edgar lo estaba pasando muy mal
económicamente y él contactó con un tío para que le diera
marihuana para venderla y sacarse un dinerito extra. Pero un día me
dijo que el tío no apareció y no le dio más mercancía, así que…
Lo primero que pienso es que alguien que quiera droga lo haya
secuestrado, que el mismo tío que le daba la droga quiera su dinero
de vuelta… No lo sé.
- ¿Y no se lo has dicho a nadie?
- ¡No! Es un secreto entre ambos y sería afirmar
que Edgar ha cometido un delito y mi padre es abogado… No podría…
Pero Jara sabía que cualquier tipo de información
sería útil y esencial para la policía en esos momentos.
- Pero Míriam,
la policía ahora no se va a encargar de detener a Edgar, sino de
encontrarlo a él y a todos los demás. Y si tienes esa información,
debes dársela a la policía para que comiencen a investigar. Tanto
tú como yo queremos a los nuestros en casa sanos y salvos.
- Dios mío, Edgar me va a matar cuando se entere
de que se lo voy a contar a la policía…
- Si esto que vas a decir le salva la vida, estoy
segura de que te estará más que agradecido.
Míriam, finalmente le
echó valor y fue a hablar con su padre, no sin antes darle las
gracias a Jara después de un fuerte abrazo entre ellas.
Al irse hacia el salón, Jara se quedó sola en la
cocina, por lo que comenzó a enjuagar algunos cubiertos y platos
para meterlos en el lavavajillas sin saber que Navarro ya había
entrado en la casa a través del garaje.
Al girarse, Jara fue a gritar pero Navarro le hizo
un gesto de silencio, invitándola a acercarse a él. Ella, despacio
y sin hacer ruido, siguió sus indicaciones muerta
de miedo.
Ambos salieron por la puerta del garaje, que había
sido un poco forzada por Navarro, pero lo que ninguno sabía era que
Horacio los había visto a través de la ventana mientras hablaba por
teléfono con la policía…
A todo esto, a Gema se le ocurrió un plan para
poder salir de la casa, ya que Alfonso estaba sólo en ese momento.
Había que aprovecharlo…
Alfonso miraba cómo Rosalía no levantaba la
cabeza y parecía estar sumida en sus pensamientos, al igual que
Edgar, quienes permanecían inmóviles desde hacía varias horas.
Edgar no paraba de pensar en Míriam,
en el pequeño Junior, en Samanta y Horacio. Navarro había ido a por
Jara a la casa de su novia y el miedo le recorría por dentro, sin
saber qué represalias podría tomar aquel desgraciado.
Rosalía también pensaba en su jefe y en su
familia. Trabajaba para ellos desde hacía años y los consideraba
como parte de su propia familia… No quería que les pasase nada
bajo ningún concepto, pero teniendo en cuenta lo que Navarro
le había hecho al pobre Ángel, se esperaba cualquier cosa…
Ángel acababa de volver en sí tras estar
bastante tiempo inconsciente, pero el dolor era tal que apenas se
podía mover. Las heridas ya no sangraban, pero la sangre permanecía
seca en su rostro mientras que pensaba en Jara. La había vendido y
eso no se lo perdonaría nunca si le pasaba algo malo…
Gema, iniciando su plan, se acercó a Alfonso
lentamente con una pose muy sexy.
- Alfonso…
- Quieta ahí.
- ¿Por qué me hablas así?-decía con voz
juguetona-. ¿Es que ya no me quieres?
- Te he dicho que te quedes quieta. Tengo que
vigilaros.
- ¿Vigilar a quién? ¿A un niñato, a su madre
que no sabe ni atarse los cordones, a mi ex-marido
que no sabe ni dónde caerse muerto o a uno que casi lo está?
Genaro miraba con preocupación a Edgar. Sin saber
muy bien qué hacer, le dirigió unas palabras de ánimo.
- Edgar, estoy seguro de que Míriam
estará bien. Ese tío no es capaz de hacerles nada a tanta gente.
Sería ponerse más en peligro… Y no creo que quiera arriesgarse
tanto.
- Hasta que no la vea o sepa que está bien no me
voy a quedar tranquilo…
Gema, habiéndose acercado completamente a
Alfonso, lo rodeó con sus brazos y comenzó a besarlo.
- Oh, Gema. Echaba de menos tus besos…
- Sí Alfonso, bésame. ¡Fóllame!
- Pero, no podemos… ¿Y los demás?
- Que les den a los demás. Necesito saciar este
fuego y tú eres el único bombero capaz de apagarlo…
- Ven, vayámonos a la cocina.
Haciéndose cargo de Ángel, Genaro comenzó a
levantarlo mientras que Rosalía y Edgar se adelantaban.
- Vamos Ángel, sé que te duele pero pon algo de
tu parte tío…
El pobre Ángel apenas se movía y a Genaro le
estaba costando horrores el poderlo mover con soltura, lo que dejaba
claro que necesitaba un hospital urgentemente.
Pero la alegría duró poco porque antes de salir
por la puerta principal, por la puerta trasera entró Navarro con
Jara. Viéndolos huir, pegó una voz dejándolos inmóviles a todos.
- ¡QUIETOS TODOS SI NO QUERÉIS QUE LE PEGUE UN
TIRO A ÁNGEL!
- Mierda…-pensaron todos los demás-.
- ¡No! ¡Para!-se escuchaba gritar a Gema de
fondo-.
- ¡Me has engañado hija de puta!-gritó también
Alfonso desde la cocina-. Ahora te vas a enterar…
En cuanto Jara vio el estado de Ángel, comenzó a
llorar y a chillar simultáneamente mientras que iba hacia él para
ayudar a Genaro a dejarlo en el suelo de nuevo.
- ¡Ángel! ¿Pero qué te han hecho?
CONTINUARÁ…
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