Uno de esos días, Marina salió de clase y puso dirección a su casa
cuando se acordó de que sus padres no llegarían hasta más tarde a
causa del trabajo. Parándose en seco, pensó que no quería
encerrarse en su casa y decidió ir a otro lugar donde poder estar
tranquila y, así, pensar en sus cosas.
Poniendo rumbo a aquel lugar, un chico de su clase la vio marchar
rápidamente y se extrañó, ya que no había cogido el camino
habitual y eso no era normal en Marina.
Llegando a un parque que había cercano a su casa, Marina vio los
columpios y recordó todas aquellas veces que iba con sus padres
allí, jugando al pilla-pilla, montándose en el tobogán… Añoraba
mucho ese tiempo porque era la época donde fue más feliz y sin ser
consciente de aquello. Conforme fue creciendo, los problemas habían
aumentado.
Marina se sentó en uno de los columpios y comenzó a balancearse
levemente mientras le daba vueltas a la cabeza, pensando en el
horroroso día de clase que había tenido, todo lo que había pasado
y tuvo que aguantar… Pero de quien no se había percatado era de su
compañero de clase, que la había seguido hasta allí.
- Con que estás
aquí…-comentó el chico sobresaltando a Marina-.
Levantándose del columpio, Marina se giró y vio de frente a quien
la había seguido.
- Ah, eres tú…
Qué susto me habías dado Lucas. Creí que eras… Bueno, ¿qué
haces aquí?
- Eso mismo te iba a
preguntar yo a ti. ¿Por qué no me has esperado para ir juntos de
vuelta a casa como siempre?
Lucas, que no era otro que el hijo de Gema y Genaro, se fue acercando
a Marina hasta que le pidió que se sentasen para hablar.
- Es que hoy no
he tenido muy buen día en clase y no quería amargar a nadie con mis
movidas.
- ¿Un mal día?
A ver, cuéntame que te ha pasado.
- No quiero
molestar a nadie, te lo agradezco mucho pero no es necesario.
- Marina, pasé por
un secuestro cuando tenía 2 años, crecí viendo discutir a mis
padres… Créeme, sé escuchar y dar buenos consejos.
Tras pensárselo unos momentos, Marina resopló y decidió contarle
su horrible día a Lucas.
- Ya sabes que
tengo complejo por mi peso y que me gustaría quedarme más delgada…
- Chorradas. Yo
te veo estupendamente pero bueno, sigue.
- La cuestión es
que Bárbara y las demás hoy en el recreo han comenzado a insultarme
otra vez, llamándome gorda, china, luchadora de sumo… Al final he
tirado el bocadillo entero a la papelera y me he ido a llorar al baño
mientras escuchaba las carcajadas de las chicas. Me he sentido
horrible, como una auténtica mierda. ¿Por qué me tiene que pasar
esto a mí?-contó Marina comenzando a emocionarse-.
- Shhh, tranquila
Marina. Respira hondo y cuenta hasta tres. No pasa nada…
- Uf, lo siento.
Pero es que estas cosas me alteran mucho.
- No pasa nada
mujer, es normal.
- Gracias por
estar siempre aquí.
- No hay de qué
pero… ¿por qué no viniste a decírmelo en lugar de irte a llorar
al baño?
- ¿Y de qué
hubiera servido? ¿Para que me insulten de nuevo y me digan que soy
una niña pequeña que necesito que me defiendan? Ya me lo dijeron
una vez y no quiero darles más pie a comentarios.
Lucas no podía evitar mostrar su cara de asco respecto a lo que
había estado escuchando de boca de su amiga.
- Es que, de
verdad te lo digo, qué asco les tengo a esas tres, te lo prometo. No
puedo entender por qué la han tomado contigo.
- Pues no lo sé
Lucas, pero estoy cansada de ser el blanco de las burlas, de quedarme
sola en los recreos y de no tener con quien hablar.
- Yo estoy allí
Marina. Te he invitado muchas veces a jugar al baloncesto conmigo y
con los chicos y nunca has querido.
- ¿Sabes por
qué?
- No… A ver,
ilumíname.
- Pues porque un
día cogí una pelota y Bárbara soltó un comentario por lo bajo a
sus amigas que yo pude escuchar y se me quitaron las ganas.
- ¿Y qué clase
de comentario maravilloso y fantástico dijo la lista de Bárbara?
- “Anda mira,
si parece que hoy los chicos van a jugar con una bola nueva…
¿Creéis que cabrá en el aro?”
- De verdad, ¿eh?
Mañana cuando las vea le voy a dejar las cosas bien claras.
- ¡No! No quiero
que nadie diga nada, porque si no será peor para mí. Este es mi
problema y yo solita me las arreglaré.
Quedándose en silencio, Lucas no supo qué más decirle a su amiga,
quien tenía una respiración agitada y se la notaba nerviosa.
Instantes después, Marina se levantó y se despidió de Lucas, ya
que quería llegar a casa antes de que sus padres volvieran del
trabajo. Pero pese a que Lucas había prometido no intervenir, pensó
que pasaría un tiempo vigilando en el recreo por si pasaba algo
parecido a lo de hoy.
Tras cinco minutos de paseo, Marina llegó a casa, abrió la puerta
con sus llaves y entró, encontrándose la casa vacía.
- Al fin paz…
Entrando en su dormitorio, Marina se miró al espejo fijándose
concienzudamente en su cara y su cuerpo. Se veía muy gorda, pero la
ansiedad la hacía comer más y el estado que le provocaban esas
chicas no era el idóneo para dejar ese mal hábito, por lo que era
una continua lucha interna para evitar comer tanto.
Tras ducharse y ponerse una ropa algo más cómoda, Marina pasó
frente al espejo del baño y se miró sin las gafas, ya que sólo las
tenía que utilizar para ver de lejos.
Por primera vez en mucho tiempo, no se vio fea tras haberse
maquillado un poco, pero seguía viendo un fallo: su peso. Y eso era
algo que acarreaba en su corazón y que sólo ella sabía el daño
que le estaba causando en su autoestima.
Yéndose a su cuarto, encendió el ordenador y comenzó a mirar sus
redes sociales, pero terminó pronto ya que no tenía muchas
novedades, por lo que se puso a jugar a su pasatiempo favorito: Los
Sims 3.
Tras una hora y algo, Oscar llegó a casa y, llamando a la puerta,
entró y saludó a su hija.
- Hola cariño,
¿qué tal?
- ¡Estupendamente!
Se me acaba de quedar el juego pillado y no me funciona.
Oscar se quedó parado, ya que iba a darle un beso a su hija cuando
escuchó su queja. Por su parte, Marina apretaba los dientes para
evitar tirar el portátil por la ventana.
- Vaya, ¿habías
guardado?
- ¡No! Eso es lo
peor, que estaba construyendo y no he ido guardando los progresos.
- Bueno, no pasa
nada cariño. Ahora te metes y lo vuelves a construir. Como ya tienes
la idea, seguro que vas mucho más rápido.
- Qué va, paso
de ponerme a hacer otra vez lo mismo.
- Entonces ven a
abrazar a tu viejo padre.
Ese último comentario sacó una pequeña risa a Marina que,
levantándose fue hacia su padre, que la estaba esperando con una
sonrisa guasona y los brazos abiertos.
- ¿Cómo está
mi chiquitina?
- Bien…
Pero Oscar notó tristeza en su contestación, por lo que se separó
y la miró con un gesto de preocupación en la cara.
- ¿Estás bien?
- Sí, ¿por qué?
- No sé, pero me
ha dado la sensación de que no estás igual que siempre.
- Es por lo del
juego, que me ha dado mucha rabia.
- Bueno… ¿Y
qué vas a hacer ahora?
Oscar abrió la puerta del dormitorio y dejó pasar primero a su hija
que fue directa al sofá para ver la tele mientras que él,
quedándose parado en medio del salón, decidió preparar unos
sándwiches para la merienda. En eso estaba cuando Bianca llegó a
casa.
- Buenas tardes
familia,-saludó alegre la recién llegada-.
- Ey, hola
cariño,-contestó Oscar-. ¿Qué tal tu día?
- Uf, agotador. Ha
caído toda una escuela infantil entera con varicela y han traído a
casi todos los niños a mi consulta…
Acercándose a su marido, que había dejado de hacer la merienda, lo
besó dulcemente en la boca.
Luego, mirando a su hija, se acercó a ella con una sonrisa en la
cara.
- ¿Y la niña de
mis ojos cómo está?
- ¡Hola mamá!
Bien, viendo la tele un rato.
- Ven y dale un
abrazo a tu madre.
Tras separarse, Bianca le preguntó sobre su día en el colegio.
- Pues ha ido
bien, muy rutinario. Como siempre…
- ¿Ha pasado
algo interesante?
- Qué va, los
mismos chicos, las mismas chicas, las mismas caras todos los días…
Bueno, me voy a mi cuarto, mamá.
Acercándose a Oscar, Bianca le preguntó por Marina.
- ¿Le pasa algo
a la niña?
- Nada, que se ha
cabreado con el juego de Los Sims 3 porque se ha quedado pillado y ha
perdido todo el progreso que tenía hecho.
- Ah, vaya tela…
Bueno, ¿y tú qué tal en la redacción?
- ¡Bien! Hoy me han
mandado cubrir la noticia del…
En el cuarto de Marina, la muchacha había decidido dejar de
construir de nuevo la casa de sus sueños y prefirió crearse a sí
misma, poniéndose tal y como le gustaría estar en lugar de ser
realista. Por algo era un juego de simulación de vida…
- Joder, quién
tuviese un cuerpazo así… Qué triste es mi vida, maldita sea.
Y tras un rato más, Marina consiguió crear al chico de sus sueños.
Un chico guapo, excelente besando, fuerte, valiente… Un chico tan
perfecto que Marina no dejaba de contemplarlo.
- Me encanta… Qué
bien me ha salido este sim. Tiene cara de… Alex, Alex Pozas, por
ejemplo. Ahora lo que me toca es meterlos en una casa y enrollarlos.
Al menos, que mi sim tenga un ligue, ya que yo no tengo el derecho de
tener uno en la vida real.
Finalmente, Marina metió a ambos sims en una casa que ya venía con
uno de los barrios y, en cuanto se vieron, se saludaron al instante.
- Ay, parece que se
han gustado. Tengo que hacerle una foto a este momento…
Marina mandó a Alex acercarse a la sim que la representaba a ella y,
acercándose, no pudo evitar parar el juego y contemplarlo
detenidamente.
- Ay Alex, quién te
pillara en la vida real… Te haría de todo. ¡Foto! Esto tiene que
quedar inmortalizado, que me lo quiero poner de fondo de pantalla.
Tras darle a la acción de “Beso de aquí te pillo, aquí te mato”,
la sim que la representaba a ella aceptó el beso y ambos sims
comenzaron a besarse profundamente.
- Qué envidia me
dais… Ojalá pudiera meterme en el juego y disfrutar un poquito.
Pero bueno… ¿A quién voy a engañar? Esto es una mierda.
CONTINUARÁ…
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