Varios días después, Marina se despertó una mañana más para ir a
clase. Levantándose de la cama, se miró al espejo y se dijo a sí
misma que estaba guapa. Había visto por ahí que si se decía lo
estupenda que estaba cada día, al final se lo acabaría creyendo,
así que no perdía nada por intentarlo.
Tras cambiarse de ropa, se dirigió a la cocina donde se encontró a
sus padres desayunando.
- ¡Buenos
días!-saludó la recién llegada-.
- Ah, buenos días
pequeñaja,-contestó su padre-.
- Hola…-dijo su
madre mirando a un punto fijo-.
- No te has
tomado el café todavía, ¿no?-preguntó Marina con una sonrisa en
la cara-.
- Qué va,-se
adelantó a contestar Oscar-. Tu madre es de las típicas personas
que hasta que no se bebe su medio litro de café no es persona.
Reaccionando un poco, Bianca miró a su marido con mala cara.
- No seas
exagerado Oscar, que no me he bebido medio litro de café desde que
estaba en la carrera.
- No le hagas
caso,-le decía Oscar a Marina haciendo oídos sordos a Bianca-. Tu
madre no quiere reconocer que no es nadie sin su café,-comentaba con
un tono guasón-.
- Mira que eres
papá,-decía sonriendo Marina-. No te metas con mamá desde tan
temprano anda…
- ¡Eso es!-dijo su
madre al escuchar esas palabras-. Escucha a tu hija Oscar, a ver si
aprendes un poquito.
Horas más tarde, ya en el instituto, sonó el timbre que indicaba el
comienzo de la ansiada media hora de recreo. Saliendo todos al patio,
un compañero de clase se acercó a Lucas.
- ¿Te vienes a
jugar con nosotros?
- No tío, ya si
eso otro día.
- ¿Qué te pasa
tío? Llevas días sin querer jugar… ¿Te has enfadado con
nosotros?
- Anda ya, no es
eso Danny. Es que se están metiendo con Marina y no quiero que le
vuelva a pasar otra vez.
- Pero Lucas, eso es
cosa de ella y de quien la está insultando.
Danny quería que Lucas jugase con él y todos los demás al rugby
como llevaban haciendo tanto tiempo, pero su amigo y compañero de
clase tenía otros planes.
- Lo siento tío,
pero prefiero quedarme sin jugar durante unos días.
- Bueno, tú sabrás
Lucas… Si quieres unirte ya sabes dónde estamos.
Yéndose de ahí, Lucas se giró y se puso a buscar a Marina que
justo acababa de bajar las escaleras.
- Oye Lucas, ¿no
juegas hoy al rugby?
- Qué va, llevo
varios días sin ir con ellos.
- ¿Por qué? ¿Ha
pasado algo?
Lucas sonrió levemente y comenzó a explicarle el por qué no iba a
jugar con sus amigos, como había hecho siempre.
- Lucas, no irte
con ellos por quedarte cuidando de mí es absurdo. No soy ninguna
niña pequeña y ya te…-decía Marina antes de ser interrumpida por
Lucas-.
- Pero es que
eres mi amiga y no me gusta verte mal por culpa de tres tontas.
- Te dije el otro
día y te lo vuelvo a repetir hoy: Son mis problemas y soy yo quien
tiene que solucionarlos.
- Pero somos amigos,
y un amigo está ahí en las buenas y en las malas. Siempre.
Marina sonrió tras haber escuchado esas palabras de Lucas. Estaba
orgullosa de él y, después de aquello, sabía que era un buen
amigo; de hecho, era su único amigo.
- Muchas gracias
por cuidarme, de verdad, pero no hace falta. Tienes que hacer tu vida
y no vas a dejar de hacer cosas porque a mí me pase algo. No te
preocupes.
- ¿Estás
segura?
- Del todo. Anda, ve
a Danny y dile que juegas con ellos.
Lucas, en un impulso, se abrazó a ella y le dio las gracias por ser
tan buena con él.
- Si necesitas
algo o si te pasara algo… No tienes nada más que llamarme, ¿vale?
- Sí, tranquilo
que no va a pasar nada.
- Ok, está bien.
Nos vemos luego.
Tras irse Lucas hacia Danny, Marina se sentó algo aburrida en los
escalones que daban a una clase de informática, ya que no tenía a
nadie más con el que distraerse. Pero de lo que no se había
percatado era que las tres amigas inseparables y que no paraban de
meterse con ella la estaban observando.
- Mirad chicas,-dijo
Bárbara, quien hoy se había dejado suelta su gran melena negra-,
ahí está nuestra… “amiga”. Vayamos a saludarla.
En cuanto avanzaron un poco, Marina se levantó de la escalera para
dejar paso pero cuando vio quienes eran, su expresión cambió por
completo, poniendo cara de pocos amigos.
- ¿Qué tal
Marina?-preguntó Bárbara-. ¿Tan sola como siempre en el
recreo?-comentó con un tono irónico-.
- Dejadme en
paz,-contestó Marina con voz seca y cortante-.
Yéndose de ahí, Marina se sentó en uno de los bancos para quitarse
de en medio a aquellas tres, ya que no le gustaban ni un pelo y nunca
tenían palabras agradables para ella. Intentando calmarse, se puso a
pensar en lo que haría esa tarde cuando terminase los deberes.
Pero la tranquilidad le duró muy poco, ya que sus compañeras de
clase la rodearon, poniéndose una a cada lado. Marina alzó la vista
y las miró una a una y luego, mirando hacia un punto fijo, resopló.
- ¿Me podéis dejar
en paz?
Marina se levantó del asiento para irse de allí, pero una de las
chicas, Madison, quien llevaba un estupendo vestido violáceo aquel
día, la paró para mirarla de arriba abajo con cara de asco.
- Qué poco
sentido del gusto tienes, chica… Esa ropa no conjunta nada…
Aunque bueno, con la talla que tienes, seguro que para ti poder
encontrar algo resulta maravilloso, ¿verdad chicas?
- Por supuesto
Madison,-contestaron las otras dos chicas-.
Marina se sentía acorralada, el corazón le latía a mil pulsaciones
por minuto y se sentía muy amenazada por aquellas chicas. No sabía
qué hacer, si irse de allí, quedarse quieta, no hablar… Estaba
perdida. Pero a lo lejos, Lucas miró hacia allí y al ver a aquellas
chicas rodeando a Marina, gritó.
- ¡EH! Danny,
espérame un momento, ahora vengo.
Al escuchar el grito de Lucas, Marina recobró el sentido y se acordó
de las palabras que le había dicho a él escasos minutos atrás.
Debía solucionar ella ese problema, sin esperar que otros tuvieran
que ayudarla siempre. Ya era hora de comenzar a zapatearse.
- ¿Y tú? ¿Te
has mirado al espejo? Porque si no fuera porque eres alta, yo juraría
que sigues siendo una niña pequeña.
- ¿Y por qué
dices eso?
- Porque no tienes
tetas… Eres una tabla de planchar, chica,-dijo Marina poniendo voz
de pija, más o menos como ella hablaba, mientras que las demás
miraban atónitas esa escena-.
Momentos después, llegaba corriendo Lucas al lugar de los hechos
mientras que Marina tenía ya una cara de cabreo bastante importante.
- ¿Va todo
bien?-preguntó el muchacho-.
- Sí. Vuelve a lo
tuyo,-contestó Marina-.
Pero Lucas sabía que ahí estaba pasando algo, por lo que permaneció
quieto y no se movió de allí.
- ¿Qué haces
ahí plantado?-preguntó Marina-. Ya puedes irte.
- Pues ahora
mismo no me apetece otra cosa más que mirar a una chica preciosa, de
sonrisa perfecta y de personalidad arrebatadora.
- Vaya,
gracias,-comentó Madison en ese instante-.
- No hablaba
contigo, se lo decía a Marina,-sentenció Lucas dejando a Madison
congelada-.
- Mira, qué bonito
es el amor… Ha tenido que venir el novio a defenderla,-comentó
Natasha con un tono despectivo-.
Y sin pensárselo dos veces, Marina alargó su brazo y le soltó un
fuerte guantazo en la cara a Natasha que se escuchó en todo el
patio, dejando a todos sorprendidos por esta acción. Nadie se
esperaba la reacción de la cobarde y tonta de Marina, como ellas
mismas la llamaban.
De repente y sin poderlo evitar, Lucas soltó una fuerte carcajada,
riéndose de Natasha y de cómo le había dejado Marina la mano
marcada en la cara. La agredida se llevó la mano izquierda a la cara
mientras seguía, aún, boquiabierta. Pero de repente, dio un paso
adelante hacia Marina.
De un salto, Lucas se colocó entre ambas, evitando que Natasha se
lanzase sobre Marina y se liase una buena pelea.
- Quítate del
medio,-ordenó la engreída de Natasha-.
- No.
- He dicho que te
quites del medio.
- Y yo te repito que
no.
Lucas miraba a aquella rubia con una sonrisa de victoria y
sintiéndose muy orgulloso de su amiga Marina, quien había actuado
por primera vez para defenderse de aquellas arpías. Pero Natasha no
estaba para nada contenta con esa situación.
- Mira, te voy a
dejar las cosas muy claritas, ahora mismo te vas a quitar del medio y
me vas a dejar hacer lo que me dé la gana, ¿está lo
suficientemente claro?
- ¿Cómo dices?
Perdona que no te escuche bien pero es que a palabras necias, oídos
sordos.
- Serás hijo
de…-comenzó a decir Natasha justo cuando vio la penetrante mirada
de Bárbara, que con solo verla, se dio cuenta de que le estaba
pidiendo parar-.
- Perdona, ¿qué
ibas a decir?-preguntó Lucas sintiéndose algo más violento-.
- Nada,-contestó
aquella chica-.
- Ah, ya decía yo.
Pues ya sabes, quien nada no se ahoga. Ahora largo de aquí.
Mirando a Marina, le pasó la mano por la espalda y ambos salieron de
allí sintiendo las miradas de aquellas tres chicas completamente en
silencio. Danny, quien estaba mirando desde el campo, invitó a
Marina a jugar.
- ¿Te apetece
unirte a nosotros? Hoy vamos a probar nuestra puntería.
- Claro, ¿por qué
no?-aceptó Marina de buen grado, animándose a jugar por primera vez
con aquellos chicos-.
Mientras tanto, Bárbara dibujaba una sonrisa de satisfacción… Se
le había ocurrido una idea buenísima para hacer sufrir a Marina
después de todo lo que había hecho hoy.
- Esta gorda se va a
enterar. Va a recibir su merecido.
Mirando a Madison, Bárbara le guiñó un ojo, provocándole la misma
sonrisa satisfactoria que ya disfrutaba la más líder del grupo.
- Nadie le habla así
a Madison,-dijo en voz alta la propia Madison-.
Y Natasha, haciendo pucheros con la boca, se quejaba como si fuera
una niña pequeña.
- No es justo. Me
ha pegado la muy zorra cuando yo no la he tocado nunca. Es una hija
de puta la adoptada de mierda. Me ha hecho daño.
- Tranquila,-dijo
Bárbara-, la venganza es un plato que se sirve frío.
Al terminar las clases, como siempre, Lucas y Marina fueron juntos en
el camino de vuelta a casa. Al llegar a la de ella, se pararon y
Lucas aprovechó para preguntarle si estaba bien.
- Sí, no te
preocupes. Hoy ha sido la primera vez que me he sentido a gusto
conmigo misma por haberme plantado delante de esas tres… Bah, no se
merecen ni que las insulte.
- He de decirte
que hoy me he sentido muy orgulloso de ti. Me ha gustado ver lo bien
que te desenvuelves tú sola. ¡Y menudo guantazo le has dado a
Natasha!
- Más fuerte
debería haberle dado jajajaja,-comentó riéndose de buena gana-.
Ambos se abrazaron y se despidieron hasta el día siguiente mientras
que Marina entraba en su casa y Lucas proseguía con la caminata
hasta la casa de su madre.
En cuanto entró, fue hasta su dormitorio y encendió el portátil,
poniéndose a jugar a Los Sims 3 con la partida que había creado
hacía unos días.
- Vamos a ver al
guapo de mi Alex. Ay, qué bien suena…
Minutos después, Natasha se acercó a la casa de Marina y comprobó
que la puerta del jardín estaba abierta. Aquella chica estaba
dispuesta hacer sufrir a Marina y, gracias a la maravillosa idea de
Bárbara, podría hacerlo realidad.
Pasó con cuidado hasta colocarse en la parte
trasera de la casa, agachándose al llegar a las ventanas para no ser
vista por nadie que hubiera allí en ese momento.
Y observando cuidadosamente, llegó al dormitorio de Marina y, al
verla, tuvo que taparse la boca para no soltar una carcajada, ya que
la vio jugando a Los Sims 3 y hablando con uno de los sims como si
ese chico existiera de verdad. Y sin perder más tiempo, Natasha sacó
su móvil y comenzó a grabar a Marina hablando sola con el juego.
- Alex, mi Alex.
Eres el amor de mi vida y con esa cara tan bonita que tienes te daré
cuatro hijos… ¡No! ¡Cinco! Así podré cumplir mi sueño de toda
la vida de criar a cinco sims de infantes a adolescentes.
- Verás tú cuando
vean este vídeo las demás…-pensaba Natasha regodeándose de
placer al pensar en lo que se le venía a Marina-.
CONTINUARÁ…
No hay comentarios:
Publicar un comentario