Un par de meses después, en pleno diciembre y con
las vacaciones de Navidad a la vuelta de la esquina, una nueva mañana
de clase comenzaba sin cambios aparentes… Hasta ese momento.
A primera hora de ese día, tenían clase de Filosofía y el
profesor, antes de comenzar a impartir su materia, comunicó un
anuncio a toda la clase.
-
Buenos días clase. Como podréis notar, Madison, Bárbara y Natasha
no están en clase porque sus padres nos han comunicado esta misma
mañana que se marchan de la ciudad y no volverán a este instituto.
Los padres de vuestras antiguas compañeras trabajan en “Imperio
Modas S.L.” como muchos sabéis y van a abrir más sucursales en
otros puntos del país, por lo que se llevan a sus hijas a un
internado. Nos apena mucho no habernos podido despedir de ellas, pero
el profesorado está seguro de que les irá genial en esta nueva
etapa de sus vidas. Y tras esto, recordemos lo que dimos en la última
clase…
Sin poderlo evitar, Marina sonrió de oreja a oreja. Aquellos dos
meses habían pasado con una completa normalidad por parte de las
tres amigas, ya que no habían vuelto a reírse de ella ni a decirle
ningún comentario despectivo, al menos delante suya. Sin embargo,
saber que podría ir a clase a partir de ahora sin necesidad de
volver a verles la cara, la llenaba de alegría. Tanta que hasta le
gustó la clase de Filosofía de ese día.
El miedo y la congoja de Marina desapareció por
completo, cambiando su forma de ser radicalmente a como era antes.
Era algo más extrovertida con sus
compañeros, se
relacionaba más con ellos pero sin llegar a intimar demasiado, ya
que sólo los consideraba compañeros, no amigos. Pero el tiempo fue
pasando y, finalmente, tras dos intensos años de estudios,
quebraderos de cabeza, desesperaciones y muchas lágrimas derramadas,
habían llegado el día de la graduación. El bachillerato había
acabado y ahora se convertirían en universitarios.
Dentro de la casa de Bianca y Oscar, se encontraba Lucas, quien
esperaba a Marina a que se terminase de arreglar. El muchacho había
terminado los estudios con muy buenas notas por lo que había entrado
en la carrera que él quería hacer: Criminología. Con ese título,
podría abrirse más puertas a la hora de entrar en el cuerpo de
Policía, que era su mayor sueño. Lo malo de todo aquello era que su
universidad sería otra completamente diferente a la de Marina y,
después de tantos años, se tendrían que separar físicamente.
Tras unos minutos, una espectacular Marina salió de su dormitorio,
posando para su buen amigo Lucas, que se levantó nada más verla.
Mirándola de arriba abajo, le invitó a darse la vuelta y, haciendo
caso, dio un giro de 360 grados.
- ¿Y
bien? ¿Cómo estoy?-preguntó la chica-.
-
Estás fantástica Marina. Te están
sentando genial los 18…
Marina había dado un cambio físico brutal, ya que desde el
accidente su metabolismo cambió, de forma que fue perdiendo todo el
peso que le sobraba. Además, se había apuntado a un gimnasio para
poder fortalecer y mantenerse en forma y, así, no recuperar esos
kilos. Si se habían ido ya, que fuera para siempre. Marina también
se encontraba muy feliz por haber terminado sus estudios básicos,
pero ahora los que le quedaban no serían nada fáciles ya que, al
igual que su madre adoptiva, ella quería ser médico y había
entrado en esa carrera. Sus notas fueron las mejores del instituto y
una de las mejores en la prueba de acceso a la universidad, por lo
que no podía estar más contenta. Sin embargo, separarse de Lucas no
lo llevaba tan bien…
Lucas se había dado cuenta de que Marina se había convertido en una
de las chicas más guapas del instituto y que comenzaba a levantar
pasiones entre los chicos. Él sabía que su amiga estaba de toma pan
y moja pero para él sólo era eso: una amiga.
Al verse, se abrazaron fuertemente, felicitándose
el uno al otro por haber acabado el dichoso bachillerato. Había sido
una etapa complicada de sus vidas, tanto a
nivel personal como en los estudios, ya que el estrés propio más el
que les ponían los profesores en sus espaldas, era muy fuerte.
Separándose, Marina miró en silencio a su gran amigo durante un
momento antes de volver a hablar.
-
Quiero darte las gracias ahora antes de ir al acto de graduación
porque luego será todo un lío y no quiero olvidarme de decirte
esto: Gracias por tu amistad, por tu apoyo incondicional y por todo
lo que has hecho por mí. Por escucharme en mis momentos de bajón,
por venir a verme al hospital hace un par de años, por esperarme
cada mañana en la puerta para irnos juntos a clase… No podría
explicar todo lo que siento cuando pienso en todo lo que hemos vivido
juntos ahora que nos vamos a separar tanto tiempo.
- No te
preocupes por eso porque nos veremos en vacaciones. Vendremos aquí y
nos contaremos todas las batallitas que hayamos tenido. ¡Somos
adultos ya! Madre mía, cómo pasa el tiempo y lo poco que nos damos
cuenta.
-
Sí, por eso no quiero que pase más el tiempo sin decirte que…
Te…-Marina hizo una parada antes de
continuar hablando, donde cogió aire-.
Llevo mucho tiempo intentando ocultar las ganas
de besarte cada vez que te veo y ahora que
te vas de mi lado no lo soporto y… Me encantaría poder dar mi
primer beso contigo…
Esas palabras descolocaron a Lucas por completo
que dio un paso atrás, abriendo sus ojos de par en par sin poder
articular palabra. Él nunca había sentido
nada romántico por ella y tampoco había notado nada raro por parte
de su amiga, por lo que no tenía ni idea de sus sentimientos hacia
él.
Sin esperar respuesta, Marina se acercó peligrosamente a Lucas para
besarlo pero se encontró con una negativa masculina.
-
Marina, no puedo besarte… Lo siento mucho pero yo no siento lo
mismo por ti… Estás genial y sería
idiota si no lo afirmase, pero eres
una gran amiga mía y no podría hacerlo.
Lo siento de veras…
Sin poderlo evitar, una gran desolación le
sobrevino a Marina, sintiéndose insignificante y
como la mayor mierda del mundo. Le había abierto su corazón a
alguien por primera vez y resultaba ser un fracaso. Las lágrimas
comenzaron a agolparse en los ojos femeninos por
lo que ella
intentó, por todos los medios, no llorar delante de Lucas.
-
¿Estás bien?-preguntó el chico-.
- Sí,
no te preocupes. Era un capricho más que otra cosa… Lo siento.
- No,
lo siento yo si te he echo sentir mal.
- De
verdad, que estoy bien.
- Vale…
Entonces será mejor que nos vayamos si no queremos llegar
tarde,-recomendó Lucas comenzando a andar hacia la puerta-. ¿Tus
padres ya están allí?
- Sí…
Ve saliendo, que voy al baño a… cambiarme la compresa,-mintió
Marina para echar una excusa creíble y poder desahogarse a gusto en
el servicio-.
Tras unos minutos, Marina salió de la casa con una expresión
bastante triste que intentaba cambiar por todos los medios para que
Lucas no notase nada, pero él estaba en las nubes, pensando en la
graduación y en la fiesta posterior que habían preparado entre
todos. ¡Iba a ser un día inolvidable!
Principalmente para Marina, quien se sentía destrozada por lo
ocurrido, ya que hasta entonces, nunca había sentido las ganas de
querer estar con alguien, ya que su timidez tampoco había ayudado
mucho. Tenía 18 años y nunca había besado a alguien, nunca se
había sentido especial, amada ni querida por nadie que no fueran sus
padres… Y no era justo, o eso pensaba ella, quien se quitaba las
últimas lágrimas que salían de sus ojos.
Cuando llegaron al lugar de la graduación, vio a sus padres que la
estaban esperando en la entrada y, tras hacerle unas cuantas fotos a
ella en diferentes poses y junto a ellos también, la miraron de
arriba abajo, orgullosos de ver a su pequeña convertida en toda una
mujercita.
Oscar se había arreglado la barba para estar más elegante, que
acompañó con ropa de buena calidad porque su hija “se merecía lo
mejor”, como él decía siempre. Por su parte, Bianca iba ataviada
de un vestido color violeta y tenía el tinte recién echado. Con el
paso de los años sus canas se habían abierto paso en su pelo, por
lo que al echarse el tinte, el rojo parecía más intenso, pero
aunque sabía que ya no le quedaba tan bien, quería estar mona para
la graduación de su niña.
Acercándose a Marina, sus padres la felicitaron de nuevo por su
graduación, al borde del llanto de la alegría por ella y… por
algo más.
-
Marina, queremos contarte algo que no sabes,-comenzó Bianca a
hablar-.
- No te
preocupes que no es nada malo,-dijo Oscar tranquilizando a Marina
antes de que pudiera hablar-.
-
Como sabes, tu padre y yo te tuvimos que adoptar porque él tiene un
pequeño problema a la hora de fabricar espermatozoides y…
Bueno. Para no entrar mucho en detalles pues… Para nuestra
sorpresa, estoy embarazada.
- ¿Qué?
¿En serio?-dijo Marina cambiando su expresión a una de absoluta
felicidad-.
Marina abrazó a su madre con fuerza, llenándola de besos por toda
la cara mientras el abrazo continuaba.
- ¿Se
sabe de cuánto estás?
- Sí,
de dos meses…
- Dos
meses… ¡Qué fuerte!
Y mirando a su padre con una expresión traviesa, lo abrazó al igual
que había hecho con su madre.
- ¡Vas
a volver a ser padre! Y encima ahora será uno tuyo, de mamá y tú…
¡Eso es lo que siempre has querido!
-
Siempre quise ser padre y eso lo conseguí cuando llegaste a nuestra
vida. Este bebé es un regalo del cielo que llega en un buen momento
de nuestras vidas… Que nunca se te olvide que eres nuestra pequeña.
Entrando en el lugar, salió al balcón y miró la ciudad desde
arriba. Le resultaba extraño todo lo que le estaba pasando en ese
momento… Separarse de Lucas y de sus padres por primera vez en
años, mudarse a otra ciudad cerca de la universidad, saber que en
unos meses tendría un hermanito o hermanita… ¿Por qué venían
todos los cambios juntos?
Y finalmente, tras mirar cientos de casas, Marina se decantó por una
recién reformada que se alquilaba a un buen precio y, como regalo de
graduación, sus padres le dieron un coche nuevo, única y
exclusivamente para ella. ¡No podía ser más feliz! Al menos por
esa parte…
En cuanto entró, lo que más le gustó fue la
planta tan abierta que tenía esa casa. Se notaban las reformas que
habían hecho y lo recientes que eran, ya que todo parecía nuevo.
También le sorprendió a Marina ver que era más grande de lo que
parecía en fotos, así que saber que tenía toda esa casa para ella
sola le agobiaba un poco por todo el trabajo que ello suponía, pero
por otra parte saber que podría estar a su aire sin incomodidades de
terceras personas era un alivio.
Marina fue echando un vistazo a los dormitorios y,
finalmente, cuando vio el de matrimonio, se lo adjudicó. Lo había
visto por fotos pero al verlo en persona se sorprendió gratamente
porque era más grande de lo que se había imaginado.
- Qué
ganas de dormir en una cama de matrimonio para mí sola… Voy a
dormir genial.
Después de acomodarse un poco, Marina decidió preparar unos cuantos
gofres para pegarse un capricho por comenzar una nueva etapa en su
vida. Sin embargo, cuando terminó miró la hora y vio que se le
había hecho tarde… ¡No llegaría a tiempo para la presentación
si no se daba prisa!
Dejando los gofres en la nevera, Marina salió de casa corriendo y,
montándose en su coche nuevo, puso dirección al campus
universitario de Medicina.
Tras salir de la presentación, que duró poco más de media hora,
Marina salió a la plaza exterior y allí pudo ver a algunos
compañeros de carrera que estaban junto a sus ordenadores portátiles
chateando, otros escribiendo y los demás hablando entre ellos.
Marina no conocía a nadie allí y se sentía algo descolocada, por
lo que su irremediable timidez volvió a abrirse paso, impidiéndole
hablar y acercarse a los demás.
Sin pensárselo mucho, abrió su mochila y sacó su portátil,
comenzando a navegar por Internet y a investigar la página web de la
universidad, enterándose de algunos de los libros que tendría que
estudiar, mirando horarios…
Sin embargo, cuando terminó, miró a su alrededor
y vio a más gente, pero siguió sintiéndose como pez fuera del
agua, por lo que apagó su portátil, lo guardó y se fue
directamente hacia el aparcamiento del
campus, donde
había dejado su coche. Justo cuando comenzó a subir las escaleras,
vio que un chico bastante guapo las bajaba y se la quedaba mirando,
por lo que ella retiró la vista vergonzosamente, continuando su
camino.
La cuestión era que la cara del chico le sonaba muchísimo, pero no
sabía de qué. Marina era una de esas personas que, cuando reconoce
a alguien, necesita saber de qué lo conoce o no se quedaba
tranquila. Pues en este caso pasó igual; intentaba recordar dónde
lo había visto antes, pero no caía en la cuenta.
Y un par de minutos después, se acordó. ¡Ese chico le recordaba al
sim que había hecho años atrás! Eso sí que no era un sueño,
¿verdad? Pellizcándose, se cercioró de que estaba perfectamente
despierta por lo que, ¿cómo era posible que ese chico se pareciera
a Alex Pozas y por el que recibió todo el aluvión de risas y
críticas en el instituto?
CONTINUARÁ...
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