domingo, 23 de diciembre de 2018

Sueños Rotos || Capítulo 7

Varios días después del inicio de las clases, Marina paraba a descansar en una de las zonas comunes de la universidad, jugando al tenis de mesa con un chico que parecía interesado en ella, porque cada vez que la veía se paraba a hablar, la invitaba a tomar algo, a salir…


A Marina le parecía simpático, pero no sentía nada por él porque todavía tenía a Lucas metido en su cabeza, por eso no había vuelto a hablar con él y como tampoco había recibido ningún mensaje de su parte, le estaba resultando más llevadero el tema.


Mientras ambos jugaban llegó más gente a aquella sala, que se ponía a charlar entre ellos, a jugar al billar, a las máquinas tragaperras…


Tras unos minutos de juego, Marina le ganó la partida a aquel chico. Sonriendo y haciendo el baile de victoria, celebraba su éxito en el juego.
- Estás hecha toda una experta en el juego,-comentaba el muchacho-. Mi enhorabuena Marina.
- ¡Gracias!


Despidiéndose de él, entró en el baño para evacuar antes de volver a su casa a prepararse la comida y ponerse a estudiar, ya que ese día no tenía clases.


Al salir del retrete, se dio cuenta que la chica que estaba en el baño contiguo había salido y se estaba lavando las manos, así que se situó en un lavabo más alejado en completo silencio, ya que no la conocía de nada.


Sin embargo, cuando aquella chica se dirigía hacia la puerta para salir, se paró en seco, mirando a Marina fijamente.
- No puede ser verdad...-dijo la chica en voz alta mientras que Marina seguía a lo suyo, ignorando las palabras de aquella muchacha-. ¿Eres tú Marina?


Al escuchar su nombre, Marina dejó de lavarse las manos y se volvió hacia aquella chica que la miraba boquiabierta y sorprendida…
- ¿Eres tú Marina?
- Sí. ¿Quién lo pregunta?
- Coño, ¿no me reconoces? Soy yo, Bárbara.


En cuanto escuchó el nombre de aquella chica, se le abrieron los ojos a Marina y cayó en la cuenta de que esa muchacha había sido su compañera de clase y una de las tres que se metía con ella hacía casi tres años ya. La sorprendida Bárbara, comenzó a preguntarle de todo a Marina.
- Menudo cambio has dado, ¿no? ¡Pareces otra!
- Esto… ¿gracias?
- La última persona que esperaba encontrarme en la universidad era a ti después de tanto tiempo… ¿En qué carrera estás?
- Medicina.
- ¡Vaya! Pues habrás tenido que sacar una nota bastante alta en la prueba de acceso, ¿no?
- La tercera mejor nota.
- ¡Increíble! Ya se te notaba lo empollona que eras cuando estábamos en bachillerato… Qué tiempos aquellos, ¿eh?


Pero Marina no tenía ganas de seguir hablando con Bárbara porque le traía malos recuerdos y porque notaba que, aunque la estuviera halagando de cierta forma, parecía ser una excusa para meterse con ella.
- Sí, bueno. Me tengo que ir, ¿vale? Adiós,-dijo Marina secamente y sin dar pie a más conversación-.


Saliendo del baño, puso rumbo a su casa mientras que Bárbara se quedaba con un buen palmo de narices, ya que no se esperaba el desplante que le había hecho su antigua compañera de clase. Ahora se daba realmente cuenta de que Marina había cambiado y mucho, pero ya no solamente en su físico, sino en su personalidad…


Volviendo en su coche, Marina no dejaba de pensar en la etapa donde sufrió acoso escolar, cuando se rieron de ella y cuando también acabó en el hospital… No quería saber nada de todo aquello y ahora tendría que aguantar ver a Bárbara de vez en cuando por el campus. Maldita suerte la suya…


Preparándose una sencilla ensalada, Marina almorzó en silencio aquel día. No tenía ganas de ver la tele ni de escuchar música, ya que su cabeza seguía inmersa en los pensamientos de su pasado.


Para intentar cambiar de tema, se fue a otro de los dormitorios de la casa, que utilizaría como cuarto de estudio, y comenzó a repasar el temario que llevaba ya en varias de las asignaturas que tenía. Quería llegar a ser una estupenda doctora y nada ni nadie se lo impediría.


Llegada la noche y tras una ligera cena, Marina se acostó en aquella cama sintiéndose más sola que de costumbre, ya que el haber visto a Bárbara la había vuelto a traer a la memoria cómo se sentía de mal en el pasado, sintiéndose un poco así. Estaba enfadada, pero consigo misma por haber permitido que una lianta de su adolescencia le influyera tanto en su estado del humor. ¡Tendría que cambiar eso!


Justo a la mañana siguiente, Marina se despertó y fue corriendo a clase. O no le había sonado el despertador, o ella lo había apagado dormida sin darse cuenta, pero la cuestión es que tenía la hora pegada al culo y si no se daba prisa, iba a llegar tarde a clase.


El hecho de ver que muchos de sus compañeros también llegaban tarde la alivió un poco, ya que no sería la única en perderse los primeros minutos de clase, pero es que los lunes eran muy malos…


Al salir de clase, Marina decidió irse a tomar una bebida que la animase un poco, ya que seguía teniendo mucho sueño y la clase de primera hora había sido de lo más aburrida. Yendo a uno de los locales más cercanos, entró y pudo ver como el chico que se parecía a su sim, estaba atendiendo la barra. Los nervios comenzaron a dominarla, pero ella respiró hondo y se dirigió hacia allí.


Mirando los tipos de bebida que habían en los carteles tras la barra, el muchacho la saludó.
- ¡Buenos días! Soy Alex, ¿en qué puedo servirte?
- Buenas… Pues ponme un café con leche, por favor Alex,-¿se llamaba igual que su sim? ¿Qué clase de brujería era aquella?-.
- ¡Marchando un café con leche!


Mientras se lo preparaba, el tal Alex quiso saber de Marina, ya que nunca la había visto por allí.
- Eres nueva en la universidad, ¿verdad? Nunca te había visto por aquí.
- Sí, este es mi primer año.
- Ah, entonces bienvenida al campus. ¿Qué estudias?
- Medicina.
- Coño… Pues te has metido en una de las más “fáciles”, ¿sabes? Jajaja.
- Sí, ya me estoy dando cuenta. ¿Tú que estudias? Si no es mucho preguntar.
- Yo estoy haciendo Educación Física, este es mi segundo año. Y este trabajito lo hago para ganarme un dinero extra, que nunca viene mal.
- Qué bien.
- Por una parte sí por el dinero, pero por la otra parte no porque durante el verano me dejé la barba y me obligaron a quitármela al empezar aquí, así que aproveché y me corté el pelo también.
- Ya decía yo, porque yo te recordaba a ti con el pelo largo y barba.
- ¿Nos hemos visto antes?
- Sí, nos cruzamos cuando yo subía las escaleras de la plaza y tú las bajabas.
- ¡Anda coño! Tienes razón, que tú ibas vestida de azul, ¿no?


La conversación continuó un poco más, pero no duró mucho ya que la alarma de la siguiente clase le volvió a sonar a Marina y se tuvo que ir de allí, no sin antes haberle dicho Alex que podía volver allí cuando quisiese, ya que le había gustado mucho hablar con ella.
Marina se sentía emocionada porque había sido muy simpático con ella y la verdad es que, aunque estuviera vestido con ropa de trabajo, el chico era muy guapo.


Para animar un poco el cotarro, Alex se puso a jugar al billar, subiendo el volumen de la música mientras pensaba en Marina. Habían hablado de muchas cosas pero no sabía su nombre. ¡Qué fallo!


Y tras las últimas clases del día, Marina salió pensando en Alex, quería volverlo a ver y no tenía nada que hacer ya, así que se pasaría de nuevo por el local para tomarse algo y charlar de nuevo con él.


Pero al llegar, el chasco no pudo ser mayor ya que lo vio besándose con una chica tras la barra… ¿Por qué todos los buenos chicos o estaban pillados o no querían nada con ella? Parecía que tenía una maldición encima.


Al separarse, Marina pudo descubrir que la chica que besaba a Alex no era otra que la dichosa Bárbara. ¡Qué asco le tenía! Si no podía verla por lo que le había hecho en su pasado, ahora que acababa de besar a Alex, no la quería ver ni en pintura.
- ¿Vamos a clase, cariño? ¿O prefieres que… faltemos?-preguntó Bárbara-.
- Déjate de tonterías y vayamos a clase anda,-le dijo Alex poniendo sus manos en los hombros y dirigiéndola hacia delante mientras sonreía-.


Al ver a Marina allí de pie, Alex se acordó de lo que le había dicho unas horas antes y se disculpó.
- Perdóname, pero mi turno ha terminado ya y tengo que ir a clase.
- No te preocupes. Espero que te sean leves las clases.
- ¡Gracias!
- Venga rey,-intervino Bárbara-. No te entretengas que vayamos a llegar tarde-.


Saliendo de allí a los pocos minutos, para que no se notara que a quien buscaba era a él, se fue a la plaza donde lo conoció y se puso a estudiar anatomía, ya que necesitaba ponerse al día y entender todo a la perfección.


Un rato después, un chico del campus comenzó a tocar la guitarra, por lo que Marina dejó de estudiar para escucharlo tocar, alegrándola un poco, ya que lo que había vivido antes la había dejado un poco triste y melancólica…


Tras unos minutos escuchando la guitarra sonar, Marina se sentó en el suelo y abrió su portátil para comenzar a pasar los apuntes a limpio, ya que tal y como los había apuntado eran un disloque total.


Más tarde, mientras Marina seguía enfrascada intentando descifrar sus propios apuntes, Bárbara se le acercó por detrás, sorprendiéndola al gritar su nombre en mitad de la plaza.


Levantándose rápidamente, Marina se volvió hacia Bárbara, a quien pudo ver con cara de pocos amigos.
- ¡Tú! Tetona oxigenada,-gritó Bárbara-, mantente alejada de MÍ novio, ¿te queda claro? Se acabaron las visitas al café y esas miraditas que le echabas.
- ¿Pero qué miradas? ¿De qué me estás hablando Bárbara?
- ¡Ya sabes lo que te estoy diciendo! Que no te vuelva a ver cerca de Alex o tendrás que vértelas conmigo. Te lo digo muy en serio.
- Uy, mira qué miedo tengo Bárbara.


Pero Bárbara no había acabado todavía y tenía mucho más que decirle a Marina, por lo que, tras la respuesta de nuestra protagonista, Bárbara respondió empujándola hacia atrás, sorprendiendo a Marina que pudo mantener el tipo. Sin embargo, este hecho volvió a hacerla sentir insignificante frente a Bárbara, que se crecía cada vez más y más.


Intentando evitar las lágrimas que luchaban por asomarse en sus ojos, Marina bajó la mirada y sollozó mientras que Bárbara tenía los ojos fijos en ella, mirándola de manera inquisidora.
- Esta es la primera advertencia Marina. Ayer vine en son de paz y me lo pagas tratándome como una mierda y fijándote en mi novio… Me das asco. Asco y pena porque no tienes aquí a tu gran amigo Lucas para defenderte, ¿verdad? Vaya, qué lástima. Tendrás que defenderte tú solita, si puedes.


Bárbara se fue de allí dándole un golpe con el hombro al pasar junto a ella. Todos los demás que estaban en la plaza se la quedaron mirando, pero nadie la conocía lo suficiente como para acercarse a Marina y preguntarle, por lo que, en silencio, la muchacha recogió sus cosas y se fue a casa, evitando llorar mientras conducía para no tener un accidente.
Nada más aparcar, entró en su casa y lloró amargamente, culpándose a sí misma por no haber respondido a Bárbara, por haberla permitido humillarla públicamente, otra vez. Marina creía que había conseguido ser fuerte, pero era ahora cuando se daba cuenta de que seguía igual que en bachillerato, justo cuando tenía que volver a enfrentarse a sus demonios pasados… Y sabiendo que se arrepentiría, Marina sacó su móvil y llamó a Lucas.
- ¡Buenas Lucas! ¿Qué tal te va?
- ¡Hola preciosa! ¡Cuánto tiempo sin saber nada de ti! Me va fenomenal tía, esto es una puta pasada y la carrera me encanta. Estoy conociendo a gente fantástica y… Creo que le gusto a una chica, ¿te lo puedes creer? Hemos salido un par de veces y la he acompañado a su casa, pero todavía no nos hemos besado, aunque creo que no tardará mucho porque siento que…-Lucas siguió hablando mientras Marina se daba cuenta de que Lucas había sido su gran amigo de la infancia, pero ya nada era igual y… Se daba cuenta de que estaba sola y tendría que apechugar con todo lo que le estaba pasando-.


CONTINUARÁ...

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