Varios días después del inicio
de las clases, Marina paraba a descansar en una de las zonas comunes
de la universidad, jugando al tenis de mesa con un chico que parecía
interesado en ella, porque cada vez que la veía se paraba a hablar,
la invitaba a tomar algo, a salir…
A Marina le parecía simpático,
pero no sentía nada por él porque todavía tenía a Lucas metido en
su cabeza, por eso no había vuelto a hablar con él y como tampoco
había recibido ningún mensaje de su parte, le estaba resultando más
llevadero el tema.
Mientras ambos jugaban llegó más
gente a aquella sala, que se ponía a charlar entre ellos, a jugar al
billar, a las máquinas tragaperras…
Tras unos minutos de juego,
Marina le ganó la partida a aquel chico. Sonriendo y haciendo el
baile de victoria, celebraba su éxito en el juego.
-
Estás hecha toda una experta en el juego,-comentaba el muchacho-. Mi
enhorabuena Marina.
-
¡Gracias!
Despidiéndose de él, entró en
el baño para evacuar antes de volver a su casa a prepararse la
comida y ponerse a estudiar, ya que ese día no tenía clases.
Al salir del retrete, se dio
cuenta que la chica que estaba en el baño contiguo había salido y
se estaba lavando las manos, así que se situó en un lavabo más
alejado en completo silencio, ya que no la conocía de nada.
Sin embargo, cuando aquella chica
se dirigía hacia la puerta para salir, se paró en seco, mirando a
Marina fijamente.
-
No puede ser verdad...-dijo la chica en voz alta mientras que Marina
seguía a lo suyo, ignorando las palabras de aquella muchacha-. ¿Eres
tú Marina?
Al escuchar su nombre, Marina
dejó de lavarse las manos y se volvió hacia aquella chica que la
miraba boquiabierta y sorprendida…
-
¿Eres tú Marina?
-
Sí. ¿Quién lo pregunta?
-
Coño, ¿no me reconoces? Soy yo, Bárbara.
En cuanto escuchó el nombre de
aquella chica, se le abrieron los ojos a Marina y cayó en la cuenta
de que esa muchacha había sido su compañera de clase y una de las
tres que se metía con ella hacía casi tres años ya. La sorprendida
Bárbara, comenzó a preguntarle de todo a Marina.
-
Menudo cambio has dado, ¿no? ¡Pareces otra!
-
Esto… ¿gracias?
-
La última persona que esperaba encontrarme en la universidad era a
ti después de tanto tiempo… ¿En qué carrera estás?
-
Medicina.
-
¡Vaya! Pues habrás tenido que sacar una nota bastante alta en la
prueba de acceso, ¿no?
-
La tercera mejor nota.
-
¡Increíble! Ya se te notaba lo empollona que eras cuando estábamos
en bachillerato… Qué tiempos aquellos, ¿eh?
Pero Marina no tenía ganas de
seguir hablando con Bárbara porque le traía malos recuerdos y
porque notaba que, aunque la estuviera halagando de cierta forma,
parecía ser una excusa para meterse con ella.
-
Sí, bueno. Me tengo que ir, ¿vale? Adiós,-dijo Marina secamente y
sin dar pie a más conversación-.
Saliendo del baño, puso rumbo a
su casa mientras que Bárbara se quedaba con un buen palmo de
narices, ya que no se esperaba el desplante que le había hecho su
antigua compañera de clase. Ahora se daba realmente cuenta de que
Marina había cambiado y mucho, pero ya no solamente en su físico,
sino en su personalidad…
Volviendo en su coche, Marina no
dejaba de pensar en la etapa donde sufrió acoso escolar, cuando se
rieron de ella y cuando también acabó en el hospital… No quería
saber nada de todo aquello y ahora tendría que aguantar ver a
Bárbara de vez en cuando por el campus. Maldita suerte la suya…
Preparándose una sencilla
ensalada, Marina almorzó en silencio aquel día. No tenía ganas de
ver la tele ni de escuchar música, ya que su cabeza seguía inmersa
en los pensamientos de su pasado.
Para intentar cambiar de tema, se
fue a otro de los dormitorios de la casa, que utilizaría como cuarto
de estudio, y comenzó a repasar el temario que llevaba ya en varias
de las asignaturas que tenía. Quería llegar a ser una estupenda
doctora y nada ni nadie se lo impediría.
Llegada la noche y tras una
ligera cena, Marina se acostó en aquella cama sintiéndose más sola
que de costumbre, ya que el haber visto a Bárbara la había vuelto a
traer a la memoria cómo se sentía de mal en el pasado, sintiéndose
un poco así. Estaba enfadada, pero consigo misma por haber permitido
que una lianta de su adolescencia le influyera tanto en su estado del
humor. ¡Tendría que cambiar eso!
Justo a la mañana siguiente,
Marina se despertó y fue corriendo a clase. O no le había sonado el
despertador, o ella lo había apagado dormida sin darse cuenta, pero
la cuestión es que tenía la hora pegada al culo y si no se daba
prisa, iba a llegar tarde a clase.
El hecho de ver que muchos de sus
compañeros también llegaban tarde la alivió un poco, ya que no
sería la única en perderse los primeros minutos de clase, pero es
que los lunes eran muy malos…
Al salir de clase, Marina decidió
irse a tomar una bebida que la animase un poco, ya que seguía
teniendo mucho sueño y la clase de primera hora había sido de lo
más aburrida. Yendo a uno de los locales más cercanos, entró y
pudo ver como el chico que se parecía a su sim, estaba atendiendo la
barra. Los nervios comenzaron a dominarla, pero ella respiró hondo y
se dirigió hacia allí.
Mirando los tipos de bebida que
habían en los carteles tras la barra, el muchacho la saludó.
-
¡Buenos días! Soy Alex, ¿en qué puedo servirte?
-
Buenas… Pues ponme un café con leche, por favor Alex,-¿se llamaba
igual que su sim? ¿Qué clase de brujería era aquella?-.
-
¡Marchando un café con leche!
Mientras se lo preparaba, el tal
Alex quiso saber de Marina, ya que nunca la había visto por allí.
-
Eres nueva en la universidad, ¿verdad? Nunca te había visto por
aquí.
-
Sí, este es mi primer año.
-
Ah, entonces bienvenida al campus. ¿Qué estudias?
-
Medicina.
-
Coño… Pues te has metido en una de las más “fáciles”,
¿sabes? Jajaja.
-
Sí, ya me estoy dando cuenta. ¿Tú que estudias? Si no es mucho
preguntar.
-
Yo estoy haciendo Educación Física, este es mi segundo año. Y este
trabajito lo hago para ganarme un dinero extra, que nunca viene mal.
-
Qué bien.
-
Por una parte sí por el dinero, pero por la otra parte no porque
durante el verano me dejé la barba y me obligaron a quitármela al
empezar aquí, así que aproveché y me corté el pelo también.
-
Ya decía yo, porque yo te recordaba a ti con el pelo largo y barba.
-
¿Nos hemos visto antes?
-
Sí, nos cruzamos cuando yo subía las escaleras de la plaza y tú
las bajabas.
-
¡Anda coño! Tienes razón, que tú ibas vestida de azul, ¿no?
La conversación continuó un
poco más, pero no duró mucho ya que la alarma de la siguiente clase
le volvió a sonar a Marina y se tuvo que ir de allí, no sin antes
haberle dicho Alex que podía volver allí cuando quisiese, ya que le
había gustado mucho hablar con ella.
Marina
se sentía emocionada porque había sido muy simpático con ella y la
verdad es que, aunque estuviera vestido con ropa de trabajo, el chico
era muy guapo.
Para animar un poco el cotarro,
Alex se puso a jugar al billar, subiendo el volumen de la música
mientras pensaba en Marina. Habían hablado de muchas cosas pero no
sabía su nombre. ¡Qué fallo!
Y tras las últimas clases del
día, Marina salió pensando en Alex, quería volverlo a ver y no
tenía nada que hacer ya, así que se pasaría de nuevo por el local
para tomarse algo y charlar de nuevo con él.
Pero al llegar, el chasco no pudo
ser mayor ya que lo vio besándose con una chica tras la barra…
¿Por qué todos los buenos chicos o estaban pillados o no querían
nada con ella? Parecía que tenía una maldición encima.
Al separarse, Marina pudo
descubrir que la chica que besaba a Alex no era otra que la dichosa
Bárbara. ¡Qué asco le tenía! Si no podía verla por lo que le
había hecho en su pasado, ahora que acababa de besar a Alex, no la
quería ver ni en pintura.
-
¿Vamos a clase, cariño? ¿O prefieres que… faltemos?-preguntó
Bárbara-.
-
Déjate de tonterías y vayamos a clase anda,-le dijo Alex poniendo
sus manos en los hombros y dirigiéndola hacia delante mientras
sonreía-.
Al ver a Marina allí de pie,
Alex se acordó de lo que le había dicho unas horas antes y se
disculpó.
-
Perdóname, pero mi turno ha terminado ya y tengo que ir a clase.
-
No te preocupes. Espero que te sean leves las clases.
-
¡Gracias!
-
Venga rey,-intervino Bárbara-. No te entretengas que vayamos a
llegar tarde-.
Saliendo de allí a los pocos
minutos, para que no se notara que a quien buscaba era a él, se fue
a la plaza donde lo conoció y se puso a estudiar anatomía, ya que
necesitaba ponerse al día y entender todo a la perfección.
Un rato después, un chico del
campus comenzó a tocar la guitarra, por lo que Marina dejó de
estudiar para escucharlo tocar, alegrándola un poco, ya que lo que
había vivido antes la había dejado un poco triste y melancólica…
Tras unos minutos escuchando la
guitarra sonar, Marina se sentó en el suelo y abrió su portátil
para comenzar a pasar los apuntes a limpio, ya que tal y como los
había apuntado eran un disloque total.
Más tarde, mientras Marina
seguía enfrascada intentando descifrar sus propios apuntes, Bárbara
se le acercó por detrás, sorprendiéndola al gritar su nombre en
mitad de la plaza.
Levantándose rápidamente,
Marina se volvió hacia Bárbara, a quien pudo ver con cara de pocos
amigos.
-
¡Tú! Tetona oxigenada,-gritó Bárbara-, mantente alejada de MÍ
novio, ¿te queda claro? Se acabaron las visitas al café y esas
miraditas que le echabas.
-
¿Pero qué miradas? ¿De qué me estás hablando Bárbara?
-
¡Ya sabes lo que te estoy diciendo! Que no te vuelva a ver cerca de
Alex o tendrás que vértelas conmigo. Te lo digo muy en serio.
-
Uy, mira qué miedo tengo Bárbara.
Pero Bárbara no había acabado
todavía y tenía mucho más que decirle a Marina, por lo que, tras
la respuesta de nuestra protagonista, Bárbara respondió empujándola
hacia atrás, sorprendiendo a Marina que pudo mantener el tipo. Sin
embargo, este hecho volvió a hacerla sentir insignificante frente a
Bárbara, que se crecía cada vez más y más.
Intentando evitar las lágrimas
que luchaban por asomarse en sus ojos, Marina bajó la mirada y
sollozó mientras que Bárbara tenía los ojos fijos en ella,
mirándola de manera inquisidora.
-
Esta es la primera advertencia Marina. Ayer vine en son de paz y me
lo pagas tratándome como una mierda y fijándote en mi novio… Me
das asco. Asco y pena porque no tienes aquí a tu gran amigo Lucas
para defenderte, ¿verdad? Vaya, qué lástima. Tendrás que
defenderte tú solita, si puedes.
Bárbara se fue de allí dándole
un golpe con el hombro al pasar junto a ella. Todos los demás que
estaban en la plaza se la quedaron mirando, pero nadie la conocía lo
suficiente como para acercarse a Marina y preguntarle, por lo que, en
silencio, la muchacha recogió sus cosas y se fue a casa, evitando
llorar mientras conducía para no tener un accidente.
Nada
más aparcar, entró en su casa y lloró amargamente, culpándose a
sí misma por no haber respondido a Bárbara, por haberla permitido
humillarla públicamente, otra vez. Marina creía que había
conseguido ser fuerte, pero era ahora cuando se daba cuenta de que
seguía igual que en bachillerato, justo cuando tenía que volver a
enfrentarse a sus demonios pasados… Y sabiendo que se arrepentiría,
Marina sacó su móvil y llamó a Lucas.
-
¡Buenas Lucas! ¿Qué tal te va?
-
¡Hola preciosa! ¡Cuánto tiempo sin saber nada de ti! Me va
fenomenal tía, esto es una puta pasada y la carrera me encanta.
Estoy conociendo a gente fantástica y… Creo que le gusto a una
chica, ¿te lo puedes creer? Hemos salido un par de veces y la he
acompañado a su casa, pero todavía no nos hemos besado, aunque creo
que no tardará mucho porque siento que…-Lucas siguió hablando
mientras Marina se daba cuenta de que Lucas había sido su gran amigo
de la infancia, pero ya nada era igual y… Se daba cuenta de que
estaba sola y tendría que apechugar con todo lo que le estaba
pasando-.
CONTINUARÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario