Tras mirar la página web de “Manos Blancas” concienzudamente,
Marina vio un teléfono de contacto, por lo que sacó su móvil y
llamó mientras que Natasha sonreía y notaba que el sueño estaba
comenzando a poder con ella tras toda la noche en vela.
- Buenos días, ¿es la organización “Manos Blancas”?
- Somos nosotros, ¿qué desea?
- Verá, es que tengo una amiga con problemas con la droga y me han
hablado de vosotros y querría saber si tenéis sitio libre.
- Sí, en estos momentos tenemos una habitación en nuestro centro.
¿Ha visto nuestras instalaciones?
- Acabo de visitar vuestra página web y he visto que tenéis muy
buen centro.
- Todo gracias a Jameson, el sobrino de nuestro fundador: Igashu. Ha
trabajado duramente hasta conseguir mejorar todo lo que su tío formó
antes de que lo asesinasen.
- Estoy segura de que estará orgulloso de ver en lo que se ha
convertido su organización desde donde esté.
- Muchas gracias señorita…
- Marina, Marina Cerezo.
- Muy bien señorita Cerezo, entonces me ha dicho que tiene una amiga
con problemas de drogas, ¿no?
- Sí, verá…
Tras una larga conversación, Marina colgó el teléfono y se giró
hacia Natasha, que la miraba ansiosa por saber de qué habían
hablado.
- ¿Y bien? ¿Qué te han dicho?
- Que te esperan con los brazos abiertos.
- ¿De verdad?-preguntó asombrada Natasha-.
- De verdad de la buena. Les he contado tu caso y estarán encantados
de poder ayudarte.
- ¿Y sólo eso? ¿No hay que pagarles nada? Yo no tengo mucho dinero
pero…
- Tú sólo tienes que preocuparte de ir allí y alejarte del mundo
de la droga, que no te ha traído nada bueno.
- Ya pero… Me sabe mal que acarrees con todos los gastos.
Natasha estaba preocupada porque Marina pensaba pagar todos los
gastos. Una cosa era ayudarla, pero lo que no quería era sentir que
se estaba aprovechando de ella.
- Mira,-comenzó a decir Natasha-. Yo tengo algo de dinero, ¿vale?
Voy a mi casa, lo cojo y con eso pagaré lo que haga falta, pero no
quiero que pagues tú todo.
- Natasha…
- No, escucha un momento Marina. Me has ayudado muchísimo, más de
lo que crees. Pero no me parece bien que me trates tan bien cuando no
me lo merezco. He sido mala contigo, te he tratado fatal y hasta te
mandé al hospital… Y tú me devuelves bien por todo ese mal que te
hice.
- Y ya te he dicho que eso lo tengo más que olvidado y te perdoné
en su momento. Sé que no tienes todo el dinero que hace falta para
cubrir los gastos, ellos no piden dinero a cambio, pero agradecen las
aportaciones que puedan hacer y yo puedo cubrir los gastos que sean
necesarios.
- Pero yo quiero ayudar en esto, porque también será mi
recuperación.
- Mira, hagamos una cosa, ¿vale? Yo te pago el billete de avión
para irte hacia la fundación y tú pagas parte de los gastos que
sean necesarios y si no llega, yo termino de pagarlo, ¿te parece
bien?
Natasha, sin decir una sola palabra, se abrazó a Marina, quien
entendió que ese abrazo significaba un sí. Natasha no dejaba de
sonreír, de dar gracias al cielo por Marina y por toda la ayuda que
le estaba brindando…
Mientras tanto, Alex realizaba una llamada de teléfono desde el
muelle y no desde el gimnasio. Le había mentido a Marina porque
estaba preparando una sorpresa para su boda, que sería al año
siguiente…
- Sí, ya tengo el sitio Óscar,-decía Alex, quien hablaba con su
futuro suegro-. He alquilado el barco para el día de la boda y nos
casaremos en mitad del mar mirando hacia la ciudad…
- ¡Pero eso ha debido costarte una fortuna!
- No tanto, no te creas Óscar, que yo tengo unos ahorros por ahí
que Marina no sabe y así no sospechará nada si ve que tenemos un
gasto inesperado en la cuenta conjunta.
A todo esto, Natasha se sentía muy cansada y decidió echarse un
sueñecito en su dormitorio para descansar, ya que Marina había
comprado los billetes de avión y se iría esa misma tarde.
Por su parte, tras pasar por el baño, Marina fue a dormir también,
ya que ella tampoco aguantaba más despierta. Necesitaba descansar y
dormir a pierna suelta para recuperar el sueño perdido.
Al cabo de un par de horas, cuando Alex llegó y no escuchó ninguna
voz femenina, se imaginó que estarían durmiendo, por lo que extremó
el cuidado y entró silencioso al dormitorio para cambiarse de ropa,
no sin antes acercarse despacio junto a Marina y darle un beso en la
mejilla.
Horas más tarde, Natasha esperaba a un taxi que la llevaría directa
al aeropuerto. Abrazando a ambos, se despidió dándoles, por
milésima vez, las gracias a los dos. Ese gesto sería algo que no
olvidaría en su vida y que siempre llevaría en su corazón.
Al llegar el taxi, volvió a abrazar a ambos y se subió en él con
lágrimas en los ojos. Ahora comenzaba una dura etapa para Natasha,
quien sabía lo difícil que le resultaría no drogarse, sufrir el
síndrome de abstinencia, estar consciente todo el día de lo que
pasaba a su alrededor… Pero si quería recuperarse, era algo por lo
que debía pasar.
Marina y Alex le desearon toda la suerte del mundo, prometiéndole ir
a visitarla cada vez que hiciera falta. Quedaron en ir un día todos
los de la clase a la fundación, menos Madison, claro estaba. Alex
sabía toda la historia que había pasado entre Marina y Natasha,
pero aún así no dudaba en tenderle la mano todas las veces que
hiciera falta. Nadie se merecía todo aquello por lo que había
pasado aquella pobre chica.
Tras un año de preparativos, llamadas, arreglos, compras, envíos de
tarjetas, encargar reportajes de fotos y una infinidad de cosas más,
el día había llegado. La boda entre Alex y Marina era inminente y
los invitados a la boda ya habían llegado. Pese a lo que todo el
mundo pensaba, Marina quería una boda sencilla e íntima, solamente
quería a sus seres más queridos y allegados. Para la fiesta
posterior vendría más gente, pero ese momento quería vivirlo en
familia. Alex estaba completamente de acuerdo y, llamando a sus
padres y a su hermana, los invitó.
Acompañado del brazo de su madre, Alex entró en la sala, sabiendo
que en el piso superior se encontraba su futura esposa arreglándose.
En cuanto vio la habitación arreglada para ellos, Alex no pudo
evitar comenzar a emocionarse, justo cuando su hermana vino a
abrazarlo.
- Enhorabuena grandullón,-felicitó la hermana de Alex-. Que mi
hermano mayor se casa… Qué fuerte.
- Muchas gracias Martita. Estás preciosa… Podrías ser tú la
novia perfectamente.
- No gracias, que suficiente he tenido que aguantarte más de 20 años
en casa como para ahora casarme contigo. Mejor que te aguante
Marina,-dijo soltando una carcajada-.
Viendo al pequeño Tomás, Alex se acercó a él y lo abrazó
fuertemente.
- ¿Cómo está mi cuñado favorito?-preguntó Alex-.
- ¿Cómo que cuñado favorito? Si no tienes otro, ¿no?
- Por eso digo jajaja. Qué guapo estás, campeón.
Después, vio a su futura suegra oficialmente, pero que actuaba como
tal en la práctica. Ambos se llevaban estupendamente, no existía el
mito de que la suegra era una mala mujer con las parejas de sus
hijos. Ella era encantadora y muy servicial, siempre mirando por el
bienestar de ambos.
- Gracias por hacer tan feliz a mi hija,-agradeció Bianca-.
- No, gracias a ti por haberla cuidado tan bien durante todos estos
años.
Volviéndose, vio a su familia y, mirando a su padre, ambos se
sonrieron y se abrazaron dándose fuertes palmadas en la espalda.
- ¡Hijo mío! Qué día tan importante el que te espera hoy. Te
deseo que este amor que os profesáis ahora, sea tan fuerte como el
de tu madre y el mío, que después de 30 años casados nos seguimos
queriendo como el primer día,-Juan Francisco le decía estas
palabras ante la atenta mirada de su esposa Violeta, quien miraba a
los hombres de su vida con amor y dedicación-.
Separándose de él, Juan Francisco comenzó a aconsejar a su hijo
sobre temas maritales.
- Alex, escucha siempre a tu esposa, cuida de ella y a la hora de las
relaciones…
- Papá, venga ya. No te pongas a hablarme de sexo en estos momentos,
anda.
- Hijo,-dijo agarrándole de los hombros-. Esto que te voy a decir es
muy importante…
- A ver, dime,-dijo Alex comenzando a sonreír-.
- Nunca la dejes a medias si no quieres dormir en el sofá más de
una noche seguida.
Tras una gran carcajada por parte de Alex, Violeta, la madre del
novio y futuro marido, se acercó a su hijo para abrazarlo de nuevo.
Lo había llevado hasta el altar, pero era su niño y no podía
evitarlo. A todo esto, Bianca estaba impaciente por ver a su hija y
se preguntaba si Oscar no le estaba metiendo prisa, ya que se estaba
acercando la hora y nadie sabía nada de la novia.
Mirando a su hijo con orgullo, Violeta le deseó a su hijo mucho amor
en su matrimonio, comprensión, conversación y perdón. Pero sobre
todo eso, respeto. Una relación sin respeto estaba condenada al
fracaso.
- Y una última cosa hijo.
- Dime mamá.
- Hazle caso a tu padre y nunca la dejes a medias, que eso jode
mucho,-dijo Violeta comenzando a reír de nuevo-.
- Que sí, mamá, que por esa parte no tenemos problemas.
- ¿Cómo que tenéis? ¿Es que lo habéis hecho ya?
- ¡Mamá!-dijo Alex comenzando a ponerse nervioso justo cuando su
madre se carcajeaba de él en su cara-.
- Sigues igual de chinchoso que cuando eras pequeño. Nunca cambies
hijo, nunca…
Y tocando unas leves campanitas, anunciaron la entrada de la novia a
la sala. Todos rápidamente se pusieron tras las sillas y se giraron
hacia la novia y el padrino, quienes acababan de atravesar la puerta.
Nadie en esa sala había visto el vestido de la novia, ya que Marina
lo había llevado en absoluto secretismo y ahora, todos se
maravillaban al verla tan guapa.
Oscar se sentía el padre más orgulloso del mundo. Estaba
acompañando a su hija, su niña y su ojito derecho al altar. Poderla
adoptar fue lo mejor del mundo, pero el hecho de cuidarla, darle una
educación, verla crecer, hacerse una mujer y ahora acompañarla al
altar para verla casarse con su futuro marido, estaba siendo un
auténtico regalo del cielo.
Y allí estaba Marina, intentando aguantar los nervios de la boda,
que la habían hecho ir al servicio 5 veces en la última hora.
Estaba siendo el mejor día de su vida y eso que no había hecho nada
más que comenzar. Ya sólo el hecho de que esa misma mañana la
llevaran en una lancha y se fueran hasta ese barco, había sido
espectacular.
Alex, por su parte, no podía dejar de mirarla continuamente. La
recorría con los ojos, contemplando su belleza, el bonito traje, su
expresión de nervios contenidos que conocía perfectamente… Ambos
estaban como un flan, pero el momento había llegado y la boda estaba
a punto de comenzar.
Comenzando a andar, Marina miró a sus futuros suegros, quienes le
sonrieron al instante. Violeta estaba con los ojos húmedos por toda
la situación que estaba viviendo y que la emocionaba tanto. Ella
siempre había sabido que el día de la boda de alguno de sus hijos,
no podría parar de llorar.
Oscar miraba a Bianca con una sonrisa y con una expresión
espléndida. Sabía que la espera había merecido la pena con tal de
ver a su mujer con la cara de total sorpresa. La misma que se le
había quedado a él cuando Marina abrió la puerta para bajar a la
ceremonia.
Marta miraba a su futura cuñada con una emoción contenida. La veía
guapísima, más que ninguna otra novia que había visto con
anterioridad y añoraba convertirse en una de ellas pronto, siempre y
cuando algún tío que valiera la pena la quisiese de verdad.
Al acercarse a Alex, éste no pudo evitar agarrarla de las manos y
sonreír mirándola con ojos enamorados. Ya la tenía con él. Eso
era real y estaba sucediendo en ese mismo instante… ¡Qué feliz
era!
Situándose en sus puestos, la boda comenzó y todos escuchaban la
ceremonia con atención entre pañuelos y lágrimas, que se
derramaban de alegría por la situación que estaban viviendo.
A la hora del intercambio de anillos, todos se pusieron de pie,
mientras que Marina pronunciaba las famosas palabras que todos hemos
escuchado en las películas. Todos los familiares guardaban silencio,
mirando el intercambio con orgullo y plena felicidad.
A Marina le temblaba el pulso, por lo que puso su mano izquierda bajo
la mano masculina para poder tener más estabilidad y guiarse a la
hora de colocarle el anillo. Alex estaba en el séptimo cielo, tenía
al amor de su vida frente a él, colocándole el anillo que
terminaría de unirlos para siempre jamás.
Y llegó el turno masculino, que pronunció las promesas nupciales
haciendo parones para coger aire, ya que los nervios le estaban
jugando una mala pasada. No se terminaba de creer que aquella
maravillosa mujer se fuera a convertir en su esposa, para siempre.
Para toda su vida y hasta que la muerte los separase.
Alex copió lo que hizo minutos antes Marina, para poder ponerle el
anillo de boda con más estabilidad y, también, para notar su mano.
Necesitaba tenerla entre sus brazos, besarla y hacerla su esposa.
Mirándose directamente a los ojos, escucharon la frase “Yo os
declaro marido y mujer” con la ciudad de fondo. La estampa no podía
ser más bonita, más romántica y más feliz para ambas familias
que, a partir de ahora, estarían unidas, convirtiéndose en una
sola.
Saltándose el protocolo, Tomás salió de su asiento y se acercó a
su ya cuñado.
- ¿Pero qué clase de beso es ese? ¡Queremos beso!
- ¡Tomás!-llamó Bianca a su hijo-. Ven aquí y deja de dar la
nota-.
- ¡Que se besen! ¡Que se besen!-comenzó a gritar el niño,
arrancando una sonrisa a todos los asistentes a la ceremonia-.
Y por la petición popular, el nuevo matrimonio se volvió a unir en
un beso, esta vez más largo y apasionado que el anterior a la vez
que sus familiares aplaudían y vitoreaban a los recién casados.
Ahora llegaba la hora de comer, celebrarlo y, días más tarde, de
poder disfrutar, ellos solos, de una luna de miel como nunca nadie
recordaba antes.
CONTINUARÁ...
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