Días después, el nuevo
matrimonio se embarcaba en su luna de miel con un único destino:
China. Más concretamente el pueblo donde adoptaron a Marina, ya que
a ella le hacía ilusión volver y sus padres se lo habían
recomendado mucho, dado que el lugar les había parecido maravilloso
cuando fueron.
En cuanto llegaron, dejaron sus
maletas en la habitación y se fueron a investigar el pueblo. Tenían
mucho sueño y querían dormir, pero tendrían que acostumbrarse al
cambio horario, por lo que ambos alquilaron unas bicicletas y se
pusieron a pasear por allí, aunque la que iba primera era Marina.
Llegando hasta la plaza principal
del pueblo, Marina miró hacia atrás y vio que su marido no se
dibujaba ni siquiera en el horizonte. ¿Por qué tardaba tanto aquel
hombre?
La verdad era que Alex nunca
había sido demasiado bueno con la bici y encima esa zona tenía
muchos desniveles y temía caerse, por lo que iba lento y con mucho
cuidado para no hacerse nada.
Vieron un estupendo museo al
fondo, así que ambos subieron las escaleras y entraron, ya que no
había que pagar para verlo.
Marina, en cuanto vio las cosas
que había por allí, se quedó maravillada, mientras que Alex la
miraba a ella, recuperando todavía el aliento.
-
Estás ansiosa por ver todo esto, ¿verdad?
-
No lo sabes tú bien. Alex, es que estas cosas están en mi sangre.
Esto pertenece a mis raíces…
Poniéndose a mirar, Marina vio
una placa en el suelo y se colocó encima, ya que había dibujado
unos pies.
-
Anda mira Alex,-comentó Marina-. Aquí hay una placa con unos pies
dibujados, ¿has visto?
-
Yo que tú no pisaba por si acaso no se debe…
-
Tonterías, si no se pudiera pisar habrían puesto una valla para
evitar el paso, ¿no crees?
Pero justo en ese momento, la
placa cedió y bajó unos centímetros, provocando unos ruidos
extraños que alertaron a Marina.
-
¡Alex! ¿Qué es eso?
-
¿Ves? Te lo dije, ya te has cargado algo… Vayámonos antes de que
nos pillen.
-
¡Mira! ¿Eso de ahí en el suelo no es una escalera?
Mirando a sus espaldas, Alex se
dio cuenta de que era cierto, el suelo se había levantado dejando
paso a una escalera que bajaba a una zona inferior que estaba, al
parecer, oculta…
Se pusieron a mirar todo aquello
y descubrieron que había una puerta cerrada con candado y
necesitaban una llave especial que, obviamente, no tenían.
-
Mierda, no podemos entrar,-dijo Marina-. ¿Dónde se encontrará esa
llave?
-
Marina, no creo que debamos estar aquí… Esto tal vez sea privado y
aquí tengan obras guardadas y no quiero que nos confundan con unos
ladrones en nuestra luna de miel. No quiero ir a la cárcel…
-
Está bien. Salgamos de aquí entonces.
Yéndose de allí, vieron un
cartel que guiaba hacia el cementerio local, que estaba a unos 200
metros de distancia, así que, volviendo a montarse en las bicis, se
fueron hacia allí. El sitio era precioso, pese a que fuera un
cementerio.
Marina se puso a mirar fijamente
a las tumbas, nichos y restos que estaban por allí. Se preguntaba si
tal vez alguno de los que estaba allí era familia de ella. Si esas
cenizas que contemplaba podrían ser de un abuelo, de su abuela o de
alguien cercano…
Tras darse una vuelta por allí,
Alex se reencontró con ella y le preguntó si estaba bien, ya que la
notaba algo seria.
-
Sí, estoy bien, no te preocupes. Es sólo que me he puesto
melancólica porque estaba pensando en que tal vez alguno de los
restos que haya por aquí puedan ser de familiares míos… No tengo
ni idea.
-
Pues quién sabe… Pero no te preocupes por eso. Ven, vámonos a un
sitio que te va a gustar mucho, lo acabo de mirar por el Maps y creo
que va a ser genial.
Volviéndose a ir de allí, esta
vez Alex fue quien llevaba la batuta de la ruta que estaban haciendo.
Al llegar, Marina no dejaba de exclamar que le encantaba.
-
¡Me flipa! ¿Qué sitio es éste, Alex?
-
Según he leído, es una especie cobertizo abandonado de un antiguo
príncipe que vivió en esta zona hace unos 150 años.
-
Wow… ¡Qué chulo está!
Pero justo en ese momento,
alguien salió de aquel lugar con cara de pocos amigos, situándose
frente a la puerta.
-
¡Fuera de aquí!-gritó el extraño-.
-
Perdone, pero somos turistas y según he visto este sitio se puede
visitar.
-
¡No! Está cerrado por… reformas. Lo estamos arreglando.
-
Disculpe que insista, pero no he visto ningún cartel que diga…
-
¿Es que no me ha oído?-preguntó aquel tipo interrumpiendo a Alex-.
¡Lárguense de aquí!
Marina miraba a aquel hombre
desde detrás de Alex, quien se había adelantado un poquito. No
sabía por qué, pero ese tío le daba muy mala espina a Alex.
Marina, por su parte, fue más cauta y agarró del brazo a Alex.
-
Cariño vámonos, ya vendremos otro día,-recomendó ella-.
-
Intenten eso y no seré tan amable…
-
Váyase usted a…
-
¡Alex!-dijo Marina dándole un pellizco en el brazo a su marido-.
¡Vámonos ya!
Tras ese pequeño encontronazo,
el matrimonio volvió a su hotel y, al verlo desde fuera por segunda
vez, Marina creyó reconocerlo.
-
Alex, si mal no recuerdo, este sitio era antes el centro de acogida
donde vinieron mis padres a recogerme. Me suena muchísimo, pero es
que era muy pequeña y no estoy segura.
-
Vaya, qué curioso, pues ahora se lo preguntamos al gerente y así
salimos de dudas.
Nada más entrar, vieron al
gerente del hotel terminando de hablar con otra turista, que acababa
de sentarse para leer un libro. Al ver al matrimonio, el chico se
giró hacia ellos y los saludó cordialmente.
-
Buenos días de nuevo. ¿Habéis visto el pueblo?
-
Sí, lo hemos visto prácticamente todo,-contestó Marina-. Pero
hemos discutido hace un momento y hemos preferido volver.
-
Oh vaya, siento oír eso.
-
Pero no entre nosotros,-intervino Alex-. Sino con un… Tío, que ha
salido de repente de un establo abandonado o un cobertizo, algo así.
El tío se nos ha puesto agresivo y casi salimos a guantazos.
El chico, agachando la mirada,
cambió su expresión facial. Parecía saber a quién se estaban
refiriendo sus huéspedes.
-
Creo que sé de quién habláis… Lo siento mucho.
-
¿Lo conoce?-preguntó Marina-.
-
Si es quien creo que es sí, me temo que sí.
-
Pues es un impresentable,-dijo Alex todavía algo alterado-.
-
Mil disculpas, de verdad que lo siento.
-
Por cierto,-dijo Marina queriendo cambiar de tema-, quería
preguntarle algo.
-
Dígame.
-
¿Este sitio no era antes un centro de acogida o algo parecido?
-
¡Sí! ¿Cómo lo sabe?
Marina sonrió con algo de
tristeza en su mirada. Ella se había criado allí hasta que sus
padres fueron a recogerla.
-
Es que creí reconocer este lugar al recorrer sus pasillos para ir a
la habitación y es que nací aquí prácticamente.
-
Anda, qué maravillosa coincidencia que haya vuelto justo al sitio de
donde salió. Disculpe mi indiscreción, pero… ¿usted es adoptada?
-
Sí, exactamente. Mis padres vinieron a por mí cuando yo tenía unos
6 añitos más o menos. ¿Quiere que le cuente?
-
Si a usted no le importa hablar de esos temas…
-
Qué va, yo encantada.
Sentándose alrededor de una mesa
en la habitación contigua, Marina se puso a hablarle a aquel
muchacho sobre cómo sus padres fueron a por ella, la adoptaron y se
la llevaron a Los Aniegos…
-
Claro, yo me fui de aquí siendo muy pequeña y apenas tengo
recuerdos de este sitio.
-
Es normal, ya que las personas solemos tener muy pocos recuerdos de
cuando somos niños y no entiendo por qué, porque creo que es una de
las mejores etapas de nuestra vida.
El muchacho era encantador y muy
simpático con ellos. Desde luego no era complicado sentirse acogido,
ya que era muy servicial y estaba siempre dispuesto a charlar o a
ayudar en cualquier cosa que hiciera falta.
-
Y entonces ahora ha vuelto aquí para… ¿buscar su familia?
¿Encontrar sus raíces? Perdone si me estoy metiendo mucho donde no
me llaman.
-
No se preocupe señor Cheung. En realidad estamos aquí porque
acabamos de casarnos y estamos de luna de miel.
-
Ah, con que estáis recién casados. ¡Enhorabuena! ¿Y allí no os
han puesto trabas por casaros entre vosotros?
Alex y Marina se miraron un
momento y comenzaron a reírse al escuchar la pregunta.
-
¿Y por qué debían ponernos trabas?-preguntó Alex-.
-
Bueno, sois de dos razas diferentes y eso aquí está muy mal visto.
-
Pues allí es todo lo contrario,-dijo Marina-. Allí normalmente
nadie mira con quién te acuestas o con quien te casas. Habrá de
todo, naturalmente, pero la inmensa mayoría piensa como nosotros.
-
Pues es un gran avance… A veces me gustaría irme para occidente y
descubrir todo aquello. Tiene que ser precioso.
-
Si decide venir,-intervino Alex-, le invitamos a nuestra casa. Allí
le acogeremos y le enseñaremos la ciudad.
-
¡Muchas gracias! Sois ustedes muy amables. Como recompensa, para
almorzar les prepararé sushi, pero no una receta cualquiera ¿eh?
Sino la receta secreta de mi madre.
Alex comenzó a aplaudir de
alegría, ya que ese era uno de sus platos preferidos.
-
Pues entonces estaremos aquí sin falta. No me lo perdería por nada
del mundo. Muchísimas gracias.
-
No hay de qué. También es mi forma de recompensaros por el mal rato
que habéis pasado antes.
Tras unos minutos más de charla,
el matrimonio decidió irse a su habitación y descansar un poco,
aunque fuera hasta la hora de comer, ya que el jet-lag y el cambio
horario los estaba matando.
Subiendo a la habitación, Alex
le tocó el culo a Marina, que iba delante.
-
Ay, ¿qué haces Alex?
-
Preparar el terreno para después…
-
¿No decías que tenías sueño?
-
Para hacer el amor nunca se debe tener sueño.
-
Mira que eres travieso, ¿eh?
-
Uy, ya lo sabes bien jeje.
Mientras tanto, abajo el señor
Cheung llamaba por teléfono con una expresión bastante seria en su
rostro.
-
Oye, ¿has sido tú quien ha espantado a dos de mis huéspedes del
cobertizo?
-
¿Y a ti qué te importa? ¡Estoy ocupado ahora!
-
Contéstame. ¿Has sido tú?
-
Sí, he sido yo, ¿qué pasa?
-
¿Qué hacías allí?
-
Eh, que yo a ti no te tengo que dar ningún tipo de explicaciones, a
ver si te enteras primo.
Efectivamente, el chico con quien
habían tenido un encontronazo Marina y Alex no era otro que el primo
del señor Cheung.
-
Además,-continuó diciendo el primo-, tú sabes muy bien que no
tienes que mandarme a nadie aquí cuando yo esté con lo mío.
-
Yo no los mandé Shin Tao, fueron ellos los que descubrieron el sitio
y se acercaron.
-
Pues déjales claro que aquí no se tienen que acercar. Porque como
los vuelva a ver por los alrededores, quien va a acabar cobrando vas
a ser tú, ¿te queda claro Lin?
Cerrando los ojos por un momento,
Lin contestó a su primo.
-
¿Más me vas a cobrar? Estoy de deudas hasta el cuello por tu culpa
cuando somos familia… ¿No te importa que llevemos parte de la
misma sangre?
-
Lin, los negocios son los negocios y con los míos no se juegan. Por
cierto, hablando de negocios, ¿cuándo me vas a devolver el dinero
que te presté?
-
Mi madre sigue enferma y necesita más medicinas… No puedo pagarte
en este momento. Casi todo el dinero que tengo te lo doy para pagar
la deuda… ¡Estoy asfixiado!
-
Tú y tu manía de ser legal… ¡Roba dinero! Tienes un puñetero
hotel lleno de extranjeros con dinero a raudales, róbale a alguno y
saldas tu deuda.
-
Ya te he dicho que no pienso convertirme en un ser tan despreciable
como lo eres tú.
Resoplando, al otro lado del
teléfono esa frase no había sentado demasiado bien.
-
Lin, ¿te recuerdo lo que le pasó a Tanaka cuando no me pagó lo que
me debía?
-
Sí, no hace falta que me lo recuerdes. Aún está intentando volver
a andar después de los cinco meses que se pasó en el hospital.
-
Pues sólo te voy a decir eso. Creo que lo demás no hace falta
repetirlo, así que dicho queda. Ahora consigue mi dinero y no me
vuelvas a llamar hasta que lo tengas de vuelta.
-
Pero Shin Tao,-dijo Lin justo cuando comenzó a escuchar el tono del
teléfono-. ¿Shin Tao? ¿Primo? Me ha colgado…
CONTINUARÁ...
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