lunes, 4 de febrero de 2019

Sueños Rotos || Capítulo 16

Al cabo de un par de horas y tras haber hecho el amor con Marina, Alex no había conciliado el sueño, por lo que salió de la habitación con una idea en mente, dejando a Marina dormida en la cama…


Al bajar se encontró con una de las huéspedes por allí y le preguntó por el señor Cheung.
- No lo he visto señor,-contestó la mujer-. Pero sobre esta hora suele irse a casa y vuelve a la tarde.
- Vaya… Yo quería preguntarle algo, pero me imagino que tendrá que esperar. Muchas gracias por su ayuda.


Pero la mujer, antes de que Alex se marchara, se ofreció para ayudarlo.
- ¿Sobre qué quería preguntarle? Yo llevo aquí ya casi una semana y me conozco el pueblo.
- Ah, entonces tal vez me pueda ayudar… Verá, estoy de luna de miel con mi esposa y me gustaría comprarle algo típico de aquí para regalárselo y quería saber si había alguna tienda que venda artículos autóctonos.
- ¡Claro! En eso puedo ayudarlo sin ningún problema. Mire, en cuanto salga de aquí, gire a…


Mientras tanto, en la casa de los Cheung…


Lin iba a comenzar a preparar el sushi que le prometió a Alex con la receta de su madre cuando escuchó ruido en el patio interior de la casa. Su madre no creía que pudiera ser así que… ¿quién había entrado en casa?


El intruso no era otro que su primo, Shin Tao, que corría por la casa entrando en todas las habitaciones buscando a Lin.


Al cruzarse con él, Shin Tao comenzó a increparle sin ningún tipo de remordimiento.
- ¿Dónde está mi dinero?
- Ya te he dicho hace un rato que no tengo tu dinero, que voy a necesitar más tiempo.
- No lo hay. Tienes que darme tu dinero ya.
- Pero Shin Tao…
- ¡QUE ME DES EL PUTO DINERO!


Ese fuerte grito asustó a Lin, que retrocedió un poco. No sabía lo que estaba pasando ni entendía la gran prisa que tenía Shin Tao por recuperar su dinero.
- Shin Tao, ¿a qué vienen las prisas? ¿Ha pasado algo?
- No te hagas el santurrón conmigo. Yo solo quiero mi dinero y lo quiero ya.
- Primo, escúchame, no tenemos nada… Apenas nos llega para hacer la comida y esta época es muy mala para el turismo de la zona… No podemos seguir así.
- ¡No es mi problema! Me pediste dinero para comprar el centro de adopciones, lo reformaste y lo abriste al público como un hotel, luego me volviste a pedir dinero cuando tu madre enfermó y así llevamos cerca de dos años… ¡Quiero mi dinero!
- Mi padre nunca habría permitido esto…


Esa frase de Lin provocó en Shin Tao una pequeña risa, que arremetió duramente contra su primo.
- Tu padre era una marioneta. Siempre hacía lo que le mandaba su hermano y eso mi padre lo sabía muy bien. Se aprovechó de él todo lo que pudo y un poco más… Le echo mucho de menos, porque él por lo menos hacía algo por la familia. Tú, en cambio, eres un sucio asqueroso que reniega de nosotros…
- ¡¿Cuándo te vas a enterar de que no me interesa traficar con personas?!


Tras gritar de esa forma, la madre de Lin alzó la voz y preguntó si pasaba algo. Mirando a su primo, éste le dijo en voz baja que no le dijese nada de que él estaba allí. Yendo a la habitación de su madre, Lin pensaba en qué le diría para que no notase que estaba discutiendo.


Al entrar, Lin se encontró a su madre sentada en la mecedora, tal y como la había dejado antes.
- ¿Qué ocurre, hijo? He creído escuchar la voz de tu primo Shin Tao… ¿Ha venido?
- No mamá, estaba hablando en voz alta, pensando en mi cosas, ya sabes…
- Hijo, no me gusta que pases tanto tiempo sólo aquí conmigo o en el hotel. Deberías salir y conocer gente, estás en edad de formar una familia y…
- Mamá, no empieces otra vez,-dijo Lin cortando a su madre-.


Lin miraba a su madre serio, intentando aparentar tranquilidad cuando por dentro era un manojo de nervios.
- Quédate aquí tranquila, que yo ahora voy a terminar un par de cosas que quiero hacer y me iré de vuelta al hotel, ¿vale?
- Está bien hijo, lo que tú quieras.
- Y procura no moverte demasiado, que ya sabes que tienes los huesos fatal.


Mientras tanto, Shin Tao había comenzando a rebuscar por los cajones, debajo de los cojines, detrás de los muebles… Pero no había sido capaz de encontrar nada más que suciedad y polvo. No había dinero, por ningún lado y eso le estaba comenzando a cabrear a Shin Tao, que resoplaba mirando al techo.


Al regresar Lin, Shin Tao volvió a saltar contra él, exigiéndole entregarle todo el dinero que tenía.
- No tengo dinero, te lo vuelvo a repetir Shin Tao. Estoy sin blanca…
- ¡DEBES TENER DINERO GUARDADO EN ALGÚN SITIO!


Terminando de cabrear a Lin, no pudo evitar saltar contra su primo, que no paraba de gritar.
- ¡QUE TE CALLES MALDITO BASTARDO! Mi madre está intentando descansar en su habitación y no sabe que estás aquí. ¿Tú quieres que se entere o le pase algo?
- ¡Me da igual tu madre! Por mí como si se muere… ¡Que me des el puto dinero!
- ¡Que no tengo! ¡Estúpido retrasado con complejos de superioridad! ¡Sólo tengo a mi madre y el hotel!


Quedándose un momento en silencio, Shin Tao reflexionó un instante, dejando a Lin en un mar de dudas.
- ¿Y ahora qué pasa? ¿Qué he dicho ahora?-preguntó Lin queriendo saber el por qué del silencio de su primo-.
- Me has dicho justo lo que necesitaba. Gracias primo,-dijo antes de agarrarlo por el cuello, comenzando a asfixiarlo-.


Tras hacerlo perder el conocimiento, Shin Tao soltó a Lin, que cayó al suelo golpeándose la cabeza.
- Es el momento de cobrarme la deuda, primito...-dijo Shin Tao comenzando a reírse-.


En el hotel, Marina se levantó y vio que tenía una nota de Alex que le decía que volvería en un rato, que había ido a buscar una cosa. Poniéndose la ropa, bajó y vio que no había nadie por allí, ni Alex ni el señor Cheung. Mirando la hora, se dio cuenta de que era la hora del almuerzo.


Le estaba resultando muy extraño no ver al señor Cheung por allí, ya que Marina había percibido interés en la promesa que le había hecho a Alex y el hecho de que también su marido se hubiera ido a buscar algo, tal y como le había dicho en la nota le resultaba raro, pero conocía a Alex y sabía que era muy detallista y seguramente le estaría preparando alguna sorpresa.


Shin Tao, ya en el hotel, había estado revisando todas y cada una de las habitaciones del primer piso, habiéndose llevado un buen botín. Estaba muy contento porque ahora sí que podría disponer de ese dinero que le faltaba para su… negocio. Su siguiente objetivo: las habitaciones del segundo piso.


Marina había abierto la nevera y se encontró que había un plato de sopa listo para calentar, por lo que se lo sirvió y se puso a almorzar, ya que el hambre la estaba matando. A su espalda, Shin Tao acababa de entrar y, al verla allí, creyó reconocerla.
- Mierda… Si me ve, me reconocerá y no puedo subir las escaleras sin que me vea… Voy a tener que cambiar mi plan.


Levantándola bruscamente de la silla, Shin Tao incorporó a Marina y la puso frente a él.
- ¡Tú! Dame todo el dinero que tengas.
- ¿Dinero? No tengo el monedero encima, yo…
- ¡Que me des el puto dinero!


Marina se encontraba en shock. Nunca había sufrido un atraco y justamente en su luna de miel, el chico con el que había tenido el encontronazo previo, ahora la asaltaba.
- ¿No sabes hablar ahora?-incordiaba Shin Tao a Marina-.
- Yo…
- Tú ¡qué! ¡Habla joder!
- El dinero está arriba, se lo juro. Ahora por favor déjeme que me vaya.
- ¿Cuál es tu habitación?
- La 212.
- Entonces tú me vas a acompañar y, de buena fe y sin trucos, me vas a dar todo el dinero y joyas que tengas. ¿Dónde está el tío que te acompañaba esta mañana?
- No lo sé…


Poniéndose más agresivo, Shin Tao se acercó más a Marina, a quien comenzó a empujar con sus manos.
- ¡No juegues conmigo zorra! ¿Dónde está el tío de esta mañana?
- ¡Te he dicho que no lo sé! Me ha dejado una nota y se ha ido…


Dándole la vuelta bruscamente, Shin Tao sacó unas esposas y se las puso a Marina, colocándole las manos en la espalda.
- Ahora me vas a acompañar y veremos si es verdad todo lo que me dices. ¡Vamos a tu habitación! Y sin truquitos, ¿te queda claro?


Mientras Shin Tao le estaba poniendo las esposas, Marina intentaba revolverse, pero se llevó un golpe en la espalda que la hizo parar al instante.
- En cuanto mi marido se entere de que me has secuestrado te va a matar.
- No si lo encuentro yo antes… ¡Andando!-dijo empujándola para hacerla andar-.


El pobre Lin se encontraba ya consciente y encerrado en el zulo dentro del establo abandonado donde Marina y Alex se habían encontrado con Shin Tao esa misma mañana. Lin siempre se había sentido despreciado por su familia paterna, que siempre le habían exigido más y más. Su padre era un hombre débil y se dejaba manipular, la verdad sea dicha. Sin embargo, si él había logrado escapar de entrar en el mundo de la trata de blancas era gracias a su madre, quien había luchado todo lo que pudo por él. Pero ahora su madre estaba mayor y enferma, su padre había fallecido y su tío había dejado al temible primo Shin Tao al cargo de todo, comportándose como un tirano, un déspota y un desalmado.


Tirando por las escaleras a Marina, Shin Tao se hizo notar al llegar allí, pegando voces para ver si Lin había despertado ya o no.


Levantándose rápidamente al escuchar el ruido, Lin miró hacia su primo, quien también lo miraba mortalmente serio.
- Cuando vuelvas a ver a tus huéspedes dales las gracias por pagar tu deuda. Gracias primo Lin. Es un placer hacer negocios contigo.
- ¿Les has robado? ¡Hijo de puta!
- Ah, por cierto, aquí te traigo a una de tus clientas. No podía incautar el dinero sin que ella me reconociera así que… La he tenido que invitar amablemente a venir aquí.


Acercándose a ella, Lin comenzó a comprobar que la muchacha respiraba. Tras suspirar más tranquilo, le empezó a acariciar el pelo para intentar despertarla.
- Eres un ser despreciable, Shin Tao. En cuanto salga de aquí…
- ¿Qué? ¿Qué vas a hacer cuando salgas de aquí?
- Nada…
- Ah, eso me parecía a mí, porque si no una viejecita adorable llamada Yiang-Shu podría sufrir las consecuencias. Y tú no quieres eso, ¿verdad primito?
- Tócale un pelo y te juro que te mato con mis propias manos.
- ¡Tú qué me vas a matar a mí!-gritó Shin Tao pegándole una patada a Lin en la cabeza-.


CONTINUARÁ...

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