Al cabo de un par de horas y tras
haber hecho el amor con Marina, Alex no había conciliado el sueño,
por lo que salió de la habitación con una idea en mente, dejando a
Marina dormida en la cama…
Al bajar se encontró con una de
las huéspedes por allí y le preguntó por el señor Cheung.
-
No lo he visto señor,-contestó la mujer-. Pero sobre esta hora
suele irse a casa y vuelve a la tarde.
-
Vaya… Yo quería preguntarle algo, pero me imagino que tendrá que
esperar. Muchas gracias por su ayuda.
Pero la mujer, antes de que Alex
se marchara, se ofreció para ayudarlo.
-
¿Sobre qué quería preguntarle? Yo llevo aquí ya casi una semana y
me conozco el pueblo.
-
Ah, entonces tal vez me pueda ayudar… Verá, estoy de luna de miel
con mi esposa y me gustaría comprarle algo típico de aquí para
regalárselo y quería saber si había alguna tienda que venda
artículos autóctonos.
-
¡Claro! En eso puedo ayudarlo sin ningún problema. Mire, en cuanto
salga de aquí, gire a…
Mientras tanto, en la casa de los
Cheung…
Lin iba a comenzar a preparar el
sushi que le prometió a Alex con la receta de su madre cuando
escuchó ruido en el patio interior de la casa. Su madre no creía
que pudiera ser así que… ¿quién había entrado en casa?
El intruso no era otro que su
primo, Shin Tao, que corría por la casa entrando en todas las
habitaciones buscando a Lin.
Al cruzarse con él, Shin Tao
comenzó a increparle sin ningún tipo de remordimiento.
-
¿Dónde está mi dinero?
-
Ya te he dicho hace un rato que no tengo tu dinero, que voy a
necesitar más tiempo.
-
No lo hay. Tienes que darme tu dinero ya.
-
Pero Shin Tao…
-
¡QUE ME DES EL PUTO DINERO!
Ese fuerte grito asustó a Lin,
que retrocedió un poco. No sabía lo que estaba pasando ni entendía
la gran prisa que tenía Shin Tao por recuperar su dinero.
-
Shin Tao, ¿a qué vienen las prisas? ¿Ha pasado algo?
-
No te hagas el santurrón conmigo. Yo solo quiero mi dinero y lo
quiero ya.
-
Primo, escúchame, no tenemos nada… Apenas nos llega para hacer la
comida y esta época es muy mala para el turismo de la zona… No
podemos seguir así.
-
¡No es mi problema! Me pediste dinero para comprar el centro de
adopciones, lo reformaste y lo abriste al público como un hotel,
luego me volviste a pedir dinero cuando tu madre enfermó y así
llevamos cerca de dos años… ¡Quiero mi dinero!
-
Mi padre nunca habría permitido esto…
Esa frase de Lin provocó en Shin
Tao una pequeña risa, que arremetió duramente contra su primo.
-
Tu padre era una marioneta. Siempre hacía lo que le mandaba su
hermano y eso mi padre lo sabía muy bien. Se aprovechó de él todo
lo que pudo y un poco más… Le echo mucho de menos, porque él por
lo menos hacía algo por la familia. Tú, en cambio, eres un sucio
asqueroso que reniega de nosotros…
-
¡¿Cuándo te vas a enterar de que no me interesa traficar con
personas?!
Tras gritar de esa forma, la
madre de Lin alzó la voz y preguntó si pasaba algo. Mirando a su
primo, éste le dijo en voz baja que no le dijese nada de que él
estaba allí. Yendo a la habitación de su madre, Lin pensaba en qué
le diría para que no notase que estaba discutiendo.
Al entrar, Lin se encontró a su
madre sentada en la mecedora, tal y como la había dejado antes.
-
¿Qué ocurre, hijo? He creído escuchar la voz de tu primo Shin Tao…
¿Ha venido?
-
No mamá, estaba hablando en voz alta, pensando en mi cosas, ya
sabes…
-
Hijo, no me gusta que pases tanto tiempo sólo aquí conmigo o en el
hotel. Deberías salir y conocer gente, estás en edad de formar una
familia y…
-
Mamá, no empieces otra vez,-dijo Lin cortando a su madre-.
Lin miraba a su madre serio,
intentando aparentar tranquilidad cuando por dentro era un manojo de
nervios.
-
Quédate aquí tranquila, que yo ahora voy a terminar un par de cosas
que quiero hacer y me iré de vuelta al hotel, ¿vale?
-
Está bien hijo, lo que tú quieras.
-
Y procura no moverte demasiado, que ya sabes que tienes los huesos
fatal.
Mientras tanto, Shin Tao había
comenzando a rebuscar por los cajones, debajo de los cojines, detrás
de los muebles… Pero no había sido capaz de encontrar nada más
que suciedad y polvo. No había dinero, por ningún lado y eso le
estaba comenzando a cabrear a Shin Tao, que resoplaba mirando al
techo.
Al regresar Lin, Shin Tao volvió
a saltar contra él, exigiéndole entregarle todo el dinero que
tenía.
-
No tengo dinero, te lo vuelvo a repetir Shin Tao. Estoy sin blanca…
-
¡DEBES TENER DINERO GUARDADO EN ALGÚN SITIO!
Terminando de cabrear a Lin, no
pudo evitar saltar contra su primo, que no paraba de gritar.
-
¡QUE TE CALLES MALDITO BASTARDO! Mi madre está intentando descansar
en su habitación y no sabe que estás aquí. ¿Tú quieres que se
entere o le pase algo?
-
¡Me da igual tu madre! Por mí como si se muere… ¡Que me des el
puto dinero!
-
¡Que no tengo! ¡Estúpido retrasado con complejos de superioridad!
¡Sólo tengo a mi madre y el hotel!
Quedándose un momento en
silencio, Shin Tao reflexionó un instante, dejando a Lin en un mar
de dudas.
-
¿Y ahora qué pasa? ¿Qué he dicho ahora?-preguntó Lin queriendo
saber el por qué del silencio de su primo-.
-
Me has dicho justo lo que necesitaba. Gracias primo,-dijo antes de
agarrarlo por el cuello, comenzando a asfixiarlo-.
Tras hacerlo perder el
conocimiento, Shin Tao soltó a Lin, que cayó al suelo golpeándose
la cabeza.
-
Es el momento de cobrarme la deuda, primito...-dijo Shin Tao
comenzando a reírse-.
En el hotel, Marina se levantó y
vio que tenía una nota de Alex que le decía que volvería en un
rato, que había ido a buscar una cosa. Poniéndose la ropa, bajó y
vio que no había nadie por allí, ni Alex ni el señor Cheung.
Mirando la hora, se dio cuenta de que era la hora del almuerzo.
Le estaba resultando muy extraño
no ver al señor Cheung por allí, ya que Marina había percibido
interés en la promesa que le había hecho a Alex y el hecho de que
también su marido se hubiera ido a buscar algo, tal y como le había
dicho en la nota le resultaba raro, pero conocía a Alex y sabía que
era muy detallista y seguramente le estaría preparando alguna
sorpresa.
Shin Tao, ya en el hotel, había
estado revisando todas y cada una de las habitaciones del primer
piso, habiéndose llevado un buen botín. Estaba muy contento porque
ahora sí que podría disponer de ese dinero que le faltaba para su…
negocio. Su siguiente objetivo: las habitaciones del segundo piso.
Marina había abierto la nevera y
se encontró que había un plato de sopa listo para calentar, por lo
que se lo sirvió y se puso a almorzar, ya que el hambre la estaba
matando. A su espalda, Shin Tao acababa de entrar y, al verla allí,
creyó reconocerla.
-
Mierda… Si me ve, me reconocerá y no puedo subir las escaleras sin
que me vea… Voy a tener que cambiar mi plan.
Levantándola bruscamente de la
silla, Shin Tao incorporó a Marina y la puso frente a él.
-
¡Tú! Dame todo el dinero que tengas.
-
¿Dinero? No tengo el monedero encima, yo…
-
¡Que me des el puto dinero!
Marina se encontraba en shock.
Nunca había sufrido un atraco y justamente en su luna de miel, el
chico con el que había tenido el encontronazo previo, ahora la
asaltaba.
-
¿No sabes hablar ahora?-incordiaba Shin Tao a Marina-.
-
Yo…
-
Tú ¡qué! ¡Habla joder!
-
El dinero está arriba, se lo juro. Ahora por favor déjeme que me
vaya.
-
¿Cuál es tu habitación?
-
La 212.
-
Entonces tú me vas a acompañar y, de buena fe y sin trucos, me vas
a dar todo el dinero y joyas que tengas. ¿Dónde está el tío que
te acompañaba esta mañana?
-
No lo sé…
Poniéndose más agresivo, Shin
Tao se acercó más a Marina, a quien comenzó a empujar con sus
manos.
-
¡No juegues conmigo zorra! ¿Dónde está el tío de esta mañana?
-
¡Te he dicho que no lo sé! Me ha dejado una nota y se ha ido…
Dándole la vuelta bruscamente,
Shin Tao sacó unas esposas y se las puso a Marina, colocándole las
manos en la espalda.
-
Ahora me vas a acompañar y veremos si es verdad todo lo que me
dices. ¡Vamos a tu habitación! Y sin truquitos, ¿te queda claro?
Mientras Shin Tao le estaba
poniendo las esposas, Marina intentaba revolverse, pero se llevó un
golpe en la espalda que la hizo parar al instante.
-
En cuanto mi marido se entere de que me has secuestrado te va a
matar.
-
No si lo encuentro yo antes… ¡Andando!-dijo empujándola para
hacerla andar-.
El pobre Lin se encontraba ya
consciente y encerrado en el zulo dentro del establo abandonado donde
Marina y Alex se habían encontrado con Shin Tao esa misma mañana.
Lin siempre se había sentido despreciado por su familia paterna, que
siempre le habían exigido más y más. Su padre era un hombre débil
y se dejaba manipular, la verdad sea dicha. Sin embargo, si él había
logrado escapar de entrar en el mundo de la trata de blancas era
gracias a su madre, quien había luchado todo lo que pudo por él.
Pero ahora su madre estaba mayor y enferma, su padre había fallecido
y su tío había dejado al temible primo Shin Tao al cargo de todo,
comportándose como un tirano, un déspota y un desalmado.
Tirando por las escaleras a
Marina, Shin Tao se hizo notar al llegar allí, pegando voces para
ver si Lin había despertado ya o no.
Levantándose rápidamente al
escuchar el ruido, Lin miró hacia su primo, quien también lo miraba
mortalmente serio.
-
Cuando vuelvas a ver a tus huéspedes dales las gracias por pagar tu
deuda. Gracias primo Lin. Es un placer hacer negocios contigo.
-
¿Les has robado? ¡Hijo de puta!
-
Ah, por cierto, aquí te traigo a una de tus clientas. No podía
incautar el dinero sin que ella me reconociera así que… La he
tenido que invitar amablemente a venir aquí.
Acercándose a ella, Lin comenzó
a comprobar que la muchacha respiraba. Tras suspirar más tranquilo,
le empezó a acariciar el pelo para intentar despertarla.
-
Eres un ser despreciable, Shin Tao. En cuanto salga de aquí…
-
¿Qué? ¿Qué vas a hacer cuando salgas de aquí?
-
Nada…
-
Ah, eso me parecía a mí, porque si no una viejecita adorable
llamada Yiang-Shu podría sufrir las consecuencias. Y tú no quieres
eso, ¿verdad primito?
-
Tócale un pelo y te juro que te mato con mis propias manos.
-
¡Tú qué me vas a matar a mí!-gritó Shin Tao pegándole una
patada a Lin en la cabeza-.
CONTINUARÁ...
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