Sucio y bastante triste, Hugo se encaminó hacia la ciudad
recorriendo las calles mientras seguía el GPS. Seguramente habría
algún otro autobús que le acercase hasta el lugar, pero había
traído poco dinero y no quería gastárselo todo.
Llegando hasta una plaza, el navegador le indicó que ya había
llegado a su destino, pero allí no veía a Marta por ninguna parte,
así que la llamó para salir de dudas.
- Marta, ya estoy aquí… Mi móvil dice que he llegado, pero estoy
en una plaza llena de gente y no tengo ni idea de dónde estoy.
- ¿Qué ves desde donde estás?
- Pues estoy al lado de un cartel de publicidad delante de unas
flores y frente a un edificio que está haciendo esquina.
Cayendo en la cuenta de dónde estaba, Marta fue a recogerlo.
- Vale, ya sé dónde estás. Voy a por ti, ¿vale?
- Venga va.
- No te muevas.
- Tranquila, que como me mueva más me pierdo, te lo aseguro.
Saliendo de casa, Marta cruzó la calle y entró en la plaza viendo a
lo lejos a Hugo. Notando que estaba sucio, le hizo un gesto con las
manos para preguntarle lo que le había ocurrido.
Llegando hasta donde estaba él, Marta lo besó sin pensárselo dos
veces.
- Ya estamos juntos otra vez. Aquí estarás bien, te lo aseguro.
- Muchas gracias Marta. Gracias por acogerme…
- No hay problema. ¿Qué ha dicho tu madre cuando se lo has contado?
- ¿Contarle el qué?
- Nene, contarle que te venías conmigo.
- Ah, no se lo he dicho. Bueno, tampoco me ha dejado hablar mucho que
digamos…
- ¿Cómo? Entonces… Te has fugado de casa.
- Sí, pero ellos creen que he quedado.
- ¿Ellos quienes?
- Mi madre, el gilipollas de su marido y… mi hermana.
- ¿Y has podido mirar a la cara a tu hermana y engañarla?
Marta sonrió incrédula mientras miraba a Hugo, ya que no se podía
creer que su novio hubiera actuado así.
- Marta, no sabes lo difícil que ha sido, pero tenía que hacerlo si
quería irme de allí. Mi hermana nunca ha sabido guardar un secreto
y no me fiaba de que se fuera de la lengua.
- ¿Y tu padre?
- Lo he llamado, pero me ha saltado “El móvil al que llama está
apagado o fuera de cobertura en este momento”.
- Hugo… Te vas a meter en un buen lío, lo sabes, ¿no?
- Marta, mi madre convirtió mi cuarto en su despacho, guardó mis
cosas en cajas en otra de las habitaciones vacías, que podría haber
utilizado ella perfectamente en lugar de cambiar la mía, otras cosas
se las dio a mi hermana… Y cuando he intentado hablar con ella se
ha puesto como cuando discutía con mi padre y me ha empezado a decir
que soy igual que él, que si le pido perdón y luego la acuso de
esto y aquello… No me va a echar de menos, ni me va a buscar.
- Bueno Hugo, vámonos a casa mejor, que necesitas descansar.
Ambos se encaminaron hacia la casa de Marta mientras ésta pensaba en
lo que Hugo le había contado. Entendía la forma de actuar de su
novio, ya que ella seguramente habría actuado peor, pero también sabía que Hugo,
por mucho que le quedasen 4 meses para cumplir la mayoría de edad,
tenía que estar con su madre hasta entonces, le gustase o no. Estaba
de acuerdo en que su madre había actuado mal, pero era su madre…
Al menos ella pensaba así porque sus padres nunca la habían tratado
como habían hecho los de Hugo con él.
Entrando en casa, Marta saludó a su padre y anunció que Hugo
acababa de llegar.
- Wow, qué bien toca la guitarra tu padre,-le dijo Hugo a Marta-.
- Sí, es el guitarrista de un grupo de rock.
Dejando la guitarra en su sitio, Julio saludó a Hugo mientras
avanzaba hacia él con una sonrisa.
- ¡Yerno! Encantado de conocerte. Es un placer tenerte en mi casa.
- Muchas gracias Julio.
- Vaya, vienes un poco manchado, ¿no?
- Ah sí, es que me caí sobre un charco.
- No te preocupes, ven conmigo, que te acompaño al baño para que
puedas darte una ducha y cambiarte de ropa.
Llevándolo al baño de la planta de abajo, Julio le dejó todo
preparado.
- Ahí tienes las toallas y ropa limpia. Es mía, así que yo creo
que te valdrá.
- Muchísimas gracias Julio.
- Nada hombre.
- No, en serio. Gracias por acogerme y por recibirme tan bien.
- No te preocupes Hugo. Olvídate de todo y disfruta de la ducha, que
la cena está casi lista.
Al cabo de una media hora, Hugo salió del baño y recibió un
bofetón del delicioso aroma de la cena. Llenando sus pulmones,
comentó
en voz alta lo que pensaba.
- Madre mía, qué bien huele.
- Es que mi madre cocina de escándalo,-comentó Marta-. Ven,
siéntate.
Llegando a la mesa, Hugo saludó a todos y Marta les presentó a su
madre y a su hermano.
- Ya veo a quién has sacado el gusto por teñirte el pelo,-comentó
Hugo en un tono distendido-.
- Uh sí,-respondió Emma-. Si tú supieras las de colores que he
llegado a tener en el pelo a la vez… Te caes de la silla. Yo es que
siempre he sido muy hippie. Mis padres eran muy estrictos, pero a mí
me encantaba estar a mi aire y eso es lo que he hecho con mis hijos,
dejarles su libertad.
Mirando a Carlos, Hugo comentó con Marta que no les veía parecido.
- Es que mi hermano es más a mi madre y yo me parezco más a mi
padre.
- Pero luego físicamente Carlos se parece a mí,-comentó Julio-,
cuando yo tenía su edad.
- Y Marta se parece a mí de cuello para abajo,-dijo Emma-. Porque
Hugo, si me hubieras visto de jovencita… era un bombón.
- ¿Cómo que eras?-preguntó Julio-. ¡Eres!
- Ay, gracias mi
vida.
Sonriendo al escuchar cómo se hablaban los padres de Marta, Hugo no
pudo evitar comparar a cómo se trataban los suyos. Sabía que las
comparaciones eran odiosas, pero de ver cómo sus padres se habían
divorciado, demandado y le habían utilizado para hacerle daño al
otro, a ver cómo los padres de su novia todavía seguían juntos
después de tantos años y se trataban de una forma tan cariñosa…
Había una diferencia abismal.
Queriendo sacar tema de conversación, Emma le hizo una pregunta a
Hugo.
- ¿Qué tal se ha tomado tu madre que quisieras venirte aquí?
- Mamá, dejemos el tema,-saltó Marta al estar al tanto de todo-.
- No te preocupes Marta,-contestó Hugo-. Se nota que eres hija de tu
madre…
- No entiendo,-dijo Emma mirando a su hija y a Hugo-.
- Pues mi madre no se lo ha tomado de ninguna forma porque le he
dicho que he quedado y me he venido para acá.
- Pero… ¡Eso es terrible! ¿Por qué has hecho eso?
Marta estaba molesta porque aquella cena parecía haberse convertido
en un interrogatorio.
- Mamá, para ya.
- Marta, de verdad que no pasa nada,-tranquilizaba Hugo-. Emma, si he
actuado así es porque cuando me echaron del instituto al defenderme
de las palizas que me pegaba Fernando…-comenzó a relatar Hugo-.
- ¿Fernando? ¿De qué me suena ese nombre?-preguntó Emma
interrumpiendo a Hugo-.
- Porque el Fernando que me pegaba fue el que… murió en el
internado. En resumidas cuentas, ese chico me pegaba palizas y se
reía de mí todos los días y uno de ellos llegó a pegar a mi
hermana y ahí salté y le zurré a él. Total, que los profesores
nos pillaron y nos echaron a los dos y a otros dos amigos suyos. Mi
madre, en lugar de escucharme, lo que hizo fue mandarme al internado
porque no podía soportar la vergüenza que le había hecho pasar, lo
que iban a pensar de mí sus amistades y todo eso. Total que estuve
varios meses sin dirigirle la palabra y cuando llegó el día de irme
no me despedí de ella. Y cuando he vuelto, ella había convertido mi
dormitorio en un despacho, algunas de mis cosas las ha guardado en
cajas, otras se las ha dado a mi hermana y otras las ha donado a los
pobres. ¡Ah! Y tampoco me ha querido escuchar cuando he querido
hablar, así que he cogido lo poco que tenía y me he largado.
Quedándose todos en un absoluto silencio, Carlos fue el encargado de
romper ese incómodo momento.
- Pues yo habría hecho lo mismo que tú. Anda y que les den.
- ¡Carlos!-regañó Emma a su hijo-. ¿Pero qué mosca te ha picado?
Perdona Hugo.
- No pasa nada Emma, está bien.
El resto de la cena transcurrió tranquila y Hugo se ofreció a lavar
los platos como forma de agradecimiento. Aceptándolo, Emma aprovechó
que Hugo estaba cerca para pedirle disculpas.
- ¿Perdón? No tengo nada que perdonar Emma.
- Sí, he tenido la lengua muy larga y no debería haber sacado el
tema.
- No te preocupes. Es algo que debo afrontar y con lo que vivir. Y
cuanto antes lo supere, mejor.
- Quiero que sepas que aquí todos te apoyamos y te ayudaremos en lo
que haga falta.
Sonriendo ampliamente, Hugo se lo agradeció.
- Y ahora ve con mi hija, que te está esperando en el salón.
Cuando sus miradas se cruzaron, ambos sonrieron.
- ¿Qué te apetece hacer?-preguntó Marta-.
- Preferiría descansar… Han sido dos viajes para mí y estoy
muerto.
- Vale, pues vamos a mi cuarto.
Subiendo las escaleras, Marta condujo a Hugo hasta su dormitorio,
donde dormirían ambos durante el verano.
- ¿De verdad que a tus padres no les importa que yo duerma contigo?
- ¿Mis padres? Mira, si mi padre fue el primero que me compró una
caja de preservativos por si alguna vez surgía una ocasión y el
chico no llevaba…
- Joder.
- Sí, pues mi madre me llevó al ginecólogo para pedir las
pastillas anticonceptivas para prevenir.
- De verdad, cómo te envidio en este momento.
- Pues de envidia nada, que son tus suegros.
Girándose hacia ella, Hugo acarició la mejilla femenina.
- De verdad, no sé qué habré hecho para merecer tener una novia
como tú. Eres fantástica.
- Te quiero mucho Hugo. No lo olvides.
- Y yo también te quiero. Esto que tú y tus padres habéis hecho
por mí no lo olvidaré jamás.
En la habitación matrimonial, Julio y Emma charlaban.
- Pobre muchacho,-comentó Emma-.
- Ya, me han dado unas ganas de darle un abrazo cuando contaba lo que
le ha pasado…
- Pues sí. Menos mal que tiene a Marta.
- Y tanto. Nuestra niña es muy buena chica. Lo hemos hecho bien,
Emma.
- Pues sí, parte del mérito es nuestro.
- Oye, ¿tú crees que ella y él ya…?
- Sí,-contestó Emma sin dudar-.
- ¿Por qué estás tan segura?-preguntó Julio extrañado-.
- Porque si yo tuviera la edad de Marta y un novio así de guapo, ya
me lo habría beneficiado varias veces jajajaja.
Mientras tanto, Marta y Hugo se habían tumbado en la cama y ella,
tras darle un par de besos y notar cómo el miembro masculino
comenzaba a reaccionar, le susurró algo al oído.
- ¿Estás seguro de que sólo quieres dormir?
- Bueno, estoy abierto a otras opciones…
- Ese es mi chico. Ven aquí,-dijo Marta comenzando a besarlo
mientras le quitaba la camiseta-.
Los padres de Marta comenzaron a besarse justo cuando un leve ruido
los paró.
- ¿Has escuchado eso?-preguntó Emma-.
- Sí, es Marta, que le estará dando la bienvenida a su novio como
se merece.
- Mira que eres…-dijo Emma sonriendo y besando a su marido-.
- ¿Yo también voy a tener un regalo de bienvenida?
- No… Porque no has venido de ningún lado.
- Bueno, entonces porque he sido un niño bueno.
- Me gusta más cuando eres malo…-comentó Emma dándole un
pellizco a su marido.
- ¡Ah! Te vas a enterar…
Julio no iba mal desencaminado, ya que su hija y Hugo estaban
disfrutando de su primera vez completamente a solas, sin miedo a que
cualquiera de los chicos fuera a aparecer, sus profesores abrieran
alguna puerta, viniera la mujer de la limpieza y los pillase… Y
tener esa tranquilidad también era una gozada.
A la mañana siguiente, Hugo se despertó y se incorporó agitado, ya
que de primeras no reconoció el lugar hasta que le vino a su mente
todo lo sucedido el día anterior. Levantándose más tranquilo, vio
que el baño estaba ocupado por Marta y, tras entrar, le dio los
buenos días.
- ¿Cómo has dormido, cariño?-preguntó él-.
- Muy bien nene, como un bebé. Oye, ¿quieres ducharte tú también?
- Sí, pero ahora cuando tú termines, no hay prisa.
- No, pero podemos ducharnos juntos y ahorrar agua…
Un rato después, tras desayunar juntos, se pusieron a ver la tele
porque comenzaron a poner una de las películas preferidas de Marta.
- ¿No la has visto nunca?
- No, pero me suena el nombre.
- Te mato vaya. Pues vamos a verla porque te va a encantar.
Esa tarde, Marta y Hugo habían quedado con unos amigos de ella a los
que le presentaría. Hugo se sentía muy acogido y sabía que allí
estaría bien, pero en su interior no dejaba de pensar en su madre y
en su forma de irse de allí. Por un lado su corazón le pedía
volver, pero su cabeza le decía que había actuado como debía. Pero
la cuestión no era esa, sino si su madre realmente le echaría en
falta o no…
CONTINUARÁ…
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