- Hora de dormir, así que poneros el pijama y dentro de 15 minutos
os apago la luz y no se podrá encender ya hasta mañana por la
mañana, así que más os vale no hacer excursiones nocturnas, ¿de
acuerdo?
- Sí, maestra,-contestaron todas-.
Tras cambiarse, todas se miraron y comenzaron a reírse.
- ¿Te puedes creer lo feo que es el pijama?-comentó una de ellas-.
- Somos el antimorbo personificado chicas. Así no se nos acerca
ningún chico,-comentó otra-.
- Como si nos dejaran acercanos mucho con esos dos todo el día ahí
vigilando…
Por parte de los chicos, todos se cambiaron de ropa menos el de
siempre: Fernando. Justo cuando Tyler entró para apagar la luz, vio
que todavía no estaba cambiado y se dirigió a él.
- No me puedo creer que os hayáis puesto esos pijamas tan
horrendos,-comentaba Fernando-. Sois una manada de borregos
estúpidos.
- Señor Molina, ¿otra vez usted? ¿No se cansa de llamar la
atención una y otra vez?
- Es lo que tiene ser una llama de luz en medio de un cementerio
oscuro, que es lo único que se ve…
Comenzando a reírse, Fernando se sentía orgulloso de su gran proeza
haciéndose el chulo como siempre mientras que los demás compañeros
lo miraban serios y sin el más mínimo indicio de comenzar a reírse.
Por su parte, Tyler lo miró completamente serio y, acercándose a
Fernando más aún, le dijo unas palabras cerca de su oído que nadie
pudo escuchar. Sin embargo, todos pudieron observar cómo la
expresión guasona de Fernando fue cambiando progresivamente a una
mortalmente seria.
Alejándose de nuevo, Tyler miró a los demás muchachos y,
finalmente, se dirigió a Hugo.
- Como delegado de clase, confío en usted en que sabrá mantener el
orden en la habitación.
- No se preocupe maestro.
- Si hubiera algún tipo de revuelta, cosa que veo improbable…
Tiene usted permiso para usar CUALQUIER método que haga recobrar la
normalidad. Dicho esto, buenas noches a todos y descansad. Mañana
nos espera un día duro.
Yéndose hacia el sótano, donde se encontraba su habitación, Tyler
se encontró allí a su mujer y, respirando hondo, suspiró.
- ¿Qué tal las chicas?
- Bien, de momento no hay problemas. ¿Y tú? Traes una cara… ¿Ha
vuelto ese chico a molestar?
- Lo mataba, te lo prometo. Si pudiera le agarraría el cuello con
mis propias manos y hasta que no expulsase su último aliento no
pararía.
- Tranquilo cielo, es sólo un crío.
- Es un niñato, querida. Es el típico chico que se hace el chulo
para creerse más que nadie y que, si no es reconducido a tiempo, es
carne de presidio.
Las chicas, tras charlar durante un rato de sus cosas, decidieron que
era buena hora para acostarse, ya que todas estaban cansadas después
del viaje que cada una había hecho desde sus lugares de residencia.
Y por su parte, Fernando finalmente se puso el pijama ante la atenta
mirada de dos de sus compañeros.
- ¿Ha terminado ya el señorito?-le preguntó uno de los chicos-. ¿O
todavía tiene que peinarse antes de irse a la cama? Lo digo por
apagar la luz y dormir de una PUTA VEZ.
- Basta ya,-intervino Hugo-. Cada uno a su cama y la luz se apaga
ahora y punto. Buenas noches.
Metiéndose en la cama, Fernando comenzó a darle vueltas a la
amenaza directa que le había dicho Tyler minutos atrás. Sin
embargo, prefirió dejar de pensar en eso y enfocarse en Linda.
También era una hija de puta como su marido, pero era una hija de
puta que estaba muy buena, así que, bajándose los pantalones
comenzó… a jugar.
Abajo, Linda trataba de tranquilizar a Tyler, quien estaba que
trinaba.
- Cariño, nunca te había visto así de cabreado. Creo que necesitas
meditación… Hace mucho que no vamos juntos y creo que sería bueno
para los dos.
- Es cierto, deberíamos hacerlo más a menudo.
Sonriendo pícaramente, Linda le dijo algo a su marido.
- Ahora no te entiendo, ¿te refieres a la meditación o al sexo?
- ¿Y si meditamos mientras follamos?
- Oh, no seas travieso…
Quedándose serio, Tyler miró a Linda y ésta comenzó a derretirse.
- Es que si me miras así… Ven aquí, que te voy a comer.
Tirándolo a la cama, Linda se subió encima y comenzó a besar
profundamente la boca masculina mientras se afanaba con quitarle la
ropa rápidamente.
A la mañana siguiente, Tyler se levantó temprano y despertó a
Linda.
- Buenos días cariño. Es la hora de despertarse.
- ¿Qué horas es?
- Las 6:50.
- ¿Y para qué me despiertas tan temprano? Las clases no empiezan
hasta las 8.
- Lo sé, pero tenemos que hacer el repaso del historial de nuestros
alumnos para conocerlos bien…
Yéndose para el salón, Tyler cogió los informes y comenzó a
echarles un vistazo rápido justo cuando llegó Linda.
- Eh, te pillé. Estabas ojeando los informes antes de tiempo.
- ¿Yo? Para nada. Habrán sido imaginaciones tuyas.
- Que sí, que sí…
Sentándose a su lado, Tyler rió de buena gana.
- No se te puede engañar, ¿eh?
- Ya sabes que soy astuta como una serpiente…
- Bueno, pues vamos al lío. He ordenado las fichas por orden
alfabético.
El primer alumno en aparecer fue Isaac Belarra, de 16 años. Isaac
era hijo de una familia pudiente de padres funcionarios del estado. A
causa de un reciente ascenso de su madre, vieron necesario mandar a
su hijo al internado antes de que estuviese más tiempo del
correspondiente solo en casa. Sin antecedentes de problemas escolares
o malas notas, era el típico alumno normal que pasaba desapercibido.
La siguiente en aparecer era Raquel Díaz, de 16 años también.
Raquel había sido animadora del equipo de fútbol de su instituto y
había ganado mucha fama, llegando a salir con uno de los jugadores
más importantes del equipo. Sin embargo, un altercado con la policía
en la que su novio se vio implicado, fue lo que provocó que los
padres de Raquel la mandasen al internado.
Diego García, de 17 años. No era de los chicos más problemáticos
de su instituto, pero tampoco se había quedado quieto, ya que tenía
en su historial alguna que otra pelea con compañeros de clase por
diversos temas. Académicamente hablando no era el más brillante,
pero sabía defenderse. ¿El motivo de su ingreso en el internado?
Era desconocido. Sus padres no habían querido dar detalles sobre
ello.
La joya de la corona, Fernando Molina, de 17 años. Era el hijo mayor
de una familia pudiente, en el que su padre era el vicepresidente de
una gran compañía, y también el que más problemas había
ocasionado. Había tenido un par de encontronazos con la policía por
robo en alguna tienda de comestibles que, por supuesto, su padre se
había encargado de tapar por todos los medios. Académicamente
hablando era pésimo, sus notas nunca superaban el 3 y, para colmo,
había sido expulsado de su centro de estudios junto con otros tres
alumnos más por meterse en una pelea. Un elemento bueno.
Beatriz Moreno, de 16. Beatriz era la típica chica solitaria que
apenas tenía amigas con las que juntarse en los recreos y de las que
muchos se reían por su peso y su forma de vestir. Tímida por
naturaleza pero con una mente privilegiada, ya que tocaba el piano
desde que era muy niña y en sus notas siempre rozaba el excelente.
La siguiente en la lista era Lin Parker, que tenía también 16 años. Lin era la hija de un magnate asiático que nunca estaba en casa y que creía que mandando a su hija de internado en internado la tendría ocupada y así no se sentía tan culpable por no dedicarle el suficiente tiempo. Pese a eso, Lin era una chica independiente y que no había fallado nunca en sus estudios. Dado a que nunca había estado demasiado tiempo en un mismo lugar, apenas se le conocían amistades que pudieran arrojar algo más de información sobre ella.
Rubén Pérez, de 17 años. Era el hijo del Gobernador de Banco de
España y siempre había ido a colegios privados y distinguidos donde
la disciplina y el nivel académicos eran maravillosos. Dado que
Rubén tenía que cursar bachillerato, debía hacerlo en el mejor
sitio y para sus padres ese lugar era el internado. Su fama de ligón
le precedía y había una lista infinita de chicas a las que había
enamorado y roto el corazón cuando se aburría de ellas.
Carmen Ramos, de 16 años. Era la hija de una simple limpiadora que,
tras enamorarse del viudo al que limpiaba asiduamente, se acabó
casando con él y elevando su nivel de vida a niveles nunca soñados.
Pese a que el hombre era bastante simpático con Carmen, no quería
que su madre se distrajera con ella, por lo que convenció a su madre
para mandarla al internado y poder tener vía libre.
Marta Ruiz era otro elemento bueno. A sus 16 años, había tenido un
par de enfrentamientos en el instituto con varias chicas por defender
a otras. Su padre era el guitarrista de una famosa banda de rock y su
madre una simple ama de casa, sin embargo, su nivel adquisitivo era
el suficiente como para permitirse pagar ese internado en el que,
sorprendentemente, pidió Marta que la ingresaran. Siempre había
sido muy independiente y había tenido el apoyo incondicional de sus
padres, pero sentía que necesitaba alejarse de ellos para madurar
por su cuenta, ver el mundo con sus propios ojos, experimentar…
Y por último estaba Hugo Solanas, de 17 años. Había tenido una
vida un tanto difícil a raíz del complicado divorcio de sus padres,
que se jugaron la custodia de Hugo como si se tratase de un simple
objeto. Brillante en sus estudios, pero muy solitario respecto a sus
compañías y objetivo de burlas, risas y golpes por parte de sus
compañeros. Tras una fuerte pelea con tres de ellos, el centro
decidió expulsarlos a todos. El motivo que dio su madre al
ingresarlo en el internado fue “reconducirlo de cualquier forma”.
- Linda, Hugo fue expulsado junto con tres compañeros más, igual
que nuestro amigo Fernando, ¿no crees que es mucha casualidad?
- Claro, tal vez estaban juntos en su anterior centro de estudios y
por eso ayer los pillé peleándose en la biblioteca…
- ¡Exacto! Todo cuadra. Además, me aventuraría a decir que
Fernando es el que zurraba a Hugo. Nada más hay que ver a los dos
para darse cuenta de quién es más propenso a pegarle una paliza al
otro.
Terminando de analizar y leer los perfiles de los alumnos, ambos
subieron y despertaron a los alumnos, quienes se pusieron el uniforme
y bajaron para las clases.
En mitad de una de las clases, Marta levantó la mano.
- ¿Puedo ir al baño, maestra?
- Por supuesto.
- Muchas gracias.
Yéndose hasta la puerta que comunicaba con el servicio, Marta pasó
por delante de Fernando y éste le miró descaradamente el culo justo
cuando Marta carraspeó y habló.
- ¿Te gusta mi culo?
- Mucho,-contestó Fernando sin ningún tipo de vergüenza-.
- ¡Silencio! Señorita Ruiz, usted vaya al servicio y usted, señor
Molina, atienda a mi explicación.
Quedándose callado, Fernando miró de arriba abajo a Linda y
comprobó que bajo esa ropa de catequista se escondía un bonito
cuerpo.
- Seguro que ese gilipollas del maestro no le da lo que realmente
necesita una tía como esta…,-pensaba Fernando llevando su
imaginación a terrenos indecorosos-. A ver si provoco alguna ocasión
propicia para… Ya veré lo que se me ocurre.
CONTINUARÁ…
Esta es la historia del blog que más me esta gustando! Yo también soñaba con ir a un internado... Al de Howgarts XD
ResponderEliminarJajajajaja me alegro de que te esté gustando!!
EliminarYo también sueño con ir a Howgarts algún día... jajajaja.
Muchas gracias!!