Las chicas estaban encantadas con su nuevo dormitorio, ya que las
camas eran muy cómodas y todas tenían espacio suficiente para su
ropa.
Habían pasado 3 meses desde que llegasen Diana y Abraham al
internado y, desde el principio, todos se adaptaron con total
normalidad a los cambios. Los profesores se dieron cuenta que ninguno
de los muchachos eran malos chicos, pero no habían sabido tratar o
encontrar a las personas que le ayudasen en esta etapa tan importante
de la vida.
Marta, cuando se despertó fue al cuarto de los chicos y, tras llamar
a la puerta, entró.
-
¿Ya vais a daros amor Hugo y tú?-preguntó Rubén riéndose-.
- Ya
te digo.
-
Qué suerte tenéis…
Levantándose Diego de la cama, Rubén le avisó.
-
Venga, vámonos que estos dos quieren hacer sus cositas…
- ¿Y
qué pasa con Isaac? Ese sigue sobado.
-
Pues…-dijo Rubén encogiéndose de hombros-.
-
Tranquilos,-comentó Marta-, trataré de no gemir tanto jajajaja.
Comenzando a besarse, Diego lo miró suspirando mientras se iba, ya
que a él le gustaría estar así pero con Raquel…
Saliendo del dormitorio, una animada Raquel se encontró con un Rubén
y un Diego un tanto cabizbajos.
-
Buenos días chicos, ¿qué tal?
-
Bien,-contestó Rubén-. Acabamos de dejar… intimidad a esos dos.
- ¿A
Marta y Hugo?-preguntó Raquel-.
-
Sí,-contestó Diego-. Hay algunos que han nacido con suerte aquí…
Saliendo también Beatriz del dormitorio, propuso algo.
-
Como Carmen también esta dormida la pobre, ¿por qué no desayunamos
nosotros tranquilamente?
-
Pues mira, me parece una buena idea,-respondió Rubén-.
Y es que Marta y Hugo habían dado rienda suelta a su pasión un par
de meses atrás y, en cuanto el muchacho probó las tentaciones de la
carne, no pudo evitar caer en ella una y otra vez. Él y Marta se
amaban y poder llevar ese amor al extremo en el que uno se entregaba
íntimamente al otro era de lo más placentero.
Como aquel día era domingo, todos estaban completamente tranquilos y
sin prisas por empezar las clases. Además, el día anterior todos
habían hecho sus deberes y la época de exámenes ya había pasado,
por lo que todo estaba más que relajado.
-
Buenos días Lin,-saludó Diana-.
-
Buenos días Diana, buenos días Abraham.
-
¿Has dormido bien?-preguntó él-.
-
Sí, perfectamente,-dijo mirándolo y mordiéndose el labio-.
Carmen se encontraba perfectamente y su embarazo seguía viento en
popa. Días después de la incorporación de Diana y Abraham como
profesores, Carmen tuvo el valor de llamar a su madre y comunicarle
la noticia y, sorprendentemente, tanto ella como el marido de su
madre reaccionaron bien. En ningún momento recibió reproches por su
parte y la apoyaron en todo para sorpresa de la muchacha, quien se
esperaba la bronca del siglo.
Abajo, los otros 4 muchachos charlaban animadamente entre ellos. Sin
embargo, Diego no paraba de pensar en la suerte de Hugo y que también
Isaac estaba saliendo con Carmen. ¿Y por qué él no tenía las
suficientes agallas para pedirle salir a Raquel? Ella se comportaba
bien con él, era simpática y tenía gestos cariñosos, pero no
quería lanzarse por si estaba malentendiendo esos detalles…
En cuanto a la familia de Fernando, pese a que estaban muy afectados
aún por su muerte, se negaron en rotundo a aceptar que el hijo que
estaba esperando Carmen fuera de él. El propio Isaac le enseñó las
imágenes, pero continuaron negándose. Sin embargo, la familia de
Isaac prometió ayudarles en todo y le dijeron a Carmen que se
olvidase de esa gente. Ahora Isaac y ella formaban una pareja, un
equipo, y aunque el pequeño que esperaba Carmen no fuera de Isaac,
lo tratarían como si fuera suyo.
Cuando Isaac se despertó, vio que Marta estaba metida en la cama con
Hugo, pero no se escuchaba ningún ruido extraño así que, en total
silencio, salió de allí y se dirigió hacia el dormitorio de las
chicas por si Carmen aún seguía allí. Al encontrarla dormida,
Isaac sonrió y se acercó a ella suavemente dándole besos en la
frente para despertarla.
Cuando ésta se levantó, lo primero que hizo el muchacho fue
acariciar la tripa femenina.
-
¿Cómo te encuentras hoy cariño?
-
Genial. Hoy apenas noto al bebé y me siento más descansada.
-
Eso es estupendo.
Incorporándose, Isaac miró fijamente a los ojos a Carmen.
- Te
amo Carmen. Esto que siento dentro es muy grande y… Nunca me había
sentido así. No lo puedo explicar pero…
- Yo
también te amo Isaac. Eres el chico más especial con el que me he
encontrado, has aceptado que esté embarazada de otro chico y aún
así no te importa y lo tratas como si fuera tuyo… Esta vez no voy
a ser tonta porque no te pienso dejar escapar.
- Yo
tampoco me iré a ningún lado, cielo.
Tras el desayuno, Diana se cambió de ropa y apareció de nuevo por
el comedor dando un importante aviso.
-
Muy bien… ¿Aún no han bajado Marta y Hugo?
-
No… Y tampoco Carmen ni Isaac. Esos dos seguro que todavía están
en el toma y daca jajaja,-comentó Rubén riéndose de buena gana-.
-
Bueno, pues entonces ellos se perderán la sorpresa. Venid todos
conmigo ahora mismo.
Comenzando a seguir a los profesores, todos se miraban entre sí sin
saber a dónde se dirigían, pero al ver que comenzaban a bajar al
sótano, todos comenzaron a preocuparse.
Quedándose frente a la puerta que daba al dormitorio donde estaba la
entrada secreta, Diana suspiró y, con una gran sonrisa en la cara,
anunció algo.
-
Antes de pasar quiero decir que, cuando la policía dejó de
investigar y retiró los cuerpos que había aquí, el director me dio
permiso para poder reformar un poco esta zona de abajo y hacerla…
habitable, por lo que durante estos tres meses un equipo ha estado
haciendo obras y éste es el resultado.
Abriendo la puerta, todos se quedaron maravillados al ver que el
salón había desaparecido. Las paredes, la iluminación, los suelos…
Todo había cambiado.
-
¿Qué os parece?-preguntó Diana-. Tenéis una taquilla designada
para que cada uno podáis cambiaros tranquilamente porque…
Y cruzando el umbral, Diana no escuchó absolutamente nada por parte
de los alumnos. Todos estaban boquiabiertos al ver el impresionante
cambio que había dado aquello. Ahora les costaba recordar que allí
hubo muertos, se hicieron celebraciones sectarias… ¡Todo aquello
parecía un puñetero spa!
- Lo
primero que hicimos fue traer a un sacerdote para que bendijese la
zona y se fueran los posibles malos espíritus que hubiera aquí y ya
arreglamos la piscina, reestructuramos el dormitorio…
-
¿Sigue habiendo dormitorio?-preguntó Beatriz-.
-
Sí, pero ahora es más pequeño.
Al bajar al comedor, Isaac y Carmen vieron que no había nadie, por
lo que salieron al jardín y tampoco se encontraron con ninguno de
los muchachos. ¿Dónde estaban todos? Pensando en que podrían estar
viendo una película en el salón que tenían Diana y Abraham,
decidieron bajar al sótano.
Los muchachos estaban contentísimos de poder tener también una
piscina climatizada y poder seguir disfrutando de un chapuzón pese a
las bajas temperaturas exteriores. Tras ponerse los bañadores, cada
uno se fue a una parte distinta del nuevo spa del que podían
disfrutar a partir de ese momento.
Acordándose del resto de los chicos, Abraham avisó a Diana de que
iría a buscarlos.
-
Vale guapo, aquí te espero.
Subiendo las escaleras, Abraham comenzó a escuchar las voces de
Carmen e Isaac.
-
Tío, ¿no se habrán ido al centro comercial?
-
¿Un domingo? Pero si está todo cerrado, Carmen.
-
Eh, aquí estáis,-dijo Abraham-.
-
¡Al fin! ¿Dónde os habíais metido?-preguntó Isaac-.
-
Estábamos dándoles una sorpresa al resto de la clase, venid.
Bajando por las escaleras Marta y Hugo en ese preciso instante,
Abraham les avisó para que viniesen con ellos también.
-
¿Qué ocurre?-preguntaron ambos al profesor-.
-
Vosotros venid conmigo y ya veréis…
Cuando cruzaron la puerta y vieron esa zona, no pudieron evitar
recordar lo que habían vivido allí, cómo Linda estuvo a punto de
matar a Marta y lo que sufrieron en aquel lugar. Sin embargo, ahora
no había rastro ninguno de lo que hubo allí. No había ni una
mísera piedra que recordase lo que allí hubo alguna vez.
-
Hugo, ¿estás flipando tanto como yo?
-
Sí… Joder…
Diana había ordenado añadir un jacuzzi en la otra zona frente a la
piscina, justo donde se encontraba la tumba de aquel tipo. Ésta,
sentada al borde de la piscina, cuando vio a los chicos entrar, se
levantó para saludarlos.
Abraham la miró levantarse y se dio cuenta de que Diana no llevaba
parte superior.
-
¿Qué haces sin la parte de arriba?
-
Ah, es que la tengo sucia y no tengo otro biquini ahora, así que era
o quedarme así o no bañarme, y me apetecía probar la piscina
nueva.
- ¿Y
los chicos?
-
Ellos me dijeron que no les importaba, así que… Por mí estupendo.
Rubén, sentándose junto a Beatriz, la vio con un gesto algo triste.
-
Oye Bea, ¿te pasa algo?
- ¿A
mí? No…
- Es
que te veo más seria de la cuenta y no deberías estarlo después de
estar en este pedazo de sitio tan chulo.
-
Sí, es genial. Hemos tenido suerte con Diana y Abraham.
- Y
tanto que sí… Por cierto, me gusta tu bañador.
-
Venga Rubén, no te rías de mí,-dijo incorporándose-.
Pero Rubén negaba con la cabeza.
- No
me estoy riendo de ti, me parece que el bañador está muy chulo.
- Y
yo te digo que no me mientas, porque si me pongo este bañador es
porque con un biquini me da vergüenza que la gente vea lo gorda que
estoy.
- Uy
sí, gordísima. No entras ni por la puerta.
-
Soy una vaca…
-
Pues a mí esta “vaca”, como tú dices, me gusta.
Tragando saliva y con el corazón a mil, Beatriz se había quedado
muda.
-
¿Me… lo dices… en serio?
-
Totalmente Bea. Eres una tía graciosa cuando estás en confianza,
simpática, cariñosa, dulce… Y si no estás cómoda con tu cuerpo,
¡todo tiene arreglo! Yo te puedo ayudar a hacer ejercicio, te
enseñaré a cuidarte y te aseguro de que, cuando te sientas mejor
contigo misma, subirá tu autoestima. ¿Qué me dices?
-
¿Qué te tengo que decir? No entiendo…
-
¿Saldrás conmigo?
- Si
esto es un sueño, ni se te ocurra despertarme…
-
¿Eso es lo que yo creo que es?
-
¡Sí! Joder, sí,-contestó Beatriz abalanzándose sobre Rubén en
un arrebato de sinceridad-.
CONTINUARÁ…
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