- Buenos días chicos, tomad asiento y comenzaremos la clase, por
favor.
Tras las explicaciones, Tyler puso ejercicios a los alumnos para que
los hicieran en ese preciso instante y, paseándose por los pasillos,
iba observando y corrigiendo fallos.
También daba pequeñas explicaciones para que hiciesen el ejercicio
correctamente.
- ¿Qué pasa? ¿No habéis entendido nada de lo que os he dicho
antes? Os he dicho cientos de veces que si tenéis alguna duda alcéis
la mano y me preguntéis, que no me voy a comer a nadie.
Sin embargo, un repentino llanto de Marta hizo que Tyler se volviera
al instante.
- ¿Qué pasa?
- ¿Puedo salir un momento, maestro?-preguntó Marta-.
- Claro…-dijo sin saber qué ocurría-.
Levantándose también, Hugo se acercó al profesor.
- ¿Puedo ir a hablar con ella?
- ¿Ha sido…?-preguntó Tyler en un tono de voz casi imperceptible
mientras miraba a Fernando-.
- Sí,-contestó Hugo saliendo de clase-.
Pegando un grito de rabia, Marta comenzaba a desahogarse frente a
Hugo cuando el grito alertó a Linda, quien salió del cuarto de la
lavadora.
- ¡ESTOY HARTA!
- Chicos, ¿qué ocurre?
- Nada,-contestó Hugo-. Que el señor Molina…
- Vale,-cortó Linda a Hugo-. No hace falta que me digas más.
Quédate consolando a Marta el tiempo necesario. Ahora vengo.
Abriendo sus brazos, Hugo comenzó a hablarle a Marta.
- Marta mírame, ¿tú cómo me ves?
- ¿A qué viene esa pregunta ahora?
- Es una simple pregunta, bajo tu perspectiva y tus ojos, ¿tú cómo
me ves?
- Como un chico normal, no sé. Es que no entiendo tu pregunta…
- Pues según Fernando soy un maricón, un niño de mamá, un hijo de
puta… ¿Qué mas me ha dicho?
- ¿Todo eso te ha dicho desde ayer?
- No, me lo lleva diciendo desde que teníamos 6 años.
La presencia de Linda sorprendió hasta a Tyler, quien no se la
esperaba allí.
- ¿Puedo decir algo?-preguntó mirando a su marido-.
- Adelante.
- Muy bien. Voy a dejar una cosa clara para todos vosotros y es la
siguiente: como alguien vuelva a insultar, pegar, mentir o vejar a
otro compañero o compañera, tenga motivos o no, se va a ir directo
a un centro de menores donde pasará todo el curso rodeado de chicos
y chicas problemáticos con antecedentes penales. Para vuestros
padres seguiréis estudiando en este centro, pero para el resto
estaréis en un verdadero infierno. Así que espero que os haya
quedado claro que aquí no estamos para jugar, estamos para aprender,
para madurar como personas y para salir con un buen futuro por
delante. ¿He hablado con la suficiente claridad?
Fuera, Marta le agradecía las palabras que Hugo había tenido con
ella.
- ¿Sabes? Eres un tío chachi.
- Vaya, muchas gracias Marta,-dijo comenzando a sonrojarse-.
- No, quien te da las gracias soy yo porque me has ayudado a calmarme
y eso pocas personas lo consiguen. De hecho, sólo hay tres personas
que lo saben hacer.
- ¿Quiénes?
- Mis padres y ahora tú.
Acercándose a él, Marta le dio un fuerte abrazo mientras sentía
que Hugo era un tío genial. No se lo había dicho por quedar bien,
sino porque lo sentía de verdad. Ahora que su compañero le había
contado por encima lo que había vivido con Fernando, a Marta le
quedaba claro que ese Fernando era un indeseable, un chulo y un
malnacido que generaba problemas a su alrededor por donde estuviera.
Volviendo a clase, Hugo y Marta se encontraron a todos sus compañeros
en silencio y completamente serios mientras que Tyler y Linda
sonreían tranquilamente.
- ¿Está mejor, señorita Ruiz?-preguntaron ambos profesores-.
- Sí, muchas gracias.
El resto del día, las clases sucedieron con total normalidad hasta
que sonó la alarma que anunciaba la hora del almuerzo. Tras hacer
las tareas, todos tuvieron tiempo libre y, cambiándose de ropa,
Fernando fue al gimnasio a darle golpes al saco. Tenía mucha rabia
dentro y necesitaba sacarla de alguna forma. El resto de sus
compañeros se había mantenido sin dirigirle la palabra desde la
charla que tuvo Linda y eso, a Fernando le hacía sentirse
completamente desplazado.
Los demás actuaban con total normalidad y charlaban y jugaban al
ajedrez como si nada pasase cuando Fernando estaba lejos de ellos.
Marta había ganado mucha complicidad con Hugo, y sintió curiosidad
por seguir conociendo a aquel muchacho que la había ayudado a
calmarse en momentos tan complicados, por lo que le invitó a charlar
a la biblioteca para tener más intimidad.
- Oye Marta, tengo una duda… ¿Por qué dijiste que estabas harta
justo cuando saliste de clase?
- Ah, porque no es la primera vez que me pasa. Mira, te cuento… Un
día el chico que me gustaba comenzó a fijarse en mí y me invitó a
salir y en la primera cita nos besamos e incluso nos metimos mano y
todo. Yo era la chica más feliz del mundo en ese momento y al día
siguiente todo ese mundo se me vino abajo.
- ¿Qué pasó?
- Pues que ese cabrón había contado que me faltó tiempo para
abrirme de piernas, que era una guarra porque se la chupé en el
parque al lado de su casa… Cuando lo único que habíamos hecho era
tocarnos nuestras partes ¡por encima de la ropa!
Fernando se sentía bastante mal. Al fin estaba siendo consciente de
que allí, la apariencia y la careta que tenía en su ciudad no le
valía para nada bueno, sino para buscarse más problemas. En esos
momentos echaba de menos a Tomás y a Cristian, sus salidas a tomar
cerveza en el parque del barrio en mitad de la noche, de sus ligues
de clase… Allí ninguna chica se le resistía y aquí no había
ninguna que lo mirase a la cara.
En el patio, Beatriz hablaba con Carmen sobre chicos…
- …y es verlo y derretirme,-le contaba Bea a su compañera-. Lo veo
muy guapo pero… No soy su tipo y estoy segura de que no se fijará
en mí.
- A mí me pasa algo parecido, pero si veo que él no se da cuenta,
yo haré que se fije en mí.
- Uh yo no, yo no podría.
- Bea, deja esa timidez a un lado y disfruta de la vida coño. ¡Eres
una tía guapa! No te menosprecies por tener un poco de sobrepeso.
Hugo y Marta charlaban animadamente y ambos se lo pasaban en grande
en compañía del otro.
- Claro, entonces cuando le diste esa patada en los huevos fue cuando
todos los demás comenzaron a respetarte,-decía Hugo-.
- Ya te digo, y como encima acababa de teñirme el pelo de blanco y
ya tenía los tatuajes…
- Ah, ¿tienes tatuajes?
- Claro, todo el brazo derecho, parte de la pierna izquierda, la
parte de arriba del pecho y me quiero hacer uno en el tobillo.
- Joder Marta, ¿desde cuándo llevas tatuándote?
- Desde hace dos años, que cumplí los 14. Fue el regalo de
cumpleaños de mi padre y fue la caña. Lo echo de menos… ¿Y tú
de amores qué tal?-preguntó Marta dándole un leve empujón en el
hombro a Hugo-.
Terminando de pegarle al saco, Fernando pensó que todo aquello que
le ocurría tenía que cambiar. Había prometido vengarse y tenía
dos objetivos: Marta y Diego. Viendo que Rubén estaba allí, se
acercó y le preguntó.
- ¿Has visto a Diego o a Marta?
- ¿Para qué lo quieres saber?
- Son cosas mías. ¿Sabes dónde están?
- No lo sé, y aunque lo supiera no te lo diría.
- Serás…- dijo Fernando acercándose a él-.
- Eh,-dijo Rubén alejando a Fernando de un empujón-, ni te me
acerques si no quieres cobrar.
Saliendo del gimnasio, Fernando miró el patio interior y sólo vio a
Carmen y a Beatriz. Acercándose, les preguntó.
- No…-respondió Beatriz entre sollozos-.
- Si lo supiera te lo diría, Fer…-contestó Carmen-.
Hugo le contó a Marta que nunca había tenido nada con ninguna chica
pese a que le habían gustado algunas compañeras, pero todas ellas
siempre se habían fijado principalmente en Fernando. Sólo se
dirigían a él cuando tenían algún problema de Física o Química,
Matemáticas o cuando no habían hecho los deberes y le pedían la
libreta para copiarse.
- Pues no lo entiendo,-contestó Marta-, porque tienes unos ojos muy
bonitos detrás de esas pedazo de gafas.
- Es que si me las quito no veo una mierda.
- ¿Sabes que hay unas cosas que se llaman lentillas?
- Sí, pero nunca me he atrevido a ponérmelas.
- Pues la vida se basa en arriesgarse, en arrepentirse de lo que has
hecho antes que hacerlo pensando en lo que podría haber pasado.
- ¿Y si te echo el brazo sobre los hombros?-dijo Hugo haciéndolo-.
¿Me arrepentiré de hacerlo por haber recibido un guantazo?
- Ya veremos…-dijo Marta acercándose más a él-.
Abriéndose la puerta en ese momento, Fernando vio a Hugo y a Marta
bastante acaramelados y, sintiendo una descarga eléctrica por todo
su cuerpo, sólo podía pensar en una cosa: reventar a Hugo. ¿Cómo
era posible que él hubiera intentado abrazar y besar a Marta el día
anterior y ahora el lerdo de Hugo lo hubiera conseguido?
Sin darse cuenta de la masculina presencia que había a sus espaldas,
Hugo estrechó contra sí a Marta y unió su cara a la de ella,
diciéndole unas dulces palabras.
- Si esto es un sueño no me despiertes Marta, por lo que más
quieras,-dijo Hugo provocándole la risa a la muchacha-.
Sin poderlo aguantar más, Fernando avanzó con un paso veloz hasta
situarse delante de Hugo y Marta.
- ¡Tú! ¿Qué coño estás haciendo?
- ¿Qué quieres Fernando?-preguntó Marta quedándose completamente
seria-.
- Le estoy preguntando al pardillo de Hugo,-dijo agarrándolo de la
chaqueta y levantándolo del sofá-.
Comenzando a sentir cómo su corazón comenzaba a desbocarse, Hugo
permaneció en silencio mirando fijamente a los ojos a Fernando-.
- ¿Qué coño estás mirando, hijo de puta?
- Déjanos en paz, Fernando. Te lo digo en serio.
- Uh, qué miedo más grande tengo. ¡Mira como tiemblo! Pero quien
va a temblar eres tú cuando te tire desde la ventana del cuarto.
Dando un paso atrás asustado, Hugo comenzó a sentir de nuevo un
nudo en la garganta. Había visto muchas veces cabreado a Fernando,
pero tenía que reconocer que nunca de esa forma.
- Qué valiente eres,-dijo Marta en ese momento-. ¿Por qué no te
metes con alguien de tu tamaño?
Girándose hacia ella, Fernando empujó fuertemente a Marta, quien
tuvo que poner su pie izquierdo detrás para no perder el equilibrio
y caer al suelo. Recordando lo que sucedió en el instituto entre
Fernando y su hermana, Hugo no pudo evitar sentirse igual y en esa
ocasión reaccionó rápidamente.
- Quítale las manos de encima, cabronazo.
Y en cuanto Fernando se dio la vuelta, Hugo reaccionó dándole un
fuerte puñetazo en el estómago que dejó a su contrincante sin
aliento mientras que Marta miraba la escena completamente asombrada.
Agarrándolo de la cabeza, Hugo tiró a Fernando al suelo y, una vez
que estaba allí, le golpeó con todas sus fuerzas en la cabeza,
provocándole una fuerte hemorragia en la nariz.
Levantándolo del suelo sin darle tiempo a reaccionar, Hugo puso de
pie a Fernando y comenzó a darle puñetazos en la cara, uno detrás
de otro sin parar. Estaba quedándose completamente a gusto y
descargando toda esa rabia interior acordándose de todas aquellas
veces que le pegó, le insultó o le hizo sentirse como la mayor
mierda del mundo.
Cuando Hugo vio que la sangre no paraba de salir de la nariz de
Fernando y que éste apenas se tenía en pie, dejó de pegarle y,
mirándolo seriamente, lo amenazó.
- Sal de aquí si no quieres que acabe lo que he empezado,-dijo Hugo
mientras Fernando lo miraba impotente y con ganas de matarlo-.
Marta, quien estaba en una esquina de la biblioteca, miró a Hugo y,
tras guiñarle el ojo, se dirigió a Fernando.
- Y no se te ocurra acercarte a ninguno de nosotros o yo misma seré
quien te remate, cabrón.
CONTINUARÁ…
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