martes, 26 de mayo de 2020

Capítulo 19 || The Mirror

 Cambiándose de ropa, Hugo todavía seguía sin creerse realmente que todo aquello hubiese cambiado tan radicalmente.
- ¿Te lo puedes creer? No parece el mismo sitio.
- Estoy flipando Hugo. Y pensar que ahí estuvieron los cuerpos de los que iban a ser nuestros profesores…
- Mejor no lo pienses cariño. Disfrutemos de esto ahora que podemos.


 En en interior de la sala, Diego se había animado a abrazar a Raquel.
- ¿Sabes? Eres una tía fantástica-.
- Vaya, muchas gracias Diego. Tú eres también un tío genial. ¿Te puedo decir una cosa?
- Claro, la que quieras.
- Al principio creí que serías un tipo conflictivo cuando estaba Fernando aquí y tal… Pero me has sorprendido.
- ¿A bien o a mal?
- A bien, por supuesto. Eres un tío guay.


 A todo esto, Abraham y Diana se habían ido al jacuzzi y allí comenzaron a besarse poniéndose algo más… cariñosos de la cuenta.


 Agarrando las femeninas manos, Diego no pudo aguantar más el nudo de su garganta y lo vomitó todo.
- Raquel, yo no quiero ser sólo un tío guay para ti. Eso está muy bien, pero yo quiero ser tu chico, tu hombre, tu novio, de quien te acuerdes cuando te levantes y tu último pensamiento cuando te duermas. Ese es el hombre que quiero ser y al que aspiro.
- Diego…
- ¿Sí?
- Yo te aprecio pero… No siento lo mismo por ti.


 Soltando las manos de Raquel, Diego entristeció su expresión y ella, al verlo tan deprimido, le dijo algo.
- Pero vamos a hacer una cosa, ¿vale?
- ¿Qué?
- Sigamos conociéndonos, charlando y hablando. Yo no me cierro a nada, pero necesito mi tiempo, ¿vale?
- Está bien…


 Viendo que todos estaban emparejados, Lin se sintió un poco de más y comenzó a marcharse cuando vio a Diana y a Abraham besándose sin parar. Qué guapos eran los dos y cómo les gustaría cambiarse por alguno para llevarse una alegría al cuerpo.


 Tras desnudarse, Lin comenzó a masturbarse mientras veía a Abraham lamiendo la zona inferior a Diana. Dándose cuenta de que los estaban observando, Diana se lo dijo a Abraham.
- Cielo, tenemos público.
- Oh vaya, sería una pena que se quedase al margen, ¿verdad Diana?
- Sabía que te gustaría… Lin, ven-le dijo Diana llamando a la muchacha-. ¿Te gusta lo que ves?
- Me encanta. Me encantáis.
- Pues más te va a gustar lo que te vamos a hacer los dos.


 Entrando Marta en el vestuario, Lin despertó en ese momento de su sueño lúcido. Imaginaba que se montaba un trío con sus profesores, le daba morbo, los veía muy atractivos y ella estaba muy sola…
- ¿Qué te pasa Lin? ¿Por qué te has ido?
- Me siento algo desplazada…  


 Sorprendiéndose, Marta le preguntó lo que le había hecho pensar de esa forma.
- Vamos Marta, tú estás con Hugo, Isaac con Carmen…
- ¿Y qué?
- Y que si te has fijado bien, Rubén estaba muy acaramelado con Bea y he visto antes abrazándose a Diego y Raquel.
- Vale… Ya sé por donde vas. Que ves que todos están con sus parejas y tú no tienes a nadie.
- Exacto. Yo por mí me metía ahora en el jacuzzi y le comía la boca a Abraham, por ejemplo. Pero no quiero que me expulsen así que me callo.
- Jajajaja, es que Abraham está muy bueno, las cosas como son.
- ¿Y te has fijado en Diana? Vale, no será muy exuberante, pero está buenísima.
- Tienes para todos, ¿eh? Jajaja.
- Es lo que tiene ser bisexual y adolescente…
- Entonces mejor no te pregunto qué te parezco yo, ¿no?
- Sí mejor, cállate no vaya a ser que la liemos porque tienes novio jajaja.


 Los meses fueron pasando hasta que llegó lo que todos esperaban al principio: El final de curso. Sin embargo, ahora todos estaban algo más tristes porque allí se había formado una familia, una hermandad difícil de separar y que el verano se encargaría de ello.


 Habían sido muchos los cambios durante esos meses, pero todos estaban más contentos que antes, ya que habían sido cambios consensuados entre todos. Allí tanto profesores como alumnos opinaban, tenían voz y voto. Si uno cedía en algo, luego ese otro tenía la oportunidad de hacer lo que quería más adelante. Allí nadie se quedaba atrás.


 Diana y Abraham se habían convertido en una especie de hermanos mayores para los muchachos. Aparte de enseñarles las asignaturas, eran amigos, consejeros, cuidadores… Lo cierto era que ellos también se habían encariñado con todos y les iba a ser difícil pasar todo un verano sin ellos.


 Carmen, quien estaba ya de 8 meses, hablaba con Isaac sobre los planes que tenían para ese verano.
- Entonces haremos eso, que cada uno se vaya a su casa a ver a los suyos y cuando llegue el parto te aviso.
- No sé si seré capaz de estar separado de ti tanto tiempo.
- Lo sé, pero tienes que ver a tus padres, yo a mi madre…
- Ya, si lo entiendo perfectamente, pero llevo 9 meses estando las 24 horas contigo. No me imagino tener que estar separado de ti durante un par de semanas hasta el parto…


 Ambos se abrazaron deseosos de que el parto hubiera pasado ya para poder estar juntos y cuidar al pequeño Iván. Hablando con sus respectivos familiares habían acordado que Carmen se iría a vivir con los padres de Isaac, quienes estaban encantados con ella y la trataban como a una hija sin haberla conocido aún en persona.


 Por parte de Beatriz, ésta había dado uno de los cambios más radicales de todos ellos, ya que comenzó a entrenar y a seguir una dieta que le había dicho Rubén y que comunicó a la cocinera. Tras perder más de 10 kilos, el cuerpo que se le estaba quedando a la muchacha hacía que ésta sonriera más y fuese más dicharachera con todos, dejando a un lado esa timidez que la caracterizaba.


 La relación con Rubén hacía poco que se había hecho oficial ya que el pasar tanto tiempo entrenando juntos, charlando y compartiendo recuerdos y hazañas de sus vidas anteriores al internado, los había unido mucho.


 Y qué decir de Raquel y Diego. La muchacha había estado muy enganchada de su ex y comenzaba a olvidarse de él, ya que su recuerdo lo único que le causaba era dolor. Diana le decía una y otra vez que Diego era un chico genial, que miraba por ella y la cuidaba en todo momento, pero por mucho que le dijeran, tenía que salir de ella. Sin embargo, lo que le hizo cambiar el chip a Raquel fue que Diego comenzase a pasar de ella. El muchacho se había cansado de estar detrás de su compañera sin recibir más que un gracias o un abrazo, por lo que se centró a entrenar con Rubén para perder esos kilos que le sobraban. Cuando Raquel comenzó a verse sola, que Diego apenas le dirigía la palabra y que ya no estaba con ella como antes, fue cuando se dio cuenta de que se había enamorado de él sin saberlo.


 La relación entre Hugo y Marta seguía viento en popa. Eran la pareja más famosa del internado y habían marcado un antes y un después en cómo llevar las relaciones estando las 24 horas encerrados con su pareja y ambos se sentían perfectamente el uno con el otro.


 Cada uno tenía que volver a su realidad, a su hogar… Aunque ahora no lo sintiesen como tal, sino que aquel viejo edificio frío y oscuro de piedra lo veían como una casa. Tal vez muchos no lo entendieran, pero habían sido muchas las emociones que habían vivido allí y, pese a todo, había sido sencillo adaptarse.


 En un arrebato, Lin se acercó a Diana y a Abraham a despedirse de ellos.
- Os voy a echar mucho de menos a los dos. Os quiero muchísimo.
- Nosotros también, Lin,-dijo Abraham-.
- Eres una chica muy especial,-comentó Diana-.


 Mirando a la que había sido su profesora hasta ese día, Lin se acercó a ella y la besó en los labios.
- Ahora que ya no eres mi profesora puedo hacerlo…


 Y haciendo lo mismo, se acercó y besó a Abraham pero con una diferencia, a éste le puso las manos detrás de la nuca masculina para acercarlo más a ella.  


 Separándose algo más avergonzada, Lin se disculpó con ambos.
- Lo siento, pero es que si no lo hacía reventaba ya.
- No… no pasa nada Lin. Está bien,-comentó Abraham-.
- Somos una pareja de mentalidad abierta,-añadió Diana-, que siempre guarda mucho cuidado en estos temas y más si queremos incluir a alguien. No olvides que aún sigues siendo menor de edad…
- Lo sé, pero para mí sois lo más y no he podido evitarlo.
- No te preocupes Lin,-tranquilizó Abraham-. Está todo bien, así que tranquila. ¿Puedo decirte algo?
- Sí, claro.
- Besas muy bien, así como dato jajaja.


 Tras despedirse todos, cada uno se fue en una dirección distinta para volver a sus respectivas ciudades. Cuando Hugo se plantó frente a su casa, un escalofrío le recorrió el cuerpo. La última vez que estuvo allí no se despidió de su madre porque estaba enfadado con ella por haberlo “echado de casa” de cierta forma. Pero ahora quería darle las gracias por enviarle al internado. De no haberlo hecho, no habría conocido a Marta ni tampoco tendría tantos buenos amigos.  


 Entrando en casa, lo primero que percibió Hugo fue que habían remodelado el recibidor y el salón. Habían cambiado el color de las paredes y habían decorado de otra forma todo aquello. Lo cierto era que no estaba mal… ¿Cuántos cambios más abría?
- ¿Hola? ¡He vuelto!-gritó Hugo-.


 Como nadie contestaba, Hugo se dirigió hacia su dormitorio y cuando entró, se quedó completamente congelado. ¿Qué había pasado? Su habitación ahora era un despacho y no quedaba nada que le recordase a su viejo cuarto. Vale, tenía que aceptar que ese cambio le había desconcertado bastante y no le gustaba ni un pelo…


 Había desaparecido incluso su armario empotrado y, en su lugar, había una puerta… ¿Qué era todo aquello? ¿Estaría soñando como aquella vez que se metió dentro del espejo?


 No, eso no era ningún sueño, sino la maldita realidad. Su armario había dejado paso a un pequeño aseo muy bien decorado. Tenía que reconocer que quien se hubiera encargado de la reforma, lo había hecho de escándalo, pero ¿por qué su madre había actuado así? No lo entendía…


 Saliendo del nuevo despacho, Hugo escuchó un grito proveniente del sótano, donde antiguamente su padre tenía su espacio, su madriguera por así decirlo.
- ¿Qué está pasando aquí?


 Abriendo la puerta, a Hugo se le cortó la respiración al ver que aquel sitio también había sido reformado completamente.
- Esto no parece mi casa, tío…-pensaba Hugo mientras bajaba las escaleras mirando a Fede cómo luchaba contra una máquina-.


 Saludando al marido de su madre, éste paró de entrenar.
- Hombre, bienvenido a casa de nuevo. Te noto cambiado, ¿has engordado?
- Qué bien… Llego a casa después de 9 meses en un internado y no hay nadie dándome la bienvenida, descubro que mi habitación no existe y es ahora un despacho… Y cuando me encuentro con alguien lo primero que me dicen es que si estoy más gordo. De puta madre macho,-comentó Hugo en voz alta frente a la mirada atónita de Fede-.


CONTINUARÁ…

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