sábado, 16 de mayo de 2020

Capítulo 14 || The Mirror

La aparatosa caída de Fernando asustó a Marta y a Hugo, quienes se asomaron por la cristalera del patio y vieron su cuerpo inmóvil tumbado en el suelo. Echando a correr, Marta fue a socorrerle mientras Hugo bajó al sótano para avisar a sus profesores. Tras golpear la puerta como un loco y que Linda se la abriese con la bata puesta, Hugo le contó lo que había pasado y rápidamente la profesora llamó a las autoridades y a los médicos, quienes certificaron la muerte de Fernando. No había nada que hacer para salvarle la vida, sólo investigar las causas de su muerte, las cuales apuntaban a un suicidio.


 Tras un par de semanas de investigación por parte de los policías, concluyeron que la muerte de Fernando fue accidental. El cristal que cubría el patio interior era demasiado débil para aguantar el peso de Fernando, quien se precipitó sin poder evitar el destino que lo aguardaba. Una vez que todo acabó, Linda y Tyler no paraban de pensar en lo que hacer para volver a la normalidad y animar a los chavales, quienes estaban más serios de la cuenta.


 Tyler, por su parte, había retirado el pupitre de Fernando guardándolo tal y como lo había dejado él escasos días atrás. Qué duro estaban siendo esos días donde la policía tenía que interrogar a sus alumnos, a ellos mismos, revisar cámaras, grabaciones… Pero ya todo aquello había acabado. La tranquilidad reinaría a partir de ese momento.


 Sin embargo, una parte de él se alegraba de la muerte de Fernando, ya que su ausencia había traído la calma al internado. El resto de alumnos se portaban bien, hacían caso y no formaban demasiado escándalo como lo hacía él. ¿Era lícito decir “no hay mal que por bien no venga”?


 Terminando de fregar los restos de la sangre de Fernando, Linda fue hasta la clase y abrazó a Tyler.
- ¿Ya está todo listo?-preguntó Tyler-. ¿Aviso a las chicas también para que bajen?
- Sí,-contestó Linda todavía unida a su marido-.


 Tyler se encaminó hacia el piso superior y llamó a los respectivos alumnos, quienes se habían acostumbrado a esperar en sus dormitorios hasta que los maestros los avisasen. Una vez tuvieron permiso, todos y cada uno de ellos bajaron en silencio entrando en el aula donde se percataron del hueco que había al no estar el pupitre de Fernando.


 Sentándose en su sitio, Hugo miró el pupitre que le pertenecía a su compañero. Fernando era un capullo integral y de eso no había duda, pero no se merecía morir de esa forma. Según los médicos, la rotura de la columna le provocó una parálisis que le impidió moverse o articular palabra. Sólo de imaginar todo el dolor que tendría que sentir y sufrir Fernando en silencio, y encima sin poder pedir ayuda… Se le revolvía el estómago a Hugo.


 Cuando todos los alumnos tomaron asiento, Tyler entró en clase y miró a Linda.
- ¿Necesitas algo más?-preguntó él-.
- No. De momento estoy bien, gracias. Tú mientras tanto ve…
- Sí,-respondió Tyler rápidamente-. Lo sé.


 Una mirada cómplice entre ambos hizo que Rubén comenzara a silbar instintivamente a modo de broma. Provocando una sonrisa en Tyler, éste se dirigió a él.
- Señor Pérez, he de reconocer que ha tenido su gracia, pero no lo vuelva a hacer, ¿está claro?
- Está Camarón, maestro.
- ¿Camarón? ¿Qué diantres significa eso?
- ¡Como el agua!-contestó Rubén intentando imitar al famoso cantante Camarón y provocando un castigo de 5 minutos de pie junto a la pizarra-.


 Al terminar las clases, todos tenían un pequeño margen de 20 o 25 minutos antes de que les sirviesen el almuerzo, así que los alumnos se relajaban un rato en el jardín, biblioteca o donde ellos quisieran. Ese día, Marta y Hugo habían quedado en sentarse junto al árbol que había en la entrada y tener un rato de soledad pero, cuando vio a Tyler saliendo por la puerta que conducía al sótano, tuvo una brillante idea.


 Esperando a Hugo, Marta se lo llevó aparte y le comunicó la idea.
- Hugo, ¿qué te parece si nos vamos a otro sitio más íntimo?
- ¿Más íntimo?
- Sí, tengo un sitio donde allí vamos a estar completamente solos.
- ¿Sin nadie?
- Sí. Solos tú y yo, Hugo…


 Sonriendo, Hugo se acercó a Marta hasta besarle los labios.
- Adelante. Soy todo tuyo…


 Acercándose a la puerta, Marta le dijo a Hugo que mirase por si alguien los veía y al certificar que nadie podía verlos, Marta abrió la puerta y comenzaron a bajar las escaleras hacia el sótano.


 Para Hugo no era la primera vez que estaba allí, ya que cuando avisó a Linda de que Fernando se había caído tuvo que bajar.
- Mierda, hay dos puertas,-dijo Marta-.
- Sí, la que tenemos delante es el dormitorio de los maestros, pero la otra no tengo ni idea.
- ¿Entramos primero a ver cómo es donde duermen?
- ¿Y si nos pillan?
- Venga Hugo, no seas aguafiestas. ¿Dónde está tu espíritu aventurero?


 Sin saber si la puerta estaría con la llave echada, intentaron abrir y… ¡Bingo! Habían tenido suerte así que ambos entraron y lo primero que vio Marta fue unos papeles.
- Eh Hugo, esos tienen que ser los informes con nuestras notas. ¡Vamos a echarles un vistazo!


 Tras revisar las anotaciones de Tyler y Linda y ver en qué asignatura iba mejor y peor cada uno, dejaron los papeles tal y como lo habían encontrado y juntos marcharon a averiguar qué había tras la otra puerta junto a la escalera y, entrando en la habitación, descubrieron un pequeño salón.
- Coño, un salón con su tele y su tocadiscos y todo,-dijo Marta-.
- ¿Para qué quieren dos salones si luego viven juntos?
- Tal vez sea porque los profesores que hubieran antes no estaban casados… Vete a saber.
- Eh, pues ahí hay otra puerta.


 Dejando el salón atrás, entraron en la siguiente habitación y descubrieron otro dormitorio.
- ¡Eureka! Éste será nuestro dormitorio a partir de ahora.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo que has oído chaval. Este lugar será nuestro escondite cuando queramos tener intimidad… Aquí nadie nos podrá descubrir.


 Mirándose entre ellos con complicidad, Hugo se dirigió a Marta.
- Voy a revisar que no haya moros en la costa.
- Me has leído el pensamiento Hugo. Voy a mirar qué hay en esa otra puerta que tenemos delante.
- Seguramente sea un baño.
- Ah pues sí, tiene todo el sentido.


 Yendo hacia el supuesto baño que debería haber, Marta miró hacia delante y se percató de un objeto que no cuadraba demasiado con la decoración del lugar.
- Oye Hugo, aquí hay apoyado en la pared un bate de béisbol.
- ¿Un bate?
- Sí, te lo juro…


 Tras certificar que no había nadie allí en el sótano, Hugo entró de nuevo en la habitación frotándose las manos justo cuando se percató de una estantería a su mano izquierda. Fijándose en un extraño libro, cuando fue a agarrarlo la estantería comenzó a moverse y Hugo, dando un paso atrás, llamó a Marta.
- ¡Marta corre, ven!
- ¿Qué pasa?
- Esta puta estantería se está moviendo.
- ¿Qué dices?


 Dándose la vuelta, Hugo vio a Marta con una sonrisa de oreja a oreja.
- No Marta, no lo digas. Sé lo que estás pensando y no.
- ¿Echamos un vistazo?
- Joder, sabía que me lo dirías.
- Venga hombre, sólo un momento. ¿No te da curiosidad?
- No, para nada, ni lo sueñes.
- Vale, pues entraré yo sola.


 Apartando a Hugo, Marta cruzó el pasadizo y lo que vio la dejó boquiabierta.
- La leche Hugo… Deberías ver esto.
- ¿Qué hay? Eso parece estar muy oscuro.
- Joder Hugo, qué cobarde eres. ¡Échale huevos coño!
- Es que no se ve una mierda, Marta.
- Un momento, ahí delante parece que hay un candelabro.


 Acercándose, Marta vio que había una pequeña caja de cerillas junto a una de las velas y las fue encendiendo de una en una comenzando a iluminar un poco la estancia.
- Tío, esto es gigante…


 Dándose la vuelta, Marta vio que Hugo ya había entrado y permanecía inmóvil junto a la esquina.
- Marta… ¿Estás viendo lo mismo que yo?
- Me cago en la puta, menuda estatua más grande.
- No, Marta, mira abajo…
- Eh, ¿eso no parece una tumba? ¿De quién será?
- No lo sé ni me importa, ahora vámonos,-dijo Hugo mientras que Marta se acercaba a la tumba-. ¡No! No te acerques Marta.


 Yendo junto a Marta, ambos se colocaron en el centro de aquel pasillo custodiado por esqueletos y por dos grandes armaduras que parecían ser muy pesadas.
- ¿Pero qué coño es esto?-preguntó Hugo sin acercarse demasiado-.
- Es flipante… No sé qué es todo esto, pero me parece increíble. Y mira, en la tumba parece que hay una inscripción… Aquí reposa Gregorio Duarte, el Gran Maestro y Padre de la Hermandad.


 En ese momento, un gran escalofrío le recorrió el cuerpo a Hugo y, mirando completamente serio a Marta, le dijo que era hora de irse.
- Marta, vámonos.
- Pero…
- No, vámonos AHORA. La excursión ya ha durado bastante y esto me está resultando de lo más raro…


 Aceptando, Marta se dio la vuelta para dirigirse a la salida cuando vio algo que le llamó la atención.
- Eh Hugo, ¿eso de ahí qué es?-dijo Marta señalando a un oscuro pasillo que había a mano derecha-.
- Ni lo sé ni me importa Marta, pero es hora de irnos.
- Pero… es que ahí parece que hay algo raro.
- ¿Raro? ¡¿Qué te ha hecho pensar que ESTE SITIO ES RARO?!-dijo Hugo completamente frenético-.


 Adelantándose, Hugo salió primero de aquel lugar seguido de Marta, quien se reía de lo cobarde que era.
- Pues te digo yo que ahí había algo. No sé el qué, pero parecía un bulto grande.
- Habrá sido una sombra Marta, mejor no le des más vueltas.


 Cerrando la falsa puerta, Hugo pudo respirar tranquilamente y se acercó a Marta para darle un beso.
- Se acabaron las emociones fuertes por hoy. Creo que tengo el cupo lleno…-dijo Hugo-.
- Sí, aunque eso que te he dicho… Me sigue mosqueando un poco.
- Bueno, olvídate de lo que hemos visto. Si los maestros supieran lo que hay aquí abajo, con lo estirados que son, les da un infarto vaya.
- Total vaya. ¿Tú crees que esos dos follarán?
- Uh, me imagino, pero vaya, tienen que ser de lo más aburridos en la cama jajaja,-comentaba Hugo mientras él y Marta se dirigían hacia la salida-.


 En cuanto abrieron la puerta, Marta se dio de bruces con Linda que, mirando cómo Hugo estaba detrás de ella, frunció el ceño.
- ¿Qué se supone que estáis haciendo aquí abajo?
- Lo… lo podemos explicar,-dijo Hugo echándose a temblar-.


CONTINUARÁ…

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