Llegado el día de su marcha, Hugo miró su habitación por última
vez antes de salir de ella. Observó el espejo y recordó ese sueño
que había tenido… Ojalá hubiera sido real, lo deseaba en lo más
profundo de su corazón.
Saliendo del cuarto, vio cómo su hermana, su madre y Fede estaban
esperándolo con una sonrisa en la cara.
- ¿Tienes todo listo?-preguntó su madre-.
- Sí,-contestó Hugo secamente-.
Acercándose a su hermana, la abrazó con fuerza para despedirse de
ella.
- Cuídate mucho Rocío. Pórtate bien y no te metas en líos
mientras yo no esté, ¿vale?
- Sí, te lo prometo. Y tú ten cuidado también. Te voy a echar
mucho de menos…
- Y yo a ti, pequeñaja. Y yo a ti...-dijo reprimiendo las lágrimas
que querían salir de sus ojos-.
Incorporándose, Hugo miró seriamente a su madre y a Fede y salió
de la casa sin despedirse de ellos. Aún estaba dolido por cómo se
habían comportado con él, ignorando y sin escuchar su opinión
sobre lo sucedido en la pelea con Fernando. Eso no lo olvidaría
jamás…
Tras coger el autobús que lo llevaba hasta el lugar y buscar el
internado, cuando llegó allí se quedó boquiabierto. Nunca había
visto nada igual y ese edificio tan lúgubre y oscuro no le daba muy
buena pinta.
- A dónde cojones me han mandado…-pensaba Hugo-.
Abriendo la puerta de acceso al lugar, vio al fondo a dos personas y,
acercándose a paso lento, los saludó.
- Buenos días.
- Buenos días,-saludaron ellos-. Usted es… Hugo Solanas,
¿cierto?-le dijo el hombre-.
- Sí, soy yo.
- Bienvenido al Internado McCullock. Mi nombre es Tyler Bradford y
esta señora de aquí es mi esposa Linda. Ambos seremos sus
profesores durante el próximo curso.
- Genial…-dijo con un gran sentimiento de pesar y tristeza-.
Girándose, Tyler comenzó a dirigirse hacia el interior del
internado.
- Acompáñeme señor Solanas.
- Está bien,-comentó Hugo sintiéndose como un cerdo llevado al
matadero-.
Al cruzar el umbral de la majestuosa puerta de entrada se sintió más
insignificante todavía. Esos pasillos oscuros, iluminados por…
¿velas? ¿O eran bombillas que simulaban velas? No lo sabía, pero
tenía la sensación de que el mismísimo Drácula se le iba a
aparecer de un momento a otro. O eso o Dumbledore llamándolo para ir
a clase.
Indicándole cual sería su asiento en el aula, Tyler lo observó en
silencio mientras seguía sonriendo sin parar.
- Quédese aquí mientras llegan el resto de sus compañeros. No
tardarán en aparecer.
Mientras Hugo estaba ya sentado en la que sería su aula durante los
próximos 9 meses, dos chicas entraban en el internado. Linda,
quienes estaba esperando en la puerta, las recibió con una igual
sonrisa en la cara.
- Bienvenidas chicas. Señorita Ruiz, supongo,-le dijo a la muchacha
del pelo blanco-.
- Efectivamente.
- Vaya, apenas he podido reconocerla con ese cambio de look tan
radical. La foto que nos enviaron dista mucho de la apariencia
actual. Bueno, vamos a esperar a que termine de llegar la señorita
Moreno y os acompañaré a las dos al aula.
Cuando llegó la otra chica, Linda se dio la vuelta y abrió las
puertas entrando en el internado. Ambas muchachas se miraron y se
presentaron.
- Buenas, me llamo Marta-dijo la chica del pelo blanco-.
- Encantada, yo soy Beatriz, pero puedes llamarme Bea.
Entrando en clase, Linda les indicó sus asientos a las chicas y las
dejó en compañía de Hugo, quien llevaba unos minutos solo.
- ¡Hola! Qué sorpresa ver a un chico por aquí,-dijo Marta-. Creí
que sería un internado sólo de chicas.
- Yo igual,-intervino Beatriz-.
- Buenos pues encantado de conoceros. Soy Hugo.
En la puerta, otro chico acababa de llegar y ya estaba Tyler
esperándolo con esa inmaculada sonrisa.
- Señor Belarra, mi más sincera bienvenida a nuestro internado.
Pase por aquí…
Poco a poco la clase se fue llenando de alumnos y ocupando sus
asientos. Pese a que eran más, el silencio era el que reinaba en ese
momento, ya que todos eran completos desconocidos y ninguno sabía
cómo sería todo aquello.
Una vez que todos los alumnos llegaron, Tyler y Linda se colocaron
delante de la clase y comenzaron a hablar.
- Antes de empezar,-dijo Tyler-, quiero daros oficialmente la
bienvenida al Internado McCullock para chicos y chicas. Estoy seguro
de que con ilusión, esfuerzo y ganas de superación saldréis de
aquí hechos unos hombres y unas mujeres de provecho. Ahora
sí,-comenzó a decir justo cuando sonó el timbre-. Querida,
¿esperamos a algún alumno más?
- Sí, se me olvidó comentártelo. Este año tendremos un alumno
más… Voy a por él.
Saliendo Linda de la clase, todos los alumnos permanecieron en
silencio pero mirándose unos a otros mientras que Tyler siguió con
esa sonrisa que no había quitado desde que Hugo lo vio por primera
vez. Cuando la puerta de clase se abrió y vio que el nuevo alumno
era Fernando, Hugo creyó estar soñando de nuevo como aquella vez en
el espejo, pero en esa ocasión se trataba de una pesadilla. ¿Por
qué tenía tan mala suerte?
- Bienvenido a nuestro centro señor…-saludó Tyler-.
- Fernando.
- Disculpe, pero aquí os llamaremos por vuestro apellido.
- Molina,-se apresuró a decir Linda-.
- Muy bien señor Molina, sitúese al fondo de la clase hasta que
después le traigamos un pupitre para que pueda sentarse.
Marta, fijándose en Fernando, sonrió y pensó que aquel chaval era
bastante guapete y tenía un estilo parecido al suyo.
Cuando Fernando comenzó a ir hacia el final de la clase, vio a Hugo
y se paró en seco pero, sin decir nada, siguió su camino hasta
situarse al
fondo de la clase.
- Bien, ahora que estamos todos y no vamos a tener ningún tipo de
interrupción más,-comenzó a decir Tyler-, voy a comenzar a
explicaros las normas por si no la habéis leído en el correo
electrónico que os mandamos hace algunas semanas. Para empezar, los
chicos estarán separados de las chicas a la hora de dormir; los
únicos momentos en los que estaréis juntos será en el comedor, en
los momentos de recreo y en clase, por supuesto. Segunda cosa
importante: todos llevaréis uniforme.
Al escuchar que todos llevarían uniforme, Fernando soltó una risa y
un comentario en voz alta.
- Tú flipas colega jajaja.
- Disculpe señor Molina, pero mientras esté hablando el profesor,
que en este caso soy yo,-dijo Tyler-, deberá permanecer en silencio
y, si usted desea compartir algo con la clase, tendrá que levantar
la mano en completo silencio, ¿queda claro?
- Como el agua.
- Eso espero, señor Molina.
- Bien,-intervino Linda comenzando a hablar-, lo siguiente que debéis
saber…
Desconectándose un momento de las palabras que estaba diciendo
Linda, Hugo pensó en Fernando y en que su actitud no había cambiado
ni un ápice en todo el tiempo que llevaba sin verlo. Lo peor es que
ahora no sólo tendría que aguantarlo en clase, sino que tendría
que convivir con él. Una de dos, o se acababa su enemistad o se
mataban entre los dos.
Tras explicar horarios, normas de convivencia y temas importantes,
dieron por finalizado esa charla inicial.
- Bien, ahora los chicos se vendrán conmigo,-dijo Tyler-. Os iré
nombrando por orden alfabético, así que cuando os vaya llamando os
levantáis y os situáis en el mismo orden junto a la puerta de
clase.
- Y nosotras las chicas haremos lo mismo en cuanto los chicos se
marchen para no formar demasiado jaleo, ¿vale?
Llamándolos a todos por sus apellidos, Tyler subió las escaleras
hasta situarse delante de la que sería la habitación masculina.
- Muy bien, esta será vuestra habitación. Os recuerdo que está
TERMINANTEMENTE PROHIBIDO incursionar en la habitación de las chicas
en cualquier momento. Si os descubrimos haciéndolo, os caerá un
duro castigo por parte de los profesores.
Entrando en la habitación, Tyler les indicó a todos cuáles eran
sus camas y todos se situaron delante de cada una.
- Delante de las camas veréis que tenéis un pequeño baúl o caja.
Allí tendréis vuestro uniforme para clase, para deporte y para el
tiempo de piscina. Cambiaros de ropa y salid conforme estéis listos.
Yo os esperaré fuera para dejaros vuestra intimidad. No tardéis más
de cinco minutos.
Cuando Tyler salió de la habitación, Fernando soltó un comentario
típico de los suyos.
- Este se tiene que haber fumado dos porros antes de venir porque no
es normal. Que siga soñando si cree que me voy a poner uniforme. Una
polla como una olla para él.
- Llevar uniforme no está tan mal,-dijo Diego, otro de los
compañeros-.
- ¿Te he pedido opinión acaso?-soltó Fernando con su inigualable
simpatía-.
Al cabo de unos tres minutos, cuatro de los chicos salieron y,
revisando a todos ellos, Tyler se dio cuenta de que faltaba Fernando.
- ¿Y el señor Molina?
- Sentado en su cama, maestro,-contestó Hugo-.
Endureciendo su expresión, Tyler entró en la habitación y
certificó lo que Hugo le acababa de decir.
- Señor Molina, ¿qué hace usted sentado en la cama mirando a las
musarañas y sin vestirse con su uniforme?
- Que ya te dije antes que no me voy a poner ningún uniforme.
- Señor Molina, son las normas.
- ¿Te digo yo por donde me paso las normas, señor estirado? Por el
forro de los cojones.
Quedándose completamente serio, Tyler miró fijamente a Fernando sin
pronunciar palabra.
- ¿A dónde se te ha ido la sonrisa, colega? ¿Ya no tienes ganas de
reír o qué?
- Levántese y cámbiese ahora mismo señor Molina.
- ¡Que no me da la gana coño!
- Está bien, usted lo ha querido...-dijo Tyler acercándose a él-.
De repente, un fuerte ruido sorprendió a todos los muchachos que
esperaban pacientemente fuera. Hugo, mirando hacia la puerta, comentó
algo.
- Eso ha sonado a guantazo de los gordos.
Poco más de un minuto tras sonar el fuerte golpe, Fernando salió de
la habitación perfectamente uniformado delante de Tyler, quien
volvía a sonreír.
- Bien, pues ya estamos todos.
CONTINUARÁ…
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