Acercándose al espejo, en cuanto Hugo se vio reflejado en él soltó
una carcajada. ¿Por qué de repente estaba fuerte? Había dejado de
ser un enclenque como antes y ahora era un chico que estaba en forma…
¿Se había convertido en una especie de Spiderman o algo así?
Porque otra explicación no le veía.
Saliendo del dormitorio, pudo escuchar unas voces provenientes del
jardín así que fue allí a comprobar de quiénes eran esos gritos.
Al salir, Hugo se quedó completamente petrificado.
-
¿Ese que estaba ahí era su padre? ¿Cómo era posible? ¿Y quién
era ese niño que había allí? ¿Y su hermana? Demasiadas preguntas
a la vez.
Hugo no sabía cómo reaccionar… ¿Estaba en un mundo paralelo o
algo? Porque lo único que recordaba era tropezarse con la ropa y
caer a través del espejo pero… ¿Sería eso posible?
Acercándose lentamente a la mesa, su madre lo miró y sonrió al
instante.
-
¡Hola hijo! Menos mal que te has decidido unirte a nosotros. Ya
estábamos a punto de mandar a tu hermano a por ti.
-
Mi… hermano…
- Sí
hijo, tu hermano,-dijo su padre-. Cariño, nuestro hijo todavía está
dormido…
- Ya
veo,-respondió Mercedes-. Venga, siéntate y juega un ratito con
nosotros.
Haciéndole caso, Hugo se sentó alrededor de la mesa y comenzó a
mirar a todos lados. Esa situación le estaba resultando de lo más
extraña y no comprendía lo que estaba sucediendo realmente.
Fijándose en su padre, lo veía un hombre feliz y contento junto a
su madre, a quien le agarraba la mano de vez en cuando. Y es que le
chocaba tanto verlos así cuando lo que recordaba era que su padre
tenía prohibida la entrada a la casa.
Y su hermano… ¿Hermano? Le costaba decir esa palabra. ¿Quién era
ese niño y por qué estaba allí? No comprendía absolutamente nada
pero, respirando hondo, se dejó llevar sin saber a dónde
desembocaría todo aquello.
Al día siguiente se marcharon al colegio mientras que sus padres los
despedían agarrados de la mano. Había sido un día de lo más
extraño pero le había gustado. Ver a sus padres juntos, felices y
sonrientes, a su hermano jugando por la casa… Echaba mucho de menos
a Rocío pero no podía negar que se podría acostumbrar a esa vida.
Al llegar a su centro de estudios, todo estaba prácticamente igual y
en ese momento se sentía tan feliz que no se acordaba de que lo
habían expulsado el día anterior.
Cuando dio la vuelta a la esquina, pudo ver a Fernando charlando
junto a Cristian y a Tomás. Parándose, recordó lo ocurrido el día
anterior pero, cogiendo aire, siguió avanzando justo cuando Fernando
notó su presencia y se lo dijo a los otros dos.
La reacción de los amigos de Fernando fue largarse de allí y
meterse rápidamente en clase mientras que Fernando daba pequeños
pasos hacia atrás con una actitud bastante diferente a la habitual.
-
Hola Hugo… ¿Qué tal? Me alegro de… verte.
Pero acordándose de cómo había pegado a su hermana, a Hugo se le
revolvieron las tripas y comenzó a gritarle.
-
¡Que sea la última vez que le pones la mano encima a mi hermana!
¿Te enteras capullo?
-
¿Hermana? ¿Qué hermana? Si tu hermano se llama Felipe.
- Si
yo te digo que tengo una hermana la tengo y punto.
-
Vale, vale. Perdóname Hugo, no volverá a pasar. Te lo prometo.
Ahora mismo buscaré a tu hermana y le pediré perdón.
Dándose la vuelta y alejándose, Fernando se marchó pensando en qué
hacer porque Hugo no tenía ninguna hermana. Éste, por su parte,
comenzó a sentirse poderoso. Esa sensación era nueva para él y le
gustaba que, por una vez, las tornas hubieran cambiado.
Volviendo a casa, Hugo se sentía más feliz que nunca y por el
camino había charlado e intercambiado opiniones con su hermano.
Entrando en el salón, Felipe y Hugo pillaron a sus padres besándose
en el sofá.
- Ya
estamos igual que siempre,-comentó su hermano pequeño-. Será mejor
que nos vayamos.
Pero justo antes de irse, Hugo grabó en su memoria esa imagen y se
fue hacia su cuarto. Le encantaba ver a sus padres juntos y
queriéndose, ya que apenas recordaba cuando los veía de esa forma.
Entrando en su cuarto, Hugo iba pensando en sus cosas, en que no
comprendía la situación actual que tenía pero que, si era
definitiva, le gustaba mucho más que la vida anterior que había
tenido. Estaba tan sumido en sus pensamientos que no vio la máquina
de ejercicios y se tropezó con ella.
Hugo nunca había tenido una máquina de ejercicios en su casa y no
estaba acostumbrado a ella, así que no la vio y se tropezó cayendo
al suelo igual que había hecho el día anterior.
Pero en ese momento Hugo dio un bote en la cama y se despertó.
Sentía su corazón latir a mil por hora y en ese momento no sabía
si lo que recordaba era un sueño o la realidad. Estaba completamente
confundido.
Sacando su móvil, Hugo vio la hora y el día que era junto a unos
mensajes de su madre que dejaban intuir que no estaba de muy buen
humor…
Hugo se temía lo peor… Otra gran bronca en la que lo único que
haría sería agachar la cabeza y asentir como un autómata mientras
su madre le reprochaba una cosa y la otra. Qué pena que lo que había
vivido fuera todo un sueño.
Mirándose de nuevo al espejo, vio que su reflejo mostraba la imagen
de siempre. Se había emocionado viéndose fuerte, sin necesidad de
usar gafas… La vuelta a la realidad después de ese sueño iba a
ser más dura de lo que creía.
Y Hugo no sabía hasta qué punto iba a ser de dura esa vuelta ya
que, cuando salió de su dormitorio, vio cómo su madre y Fede
estaban sentados alrededor de la mesa de la cocina. Viendo cómo Hugo
salía, Fede se lo dijo a Mercedes.
-
Siéntate ahora mismo Hugo,-ordenó su madre-.
-
Mamá, ¿cuándo habéis vuelto?
-
¡Ahora mismo! Nos llamó el director de la escuela y nos comentó
que te metiste en una pelea.
Sentándose en una de las sillas, Hugo comenzó a recibir los duros
gritos de su madre.
-
¿En qué estabas pensando? ¿Liarte a puñetazos con el hijo de los
Molina? ¿Pero tú sabes quiénes son sus padres?
-
Mamá, ese...-comenzó a decir antes de ser interrumpido-.
-
¡Estoy hablando yo!
Interviniendo en la conversación, Rocío rompió una lanza en favor
de su hermano.
-
Ese Fernando es un gilipollas.
-
¡Vete a tu cuarto ahora mismo señorita!-gritó Fede a su hija-. Ya
hablaremos luego tú y yo de ese lenguaje.
Volviendo a mirar a Hugo, Mercedes continuó con su retahíla de
gritos.
- Y
encima de la pelea volvemos y lo primero que nos encontramos es a tu
hermana pequeña, ¡de 10 años!, diciendo palabrotas a diestro y
siniestro. ¿Tú te crees que esto es normal?
-
Pero...-logró decir Hugo antes de volver a ser interrumpido otra
vez-.
- ¡Y
encima nos ha dicho tu director que tus notas han bajado más de un
60% respecto al trimestre anterior! Si seguías así ibas camino de
repetir curso Hugo si no te hubieran expulsado. ¡Expulsado!
-
¿Puedo hablar ya?
- No
sin antes escuches lo que tengo que decirte...-continuó hablando
Mercedes-.
Hugo se sentía frustrado e incomprendido en su propia casa. Su madre
no lo escuchaba, Fede sólo miraba por Rocío y pasaba tres kilos de
él y con su padre hacía semanas que no hablaba…
-
Ante esta situación que se nos ha presentado, nos hemos visto
obligados Fede y yo a mandarte el próximo curso a un internado a que
repitas curso y te enseñen una educación mucho más firme que la
que puedes tener en tu instituto.
-
¿Cómo? ¿Un internado?
- Sí
hijo, uno de los mejores internados que hay.
- ¿Y
sabe papá algo de esto?
-
¿Tu padre? ¿A estas alturas de la película y todavía te sigues
preguntando por el imbécil de tu padre? ¿Cuándo aprenderás que a
tu padre no le importas una mierda al igual que no le importé yo en
ningún momento?
-
¡No hables así de mi padre!-le gritó a su madre por primera vez-.
-
Eh, ¡no consiento que le hables así a tu madre!-intervino Fede,
quien se había mantenido en silencio todo ese tiempo-.
Sintiéndose acorralado, Hugo veía cómo su vida se desmoronaba por
momentos… No sólo tenía que aguantar los duros golpes e insultos
por parte de Fernando y su cuadrilla, sino que tampoco en casa podía
estar seguro. Su madre le resultaba una completa desconocida en ese
momento, había decidido mandarlo a un internado donde no conocería
a nadie y estaría completamente solo y alejado de aquello que
conocía… ¿Cómo se podía afrontar todo eso?
CONTINUARÁ…
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