viernes, 10 de abril de 2020

Capítulo 19 || Líos

Uno de esos días, Nathan se había despertado antes de la hora porque apenas pudo dormir aquella noche. Eran varias las noticias buenas que le habían dado recientemente y su cabeza tenía mucho que procesar. Por un lado, en una de las revisiones que tuvo en el hospital, Nathan tuvo que hacerse todas las pruebas nuevamente dado a que el nivel cognitivo había incrementado levemente en contra del pronóstico anterior, el cual era el que se quedaría como un niño de cinco años mentalmente hablando. Ahora los médicos no podían asegurar que su recuperación sería completa hasta volver a los niveles previos al accidente, pero que tendría que seguir yendo a las revisiones y llevando a cabo unos ejercicios en casa para ejercitar el cerebro. Por otra parte, esa mañana había quedado con Fiona para ir a volver a ver a su niña, a su pequeña Brenda y no podía ser más feliz.
- Fiona, despierta cariño, que es hora de irse.


 Levantándose, Fiona sonrió y le dio los buenos días.
- ¿Has podido dormir algo Nathan? No has parado de dar vueltas durante toda la noche.
- Lo siento mi amor, pero es que estaba nervioso por la niña. Venga, vístete y nos vamos porfa.


 Arreglándose en un santiamén, Fiona y Nathan pusieron rumbo a la casa de Sandra y nada más llegar, Nathan llamó impetuoso a la puerta.


 Después de que la madre de Sandra les abriese la puerta, Nathan la saludó rápidamente y subió los escalones de dos en dos.
- Vamos Fiona, ven conmigo.
- Espera Nathan cariño, que me llevas con la lengua fuera toda la mañana.


 Entrando en la habitación de Brenda, Nathan fue despacio hasta su hija y con mucha suavidad, la agarró y la colocó en sus brazos.
- Buenos días mi vida. ¿Cómo está la bebé más bonita del planeta?


 Llevándola hacia su hombro, Nathan comenzó a acunarla mientras tarareaba una canción de cuna ante la atenta mirada de Fiona, quien sentía cómo su corazón se conmovía al ver semejante escena tan bonita.


 Dejando a padre e hija solos, Fiona bajó al salón donde se encontró bailando a la madre de Sandra.
- ¿Qué tal está señora?
- Muy bien, ¿y usted? ¿Dónde está Nathan?
- Arriba con la pequeña.
- ¿Va a dejar a ese loco solo con mi nieta?


 Sintiéndose atacada, Fiona no pudo evitar salir en defensa de Nathan.
- ¡Nathan no es ningún loco!
- No claro, por eso se comporta como si fuera un chiquillo.
- ¡Tuvo un accidente! Pero ya está plenamente recuperado y, para nuestra sorpresa, su mejoría está siendo más que satisfactoria.
- ¡Ese hombre no está cualificado para cuidar a nadie! ¡Está para que lo encierren y le cuiden a él! ¿Aún se le cae la baba mientras mira la televisión?


 Por su parte, Nathan acurrucaba a su hija mientras escuchaba voces que provenían del piso inferior.
- Shh, ya está Brenda cariño. Ya pasó. Aquí está papá para ayudarte a dormir.


 Mientras tanto, en el salón Fiona creía haber escuchado mal a aquella señora.
- Perdón pero creo que no la he escuchado con claridad, ¿ha dicho que van a dar a su nieta en adopción?
- ¡Sí! No hay noche que no llore, que no nos deje dormir del tirón, que no vomite con el biberón porque mi hija no ha querido darle el pecho.
- ¿Sandra no ha querido darle de mamar a su hija?
- No porque dice que haciendo eso se le caen los pechos más pronto y que es muy joven para tener las tetas caídas.
- Menuda cantidad de sandeces estoy escuchando.


 Y como si le diera completamente igual, aquella mujer siguió dándole razones a Fiona sobre la idea de dar en adopción a su nieta.
- Además, mi hija tiene toda la vida por delante y con esa niña va a ver interrumpida su crecimiento natural.
- ¿Y esto lo sabe su hija?
- ¡Fue ella la que me dijo de darla en adopción! No soporta a la niña, dice que ella sola no puede sacarla adelante y que se le está haciendo demasiado cuesta arriba.
- ¿Y por qué no la ayuda usted? Al fin y al cabo es su abuela.
- ¡¿Yo?! Ni hablar, eso fue decisión de ella y allá que se las arregle. Yo se lo dejé bien clarito, que cuando tuviera a la niña se iría a vivir con Nathan, pero tuvo el accidente y mi hija decidió volver a casa. Muy bien, pero que conmigo no cuente. Por eso si mi hija no quiere a la niña, yo tampoco, así que lo mejor es que demos a Brenda en adopción.


 Bajando Nathan en ese preciso instante para prepararle un biberón a su hija, pudo escuchar esa última frase que se había pronunciado. Quedándose quieto, Nathan permaneció en silencio observando lo que decían Fiona y compañía.
- No puede estar hablando en serio, ¿y cuándo le iban a decir al padre lo que pensaban hacer?
- Ese hombre no está en sus cabales como para entenderlo, así que…
- ¡Pero es su padre! Os guste o no, Nathan es el padre de Brenda y tiene todo el derecho sobre Brenda.


 Subiendo el tono de la discusión, aquella situación estaba a punto de saltar por los aires mientras que Nathan permanecía en silencio.
- ¡Ese hombre no va a venir ahora a cambiarnos nuestros planes! Esa niña es un maldito error que nunca debió nacer. La tonta de mi hija se creyó que viviría un cuento de hadas con ese malnacido pero no, en cuanto descubrió lo que ocurría dejó de querer a esa niña pero ya era demasiado tarde para abortar.
- Un momento, ¿puedo hablar?-logró decir Nathan en un momento de silencio que se creó en la conversación-.
- ¡Cállate!-le gritó la madre de Sandra-.


 Gritando aún más fuerte, aquella mujer comenzó a echarlos de casa.
- ¡Aquí nadie va a venir a cambiarnos nuestros planes! Esa niña es nuestra y de nadie más, así que nosotras decidimos por ella y punto. Ahora quiero que se vayan de aquí y no vuelvan nunca más. Hemos tenido suficiente paciencia con vosotros.
- ¡NO!-gritó Nathan con voz potente-.


 Ambas mujeres miraron con asombro a Nathan, a quien se le veía bastante enfadado.
- De aquí no se va nadie porque a mí no me da la gana,-ordenó Nathan-.
- ¡Esta es mi casa!-dijo la señora-.
- ¡Y esa de ahí arriba es mi hija y usted está hablando de ella como si fuera un florero! Les guste o no, soy el padre biológico de la pequeña y tengo todo el derecho al igual que su hija. El mismo a partes iguales según tengo entendido, así que si su hija no quiere a la niña me parece muy bien, pero yo sí la quiero y antes de que la deis en adopción yo me la llevo a mi casa.
- ¡De eso nada!


 Aquella mujer protestaba, pero Nathan se había hartado y sacó el carácter que siempre había tenido en su interior y que le caracterizaba antes del accidente.
- ¡Usted se va a callar esa puta boca de zorra que tiene si no quiere que me líe a destrozarle la casa! Me he cansado de escucharla a usted, de venir a la casa y no verla nunca ocupándose de su nieta, de nunca ver a su hija cuando vengo, de que siempre hubiera alguna excusa nueva, de que mi hija no pare de llorar salvo cuando yo llego… ¿Qué clase de madre es usted? Yo podré haberme quedado tonto por culpa del accidente, podré parecerle el tío más subnormal del mundo, pero este subnormal de aquí quiere a Brenda como nunca a nadie ha querido y si usted se empeña en darla en adopción, yo me llevaré a la niña muy lejos de aquí a un sitio donde nadie nos encontrará nunca.


 La madre de Sandra estaba muy molesta, pero no pronunció palabra justo cuando Sandra entró en el salón, quien había escuchado toda la conversación desde la puerta de entrada.
- ¿Qué está pasando aquí mamá?
- Este… impresentable ha dicho que se va a llevar a la niña antes de que la demos en adopción, ¿te puedes creer? Un medio lelo con dos neuronas cuidando a un bebé cuando a él todavía le siguen limpiando el culo después de cagar.
- Cierre el pico y váyase a la mierda, ¿quiere?-dijo Nathan-.
- ¡Parad ya los dos!-gritó Sandra-. Mamá, sube arriba y déjame hablar con Nathan a solas.
- Hija, no creo que sea buena idea.
- ¡Que me dejes hablar con él he dicho!
- Yo será mejor que vaya a ver a la pequeña,-dijo Fiona comenzando a subir las escaleras-.


 En cuanto Sandra y Nathan se quedaron a solas, éste la sonrió.
- Me alegra verte. Hacía meses que no te veía.
- Trabajo mucho. Por culpa de… la niña… tuve que dejar mis estudios para mantenerla pero aún así me cuesta llegar a fin de mes. Mi madre no me ayuda y mi padre dejó de escribirme hace meses, así que estoy sola en esto.
- ¿Es cierto eso de que queréis dar a Brenda en adopción?
- Sí,-contestó sin titubeos-.


 La expresión de Nathan se endureció y comenzó a mirar a Sandra con ojos acusadores.
- ¿Y de verdad me creíais tan tonto como para no luchar por mi hija cuando me enterara de que la habíais dado en adopción?
- Pues… después del accidente y del estado en el que quedaste pues yo… pensé que no serías consciente de nada, la verdad.
- Entonces siento decirte que la tonta eres tú, no yo. Cuando tuve el accidente, la primera en quitarse de en medio fuiste tú echando la excusa de que tenías que cuidar a la niña cuando todo era mentira.
- Cuidar a una hija te quita mucho tiempo y yo no podía estar contigo y con la niña a la vez.
- ¡Mentira! Huiste, me abandonaste cuando más apoyo necesitaba. Si no llega a ser por Emma ahora mismo estaría internado en un centro. Pero ya me ves, aquí estoy recuperándome ante la sorpresa de los propios médicos y en mis cabales puedo decir que quiero a Brenda conmigo y me la voy a llevar a mi casa te guste o no, ¿te enteras? Ya si la quieres venir a visitar es cosa tuya, no mía. Pero esa es mi última palabra y aquí se acaba esta absurda discusión.


 Dando media vuelta, Nathan preparó un biberón ante la atenta mirada de Sandra. Subiendo hasta la habitación donde se encontraba Brenda, Nathan sentía que su corazón se le iba a salir del pecho. Estaba experimentando una sensación extraña, ya que su cabeza le decía que se tomase las cosas con más calma, pero en plena discusión quien habló por él fue su corazón, sus sentimientos más puros y, tal y como había terminado la conversación, no se arrepentía de nada en absoluto.


 Cogiendo las cosas de Brenda, Fiona y Nathan la cargaron en el coche y se fueron juntos hacia la casa. Colocando la cuna frente a la cama de matrimonio, metieron a Brenda con sumo cuidado para no despertarla, ya que durante el trayecto en coche se había quedado dormida.


 Abrazándose a él, Fiona respiraba aliviada tras haber terminado con ese calvario.
- Al fin estamos en casa.
- Sí Fiona, por fin.
- Si te digo la verdad, he pasado miedo. No me esperaba que reaccionaras de esa forma.
- Yo tampoco me he reconocido a mí mismo. Sentí como si un fantasma del pasado se adueñara de mí y hablara a través de mi boca. Ha sido todo muy extraño, pero no me arrepiento.
- Nathan, has demostrado tu valía y sé que te convertirás en un gran padre y juntos seremos una gran familia.
- Brenda, tú y yo.
- Nosotros tres y… el que viene en camino,-sentenció Fiona-.


 Separándose de ella como si se tratara de un resorte, a Nathan apenas le salían las palabras.
- ¿Estás… embarazada?
- Sí, estoy de tres semanas.
- Pero… ¡Eso es magnífico!
- Es un milagro Nathan. Creí que por mi edad habría comenzado a tener ciertos desarreglos con el periodo, pero al final no fue eso.
- ¿Y qué te hizo darte cuenta de que estabas embarazada?
- Unas repentinas náuseas matutinas.
- Ah, ¿por eso te levantaste tan rápido la otra mañana y fuiste al baño?


 Desde la discusión, entre Barry y Emma no había intercambio de palabras alguno, ya que si ella pasaba por delante de la casa, agachaba la cabeza y no lo saludaba, actitud que se había vuelto normal dado que Horacio tampoco le dirigía la palabra tras su ruptura con Estela, quien también se había enfadado con Barry por no contarle lo que hacía su novio aún estando en conocimiento de ello. Pero por otra parte, la discusión con Emma le había hecho pensar que tal vez ella había actuado así por celos, porque se había creído que tenía una relación con Estela y le habían, por decirlo de alguna forma, quitado el puesto.


 Saliendo de la piscina al escuchar ruido, Barry pudo comprobar que Emma estaba tomando el sol en la tumbona. Alzando su mano para saludarla, no recibió respuesta.


 Echándole valor, Barry se acercó y se colocó frente a Emma.
- Buenos días Emma, bonita mañana para darse un buen chapuzón, ¿no?-dijo sin obtener respuesta-. En fin, como no dices nada, no creo que te importe que me tumbe a tu lado.


 Y sin esperar contestación de ningún tipo, Barry se sentó en la tumbona junto a Emma mientras pensaba en los motivos del silencio de Emma.


 Mirándola en un par de ocasiones, se dio cuenta de que Emma se mantenía inmóvil, así que Barry se puso a imitarla descaradamente.
- Mira Emma, ¿quién soy? A ver si lo adivinas…


 Provocando una furtiva mirada hacia Barry, Emma suspiró y se levantó rápidamente de la tumbona.
- Encima se permite el lujo de reírse de mí,-comentó en voz alta mientras se alejaba de Barry-.
- Emma espera. Hablemos un momento.
- ¿No te has reído de mí lo suficiente? ¿Es que quieres más?


 Y pegando un brinco, Barry agarró el brazo femenino y unió su boca a la de Emma durante unos segundos que les parecieron eternos.
- ¿Es que no te das cuenta de que lo único que quiero es a ti, Emma?


CONTINUARÁ…

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