-
Fiona, despierta cariño, que es hora de irse.
Levantándose, Fiona sonrió y le dio los buenos días.
-
¿Has podido dormir algo Nathan? No has parado de dar vueltas durante
toda la noche.
- Lo
siento mi amor, pero es que estaba nervioso por la niña. Venga,
vístete y nos vamos porfa.
Arreglándose en un santiamén, Fiona y Nathan pusieron rumbo a la
casa de Sandra y nada más llegar, Nathan llamó impetuoso a la
puerta.
Después de que la madre de Sandra les abriese la puerta, Nathan la
saludó rápidamente y subió los escalones de dos en dos.
-
Vamos Fiona, ven conmigo.
-
Espera Nathan cariño, que me llevas con la lengua fuera toda la
mañana.
Entrando en la habitación de Brenda, Nathan fue despacio hasta su
hija y con mucha suavidad, la agarró y la colocó en sus brazos.
-
Buenos días mi vida. ¿Cómo está la bebé más bonita del planeta?
Llevándola hacia su hombro, Nathan comenzó a acunarla mientras
tarareaba una canción de cuna ante la atenta mirada de Fiona, quien
sentía cómo su corazón se conmovía al ver semejante escena tan
bonita.
Dejando a padre e hija solos, Fiona bajó al salón donde se encontró
bailando a la madre de Sandra.
-
¿Qué tal está señora?
-
Muy bien, ¿y usted? ¿Dónde está Nathan?
-
Arriba con la pequeña.
-
¿Va a dejar a ese loco solo con mi nieta?
Sintiéndose atacada, Fiona no pudo evitar salir en defensa de
Nathan.
-
¡Nathan no es ningún loco!
- No
claro, por eso se comporta como si fuera un chiquillo.
-
¡Tuvo un accidente! Pero ya está plenamente recuperado y, para
nuestra sorpresa, su mejoría está siendo más que satisfactoria.
-
¡Ese hombre no está cualificado para cuidar a nadie! ¡Está para
que lo encierren y le cuiden a él! ¿Aún se le cae la baba mientras
mira la televisión?
Por su parte, Nathan acurrucaba a su hija mientras escuchaba voces
que provenían del piso inferior.
-
Shh, ya está Brenda cariño. Ya pasó. Aquí está papá para
ayudarte a dormir.
Mientras tanto, en el salón Fiona creía haber escuchado mal a
aquella señora.
-
Perdón pero creo que no la he escuchado con claridad, ¿ha dicho que
van a dar a su nieta en adopción?
-
¡Sí! No hay noche que no llore, que no nos deje dormir del tirón,
que no vomite con el biberón porque mi hija no ha querido darle el
pecho.
-
¿Sandra no ha querido darle de mamar a su hija?
- No
porque dice que haciendo eso se le caen los pechos más pronto y que
es muy joven para tener las tetas caídas.
-
Menuda cantidad de sandeces estoy escuchando.
Y como si le diera completamente igual, aquella mujer siguió dándole
razones a Fiona sobre la idea de dar en adopción a su nieta.
-
Además, mi hija tiene toda la vida por delante y con esa niña va a
ver interrumpida su crecimiento natural.
- ¿Y
esto lo sabe su hija?
-
¡Fue ella la que me dijo de darla en adopción! No soporta a la
niña, dice que ella sola no puede sacarla adelante y que se le está
haciendo demasiado cuesta arriba.
- ¿Y
por qué no la ayuda usted? Al fin y al cabo es su abuela.
-
¡¿Yo?! Ni hablar, eso fue decisión de ella y allá que se las
arregle. Yo se lo dejé bien clarito, que cuando tuviera a la niña
se iría a vivir con Nathan, pero tuvo el accidente y mi hija decidió
volver a casa. Muy bien, pero que conmigo no cuente. Por eso si mi
hija no quiere a la niña, yo tampoco, así que lo mejor es que demos
a Brenda en adopción.
Bajando Nathan en ese preciso instante para prepararle un biberón a
su hija, pudo escuchar esa última frase que se había pronunciado.
Quedándose quieto, Nathan permaneció en silencio observando lo que
decían Fiona y compañía.
- No
puede estar hablando en serio, ¿y cuándo le iban a decir al padre
lo que pensaban hacer?
-
Ese hombre no está en sus cabales como para entenderlo, así que…
-
¡Pero es su padre! Os guste o no, Nathan es el padre de Brenda y
tiene todo el derecho sobre Brenda.
Subiendo el tono de la discusión, aquella situación estaba a punto
de saltar por los aires mientras que Nathan permanecía en silencio.
-
¡Ese hombre no va a venir ahora a cambiarnos nuestros planes! Esa
niña es un maldito error que nunca debió nacer. La tonta de mi hija
se creyó que viviría un cuento de hadas con ese malnacido pero no,
en cuanto descubrió lo que ocurría dejó de querer a esa niña pero
ya era demasiado tarde para abortar.
- Un
momento, ¿puedo hablar?-logró decir Nathan en un momento de
silencio que se creó en la conversación-.
-
¡Cállate!-le gritó la madre de Sandra-.
Gritando aún más fuerte, aquella mujer comenzó a echarlos de casa.
-
¡Aquí nadie va a venir a cambiarnos nuestros planes! Esa niña es
nuestra y de nadie más, así que nosotras decidimos por ella y
punto. Ahora quiero que se vayan de aquí y no vuelvan nunca más.
Hemos tenido suficiente paciencia con vosotros.
-
¡NO!-gritó Nathan con voz potente-.
Ambas mujeres miraron con asombro a Nathan, a quien se le veía
bastante enfadado.
- De
aquí no se va nadie porque a mí no me da la gana,-ordenó Nathan-.
-
¡Esta es mi casa!-dijo la señora-.
- ¡Y
esa de ahí arriba es mi hija y usted está hablando de ella como si
fuera un florero! Les guste o no, soy el padre biológico de la
pequeña y tengo todo el derecho al igual que su hija. El mismo a
partes iguales según tengo entendido, así que si su hija no quiere
a la niña me parece muy bien, pero yo sí la quiero y antes de que
la deis en adopción yo me la llevo a mi casa.
-
¡De eso nada!
Aquella mujer protestaba, pero Nathan se había hartado y sacó el
carácter que siempre había tenido en su interior y que le
caracterizaba antes del accidente.
-
¡Usted se va a callar esa puta boca de zorra que tiene si no quiere
que me líe a destrozarle la casa! Me he cansado de escucharla a
usted, de venir a la casa y no verla nunca ocupándose de su nieta,
de nunca ver a su hija cuando vengo, de que siempre hubiera alguna
excusa nueva, de que mi hija no pare de llorar salvo cuando yo llego…
¿Qué clase de madre es usted? Yo podré haberme quedado tonto por
culpa del accidente, podré parecerle el tío más subnormal del
mundo, pero este subnormal de aquí quiere a Brenda como nunca a
nadie ha querido y si usted se empeña en darla en adopción, yo me
llevaré a la niña muy lejos de aquí a un sitio donde nadie nos
encontrará nunca.
La madre de Sandra estaba muy molesta, pero no pronunció palabra
justo cuando Sandra entró en el salón, quien había escuchado toda
la conversación desde la puerta de entrada.
-
¿Qué está pasando aquí mamá?
-
Este… impresentable ha dicho que se va a llevar a la niña antes de
que la demos en adopción, ¿te puedes creer? Un medio lelo con dos
neuronas cuidando a un bebé cuando a él todavía le siguen
limpiando el culo después de cagar.
-
Cierre el pico y váyase a la mierda, ¿quiere?-dijo Nathan-.
-
¡Parad ya los dos!-gritó Sandra-. Mamá, sube arriba y déjame
hablar con Nathan a solas.
-
Hija, no creo que sea buena idea.
-
¡Que me dejes hablar con él he dicho!
- Yo
será mejor que vaya a ver a la pequeña,-dijo Fiona comenzando a
subir las escaleras-.
En cuanto Sandra y Nathan se quedaron a solas, éste la sonrió.
- Me
alegra verte. Hacía meses que no te veía.
-
Trabajo mucho. Por culpa de… la niña… tuve que dejar mis
estudios para mantenerla pero aún así me cuesta llegar a fin de
mes. Mi madre no me ayuda y mi padre dejó de escribirme hace meses,
así que estoy sola en esto.
-
¿Es cierto eso de que queréis dar a Brenda en adopción?
-
Sí,-contestó sin titubeos-.
La expresión de Nathan se endureció y comenzó a mirar a Sandra con
ojos acusadores.
- ¿Y
de verdad me creíais tan tonto como para no luchar por mi hija
cuando me enterara de que la habíais dado en adopción?
-
Pues… después del accidente y del estado en el que quedaste pues
yo… pensé que no serías consciente de nada, la verdad.
-
Entonces siento decirte que la tonta eres tú, no yo. Cuando tuve el
accidente, la primera en quitarse de en medio fuiste tú echando la
excusa de que tenías que cuidar a la niña cuando todo era mentira.
-
Cuidar a una hija te quita mucho tiempo y yo no podía estar contigo
y con la niña a la vez.
-
¡Mentira! Huiste, me abandonaste cuando más apoyo necesitaba. Si no
llega a ser por Emma ahora mismo estaría internado en un centro.
Pero ya me ves, aquí estoy recuperándome ante la sorpresa de los
propios médicos y en mis cabales puedo decir que quiero a Brenda
conmigo y me la voy a llevar a mi casa te guste o no, ¿te enteras?
Ya si la quieres venir a visitar es cosa tuya, no mía. Pero esa es
mi última palabra y aquí se acaba esta absurda discusión.
Dando media vuelta, Nathan preparó un biberón ante la atenta mirada
de Sandra. Subiendo hasta la habitación donde se encontraba Brenda,
Nathan sentía que su corazón se le iba a salir del pecho. Estaba
experimentando una sensación extraña, ya que su cabeza le decía
que se tomase las cosas con más calma, pero en plena discusión
quien habló por él fue su corazón, sus sentimientos más puros y,
tal y como había terminado la conversación, no se arrepentía de
nada en absoluto.
Cogiendo las cosas de Brenda, Fiona y Nathan la cargaron en el coche
y se fueron juntos hacia la casa. Colocando la cuna frente a la cama
de matrimonio, metieron a Brenda con sumo cuidado para no
despertarla, ya que durante el trayecto en coche se había quedado
dormida.
Abrazándose a él, Fiona respiraba aliviada tras haber terminado con
ese calvario.
- Al
fin estamos en casa.
- Sí
Fiona, por fin.
- Si
te digo la verdad, he pasado miedo. No me esperaba que reaccionaras
de esa forma.
- Yo
tampoco me he reconocido a mí mismo. Sentí como si un fantasma del
pasado se adueñara de mí y hablara a través de mi boca. Ha sido
todo muy extraño, pero no me arrepiento.
-
Nathan, has demostrado tu valía y sé que te convertirás en un gran
padre y juntos seremos una gran familia.
-
Brenda, tú y yo.
-
Nosotros tres y… el que viene en camino,-sentenció Fiona-.
Separándose de ella como si se tratara de un resorte, a Nathan
apenas le salían las palabras.
-
¿Estás… embarazada?
-
Sí, estoy de tres semanas.
-
Pero… ¡Eso es magnífico!
- Es
un milagro Nathan. Creí que por mi edad habría comenzado a tener
ciertos desarreglos con el periodo, pero al final no fue eso.
- ¿Y
qué te hizo darte cuenta de que estabas embarazada?
-
Unas repentinas náuseas matutinas.
-
Ah, ¿por eso te levantaste tan rápido la otra mañana y fuiste al
baño?
Desde la discusión, entre Barry y Emma no había intercambio de
palabras alguno, ya que si ella pasaba por delante de la casa,
agachaba la cabeza y no lo saludaba, actitud que se había vuelto
normal dado que Horacio tampoco le dirigía la palabra tras su
ruptura con Estela, quien también se había enfadado con Barry por
no contarle lo que hacía su novio aún estando en conocimiento de
ello. Pero por otra parte, la discusión con Emma le había hecho
pensar que tal vez ella había actuado así por celos, porque se
había creído que tenía una relación con Estela y le habían, por
decirlo de alguna forma, quitado el puesto.
Saliendo de la piscina al escuchar ruido, Barry pudo comprobar que
Emma estaba tomando el sol en la tumbona. Alzando su mano para
saludarla, no recibió respuesta.
Echándole valor, Barry se acercó y se colocó frente a Emma.
-
Buenos días Emma, bonita mañana para darse un buen chapuzón,
¿no?-dijo sin obtener respuesta-. En fin, como no dices nada, no
creo que te importe que me tumbe a tu lado.
Y sin esperar contestación
de ningún tipo, Barry se sentó en la tumbona junto a Emma mientras
pensaba en los motivos del silencio de Emma.
Mirándola en un par de ocasiones, se dio cuenta de que Emma se
mantenía inmóvil, así que Barry se puso a imitarla descaradamente.
-
Mira Emma, ¿quién soy? A ver si lo adivinas…
Provocando una furtiva mirada hacia Barry, Emma suspiró y se levantó
rápidamente de la tumbona.
-
Encima se permite el lujo de reírse de mí,-comentó en voz alta
mientras se alejaba de Barry-.
-
Emma espera. Hablemos un momento.
-
¿No te has reído de mí lo suficiente? ¿Es que quieres más?
Y pegando un brinco, Barry agarró el brazo femenino y unió su boca
a la de Emma durante unos segundos que les parecieron eternos.
-
¿Es que no te das cuenta de que lo único que quiero es a ti, Emma?
CONTINUARÁ…
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