viernes, 24 de abril de 2020

Capítulo 3 || The Mirror

Cuando Hugo escuchaba a sus padres discutir y gritarse el uno al otro se metía en su cuarto y se ponía a jugar al ordenador. Era su forma de distraerse y olvidarse de la dura realidad que le estaba tocando vivir.


 A todo esto, su madre se había acercado hasta la puerta del gimnasio del barrio. Odiaba darle la razón a Ricardo, pero ella misma sabía que había engordado y era muy joven como para tener esos kilos encima.  


 Entrando en el gimnasio, se dirigió al muchacho que estaba en el mostrador. En cuanto lo vio, grande y fuerte, sonrió como una tonta. Menudo cuerpazo tenía aquel tipo…
- Buenos días.
- ¡Buenos días! Dígame.
- Verás, estaba paseando por aquí y me gustaría saber los precios que hay.


 El muchacho, sonriendo iba a comenzar a explicarle los precios pero se paró y le hizo una pregunta a Mercedes.
- Muy bien, pues tenemos varias tarifas dependiendo de las necesidades de cada persona. ¿Usted qué idea tiene?
- Me gustaría bajar los kilos que he cogido y ponerme en forma, ¿qué me recomienda?
- Genial, entonces lo que le vendría mejor sería contratar la tarifa “Xpert”. En esta tarifa va incluido la sala de cardio, la sala de pesas, la piscina y por supuesto, acceso a los vestuarios con una taquilla para usted.


 A Mercedes le sorprendió la tarifa y la gran calidad-precio, además de averiguar que aquel gimnasio tenía piscina.
- Pues me parece genial. Creo que me apuntaré…
- Si lo desea, pase a ver el gimnasio antes de apuntarse por si algo no le gusta o no es de su agrado.
- Claro, por supuesto.
- Venga por aquí.
- Por cierto, ¿cómo se llama? Que no le he preguntado su nombre.
- Me llamo Fede.
- Yo Mercedes, encantada.


 Abriendo las puertas, Fede comenzó a explicarle las máquinas muy por encima y qué músculos trabajaba cada una.


 Mercedes estaba contenta por cómo se veía el gimnasio, pero lo que más le entusiasmaba era de que a partir de ese día vería habitualmente a Fede.
- ¿Qué te parece el gimnasio?
- Está genial. Y oye, ¿aquí hay entrenadores personales o algo así? Es que no tengo ni idea de entrenar y no quiero hacerme daño.


 Apartándose un poco de la puerta para dejar paso, Fede comenzó a explicarle a Mercedes todo el tema del entrenamiento personal.
- Claro, yo mismo soy entrenador personal. Te podría hacer la rutina alimenticia y de ejercicio aquí en el gimnasio, aparte de un seguimiento personalizado revisando los resultados semanalmente, si quieres. Eso sí, eso subiría un poco más el precio que te he dicho antes.
- No me importa. Quiero ponerme en forma rápido y me da igual el precio.


 Sonriendo, Fede le contestó a Mercedes.
- Bueno, esto no es cosa de un par de semanas o un mes, sino que los resultados comenzarán a verse con el paso del tiempo y tras mucho esfuerzo y dedicación diaria. Te lo puedo asegurar que llevo entrenando más de 8 años.
- Imagino que mantener un cuerpo así debe ser complicado.
- Lo es, pero es satisfactorio cuando ves los resultados.


 Tras hacerse la ficha y explicarle el funcionamiento de los vestuarios y la taquilla, Mercedes volvió a casa y vio a Esther viendo la tele.
- Buenas, ¿y Hugo?
- Está en su cuarto jugando al ordenador.
- Muy bien, ¿y el estúpido de mi marido?
- Está arriba…
- Genial.


 Subiendo rápidamente, Mercedes se encontró con Ricardo en calzoncillos y, mirándolo de arriba abajo, le preguntó.
- ¿Qué haces en ropa interior?
¿Qué pasa? ¿No puedo estar así en mi propia casa?
- No si está la niñera en la casa.
- Mercedes, que estoy en nuestro dormitorio y en calzoncillos, no desnudo paseándome por toda la casa. ¿A qué has venido? ¿A discutir otra vez? Mira que no tengo ganas…
- No, vengo a decirte que me he apuntado al gimnasio y que de aquí a nada me voy a poner tan buena que no te lo vas ni a creer.
- ¿Ves como tú misma te has dado cuenta de que te has puesto gorda? ¡Si al final me tienes que dar la razón!


 Mercedes creía que diciéndole eso provocaría a su marido pero lo que sacó de él fue darle la razón. Qué rabia más grande le tenía en ese momento.


 Al día siguiente, Hugo y Ricardo estaban en la cocina sentados esperando a que Esther hiciese el desayuno mientras charlaban.
- ¿Cómo van las clases?
- Muy bien papá. He aprobado todos los exámenes que me han puesto este trimestre.
- Genial hijo, estoy muy orgulloso de ti.


  Entrando en la cocina, Mercedes justo fue a saludar cuando Esther comenzó a hablar.
- Primero el desayuno para el príncipe de la casa y luego será el turno del rey.
- ¿Rey?-pensó Mercedes dando un paso atrás y marchándose antes de ser vista-.


 Llegando al gimnasio, Mercedes iba pensativa hasta que entró y vio a Fede. Todos los malos pensamientos que tenía se le fueron en cuanto pudo contemplarlo.
- Buenos días Fede.
- ¡Buenos días Merche! ¿Te importa que te llame así?
- No, para nada. Es raro porque sólo así me llamaba mi padre.
- Pues yo te llamaré así a partir de ahora. ¿Estás preparada?


 Pasando a la sala, Mercedes se subió a la cinta ante la atenta mirada de Fede, que comenzó dándole indicaciones.
- Comienza con un paso normal y dentro de un par de minutos le incrementas la velocidad hasta los 7 km/h y te mantienes estable ahí durante 15 o 20 minutos. Vamos a probar la resistencia que tienes…


 Tras 45 minutos de cardio, Fede la llevó a las máquinas para hacer unos pocos de ejercicios de mantenimiento y para que fuera ganando en masa muscular conforme iba perdiendo peso.
- Eso es, la espalda completamente pegada atrás y lo único que debes mover son los brazos. Tira de los codos hacia el centro y vas a notar mucha más presión en el pecho.
- Uf, sí…
- ¿Lo ves? ¡Sigue así!


 Fede no era ciego y vio desde un primer momento la belleza de Merche, tal y como la llamaba él. Si le hacía caso y seguía sus entrenamientos, por la fisionomía que ella tenía estaba seguro de que se quedaría con un cuerpo precioso.


 Así fueron pasando los días y con ellos las semanas hasta que, tras cinco meses, los resultados en Mercedes eran más que notorios. La gente le preguntaba qué clase de dieta seguía, cómo lo había conseguido en tan poco tiempo… Y todo era gracias al entrenamiento exhaustivo de Fede.
- Eso es, sigue así. Que sufran los cuádriceps, que se te están poniendo unas piernas preciosas.


 Terminando ese ejercicio, Mercedes se levantó agitando sus piernas al sentir un gran calor en ellas.
- Uh, ha sido fuerte ese ejercicio Fede. Me vas a matar un día…
- Anda ya y no te quejes, que luego bien que te gusta que te de caña, ¿eh?
- Pues sí, para qué te voy a engañar jajaja. Bueno, ¿qué es lo siguiente que tengo que hacer?
- Ya un ratito de piscina y para casa. Hay que relajar los músculos.


 Quedándose pensativa, Mercedes lanzó una propuesta al aire.
- ¿Y por qué no te metes en la piscina conmigo? Quiero decir, siempre que hemos bajado te has quedado fuera. ¿Por qué no te metes y me ayudas desde dentro?
- Venga vale, así nado un poco que siempre es bueno darle un toque a las dorsales.


 Bajando juntos a la planta de abajo, cada uno se fue hacia su vestuario a cambiarse justo cuando Mercedes se paró y miró hacia Fede. Algo estaba tramando…


 Abriendo levemente la puerta, Mercedes comenzó a espiar a Fede y pudo verlo cambiarse y colocarse el bañador mientras que comenzaba a notar cómo su cuerpo temblaba y no era por el ejercicio. Qué bueno estaba y qué ganas le tenía…  


 Yéndose de ahí para cambiarse, Mercedes cerró la puerta sin saber que Fede había visto su reflejo a través del espejo. Desde un principio se fijó en ella y siempre supo ver su potencial, pero ahora que estaba tal y como quería, había un gusanillo que tenía dentro que le picaba cada vez más fuerte.


 Saliendo del vestuario, Fede se encontró a Mercedes saliendo a la misma vez y, cuando la vio con ese biquini, se paró en seco.
- Me cago en la leche, Merche.
- ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No te gusta mi biquini nuevo?
- Joder, qué puto cuerpazo se te ha quedado.
- Y todo gracias a ti…
- Bueno, yo sólo te he indicado el camino. Todo el trabajo duro y el esfuerzo lo has hecho tú.


 Metiéndose en la piscina de cabeza saltando desde el trampolín, Fede se lució como nunca antes lo había hecho frente a los ojos de Mercedes. No sabía por qué actuaba así, pero ese día había algo en su interior que le decía que todo era diferente.


 Echando su imaginación a volar, Fede comenzó a sentir los efectos de sus pensamientos en su entrepierna y mirando a Mercedes, suspiró queriendo que aquello que pensaba se hiciese realidad.


 Mercedes no paraba quieta en el agua. Se sentía como una adolescente que acababa de hacer una trastada espiando a Fede hacía unos minutos, pero en ese momento se sentía más viva que nunca.  


 Mirando a Fede en un momento, coincidió con su mirada e instintivamente se acercaron. Ambos estaban en silencio, pero sus ojos no paraban de hablar. Justo cuando Fede parecía que iba a hacerlo, Mercedes le puso un dedo en la boca para que no dijese nada.


 Y sin pensárselo dos veces, Mercedes buceó y bajó el bañador de Fede metiéndose su ya duro miembro en la boca.  


CONTINUARÁ…

No hay comentarios:

Publicar un comentario