A todo esto, su madre se había acercado hasta la puerta del gimnasio
del barrio. Odiaba darle la razón a Ricardo, pero ella misma sabía
que había engordado y era muy joven como para tener esos kilos
encima.
Entrando en el gimnasio, se dirigió al muchacho que estaba en el
mostrador. En cuanto lo vio, grande y fuerte, sonrió como una tonta.
Menudo cuerpazo tenía aquel tipo…
-
Buenos días.
-
¡Buenos días! Dígame.
-
Verás, estaba paseando por aquí y me gustaría saber los precios
que hay.
El muchacho, sonriendo iba a comenzar a explicarle los precios pero
se paró y le hizo una pregunta a Mercedes.
-
Muy bien, pues tenemos varias tarifas dependiendo de las necesidades
de cada persona. ¿Usted qué idea tiene?
- Me
gustaría bajar los kilos que he cogido y ponerme en forma, ¿qué me
recomienda?
-
Genial, entonces lo que le vendría mejor sería contratar la tarifa
“Xpert”. En esta tarifa va incluido la sala de cardio, la sala de
pesas, la piscina y por supuesto, acceso a los vestuarios con una
taquilla para usted.
A Mercedes le sorprendió la tarifa y la gran calidad-precio, además
de averiguar que aquel gimnasio tenía piscina.
-
Pues me parece genial. Creo que me apuntaré…
- Si
lo desea, pase a ver el gimnasio antes de apuntarse por si algo no le
gusta o no es de su agrado.
-
Claro, por supuesto.
-
Venga por aquí.
-
Por cierto, ¿cómo se llama? Que no le he preguntado su nombre.
- Me
llamo Fede.
- Yo
Mercedes, encantada.
Abriendo las puertas, Fede comenzó a explicarle las máquinas muy
por encima y qué músculos trabajaba cada una.
Mercedes estaba contenta por cómo se veía el gimnasio, pero lo que
más le entusiasmaba era de que a partir de ese día vería
habitualmente a Fede.
-
¿Qué te parece el gimnasio?
-
Está genial. Y oye, ¿aquí hay entrenadores personales o algo así?
Es que no tengo ni idea de entrenar y no quiero hacerme daño.
Apartándose un poco de la puerta para dejar paso, Fede comenzó a
explicarle a Mercedes todo el tema del entrenamiento personal.
-
Claro, yo mismo soy entrenador personal. Te podría hacer la rutina
alimenticia y de ejercicio aquí en el gimnasio, aparte de un
seguimiento personalizado revisando los resultados semanalmente, si
quieres. Eso sí, eso subiría un poco más el precio que te he dicho
antes.
- No
me importa. Quiero ponerme en forma rápido y me da igual el precio.
Sonriendo, Fede le contestó a Mercedes.
-
Bueno, esto no es cosa de un par de semanas o un mes, sino que los
resultados comenzarán a verse con el paso del tiempo y tras mucho
esfuerzo y dedicación diaria. Te lo puedo asegurar que llevo
entrenando más de 8 años.
-
Imagino que mantener un cuerpo así debe ser complicado.
- Lo
es, pero es satisfactorio cuando ves los resultados.
Tras hacerse la ficha y explicarle el funcionamiento de los
vestuarios y la taquilla, Mercedes volvió a casa y vio a Esther
viendo la tele.
-
Buenas, ¿y Hugo?
-
Está en su cuarto jugando al ordenador.
-
Muy bien, ¿y el estúpido de mi marido?
-
Está arriba…
-
Genial.
Subiendo rápidamente, Mercedes se encontró con Ricardo en
calzoncillos y, mirándolo de arriba abajo, le preguntó.
-
¿Qué haces en ropa interior?
¿Qué
pasa? ¿No puedo estar así en mi propia casa?
- No
si está la niñera en la casa.
-
Mercedes, que estoy en nuestro dormitorio y en calzoncillos, no
desnudo paseándome por toda la casa. ¿A qué has venido? ¿A
discutir otra vez? Mira que no tengo ganas…
-
No, vengo a decirte que me he apuntado al gimnasio y que de aquí a
nada me voy a poner tan buena que no te lo vas ni a creer.
-
¿Ves como tú misma te has dado cuenta de que te has puesto gorda?
¡Si al final me tienes que dar la razón!
Mercedes creía que diciéndole eso provocaría a su marido pero lo
que sacó de él fue darle la razón. Qué rabia más grande le tenía
en ese momento.
Al día siguiente, Hugo y Ricardo estaban en la cocina sentados
esperando a que Esther hiciese el desayuno mientras charlaban.
-
¿Cómo van las clases?
-
Muy bien papá. He aprobado todos los exámenes que me han puesto
este trimestre.
-
Genial hijo, estoy muy orgulloso de ti.
Entrando en la cocina, Mercedes justo fue a saludar cuando Esther
comenzó a hablar.
-
Primero el desayuno para el príncipe de la casa y luego será el
turno del rey.
-
¿Rey?-pensó Mercedes dando un paso atrás y marchándose antes de
ser vista-.
Llegando al gimnasio, Mercedes iba pensativa hasta que entró y vio a
Fede. Todos los malos pensamientos que tenía se le fueron en cuanto
pudo contemplarlo.
-
Buenos días Fede.
-
¡Buenos días Merche! ¿Te importa que te llame así?
-
No, para nada. Es raro porque sólo así me llamaba mi padre.
-
Pues yo te llamaré así a partir de ahora. ¿Estás preparada?
Pasando a la sala, Mercedes se subió a la cinta ante la atenta
mirada de Fede, que comenzó dándole indicaciones.
-
Comienza con un paso normal y dentro de un par de minutos le
incrementas la velocidad hasta los 7 km/h y te mantienes estable ahí
durante 15 o 20 minutos. Vamos a probar la resistencia que tienes…
Tras 45 minutos de cardio, Fede la llevó a las máquinas para hacer
unos pocos de ejercicios de mantenimiento y para que fuera ganando en
masa muscular conforme iba perdiendo peso.
-
Eso es, la espalda completamente pegada atrás y lo único que debes
mover son los brazos. Tira de los codos hacia el centro y vas a notar
mucha más presión en el pecho.
-
Uf, sí…
-
¿Lo ves? ¡Sigue así!
Fede no era ciego y vio desde un primer momento la belleza de Merche,
tal y como la llamaba él. Si le hacía caso y seguía sus
entrenamientos, por la fisionomía que ella tenía estaba seguro de
que se quedaría con un cuerpo precioso.
Así fueron pasando los días y con ellos las semanas hasta que, tras
cinco meses, los resultados en Mercedes eran más que notorios. La
gente le preguntaba qué clase de dieta seguía, cómo lo había
conseguido en tan poco tiempo… Y todo era gracias al entrenamiento
exhaustivo de Fede.
-
Eso es, sigue así. Que sufran los cuádriceps, que se te están
poniendo unas piernas preciosas.
Terminando ese ejercicio, Mercedes se levantó agitando sus piernas
al sentir un gran calor en ellas.
-
Uh, ha sido fuerte ese ejercicio Fede. Me vas a matar un día…
-
Anda ya y no te quejes, que luego bien que te gusta que te de caña,
¿eh?
-
Pues sí, para qué te voy a engañar jajaja. Bueno, ¿qué es lo
siguiente que tengo que hacer?
- Ya
un ratito de piscina y para casa. Hay que relajar los músculos.
Quedándose pensativa, Mercedes lanzó una propuesta al aire.
- ¿Y
por qué no te metes en la piscina conmigo? Quiero decir, siempre que
hemos bajado te has quedado fuera. ¿Por qué no te metes y me ayudas
desde dentro?
-
Venga vale, así nado un poco que siempre es bueno darle un toque a
las dorsales.
Bajando juntos a la planta de abajo, cada uno se fue hacia su
vestuario a cambiarse justo cuando Mercedes se paró y miró hacia
Fede. Algo estaba tramando…
Abriendo levemente la puerta, Mercedes comenzó a espiar a Fede y
pudo verlo cambiarse y colocarse el bañador mientras que comenzaba a
notar cómo su cuerpo temblaba y no era por el ejercicio. Qué bueno
estaba y qué ganas le tenía…
Yéndose de ahí para cambiarse, Mercedes cerró la puerta sin saber
que Fede había visto su reflejo a través del espejo. Desde un
principio se fijó en ella y siempre supo ver su potencial, pero
ahora que estaba tal y como quería, había un gusanillo que tenía
dentro que le picaba cada vez más fuerte.
Saliendo del vestuario, Fede se encontró a Mercedes saliendo a la
misma vez y, cuando la vio con ese biquini, se paró en seco.
- Me
cago en la leche, Merche.
-
¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No te gusta mi biquini nuevo?
-
Joder, qué puto cuerpazo se te ha quedado.
- Y
todo gracias a ti…
-
Bueno, yo sólo te he indicado el camino. Todo el trabajo duro y el
esfuerzo lo has hecho tú.
Metiéndose en la piscina de cabeza saltando desde el trampolín,
Fede se lució como nunca antes lo había hecho frente a los ojos de
Mercedes. No sabía por qué actuaba así, pero ese día había algo
en su interior que le decía que todo era diferente.
Echando su imaginación a volar, Fede comenzó a sentir los efectos
de sus pensamientos en su entrepierna y mirando a Mercedes, suspiró
queriendo que aquello que pensaba se hiciese realidad.
Mercedes no paraba quieta en el agua. Se sentía como una adolescente
que acababa de hacer una trastada espiando a Fede hacía unos
minutos, pero en ese momento se sentía más viva que nunca.
Mirando a Fede en un momento, coincidió con su mirada e
instintivamente se acercaron. Ambos estaban en silencio, pero sus
ojos no paraban de hablar. Justo cuando Fede parecía que iba a
hacerlo, Mercedes le puso un dedo en la boca para que no dijese nada.
Y sin pensárselo dos veces, Mercedes buceó y bajó el bañador de
Fede metiéndose su ya duro miembro en la boca.
CONTINUARÁ…
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