-
¡Qué chula está la casa! ¿Aquí vamos a vivir los dos?
- Sí
Nathan.
- ¿Y
en esa cama también dormiremos?
- En
principio sí… Los médicos me dijeron que no te dejase demasiado
tiempo solo.
-
¡Yupi! Entonces dormiremos juntos por las noches como los
novios,-dijo Nathan ocultando la mirada avergonzado-.
Emma miró a Nathan sin reconocerlo. Después de todo lo que le había
hecho, lo mal que se portó con ella y con Sandra y ahora lo que
sentía al verlo era pena.
- No
Nathan, no somos novios. Dormiremos juntos pero no somos novios.
- ¿Y
por qué no? Si eres muy guapa Emma.
-
Gracias Nathan, pero no quiero volver a ser tu novia.
-
¿Volver? ¿Tú y yo fuimos novios?
-
¿De verdad que no te acuerdas de nada?
-
No… Y no me gusta no acordarme de cosas que vosotros sí,-dijo con
la voz temblorosa-.
Sintiendo compasión, Emma abrió sus brazos y abrazó a Nathan,
quien se calmó y comenzó a dar saltos de alegría.
Pero lo que Emma no se esperaba era que Nathan se acercara y le diera
un fugaz beso en los labios justo antes de alejarse y seguir saltando
de alegría.
-
¡Uy! Te he besado como los hacen los mayores jijiji.
-
Nathan, no hagas eso.
-
¿El qué? ¿Saltar?
-
No, besarme. Besar a alguien sin su permiso está feo y no se hace.
-
Jo, vale…
- Y
ahora a la cama, que es tarde.
Quitándose la ropa rápidamente y tirándola al suelo, Nathan se
quedó en calzoncillos e hizo el saludo militar.
- A
sus órdenes.
-
Venga, deja de hacer el ganso y métete en la cama que yo voy al
baño. Cuando salga te quiero ver dormido, ¿vale?
- Sí
Emma, te lo prometo. Me portaré bien.
-
¿Serás un niño bueno?
-
¡Sí! Pero…
-
¿Qué ocurre?
-
Que cuando te miro al culo algo aquí abajo se me pone duro…
- ¡A
LA CAMA!
-
Sí, sí, sí. Ya voy.
Pasados diez minutos, Emma pudo comprobar que Nathan estaba dormido
por los ronquidos que emitía. Respirando hondo, Emma se sentía
agotada de estar pendiente de un niño de cinco años encerrado en el
cuerpo de uno de 37 así que, queriendo desconectar un poco, salió
hacia la casa de Barry.
Como también tenía llave de la casa, Emma entró al ver la luz
encendida.
-
Hola Barry.
-
¡Mierda! Joder, ya he vuelto a perder otra vez. Hola Emma,-dijo
Barry sin dejar de mirar a la pantalla-.
-
¿Jugando un poco?
-
Trabajar más bien pero, ¿a qué se debe ese repentino interés por
mí Emma?
Levantándose, Barry miró fijamente a Emma, quien se mantenía con
una leve sonrisa en la cara.
-
Perdóname Barry, pero he estado muy liada durante todo este tiempo.
Nathan tuvo un accidente y estuvo a punto de morir, pero por suerte
se ha salvado.
-
Pues me alegro por él.
- Lo
malo es que una de las secuelas es que mentalmente va a tener cinco
años hasta que se muera.
-
Ah…
- Y
como nadie quería hacerse cargo de él y me daba pena que lo
internasen en un centro, me lo he traído a la casa.
Al decir esa frase, Emma sonrió algo más frente a la absoluta
seriedad que mantenía Barry en el rostro.
-
Que te aproveche entonces. ¿Le vas a tener que limpiar el culo?
-
No, ya lo hemos enseñado y ya controla el esfínter de nuevo.
-
Estupendo, no sé ni para qué pregunto. Como si me importase a mí…
-
Oye, ¿qué te pasa? Estás muy borde conmigo.
Soltando una pequeña risa, Barry se dio la vuelta y se dirigió
hacia su cama.
-
Mira Emma, no me hagas hablar. Mañana tengo mucho trabajo y estoy
cansado, ¿vale? Apaga la luz cuando te marches.
-
Pero Barry…
-
Buenas noches Emma.
Tras sentarse en la cama y sonreírle falsamente a Emma, ésta se
quedó completamente inmóvil. Nunca había visto de esa forma a
Barry y tampoco sabía qué motivos podía tener para ponerse así,
ya que entre ellos no había nada.
Saliendo de la casa, lo único que pudo escuchar Emma fue una última
frase de Barry.
-
Gracias por apagar la luz como te he dicho.
Sintiéndose desolada, Emma entró en casa y pudo comprobar que
Nathan seguía profundamente dormido. Colocándose su camisón, Emma
se metió en la cama con algo de pudor, ya que le costaba ver a
Nathan a su lado.
A la mañana siguiente, Emma se despertó muy temprano, aunque la
verdad era que apenas había dormido aquella noche.
Entrando en el baño, Emma se desnudó y se metió en la ducha para
despejarse y comenzar con fuerzas ese día que se presentaba por
delante.
Despertándose a causa del ruido del agua, Nathan pegó un bote y
salió de la cama sin saber a ciencia cierta dónde estaba.
-
¿Dónde estoy? ¿Qué sitio es este?
-
Estás en casa de Emma,-escuchó Nathan en su cabeza-.
-
¿Quién eres? ¿Por qué te escucho en mi cabeza?
-
Soy Tony, tu amigo invisible.
-
¿Mi amigo invisible?
-
Sí, yo siempre estaré contigo y cada vez que lo necesites. Sólo
tienes que llamarme y ahí estaré.
Por su parte, Barry se encontraba desayunando tan tranquilamente
mientras pensaba en Nathan. ¿Cómo sería convivir con una persona
que tiene cinco años mentalmente? Se preguntaba mientras masticaba
la comida.
Completamente sobrepasado, Nathan no sabía qué hacer.
- ¿Y
qué hago Tony? Emma no está aquí.
-
¿Escuchas el agua del baño?
-
Sí.
-
Ella está ahí, ve a darle los buenos días.
-
No, no, eso no se puede. Mi amigo Jim me dijo que cuando alguien está
en el baño no se puede entrar.
-
Mírate abajo. ¿Lo ves?
-
Sí, esa cosa está dura, ¿por qué?
-
Eso significa que necesitas ir al baño urgentemente. Tienes que
poner tu mano alrededor y moverla de arriba abajo.
-
¿Por qué?
-
Porque así se baja esa cosa dura que tienes ahí.
-
¿De verdad?
- De
verdad de la buena.
-
¿Me lo prometes?
-
Sí, te lo prometo.
En cuanto Emma salió de la ducha y vio a Nathan haciéndose una paja
frente a ella, pegó un grito que lo tuvieron que escuchar hasta en
la estación espacial de la NASA.
-
¡SAL DE AQUÍ AHORA MISMO NATHAN!
Escuchando el grito de Emma, Barry no pudo evitar carcajearse
imaginándose la que podría haber armado Nathan en esa ocasión.
Nathan salió rápidamente del baño haciendo pucheros.
-
¿Ves? Te lo dije Tony. Mi amigo Jim me dijo que no debía hacer eso
y me has engañado. Ya no seré tu amigo nunca más.
Saliendo del baño, Emma escuchó la voz de Nathan y le hizo una
pregunta.
-
¿Qué me has dicho Nathan? Que desde ahí dentro no te escuchaba.
- No
era a ti Emma, se lo decía a mi ex-amigo Tony.
- ¿A
Tony?
-
Sí, era mi amigo imaginario, pero ya me he peleado con él y le he
dicho que se fuera. Fue él quien me dijo que entrase en el baño
aunque yo le dije que mi amigo Jim me contó que eso no se hacía
pero Tony insistió tanto que… ¡Perdón!-dijo Nathan echándose a
llorar frente a los incrédulos ojos de Emma-.
-
Nathan, comprendes que lo que has hecho está mal, ¿verdad?
- Sí
y te prometo que no lo volveré a hacer.
- Si
queremos vivir sin problemas tendremos que poner una serie de normas.
-
¡No! Normas como en el hospital no, no me gustan las normas. Las
normas son feas…
-
Pero Nathan, las normas son buenas para que seamos más amigos.
-
¡No! No quiero,-dijo Nathan corriendo hacia la puerta completamente
desnudo-.
Mirando hacia la ventana al ver pasar a alguien, en cuanto Barry vio
a Nathan corriendo completamente desnudo no pudo evitar volver a
reírse.
-
¿Pero a dónde irá este tío así? Valiente papeleta que tiene Emma
encima… Ella sabrá en el jardín que se ha metido al aceptar a
Nathan en su casa.
Corriendo tras él, Emma no paraba de llamarlo hasta que Nathan
comenzó a parar.
-
¡Nathan para! Por favor. Ven aquí y entra en casa.
-
¡No!
Quedándose quieto, Nathan sollozaba anunciando que le quedaba poco
para ponerse a llorar mientras que Emma se acercaba a él.
-
Nathan, hablemos como personas adultas.
- No
soy un adulto. Los adultos son malos y hacen daño a la gente.
-
Bueno pues hablemos como dos personas que somos, ¿vale?
Situándose a su lado, Emma miró en silencio a Nathan y recordó por
un instante esa imagen que tenía de hombre seguro de sí mismo
cuando lo conoció y ya, por suerte o por desgracia, no quedaba ni
rastro de aquel tipo.
-
Vamos Nathan, entremos en casa, que vas a coger frío.
-
Sólo si me prometes que no pondrás normas como en el hospital.
-
Vale, tú ganas.
-
No, eso no vale, prométemelo de verdad.
-
Nathan, te prometo que no te pondré normas como en el hospital. ¿Te
vale así?
-
Sí...-contestó Nathan más calmado-.
-
Pues ahora entra y vístete, que yo ahora te prepararé un buen
chocolate caliente.
Nathan corrió hacia la casa cantando que iba a comer chocolate
caliente justo cuando Emma escuchó ruido detrás de ella y pudo
comprobar que era Barry quien venía con una sonrisa en la cara.
-
Hola Barry.
-
Muy buenas Emma. Ya he visto a… tu amigo Nathan. Todo un
exhibicionista por lo que veo.
-
Venga Barry, no te metas con él, que el pobre no sabe lo que hace.
-
Vale, tienes razón, perdóname. Ahí me he pasado,-dijo Barry
poniéndose serio-. ¿Cómo lo llevas?
- Me
tiene harta y eso que no llevo ni un día con él.
Sonriendo levemente, Barry miró con ternura a Emma.
-
Tiene que ser una locura cuidar de un hombre tan grande y con un
comportamiento tan infantil.
- No
te haces una idea. Yo he estado con él desde el primer día en el
hospital y ahora está mucho mejor, así que imagínate. Ha tenido
que aprender todo desde cero. Lo peor es que me ha tocado a mí
cargar con el mochuelo, como se suele decir.
- ¿Y
por qué no llamas para que lo internen en un centro especializado?
-
Porque Barry, me da mucha pena. Sentiría que lo estoy abandonando y
me da lástima.
- ¿Y
no hay nadie que se pueda hacer cargo de él?
-
Nadie. Todos escurrieron el bulto y no quisieron esa responsabilidad.
Bueno, Fiona no contestó al teléfono en todo ese tiempo, por eso me
traje aquí a Nathan.
-
¿Fiona no contestó? Qué raro…
-
Oye, tú que sabes donde vive y tienes su teléfono, ¿podrías
llamarla tú? A ver si con un poquito de suerte te contesta a ti.
- ¿Y
qué le digo en caso de que me conteste?
-
Cuéntale lo que le ha pasado a Nathan y tráela aquí. Dile que
quiero verla y hablar con ella.
-
Emma, yo no quisiera meterme en estos temas…
Y sin dejar terminar hablar a Barry, Emma se abrazó a él.
- Te
lo pido como un favor personal Barry.
-
Joder, esta bien. No te puedo decir que no…
- Ay
qué bien, eres un santo,-dijo separándose de Barry y volviendo a su
casa para vigilar a Nathan-.
- Lo
que soy es tonto,-comentó Barry en voz alta-.
Resoplando, Barry buscó en sus contactos a Fiona y marcó su número.
Tras tres tonos, justo cuando iba a colgar, Fiona contestó.
-
Hola, ¿quién es?
-
Hola Fiona, soy Barry. El hijo de Conrad…
-
Ah, coño Barry, no me acordaba de que tenías mi número. ¿Qué
ocurre?
-
Nada en realidad pero… Es que me gustaría hablar contigo.
-
Bueno pues dime.
-
Pero sería mejor en persona.
-
¿Tan importante es?
- Me
temo que sí.
-
¿Nos vemos en tu casa esta tarde?
- Ya
no vivo allí Barry, me he mudado. Te paso mi dirección por WhatsApp
luego para que te acerques a la tarde.
CONTINUARÁ…
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