domingo, 12 de abril de 2020

Capítulo 20 || Líos

Separándose brevemente de Barry, Emma le hizo una pregunta a colación de la frase que le había dicho él.
- ¿Es verdad eso? ¿Me quieres?
- No sé qué tengo que hacer ya para que te des cuenta. No hay ninguna mujer en mi vida que no seas tú y me duele en el alma que estés así conmigo. No puedo dejar de verte sin sentir que mi corazón me abandona y se queda contigo.


 Sonriendo, Emma se echó hacia atrás poniendo una absurda cara emulando sensualidad.
- Uy, qué poético te has vuelto.
- Es que contigo todo es más intenso.
- Yo… Siento haberme comportado así contigo pero cuando te vi con Estela yo… Me sentí celosa. No me había dado cuenta de lo que sentía por ti hasta que Fiona me dijo que te echase más cuenta y justo cuando lo empiezo a hacer apareció esa chica. Me sentí… estafada, dolida.
- Debiste hablar conmigo, sincerarte, contarme tus sentimientos.
- No quería ni verte. Creí que tus sentimientos hacia mí no eran tan fuertes como Fiona me dijo y no podía soportar la idea de verte con otra.


 Agachando la cabeza, Barry miró a Emma a los ojos.
- ¿Me perdonas por todo lo que ha sucedido?
- Sólo si me prometes una cosa.
- Bueno, tú dirás…
- Que nunca más habrá secretos ni malentendidos entre nosotros.
- Te lo prometo Emma.
- Ah, y una cosa más.
- Dime…
- Te quiero Barry.


 Sonriendo, Barry se volvió a acercar a Emma y la besó profundamente. Ninguno sabe a ciencia cierta cuánto tiempo estuvieron así, pero para ellos fue maravilloso…


 Cierto tiempo más tarde…  


 Saliendo del baño, Barry volvió para trabajar en su ordenador cuando se lo encontró ocupado.
- Cariño, ¿otra vez con el ordenador?
- Tú estás todo el día con él y no pasa nada…
- Pero es que es mi trabajo hija, es muy diferente.


 Exactamente, esa chica era fruto del amor entre Barry y Emma y había heredado la pasión por los ordenadores al igual que su padre.
- Jo papá, no es justo…
- Anda, no te hagas más de rogar Rachel. Además, ¿no tenías una fiesta ahora?
- Ay sí, que no me acordaba ya…
- Pues date prisa, que seguro que tu hermano ya está listo. Y... hablaré con tu madre para ver si te podemos comprar un ordenador para ti sola, anda.
- ¿De verdad?-preguntó Rachel con los ojos brillantes-.
- Sí, venga. No hagas esperar a tu hermano.
- Ahora mismo voy. Te quiero,-dijo levantándose y dándole un beso en la mejilla a su padre-.


 Y es que Rachel, de 17 años, era la viva imagen de su madre con la arrolladora personalidad abierta de su padre, pero se diferenciaba de ellos en el color de sus ojos, ya que había sacado el color de ojos de su abuela materna. Siendo dulce y cariñosa, se hacía muy fácil quererla y que los muchachos se fijasen en ella.


 Por su parte, Emma avisaba a su hijo de que tenía que irse ya si no quería llegar tarde a la fiesta de cumpleaños.
- Eres igual que tu padre, George, siempre enganchado al ordenador…
- Estoy terminando una partida mamá. Un momento…
- Hijo, si no te das prisa vais a llegar tarde. Seguro que tu hermana ya está lista y va a aparecer por aquí de un momento a otro pegando voces.
- Un segundo nada más, ya estoy casi…


 George era justo lo contrario que su hermana mayor salvo con una cosa en común: los videojuegos y su pasión por los ordenadores. Pese a que físicamente era igual que su padre, su personalidad distaba mucho de la suya, ya que era algo más tímido y distante como lo era su madre de jovencita, pero tanto él como su hermana tenían muy buenos sentimientos y ambos eran buenos hijos.


 Mientras tanto, en otro punto de la ciudad…


 Una muchacha salía de su dormitorio con paso firme perfectamente arreglada y perfumada, ya que según la hora debía estar en el lugar de la celebración y no en casa todavía.


 Sin llamar a la puerta, la chica entró en el cuarto y se encontró a quien buscaba sentado en la cama.
- Anda, pero si estás arreglado…
- Me acabo de poner los zapatos.
- Cada día me sorprendes más Carlton, al igual que la cantidad de pelos que se te caen todos los días en el baño jajaja.


 Levantándose, Carlton miró seriamente a su hermana, quien se reía tras el comentario que había soltado. Y es que la genética era así y el pobre muchacho había heredado la alopecia de Nathan, su padre. Pese a eso, era un chico tremendamente atractivo y que llamaba la atención de las chicas de su clase. Sin embargo, aunque tenía 18 años recién cumplidos, aún no había estado con ninguna chica porque en su cabeza no paraba de dar vueltas una chica: Rachel.
- Eh, no tengo la culpa de que haya sacado la cabeza de papá, Brenda. Un día de estos me voy a afeitar la cabeza como él hacía de joven.


 Aquella muchacha no era otra que Brenda, la hija que había tenido Nathan con Sandra. Desde que su padre se la llevase a casa, Sandra no había vuelto a querer saber nada más de ella, por lo que Nathan la demandó y le concedieron la custodia y la patria potestad a su padre. Contando con un gran parecido a él, Brenda era diferente a como sus padres habían sido en su juventud, ya que el continuo rechazo de su madre le había abierto una brecha sentimental que sólo Fiona pudo cubrir y a la que llamó mamá desde que comenzó a hablar hasta ahora que contaba con 19 años.


 Saliendo de la habitación, ambos hermanos se fueron en busca de su hermana pequeña creyendo que estaría holgazaneando con sus muñecas. Sin embargo, la cama estaba hecha y los juguetes recogidos.
- ¿Dónde se ha metido?-preguntó Carlton-.
- Creo que sé dónde…-respondió Brenda-.


 Y es que la pequeña de la casa no había podido dormir en toda la noche. Ese día era su cumpleaños y le habían preparado una gran fiesta por su décimo aniversario de nacimiento. Ya lo había celebrado íntimamente con su familia en casa, pero aquel día irían a un parque temático con sus amigos más cercanos y no cabía en sí de la emoción.


 Hilda era un auténtico terremoto por casa, ya que había heredado la arrolladora personalidad de su madre y la energía de su padre. No podía estar quieta y siempre estaba con algo en mente, si no era un proyecto para el colegio era leyendo un libro o hablando con sus amigos a través del ordenador.


 Sentada junto a sus padres, los tres miraban la tele justo cuando Nathan se dirigió hacia su hija.
- ¿Le has avisado a tus hermanos de que ya estabas lista?
- No. Quería que se llevasen una sorpresa al no verme.
- Ay, qué te gusta hacerlos de rabiar…
- Es que es mi cumple papi. Hoy la que manda soy yo…


 Con el paso del tiempo Nathan había conseguido recuperar su capacidad cognitiva al 100% y los pequeños coágulos que se le habían formado en el cerebro a causa del accidente habían desaparecido. Lo que sí había cambiado para siempre era su forma de ser, ya que parecía una persona completamente nueva. En cuanto se sintió recuperado, demandó a Sandra para hacer oficial que Brenda convivía con él y que su madre no se hacía cargo y junto con la alegría de haberlo conseguido más la de volver a la empresa que él mismo montó junto con Jim y Mao, todo le sonreía.


 Charlando con su madre, Hilda le contaba todo lo que haría en el parque en cuanto llegase.
- En cuanto llegue me voy a montar en la montaña rusa, luego en la casa de los espejos. ¡Ah! Y me han dicho que hay un pasaje del terror en forma de montaña rusa también.
- Hilda, si te vas a montar en esa diles a tus hermanos que vayan contigo.
- No mamá, que Brenda y Carlton son muy aburridos…
- Es mi última palabra.


 Con la llegada de Brenda a casa, a Fiona se le había despertado el instinto maternal y crió a la pequeña como si fuera suya mientras estaba embarazada de Carlton. Creyendo que se le había retirado el periodo, un día descubrió que no era así, sino que estaba embarazada de Hilda. Laboralmente hablando, Fiona se había incorporado a la empresa de Nathan, su marido. Llevaba unos 25 en la empresa y tanto ella como Emma trabajaban allí.


 En ese preciso instante, los hermanos mayores bajaron al salón y se encontraron a Hilda hablando con sus padres.
- ¿Ves? Te lo dije,-comentó Brenda-.
- Sí que se ha dado prisa hoy…
- Pues igual que tú, ni que tuvieras ganas de ver a alguien…


 Mirándose a los ojos, Carlton y Brenda sonrieron.
- Hoy creo que le pediré salir a Rachel. Quedar los dos solos y conocernos, vaya.
- Si necesitas ayuda, ya sabes que estoy aquí hermanito.


 Levantándose, Hilda miró a sus hermanos a un lado y a otro.
- ¿Estáis listos?-preguntó la pequeña-.
- ¡Listos!-dijeron ambos al unísono-.
- Tened mucho cuidado en el parque,-comentó Fiona-.
- Y no me hagáis locuras, que os quiero de una pieza,-dijo también Nathan-. Y dadle recuerdos a George y a Rachel de nuestra parte.


Despidiéndose de sus padres, los chicos marcharon al parque temático y siguieron con sus vidas al igual que habían hecho antes Barry y Emma junto con Nathan y Fiona. El tiempo no se paraba y la vida se habría paso…

FIN

2 comentarios:

  1. ooohh, Jooo..que pena ya se terminó!
    Me ha encantado! :D

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    1. Muchísimas graciaaaas!!! Prontito otra nueva que ya está casi lista...

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