A todo esto, Ricardo estaba nadando en la piscina de su casa justo
cuando Esther salió y le habló.
- Ricardo, acaba de llegar una carta para ti.
- ¿Una carta? ¿Has visto el remitente?
- No, pero parece importante. La he dejado sobre la encimera de la
cocina.
- Voy para allá…
Saliendo del agua, Ricardo se secó con una toalla y fue hasta la
cocina para ver la carta. En cuanto vio el remitente, un escalofrío
el recorrió el cuerpo y, leyendo la carta en sí, confirmó sus más
temidas sospechas.
Preguntándole qué ocurría, Esther pudo comprobar que la cara de
Ricardo no denotaba buenas noticias.
- Es el abogado de Mercedes. Me ha pedido el divorcio…
- Oh, pero eso es genial cariño. Ahora podremos ser libres.
- No Esther, no es genial.
- Pero…
- Déjame solo, por favor.
Al cabo de un par de horas, la puerta de la casa se abrió y yendo al
encuentro de Mercedes para hablar con ella se paró completamente
cuando vio que no venía sola…
- Buenas tardes Ricardo. Por tu cara me imagino que ya te ha llegado
la carta de mi abogado, ¿no es cierto?
- Exacto, pero no hacía falta que me trajeses al propio abogado en
persona.
- ¿Abogado? Este no es mi abogado, sino mi entrenador personal y el
que me acaba de echar el mejor polvo de mi vida.
- ¡Mercedes!
- Ni Mercedes, ni Merche ni nada de nada. ¿Te crees que soy tonta y
no sé que me llevas meses engañando con la puta de la niñera?
Ricardo no sabía qué responder ni qué hacer en ese momento. Lo
único que hacía era mirar a aquel tipo grande y fuerte que
permanecía en silencio detrás de Mercedes.
- Mercedes, ¿podemos hablar tú y yo en privado? Los dos solos, sin
terceras personas de por medio. Estamos formando un escándalo.
- Todo lo que tenía que decirte lo has leído en la carta, así que
ya sabes lo que hay. Recoge tus cosas y vete porque estás en MI
casa.
Acercándose a Fede, Ricardo lo miró desde muy cerca con cara de
pocos amigos y después, dirigiéndose a Mercedes, le habló sin
pelos en la lengua.
- Muy bien, tú ganas esta batalla. Pero no te creas que has ganado
la guerra porque esto acaba de empezar. ¿Quieres que vayamos de
malas? Estupendo, pero que sepas que voy a luchar todo lo que haga
falta por tener la custodia completa de Hugo.
- ¡Ni se te ocurra! Hugo es MÍO. Es mi hijo que para algo lo parí
yo.
- ¿Estás insinuando que Hugo no es hijo mío? Genial, se lo diré a
mi abogado, a ver qué opina sobre esto.
- ¡Como me quites a mi niño te hundo! ¡¿Te enteras?!-gritó
Mercedes mientras Ricardo se alejaba de la que había sido su casa
hasta ese momento.
La guerra que comenzó aquel día fue una dura batalla encarnizada en
la que las denuncias, improperios y acusaciones no dejaron de
sucederse una detrás de otra. Ricardo presentó una moción para
verificar si Hugo era biológicamente su hijo o no y las pruebas
verificaron que era tanto hijo de Ricardo como de Mercedes.
Finalmente y tras muchos meses de lucha donde usaron al pequeño para
lanzarse veneno unos a otros, Mercedes consiguió la custodia y que
Ricardo sólo tuviera un fin de semana al mes con su hijo.
Tras poner Mercedes de patitas en la calle a Esther, ésta creyó que
podría quedarse a vivir en la nueva casa que se había comprado
Ricardo, pero nada más lejos de la realidad. Él también la rechazó
y le echó la culpa de ser la causante de todo ese problema.
Una temprana mañana de lunes Hugo entró en su dormitorio y pilló a
su hermana chateando en su ordenador sin su permiso.
- ¡Te pillé! ¿Qué te he dicho sobre lo de usar mi ordenador
Rocío?
- Ay Hugo, es sólo un momento, que me ha dicho Julia que tenía que
decirme algo muy importante.
- ¿Y qué tan importante le tiene que decir una renacuaja de 10 años
a otra?
- ¡Son cosas de chicas! No te metas Hugo…
Y es que Hugo había crecido pegado a la pantalla del ordenador
durante el matrimonio de sus padres, en su separación y tras el
divorcio. Que lo usaran como moneda de cambio para conseguir ciertos
privilegios no hacía otra cosa que dañar la moral del pequeño que
creció siendo un niño tímido y que se relacionaba poco con los
compañeros. Lo único que había hecho en su vida era estudiar y
jugar videojuegos desde que tenía uso de razón hasta ahora con 16
años.
Entrando en la habitación, Mercedes se despidió de los niños.
- Chicos, ya sabéis que vuestro padre y yo nos vamos de viaje para
celebrar nuestro aniversario.
- Mamá, por mucho que te empeñes, Fede no es ni será nunca mi
padre.
- Como si el tuyo se comportase como tal… ¿Cuánto tiempo llevas
sin verle?
- Mira mamá, no empieces a discutir conmigo porque no te voy a
seguir el juego. ¿Te vas de viaje con Fede? Pues pasarlo bien. ¿Algo
más?
Suspirando y sonriendo de nuevo, Mercedes añadió algo más.
- Sí, que hasta que volvamos Fede y yo te vas a quedar a cargo de tu
hermana.
- Está bien.
- Ya sabes lo que eso significa, hacer la comida y la cena si es que
no queréis pedir algo a domicilio, respetar los horarios…
- Mamá, sé lo que significa tener a alguien a cargo. No es la
primera vez que me quedo solo en casa…
Acercándose a su madre para abrazarla, Rocío la interrumpió justo
cuando iba a decirle algo a su hijo.
- Cuidaros mucho papá y tú y pasadlo muy bien.
- Gracias hija. Pórtate bien y hazle caso a tu hermano.
- Sí mamá.
Entrando Fede en la habitación, avisó a Mercedes de que el taxi
estaba esperando en la puerta.
- Voy cariño, que me estaba despidiendo de los niños.
- Chaval,-dijo Fede mirando a Hugo-, ya te lo habrá dicho tu madre
pero ten cuidado y no le abras la puerta a nadie, ¿entendido?
- Sí, tranquilo.
- Y mucho menos al impresentable de tu padre. Ya sabes que ese tiene
prohibido entrar en esta casa.
- Muy bien, iros ya si no queréis perder el barco.
Despidiéndose de nuevo, Fede y Mercedes se fueron dejando a sus
hijos solos en casa. Hugo preparó el desayuno para ellos dos y se
fueron al colegio rápidamente para no llegar tarde. Llegada la hora
del recreo, Rocío y su íntima amiga Julia salieron las primeras de
su clase y en lugar de irse a su patio se colaron en el de los
mayores.
- ¡Qué bien! No nos ha pillado nadie Rocío.
- Sí, ahora podremos hablar de nuestras cosas sin que nadie nos
moleste.
- Exacto y también podré ver al guapo de Cristian…
Sentándose en uno de los bancos, Rocío reía mientras contestaba a
su amiga.
- No sé qué le ves al chico ese.
- Es tan guapo… No entiendo cómo no te puede gustar.
Escuchando un alboroto aproximándose, ambas niñas vieron cómo un
grupo de chavales entraba en el patio y comenzaba a jugar al
baloncesto. Fijándose en uno de ellos, Rocío le hizo una pregunta a
su amiga.
- Julia, ¿ese de la capucha no es tu hermano?
- Ah, sí… Cómo no, tenía que aparecer por aquí.
- ¿No te llevas bien?
- No, todos los días me está gritando o me pega cuando se enfada.
- ¿Tu hermano te pega?
- Sí, yo también le pego a él, lo que pasa es que Fernando es
mayor que yo y pega más fuerte.
Cristian, el chico pelirrojo, miró a su alrededor y viendo a
aquellas chicas se dirigió a Fernando.
- Eh tío, tu hermana está ahí sentada.
- ¿Mi hermana? ¿Qué hará esa estúpida aquí? Seguro que
espiándome para ir luego a decírselo a mi padre.
- Déjala hombre, que es muy chica.
- Esa niña es un demonio…-dijo Fernando justo cuando lanzó la
pelota y encestó-. ¡Toma ya! Sigo siendo el rey del baloncesto. Te
toca Tomás.
Saliendo al patio también, Hugo se percató de que su hermana estaba
allí y, pese a que le extrañó porque no debería estar en esa
zona, se alegró porque así la tendría más vigilada tal y como le
había dicho su madre esa mañana.
Mirando hacia atrás, Tomás se dio cuenta de que Hugo había entrado
en el patio y estaba sentado solo en uno de los bancos mirando al
cielo pensativo.
- Eh Fer, ¿has visto quién está ahí? Es el tonto de Hugo.
- Ah sí, el sopla-gaitas ese. Espera, vamos a saludarle y a darle
los buenos días.
Dejando el balón, los tres chicos se dirigieron hacia Hugo que giró
su cara y cuando los vio acercarse se echó a temblar.
- ¡Pero mira a quién tenemos aquí! Si es nuestro gran amigo
Hugo,-dijo Cristian-. ¿Has visto Tomás? ¿Por qué no le decimos
que se una y juegue con nosotros al baloncesto? Así hacemos un 2
contra 2.
- ¿Tú crees que sabrá botar una pelota?-contestó Tomás-.
- ¿Qué queréis chicos?-preguntó Hugo resignado-.
Fijándose en que Fernando y sus amigos se habían acercado a su
hermano, Rocío avisó a Julia.
- Oye, mira ahí.
- Uh, vámonos de aquí Rocío.
- ¿Por qué?
- Conozco esa cara y no me gusta un pelo. Vámonos de aquí echando
leches.
Acercándose a Hugo, Fernando se dirigió a él.
- ¿No te cansas de estar siempre solo?
- ¿Y a ti qué más te da Fer? ¿Por qué no sigues a lo tuyo y me
dejas en paz?
- Uhhhh,-dijeron los otros dos muchachos animando el ambiente de
enfrentamiento-.
- ¿Qué coño te pasa tío?-dijo Fernando levantando la voz-.
- Nada, dejadme en paz,-comentó
Hugo levantándose del asiento-.
En cuanto Hugo comenzó a alejarse, Fernando le hizo un gesto a
Cristian y éste fue a por él y se colocó delante.
- Quítate de en medio Cristian.
- ¿A dónde te crees que vas Huguito? ¿No te enseñaron tus padres
que es de mala educación dejar una conversación sin terminar?
- Que te den, zanahoria.
Justo cuando Cristian iba a contestarle al insulto, los allí
presentes giraron su cabeza al escuchar la voz de una niña
acercándose. Al ver que se trataba de su hermana, Hugo suspiró.
- ¿Qué estáis haciendo con mi hermano?
- Fer, mira lo que dice esta mocosa. ¿Has visto?-dijo Cristian-.
- Rocío vete de aquí.
- Pero…
- Hazme caso nena.
Acercándose a ella, Fernando la miró mortalmente serio y con cara
de pocos amigos.
- Yo que tú le hacía caso a tu hermanito del alma y me marchaba si
no quieres cobrar tú también,-le dijo con una voz muy grave y en un
tono amenazante.
irando a Hugo antes de irse con cara de preocupación, Rocío se
volvió mientras escuchaba las carcajadas de los amigotes de
Fernando.
- Y tú y yo ya hablaremos en casa, enana,-le dijo Fernando a Julia
antes de irse-.
- ¡Que te den!
- Ven aquí y dímelo a la cara, estúpida. Ya verás cuando le diga
a papá lo de venirte al patio de los mayores.
- Pues ya verás la cara que va a poner cuando le diga que fumas
porros… ¡Hasta luego hermanito!
Soltando una pequeña risa, Hugo no pudo evitarlo al notar que Julia
sabía zapatearse muy bien. Cosa que él no hacía y que le vendría
muy bien.
- ¿Y tú de qué te ríes subnormal?-dijo Fernando soltándole un
gancho de derechas en el estómago que dejó sin aliento a Hugo
durante unos segundos.
Intentando recuperar el aliento, Hugo no paraba de escuchar las
fuertes carcajadas de sus compañeros.
- ¿Quién es el que se ríe ahora?-dijo Tomás-.
- ¿Habéis escuchado cómo ha gritado? ¡Si es una nenaza!-comentó
Fernando entre fuertes risotadas.
Incorporándose poco a poco, Hugo no se atrevía a mirar a la cara a
Fernando justo cuando éste le habló.
- Ahora fuera de mi vista, que como te vea acercándote de nuevo a
alguno de nosotros te voy a dar más fuerte a ti y a tu dulce
hermanita. ¿Rocío se llama?
- Como…-empezó a decir Hugo justo cuando recibió otro fuerte
puñetazo-.
- ¿Qué decías?-preguntó Fernando-.
- Nada…
- Eso me parecía a mí…
CONTINUARÁ…
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