-
Colóquese en su puesto en la fila, señor Molina.
-
Está bien…
Volviendo la cabeza y mirando fijamente a Hugo, Tyler se dirigió a
él.
- Y
usted, señor Solanas, será el delegado de los chicos. Estará al
mando de la clase cuando Linda o yo no estemos disponibles. Ahora,
andando…
Avanzando hasta las escaleras de bajada, Tyler se encontró con Linda
y las chicas totalmente uniformadas al igual que los chicos.
-
¿Están listas las chicas?-preguntó Tyler-.
-
Sí, y tus chicos también, ¿cierto?
-
Exacto.
-
Genial, pues entonces ahora mismo tenéis tiempo libre hasta la hora
de la cena. Podéis ir a la piscina, quedaros en el jardín, visitar
la biblioteca… Así podréis conoceros y entablar amistad entre
vosotros.
Sonriendo todos a la vez, comenzaron a bajar las escaleras justo
cuando Tyler se colocó delante de Fernando.
-
Usted no va a ir a ningún sitio.
Suspirando, Fernando le preguntó el por qué.
- ¿Y
qué se supone que voy a hacer ahora mientras todos se divierten?
-
Poner la lavadora y cerciorarse de que la ropa de sus compañeros
queda perfectamente limpia.
-
Joder, menuda plasta.
-
Señor Molina, ¿he de recordarle que ese tipo de lenguaje está
terminantemente prohibido dentro de estas cuatro paredes?
-
¿Eso significa que fuera en el jardín puedo decirlas?
- No
juegue conmigo señor Molina. No juegue conmigo…
Recogiendo y metiendo toda la ropa de sus compañeros en una bolsa de
tela que le habían proporcionado, Fernando fue hasta la habitación
donde se encontraba la lavadora y la secadora con cara de pocos
amigos. Menuda prisión iba a ser esa, pero Fernando no se iba a
dejar manipular tan fácilmente como todos los demás.
Mientras tanto, algunos de sus compañeros disfrutaban ya de un
refrescante baño en la piscina mientras comentaban ciertas cosas del
internado, de sus compañeros y de las normas que tendrían que
cumplir a partir de entonces.
Otra de las compañeras, Raquel Díaz, decidió relajarse mirando la
fuente y tomando el fresco que había gracias a la suave brisa que
estaba acompañando la tarde.
Por su parte, Isaac Belarra y Beatriz habían decidido charlar en el
patio interior que había en el centro del internado y que estaba
cubierto por grandes cristaleras que dejaban pasar los rayos del sol.
Fernando no había puesto una lavadora en su vida así que bajo la
supervisión de Linda, siguió sus indicaciones y puso todo en marcha
para limpiar la ropa de sus compañeros.
Y Hugo se refugió en la biblioteca, ya que fue el sitio más
solitario que encontró en ese momento. Echaba de menos su habitación
y sus juegos, poderse perder en el mundo imaginario que se creaba
mientras pasaba las horas muertas frente a la pantalla, pero ahora lo
único que podía hacer era afrontar la realidad tal y como se le
presentaba.
Otros dos compañeros, investigando el internado descubrieron una
sala con máquinas para hacer ejercicio. Tras preguntarle a los
profesores si podían hacer uso de ella y decirles que sí, esos
compañeros se cambiaron de ropa y se pusieron a darle caña al
cuerpo.
Finalmente, Raquel se animó a unirse a sus compañeros en la piscina
así que, tras cambiarse de ropa y colocarse el bañador, entró en
el agua.
-
Uh, qué fresquita está.
-
Sí, pero luego te acostumbras y se está de lujo,-contestó Diego-.
Cuando Fernando salió de la habitación tras poner la lavadora, se
encontró de frente con Linda.
-
¿Ya has terminado de poner la lavadora?
-
Sí. ¿Hace falta que me quede mirando cómo da vueltas la ropa
durante una hora o puedo irme?
-
No, puedes irte.
-
Muchas gracias. Es usted MUY amable,-dijo Fernando con cierto tono
irónico-.
Yéndose rápidamente de allí, miró a los compañeros que charlaban
tranquilamente en el patio y se acordó de Hugo. Si estaba allí era
por culpa suya, ya que si no le hubiera pegado el puñetazo, no
habrían venido sus profesores ni le habrían expulsado. Tampoco
habría tenido que sufrir los gritos y golpes de sus padres, ni tener
que dejar amistades y ligues atrás para estar encerrado en ese
internado del demonio. Todo era culpa de Hugo. Y lo mejor era que lo
tenía allí con él… A veces la vida podía ser maravillosa.
Justamente cuando estaba pasando por delante de la biblioteca, Hugo
salió queriendo buscar a otros compañeros para, de esa forma,
acercarse un poco a ellos y conocerlos. Al fin y al cabo iba a tener
que convivir con ellos las 24 horas durante los próximos 9 meses.
Sin embargo, cuando vio a Fernando y éste lo vio a él, se le formó
al instante un nudo en la garganta.
Empujándolo dentro de la biblioteca, Fernando cerró la puerta y
comenzó a increpar a Hugo.
-
Con que no tuviste suficiente con tenerme en el instituto como
compañero para que ahora tengamos que vivir bajo el mismo techo…
Menudo maricón estás hecho, Hugo.
-
¿Te crees que estoy aquí por gusto? ¿Que le dije a mi madre que me
mandase a un internado lejos de toda mi gente?
-
¿Pero qué gente tienes tú, tonto? Si no tienes amigos, que te
pegaban hasta los nuevos, gilipollas. Que tuvo que venir tu hermana
pequeña a defenderte porque tú no tenías los huevos de hacerlo.
¿De qué me estás hablando nenaza?
Viniéndole a la cabeza el recuerdo de su hermana, Hugo no pudo
evitar entristecer su rostro.
-
Oh, míralo. Si se va a echar a llorar y todo… Lástima que no
puedas llamar a tu mamá o a tu hermana para que vengan a darte
abracitos.
-
Mira Fernando… Voy a ser muy claro y te lo voy a decir una sola vez
para ver si te enteras ya: QUE DEJES A MI MADRE Y A MI HERMANA EN
PAZ. Yo no tengo la culpa de que tengas un puto trauma con tu madre o
con tu hermana. ¡Ese es TU PUTO PROBLEMA! No el mío.
Escuchando el grito de Hugo, Linda se percató de que algo estaba
pasando y se dirigió hacia donde salían las voces.
Entrando de golpe en la biblioteca, Linda pilló a Fernando justo
cuando iba a contestar pero, al verse interrumpido, se quedó
callado.
-
¿Qué está pasando aquí, caballeros?
-
Nada, ¿verdad Huguito?
- A
mí no me lo parece, señor Molina,-dijo Linda-. ¿Tiene usted algo
que decir al respecto, señor Solanas?
-
Que el señor Molina ha comenzado a increparme y a insultar a
miembros de mi familia que no están presentes y que, por tanto, no
pueden defenderse.
-
Que puto chivato de mierda eres. Ya te cazaré cabrón,-dijo
Fernando-.
-
Venga conmigo, señor Molina, ¡ahora mismo!
Iniciando el paso, Linda se alejó junto a Fernando provocando un
gran alivio en Hugo, quien sintió cómo toda esa tensión que tenía
encima se venía abajo y un gran cansancio le invadía.
Yendo al aula, donde se encontraba Tyler colocando el pupitre de
Fernando, Linda le comentó lo que había pasado entre Fernando y
Hugo.
-
Tyler, te traigo al señor Molina porque le he pillado atosigando en
un tono violento al señor Solanas.
-
¿Apenas una hora aquí y ya está metiéndose en problemas con otro
compañero?-le preguntó Tyler a Fernando-.
-
Ese hijo de puta…
-
¿Cómo ha dicho, señor Molina?
- Lo
que ha oído. No voy a repetirlo, señor estirado.
-
Esto… Linda, ¿podrías hacer el favor de cerrar la puerta? No
queremos que los demás compañeros escuchen los gritos del señor
Molina, ¿cierto?
-
¿Qué… qué pensáis hacerme?
Unos 15 minutos después, Fernando salía de la clase aun más
cabreado si cabía esa posibilidad y, por supuesto, completamente
rapado. Sacando una maquinilla, Tyler sujetó a Fernando para que no
se moviera y Linda le rapó el pelo dejándole apenas sin cuero
cabelludo.
- Y
a la próxima usted dormirá en la calle. Puede estar seguro, señor
Molina,-dijo Tyler con una sonrisa en la cara-.
-
Por cierto,-intervino Linda-, ¿podría decirle a sus compañeros que
en 20 minutos estén todos en el aula?
-
Claro, cómo no…
Haciendo caso a sus profesores, Fernando avisó a sus compañeros y
todos, al ver que Fernando de repente tenía el pelo rapado, se
miraron entre ellos y acudieron a la clase tras cambiarse de ropa.
-
Señor Molina, su sitio estará junto al del señor Solanas.
-
Pero...-comenzó a decir Fernando-.
-
¿Tiene algún problema, señor?-preguntó Tyler-.
-
No… Ninguno.
-
Eso me parecía a mí… Bueno, ahora vamos a hacer una prueba de
conocimientos. No va a tener relevancia en el curso, pero nos dará a
Linda y a mí una idea aproximada de cómo estáis respecto a
nuestras asignaturas.
Tras explicarles cómo tenían que hacerlo, todos los alumnos
abrieron sus libros y comenzaron a rellenar las preguntas que tenían
allí mientras que Tyler vigilaba para que ningún compañero se
copiase.
Mientras tanto, Linda preparaba la cena para todos los alumnos, ya
que la cocinera no llegaba hasta el día siguiente, por lo que se
tuvo que remangar y poner ella misma a cocinar.
Conforme los alumnos iban terminando, levantaban la mano y avisaban a
Tyler de que lo habían hecho.
-
Los que vayan terminando pueden guardar sus libros y esperar en
silencio en sus pupitres hasta que yo lo diga.
Unos minutos después, cuando Hugo terminó, su compañera de la
derecha, Marta, le hizo un comentario.
-
¿No te ha parecido complicado para ser una simple prueba de
conocimientos?
-
Bueno…
-
¡Silencio!-dijo Tyler-.
Nada más acabar el último, Linda apareció por clase para avisar de
que la cena estaba lista. Dando permiso, todos se levantaron y se
dirigieron hacia el comedor todos juntos.
Tras la cena, Tyler y Linda se levantaron de sus asientos y pidieron
que hicieran dos filas, una con cada profesor para subir a las
habitaciones, ya que era la hora del aseo personal y de acostarse en
sus dormitorios-
- Id
entrando e iros colocando el pijama,-les decían ambos profesores a
los alumnos-.
CONTINUARÁ…
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