jueves, 20 de agosto de 2020

Capítulo 3 || Doble o nada (Temporada 2)

 Sonriendo, Jonathan puso sus manos sobre Emel para darle un masaje.

- Ven aquí, que te noto muy tensa…

- No lo sabes tú bien.

- Pues te vas a tener que esperar porque no me gustaría montar ningún numerito aquí.

- Es tu local, puedes hacer lo que quieras…

- Sí, pero soy quien debe dar ejemplo. 

 Después de darle ese pequeño masaje, Emel se giró hacia Jonathan y se quedó mirándolo fijamente a los ojos.

- Qué guapo eres…

- Tú también. Eres una chica increíble.


 Acercándose poco a poco, ambos se unieron en un beso profundo y pasional. No era la primera vez que se besaban, pero cada día tenían más ganas de hacerlo.


 Separándose, Jonathan le confesó algo a Emel.

- No puedo más…

- ¿Con qué no puedes más?

- Que no puedo quedarme en un beso nada más, necesito más de ti, te necesito a ti, en todas tus versiones…

- Oh, y yo. Ya no eres un simple amigo para mí, eres… muy especial y yo también te necesito.

- Ven,-dijo Jonathan levantándose y ofreciéndole la mano-.


 Yéndose a un hostal, Jonathan alquiló una habitación y subieron en el ascensor hasta llegar allí.

- Oye, qué mona es la habitación,-dijo él echándole un vistazo-.

- Sí, pero por desgracia no estamos aquí para contemplarla…


 Poco después, ambos se habían desnudado y se besaban incesantemente sobre la cama, notando piel contra piel y entrelazando sus lenguas ansiosas.


 Aquella tarde era la primera vez que hacían el amor entre los dos y, pese a ello, se compenetraban muy bien. Había química, electricidad y… amor.

- Te quiero,-confesó Jonathan-.

- Y yo, vida mía. Te quiero mucho.


 Cuando terminaron de hacer el amor, Jonathan y Emel se vistieron pero, justo antes de salir, él hizo una pregunta que dejó quieta a la muchacha.

- ¿Quieres ser mi novia?

- ¿Cómo?

- Sé que sólo nos hemos visto cuatro veces pero…

- Sí. Sí quiero.


 Abriendo los ojos de par en par, Jonathan se acercó a Emel en silencio y la besó.

- Me haces el hombre más feliz del mundo…

- Y a mí también. ¿Pensabas que te diría que no?

- No, a ver, no lo sabía… Pero era más inseguridad que otra cosa.

- Claro que quería y quiero ser tu novia. Te quiero…

- Y yo, preciosa mía.


 En otro punto de la ciudad, la oscuridad de la noche se había cernido sobre una residencia para mayores en la que la hora para dormir se acercaba.


 Tres de ellos jugaban tranquilamente a las cartas después de haber cenado bastante bien.

- No sé qué carta sacar…-dijo Chen, el hombre de la izquierda-.

- Da igual la que saques,-comentó Lucía, la señora frente a Chen-, voy a ganarte como hago siempre.

- Madre mía, viene pisando fuerte hoy Lucía,-dijo Roberto, el otro hombre de la mesa-.


 En la otra sala, otros dos ancianos veían una serie en la televisión justo cuando Silvia, una de las trabajadoras de allí, se acercó para ver si todo estaba bien.

- ¿Qué tal por aquí?

- Bien, bien,-contestó Arturo-.

- ¿Y tú María?-preguntó Silvia-.

- Muy bien, enganchadísima a la serie…


 En ese momento, Ekrem entró en la residencia y, tras saludar a los que jugaban a las cartas, se acercó hasta Silvia.

- Buenas noches Silvia, ¿qué tal?

- Ey, muy buenas Ekrem. Pues de momento todo tranquilo por aquí.

- ¿Alguna novedad?

- Roberto hoy ha cenado un poco menos, pero por el resto todo genial.

- Estupendo, voy a cambiarme rápido y así puedes irte.


 Apenas dos minutos después, Ekrem volvió de cambiarse y se acercó hasta los tres que jugaban a las cartas.

- No me puedo creer que me hayas ganado esta vez,-confesaba Lucía-.

- Ya te dije que tenía buenas cartas,-dijo Chen-.

- ¿Qué tal lleváis la partida?-preguntó Ekrem-.

- Muy bien,-contestó Roberto-. ¿Quieres unirte?

- No gracias, ya mañana, tranquilo.


 Escuchando el sonido de unos tacones a su espalda, Ekrem se giró y pudo ver a su compañera con un vestido corto y muy bien arreglada.

- Pero bueno Silvia, menudo modelito.

- ¿Te gusta Ekrem? He quedado hoy con mi chico para salir a dar una vuelta y quiero sorprenderlo.

- Lo harás, hazme caso a mí.

- Mira que eres bobo jajaja.

- Venga, buenas noches Silvia. Disfruta de la noche.

- Muchas gracias guapo, que te sea leve.

- Bah, esto es pan comido.


 Tras irse Silvia, Ekrem le echó un vistazo a Arturo y a María, quienes seguían viendo la televisión sin perder detalle de la serie que echaban. Yéndose con los demás, se sentó a mirar la partida de cartas tranquilamente.

- Otra vez que pierdo,-dijo Roberto-.

- Dicen que quien pierde en el juego,-intervino Ekrem-, es afortunado en el amor.

- Uy sí, tengo muchos seres queridos,-comentó Roberto irónicamente-.


 Suspirando, Lucía le contestó a Roberto.

- No seas tonto, todos los que estamos aquí te queremos mucho.

- Lo sé pero… Bah, vamos a dejarlo mejor.


 Chen Kung era un hombre de 78 años que se había quedado viudo tras una larga enfermedad de su mujer. A su pesar, no había podido tener hijos con ella así que, cuando se vio más torpe de la cuenta, decidió irse a una residencia para que lo cuidasen mejor.


 Lucía Beiroa era una mujer viuda de 74 años. Después de haber sufrido un infarto del que se encontraba totalmente recuperada, ella decidió irse a la residencia para no molestar a sus hijos, quienes la visitaban varias veces en semana.


 Roberto Rodríguez era un hombre de 84 años con una situación bastante complicada. Su esposa se divorció de él después de 45 años de casados porque se había dado cuenta de que no lo amaba. Los tres hijos que tuvo con ella siempre estaban demasiado ocupados como para preocuparse de su viejo padre así que lo mandaron allí sin el consentimiento de Roberto porque ninguno de ellos se podía hacer cargo de él.


 Arturo de la Reina, de 79 años, era un hombre viudo que había encontrado el amor allí, en la residencia para mayores. Entrando allí porque se sentía un estorbo para su familia, conoció a María y se enamoró perdidamente de ella.


 María Bellido, de 76 años, era el nuevo amor de Arturo. Después de que su marido la abandonase por otra hacía más de 20 años, María había renunciado al amor hasta que conoció a Arturo. Enamorándose de él, no pudo evitar casarse con Arturo para el escándalo de ambas familias.


 Lucía sentía cierta lástima de Roberto, ya que era un hombre muy cariñoso, simpático y siempre tenía palabras amables para todos… Sin embargo, su familia le ignoraba totalmente y Lucía se daba cuenta de que Roberto sufría en silencio todo aquello.


 Minutos después, Ekrem miró la hora y avisó de que era el momento de recoger todo e irse a las camas.

- Vamos, recoged las cartas y a dormir, que se hace tarde.


 Yendo al salón, Ekrem avisó también a Arturo y a María.

- Venga, apagad la tele.

- Sí, un momento,-dijo Arturo-. Oh, ¿cómo puede hacerle eso a Luisa Fernanda?

- Ese Vicente Rodrigo es un malnacido,-comentó María-. Ay, ya me ha puesto mala… Ahora a esperar hasta la semana que viene.


 Tras apagar la tele, todos los ancianos comenzaron a subir las escaleras mientras que Ekrem les daba las buenas noches.

- Que descanséis todos bien. Recordad que tenéis el botón por si os sucede algo para avisarme en cualquier momento.

- Sí, descuida,-dijeron todos-. Buenas noches Ekrem.


 Pero Roberto se quedó atrás y se frenó antes de subir las escaleras.

- ¿Pasa algo Roberto?-preguntó Ekrem-.

- Quería hacerte una pregunta…


 Volviéndose hacia Ekrem, Roberto le formuló la pregunta.

- ¿Se sabe algo de mis hijos o de mis nietos?

- No Roberto…

- ¿Ni una llamada?


 Comenzando a sentir un nudo en la garganta, Ekrem permaneció en silencio sin saber qué contestarle a Roberto.

- Ya, entiendo,-dijo aquel anciano ante el silencio de su cuidador-.

- Lo siento mucho, Roberto.

- No pasa nada,-dijo sonriendo de nuevo-. Al menos os tengo a Silvia y a ti… Buenas noches Ekrem.

- Buenas noches…


Mientras Roberto subía las escaleras, Ekrem permaneció observándolo a la vez que se preguntaba cómo podía haber gente que ignorase de esa forma a esos pobres ancianos que lo habían dado todo por sus hijos y nietos. No se merecían nada de eso…  


CONTINUARÁ…


No hay comentarios:

Publicar un comentario